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La Tercera Via: el nuevo laborismo británico.
La nueva forma de entendimiento entre el capitalismo y el neosocialismo burgues
En nuestros
dias se esta extendiendo un término que pretenden que parezca sinónimo de la panacea a
los problemas de nuestra sociedad. Con la Tercera Vía, la socialdemocracia europea
pretende dar una imagen renovada de si misma, vendiéndonos una nueva marca política en
la que une el libre mercado con el humanismo liberal. Pero la pregunta que se hace la
sociedad es ¿qué es la Tercera Vía? y ¿ cuando surgió?.
Después de un largo período de gobiernos Toris, los británicos apostaron por un líder
joven, Toni Blair, que decía representar la vanguardia de una nueva socialdemocracia
europea. Su avance arrollador y las cualidades de buen comunicador, pronto le granjearon
la popularidad en una sociedad deseosa de mantener las cotas de bienestar social
conquistados en el período de postguerra. El laborismo británico que nunca ha sido
marxista, sino que siempre se había inspirado en el humanismo fabiano de un reformismo
social, había caído en los setenta en manos de los dirigentes más izquierdistas y
radicales, que tenían su poder en el campo sindical, las Trade Unions. Sin embargo, el
mandato de Margaret Thatcher desbancó el poder sindical y lideró junto a Ronald Reagan
un neoliberalismo conservador que repercutió en un desarrollo económico y relanzamiento
del mundo desarrollado, pero recortó las medidas sociales y los grupos marginales se
vieron más alejados de la posibilidad de integrarse en el grueso de la sociedad. Este
laborismo noqueado y a la deriva, fue dirigido por Neil Kinnock, hasta que empezó su
cruce del desierto de la mano de Jhon Smith, un veterano cuadro laborista, que con mano de
hierro, independizó al partido de la férula de los sindicatos y sus dirigentes
radicales.
Smith era el hombre elegido para reformar la imagen laborista, pero su temprana muerte
abrió las puertas para Blair, un joven inspirado en sus ideas, con una imagen kennediana
muy atrayente al pueblo. A parte, la victoria demócrata de Bill Clinton, explotando un
progresismo reformista y una imagen juvenil, les hacía ser el relevo generacional de una
época política que parecía se canalizaba hacia el centro izquierda. Sin embargo, en
Europa donde las ideas son más necesarias que en Estados Unidos, la socialdemocracia
demandaba un discurso alternativo al neoliberalismo conservador que vendía con éxito su
receta de recortes prepupuestarios en la confianza en una sociedad madura que improvisaba
todo aquello que necesitaba a través de la iniciativa privada. No obstante, ante en un
mundo donde las derechas y las izquierdas han dejado de defender valores ideales y ambos
defienden un relativismo pragmático, según digan las corrientes de opinión. La única
bandera capaz de levantar a la gente era la defensa de los logros sociales, en peligro por
la necesidad de recortar los presupuestos nacionales.
A pesar de todo, el laborismo no está empeñado tanto en esa defensa como en conciliarse
con la época pasada y asumir la herencia neoliberal como propia, para no asustar a las
clases medias, votantes del centroderecha, pero que votan al nuevo laborismo, por su
identificación generacional con Blair, siempre que no les asuste con una subida impopular
de impuestos para sostener el Estado de Bienestar. Por tanto, la famosa Tercera Vía, que
ya defendió Anthony Giddens, teórico inspirador de Blair no es más que la asunción del
liberalismo por el laborismo, recortando algunos logros sociales, pero manteniendo otros
para no granjearse la animadversión social. Nada más lejano a una tercera vía entre una
economía dirigida por el Estado y el neoliberalismo radical en el que vamos
enfangándonos. Resulta curioso, porque el término Tercera Vía fue denominado así por
Benito Mussolini, cuando con el nacionalismo económico y el dirigismo corporativista
pretendió controlar la economía para canalizar sus recursos a los sectores sociales más
necesitados por la sociedad y el bien común del país. La adopción del nombre para
definir a un socialismo que asume el liberalismo como algo propio, abandonando su herencia
reivindicativa obrera en favor de un progresismo burgués decimonónico, no es
precisamente una fórmula alternativa al sistema neoliberal imperante, sino más bien la
sumisión a unos criterios y la asunción de una derrota ideológica.
En la actualidad, las clases populares y más desfavorecidas por el neoliberalismo y el
neosocialismo burgues se ven frustradas en el sistema y alejadas del mundo consumista que
se les ofrece por los medios de comunicación. De esta forma, aunque el capitalismo actual
parece ofrecer una gran diversificación de ofertas de empleo, siempre son en condiciones
de precario y para el más especializado, quedando los menos capacitados al borde de caer
en el mundo marginal, sin posibilidad de integrarse de nuevo. Estas clases depauperadas
que demandan soluciones a unos problemas que ven se van haciendo crónicos y que empiezan
a plantear problemas de orden público importantes ante su alta tasa de destructuración
familiar son las que actualmente pueden clientes fijos de algunos populismos emergentes.
L. O. Martínez.
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y
Crítica", es editado por el Foro Arbil
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