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Editorial
¿Respeta mis ideas?. Respetar las ideas ajenas si estas son aberrantes es despreciar al que las mantiene por no intentar sacarle de su error.
A poca firmeza de argumentos que se
emplee, cualquiera de nosotros habremos oído cien veces una
exigencia vehemente: "respeta mis ideas". Es curioso
que nunca se demande respeto para con el propio interlocutor pero
siempre se exija el respeto para los criterios que no se han
podido mantener por el propio discurso de la razón.
Nuestras convicciones religiosas nos empujan a querer a todos, y
querer es mucho más que tolerar. Respetar las ideas ajenas si
estas son aberrantes es despreciar al que las mantiene por no
intentar sacarle de su error. Para un cristiano es en todo caso
una falta de Caridad.
Esta es la sociedad de la simplicidad maniquea; las ideas se
asumen por inercia dualista pretendiendo cada uno socializarse a
uno u otro "lado" cuando la realidad es mucho más rica
que una película de indios o una partida de pinpong. Las ideas
merecerían ser pasadas por el tamiz de la razón pero como esto
no es así, cuando no prospera el pseudoargumento (que suele ser
más una justificación del estandarte enarbolado y por ello,
más que un iter discursivo, un vómito de la razón), se demanda
la gracia del indulto como si estuviera en tela de juicio la
dignidad del interlocutor que antes no se cuestionó la
responsabilidad en la que se incurre por difundir el error.
Las ideas, expresan en muchos casos juicios sobre la realidad y
proposiciones para enmendarla, que como tales merecen tras ser
argüidas y escuchadas, o bien la consideración o bien la
indiferencia o bien la refutación. Si el platillo del demérito
pesa más en la balanza del raciocinio por lo pernicioso del
criterio, nunca podrá pretenderse el respeto al juicio sino la
más directa oposición. Del contraste de criterios antagónicos
sobre una cuestión, siempre se deriva la oposición dialéctica
aunque esta cultura liberal haya impuesto la tolerancia
formalista como cobertura subrepticia del ataque furibundo que
por sibilino acaba siendo mucho más atroz.
Siempre será preferible mostrarse como contrincante en una noble
dialéctica con una sonrisa de inicio y si se tercia, un abrazo
de colofón, que dejar en tablas un asunto capital haciendo
alarde de tolerancia formalista al uso, para más tarde buscar la
espalda e hincar la daga con saña sin esperar tan siquiera a ver
la última expresión.*
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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