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Una nación virtual

 

Jamás en los Estados Unidos el hispanohablante se ha visto tan amenazado, tan asediado, como hoy en día. Jamás se había realizado una campaña política en que el inmigrante hispanoamericano, el uso del español, la cultura hispana se hubieran convertido en el blanco principal de una actitud racista y reaccionaria por parte de los políticos norteamericanos. Y, paradójicamente, se puede decir que la cultura en general, y la literatura hispana en particular, ha llegado a su punto de maduración, ha alcanzado una presencia significativa en el ámbito estadounidense

Las últimas estadísticas oficiales muestran datos alarmantes relacionados con los hispanos: por una parte, el poder adquisitivo del hispano medio ha descendido un 5,1% en los dos últimos años (y un 14% desde 1989) y, por primera vez en la historia, el nivel de pobreza de la población hispana es mayor que el de la afroamericana. Pero según el presidente de la Cámara de Comercio Hispana, para el año 2000 habrá más de un millón de compañías que serán propiedades de hispanos. El número de empresas hispanas ha crecido un 76% con respecto a 1987. O sea, que está claro que un núcleo minoritario de hispanos que viven en los Estados Unidos se está enriqueciendo aceleradamente, pero la gran mayoría de los hispanohablantes son ya la masa más pobre de la población norteamericana.

En el censo realizado en los Estados Unidos en 1980 se eliminó la palabra «latino» porque se parecía demasiado a «ladino», y se escogió el término «hispano» para clasificar la población de origen hispanoamericano. En Europa ser latino tiene un origen bien claro y unas consecuencias bastante definidas. En América el latinoamericano es, o debería ser, por extensión enriquecedora del concepto europeo, aquella persona que habla alguno de los idiomas cuyo origen es el latín; no obstante, se identifica al latinoamericano sólo con la persona que habla español. A partir de este error fundamental, en los Estados Unidos el latino es exclusivamente una persona, bilingüe o no, cuyos orígenes son hispanos; ya sea chicano, mexicano, nuyorican, puertorriqueño o de cualquier otro país de la América hispánica. No están incluidas, pues, en este concepto de latino, las personas que hablan francés o portugués, y tampoco los que hablan italiano ni los que, como yo, son de la península ibérica en general.

Si miramos todo esto desde una perspectiva aérea, o para ser más concretos, desde una perspectiva china (un país donde se hablan varios idiomas, infinitos dialectos, y donde todavía hoy no se puede decir que exista una «lengua nacional», aunque nosotros vemos la cultura de China como un conjunto homogéneo, y no distinguimos entre los tipos lingüísticos wen-li o mandarín, wu y min); si, como digo, miramos a los hispanohablantes y a los que son de origen hispano desde una perspectiva china, lejana, de satélite, veremos que, en efecto, el «hispanonorteamericano» posee características comunes que legitiman el que se les llame así, hispanos.

Un nuevo libro, Hispanic Nation, de Geoffrey Fox, augura desde su salida truenos y relámpagos. A pesar de la intensas campañas dirigida a disminuir el impacto de los hispanohablantes, tanto en la política como en la cultura, la fuerza de una nación virtual cobra cada día más cuerpo y forma y, si el gobierno retrógrado estadounidense sigue empeñado en querer marginar a los hispanos tratándolos como una minoría, lo que casi es ya una nación, es posible que otros cantos, que no son los de la paz, se empiecen a oír en los Estados Unidos.

«A un minority group -ha declarado Fox- lo define la mayoría, o sea, la cultura hegemónica, que lo ve como faltándole algo (el idioma, la escolaridad, la moral protestante, etc.). Un movimiento nacional, en cambio, se define solo, o mejor dicho, lo definen sus dirigentes, agitadores y empresarios, con una agenda propia, en oposición a la mayoría». Y es que esa es la finalidad principal de este nuevo libro: documentar con seriedad, coherencia y amenidad cuál ha sido el camino que ha recorrido la minoría hispana hasta convertirse en un grupo de acción nacionalista.

Cuando uno vive en Nueva York le parece absurdo que se plantee el problema de si el inglés es la lengua oficial de este país o si no lo es. La mayoría de la gente ve con normalidad el hecho de que en Manhattan se escuchen centenares de lenguas diferentes, y -con mucha razón- que el español sea la segunda lengua más hablada, después del inglés, en esta ciudad; no obstante, cuando se sale de la metrópolis, el norteamericano medio mira con recelo al hispanohablante. El caso es que -en los Estados Unidos- sólo ahora, cuando el grupo hispano se ha convertido en un auténtico poder político, social y cultural, se le ha empezado a prestar atención al fulminante crecimiento de esta nueva nación virtual; aunque, como hemos señalado antes, paradójicamente, extrema pobreza y extrema riqueza parecen también crecer juntas entre la población de habla española.

Mientras los hispanos no levantaban la voz, mientras eran simples obreros explotados, mal pagos, ignorantes, mano de obra barata para limpiar las casas de los ricos, mientras esto ocurría con consentimiento de la mayoría, a nadie parecía preocuparle que los hispanos hablaran español entre ellos, que leyeran sus periódicos, que vieran su televisión, que vivieran mal; sin embargo, ahora las cosas han cambiado y los hispanos empiezan a tener una parte pequeña, pero significativa, del poder adquisitivo, político y cultural de este país.

Las estadísticas son claras: la población angloamericana envejece sin remedio y va disminuyendo, la población hispana (al igual que la afroamericana) crece a una velocidad que ya los "progres" señalan como alarmante.

Hispanic Nation (Birch Lane Press, 1996) marca el principio de una visión que abarca la cultura hispana en los Estados Unidos, pues es una obra escrita sin apasionamientos ni concesiones a ningún tipo de fanatismo ciego; por el contrario, es un libro que refleja una doble reflexión: la de un genuino norteamericano que por razones vitales conoce nuestra cultura muy bien (y ha hecho de este conocimiento parte de su propia personalidad) y, por otro lado, nos ofrece el análisis certero de un intelectual que, a finales de este siglo, ve en el mestizaje cultural no una amenaza, sino un ensanchamiento, tanto en la esfera de lo social y comunitario, como en el ámbito de lo individual.

Yo diría que, en lo esencial, los hispanos son ciudadanos estadounidenses en cuyos hogares se habla, o se ha hablado, en un pasado cercano o remoto, un idioma de origen latino: el español. De todos modos hay que añadir a esta idea, los importantísimos elementos africanos e indígenas que posee esta cultura en los Estados Unidos. Y, en última instancia, ser hispano significa sentir, comportarse, amar, comer, vivir, de una manera hispano, aunque no se hable español diariamente, o aunque se escriba en inglés.

Estos hispanonorteamericanos se expresan ya sea en español o en inglés (con interferencias muy enriquecedoras de estos dos idiomas), pero también en una mezcla de las dos lenguas antes mencionadas.

Dionisio Cañas


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