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La Guerra Santa. ¿Un sexto pilar del Islam?.
Si como indicabamos en un artículo anterior para los musulmanes los deberes religiosos, núcleo de la ley coránica, son la confesión de fe, la oración, el ayuno, la limosna y la peregrinación a La Meca, sin embargo como consecuencia de la historia y de algunas interpretaciones actuales podríamos preguntarnos si para algunos grupos la Guerra Santa constituye un sexto pilar.
Difícil encontrar punto más duro para
el entendimiento con el islam. La expresión "Yidah"
suele traducirse por "guerra santa", inexactamente.
Para los chiítas y los "integristas" la Yidah es un
sexto pilar, por eso la hemos denominado así, pero entre
interrogantes. La doble interpretación del concepto lo sugiere.
La palabra y sus derivados, por ejemplo
"muyahid",(combatiente de la fe), tienen un sentido
coránico de "esforzarse", habitualmente complementado
por "en el camino de Dios".
La tradición distingue muchos modos de realizar ese esfuerzo, y
privilegia uno u otro según la época y las circunstancias
personales.
El más frecuente es el esfuerzo por extender la religión por el
mundo entero, por su vocación universal. En principio se lleva a
cabo mediante la "llamada al islam", la
"da`wa", equivalente a nuestra "misión", y
el medio es la predicación. Hay que tener presente que el islam,
sean cuales sean las demás interpretaciones posibles y las
relaciones históricas entre religiones, jamás separa lo
espiritual y lo temporal, la religión y el estado. Por eso la
extensión de la religión musulmana conlleva la extensión del
imperio político, y viceversa.
Cuando un pueblo "invitado" a abrazar el islam se
resiste, es preciso "abrirlo", el "fath",
apertura o conquista. Además hay que preservar la ya citada
"morada del islam" de sus enemigos. En ambos casos la
yihad adopta una forma militar, aunque la expresión textual
"guerra santa" no existe ni en el Corán ni en la
tradición. Los juristas hablan de ella para convertirla en una
obligación comunitaria cuyo responsable, en primer lugar, es el
Jefe del Estado. Sólo es excepcionalmente una obligación
personal, aunque los buenos musulmanes se sienten obligados,
pasando, por ejemplo, como el místico Hallaj, (s.XI), unos años
en un convento-castillo (ribat), en una región fronteriza. Son
los "marabut", cuya corrupción en lengua española es
almorávide, que combatió el "Cid", llamado así
precisamente por su generosa tolerancia con sus súbditos
musulmanes.
Esta "guerra santa" tiene sus leyes. En principio no
puede existir entre musulmanes, aunque se ha invocado a menudo.
Deben respetarse "las gentes del Libro", así como
mujeres, niños, ancianos, monjes, sacerdotes y edificios
religiosos. Así lo hizo Almanzor, aunque fue excepción más que
regla, al respetar la tumba de Santiago en 997.
Sería un grave error considerar al islam una religión de la
violencia, aunque la hay en su historia sagrada. Como todas las
revelaciones, el Corán prohibe el asesinato (4,92), y toma la
Ley de Moisés dada a Israel (5,32). Es preferido perdonar a la
Ley del Talión (2, 194), que se recibe también del Antiguo
Testamento (2,179).
Los moralistas y autores espirituales privilegian la forma de
yihad que es el esfuerzo por hacer que la voluntad de Dios
predomine en el cuerpo y en el alma del creyente. Es el
equivalente exacto de nuestro "combate espiritual". Un
famoso hadith afirma que la "gran yihad" es el combate
espiritual, y la "pequeña yihad" es la guerra.
En el islam actual, se transfiere el concepto al desarrollo de
país, a la promoción humana y la liberación de toda
servidumbre mediante el progreso económico, la alfabetización,
los servicios sociales. Así lo interpretan algunos gobernantes,
mientras los opositores acentúan la interpretación de lucha
contra la opresión e injusticia. El presidente tunecino Burgiba
intentó identificar el concepto con la lucha contra el
subdesarrollo.
Aunque la guerra no queda hipotéticamente excluida, no ocupa un
lugar privilegiado. Para comprender el lugar de ese
"esfuerzo" hay que distinguir claramente los principios
de los hechos.
Tengamos presente que el Evangelio y el Corán son
fundamentalmente distintos, en cuanto a la vida del autor de
aquel y del "transmisor" de éste. A su muerte, Mahoma
había triunfado, Jesús, en cambio, es ejecutado. Los cristianos
tenemos presente un mensaje de amor al enemigo, de perdón, de
rechazo a la violencia, que se desprende de su Evangelio. La
Iglesia ha justificado la legítima defensa y la guerra, en
nombre del mal menor y en situaciones de injusticia, pero la
no-violencia será la línea evangélica de referente.
El Corán nace con una orientación distinta. Ciertamente
comienza con una predicación pacífica y meritoria ante los
poderosos. Pero tras la hégira a Medina, el Corán y Mahoma se
concentran en combatir y conquistar La Meca. Esta victoria y la
batalla de Badr, son vistas como signo de verdad de la
revelación.
La "fitna", término difícil de traducir, algo así
como "prueba-tentación" para la fe. Incluye los
cismas, desordenes, dominaciones externas, "es más grave
que el asesinato", (2,191). Por ello toda lucha política de
un pueblo musulmán tiene la tentación de adoptar un tinte
religioso. El instinto de triunfalismo distingue, en el terreno
de los principios, al islam del cristianismo.
Otra cosa es que el Antiguo Testamento comparta con el Corán
momentos de furor y venganza, como la prescripción del
"kherem", destrucción de los cananeos, sean cuales
sean las justificaciones exegéticas.
Ya no hemos referido a que el Corán, a diferencia del Evangelio,
es una constitución para una sociedad humana fundada en la
religión, mientras el Evangelio es un ideal supremo , una nueva
ley , la del mandamiento único del amor. Un código es posible
"cumplirlo"; es posible observar el aspecto legislativo
del Corán. El Evangelio no lo "cumpliremos", en cuanto
perfección, nunca, siempre será un ideal, aunque no sólo
ideal, sino realización, más allá de la capacidad del hombre.
Lo propio del ideal es estar delante de nosotros. El ideal
alcanzado y cumplido deja de serlo. El Corán es, tanto más que
ideal -por ejemplo en su tensión hacia Dios y la justicia- ley.
Los antiguos teólogos islámicos observaron esta diferencia como
un signo de la superioridad del Corán.
Las sociedades que se inspiren en el cristianismo tienen que
admitir una cierta dosis de violencia, ante el delito y la
guerra; las musulmanas la preveen, en cuanto con el Corán nació
una nueva sociedad política. El islam nació mediante conquista,
pero el tópico "cree o muere" es, en gran parte, una
leyenda, aunque Mahoma lo aplicó a una tribu judía de Medina
(33,26) y a los politeístas. Después las conquistas lo fueron
más bien de los resortes políticos, según el principio
(2,256), "ninguna imposición en religión". La
violencia se ejerció, sin embargo, contra muladíes, conversos,
relapsos. Las conversiones se consiguieron más bien mediante el
ambiente social y los siglos; los coptos fueron mayoritarios en
Egipto hasta el XIV.
Francisco D. de Otazú.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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