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Libertad del alma
La creencia en esta libertad del alma es universal y se da en todos los pueblos.En todos los tiempos y en todos los países, los hombres han sentido, hablado y obrado como seres libres.
Puesto que nuestra alma es libre tiene la
facultad de poder determinarse por su libre elección, de hacer o
dejar de hacer, de elegir el bien o el mal. Y así el libre
albedrío, entre otras cosas, se prueba por el sentido íntimo y
la conciencia; por la creencia universal de todos los pueblos y
por las funestas consecuencias que resultarían del error
contrario.
Nosotros tenemos el sentido de nuestra libertad: siento que soy
libre, como siento que existo. Siento en mi la libertad de seguir
la voz del deber o los halagos de las pasiones. Es esta una
verdad tan evidente, que basta entrar dentro de sí mismo para
convencerse de ella. Somos tan libres que podemos contrariar
nuestros gustos, nuestros instintos, nuestros intereses, aún los
mas caros. El hombre, en la plenitud de su libre albedrío lo
sacrificará todo, los bienes, su libertad, su familia, su vida
por la verdad que el no ve, por la virtud que contraría sus
apetitos.
La creencia en esta libertad del alma es universal y se da en
todos los pueblos.En todos los tiempos y en todos los
países, los hombres han sentido, hablado y obrado como seres
libres. Deliberan, hacen promesas y contratos, aprueban las
buenas acciones y condenan las malas. Todo esto supone libertad.
¿Se delibera acaso, acerca de aquello que no depende de uno
mismo, la muerte, por ejemplo ? ¿Se promete resucitar a los
muertos? No se proyecta, no se promete sino aquello que se cree
poder hacer u omitir.
¿ Por que aprobar lo bueno y reprobar lo malo, si el hombre no
es libre en sus actos?
Todos los pueblos han establecido leyes: ¿con que utilidad si el
hombre no es libre? No se dictan leyes a una maquina que ejerce
mecánicamente sus funciones.
Además funestas consecuencias resultarían del error contrario.
Puesto que si el hombre no es libre, no es dueño de sus actos,
y, por consiguiente, no es responsable de los mismos porque no se
puede ser responsable sino de aquellos actos de los cuales uno es
realmente la causa y si la voluntad no es libre, no es causa de
]os actos que produce.
Si el hombre no es responsable, no hay deber, porque no se puede
estar obligado a querer el bien sino cuando uno tiene libertad de
elegirlo
Si el hombre no es libre, si no es responsable de sus actos, no
hay ni virtud ni vicio, como no hay ni bien ni mal para los
brutos. Entonces el asesino no es mas culpable que su víctima.
No hay conciencia, pues ella no tiene el derecho de imponer el
bien y prohibir el mal que no existen. El remordimiento es una
quimera.
No hay justicia, porque los jueces no podrían condenar a un
criminal que no es responsable de sus actos. Estas consecuencias
tan monstruosas, tan reprobadas por el sentido común, bastan
para mostrar la falsedad del fatalismo.
Pero hay quienes niegan la libertad del alma, como son los
fatalistas, los positivistas y ciertos herejías.
Los antiguos fatalistas atribulan a una divinidad ciega, llamada
hado (del latín fatum), todas las acciones del hombre. Aún hoy
los mahometanos dicen: Estaba escrito: es decir, todo lo que
acontece debía necesariamente acontecer.
En nuestros días, los positivistas caen en el mismo error, al
decir que nuestra voluntad se determina a la acción bajo la
influencia irresistible de los motivos que la solicitan; y así
atribuyen los actos del hombre a las influencias del medio, del
clima el carácter, del temperamento.
Ciertos herejes, como los protestantes y los jansenistas, se han
atrevido a sostener que, por el pecado de Adán, el hombre había
perdido la facultad de hacer el bien, y que era arrastrado por la
concupiscencia.
Admitir estos errores equivale a decir que no hay ni bien ni mal,
que las leyes son un contrasentido, que el hombre es una simple
máquina. *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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