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Editorial.
Demos un paso adelante: hagamos nuestras las afirmaciones "yo creo", "yo me sacrifico", "yo me formo", "yo trabajo" y "yo soy español", como afirmaciónes comprometedoras y personales para colaborar la regeneración social
Al menos un grupo de hombres y de mujeres
queremos -alejados de la mediocridad del medioambiente, dar un
paso hacia adelante, con la mirada hacia arriba: hacia adelante
por el camino de la restauración nacional, y mirando hacia
arriba, porque la fortaleza necesaria para seguir andando por él
requiere que los ojos del alma busquen en oración el apoyo que
viene de lo alto. Para ello, claro es, se hace preciso un
paréntesis de recogimiento interior, de autoconvencimiento, que
nos inmunice contra el desviacionismo suicida de soluciones
preparadas por el sistema materialista.
Ese camino de restauración nacional es, ciertamente, algo
objetivo, y es ante todo, un camino personal y, por ello, una
conducta, un comportamiento, un modo de ser y de obrar subjetivo,
intransterible, que no puede traspasarse a otro, por razones de
comodidad o de cansancio, porque si ello fuese así, nos
haríamos solidarios -a pesar de nuestras quejas y de nuestra
indignación inoperantes- de la dimisión histórica de la
civilización.
Afortunadamente, tenemos, para estímulo de la esperanza,
ejemplos sugestivos en nuestro pasado, que nadie ha dicho que no
se puedan repetir en el futuro.
Lo que importa es descubrir el secreto de cada uno de los
episodios nacionales transformadores, hacerlo nuestro y
movilizarnos conforme a sus propias exigencias dinamizantes,
ilusionantes y emprendedoras. Ese secreto incide en la totalidad
crítica, es decir, en la crisis religiosa, en la crisis moral,
en la crisis cultural, en la crisis económica y en la crisis
nacional.
· Frente a la crisis religiosa, el camino de la restauración de
España postula un gran acto personal de Fe, y de Fe teológica,
que contemple a su luz el quehacer histórico de nuestro pueblo;
un pueblo que, de algún modo, deseamos que viva en gracia, es
decir, que se gobierne y rija por un ordenamiento jurídico y
unas costumbres concordadas con las exigencias del Evangelio.
Este acto de Fe puede condensarse en la fórmula ambivalente del
"yo creo", porque el que cree, crea, y porque en
nuestro idioma el yo creo es no sólo primera persona en presente
indicativo del verbo "creer", sino también primera
persona en presente indicativo del verbo "crear".
"Fuertes en la Fe", como nos pide el texto sagrado.
Fuertes en la fe, para preservarla, como virtud y como Credo, en
el orden personal y en el ámbito de la "res pública",
de los ataques, incluso, de quienes están obligados, por razón
de su ministerio, a respetarla, defenderla y predicarla.
· Frente a la crisis moral, el camino de la restauración de
España nos pide la adhesión espiritual y profunda a la fórmula
del "yo me sacrifico", que equivale a decir que no
rehuyo un puesto en el combate, por modesto y humilde que sea,
que no regateo mi ayuda económica, que no escatimo el tiempo que
haya que dedicar a la tarea, que pongo al servicio de la causa mi
influencia, mi prestigio, mis cualidades, y que acepto de
antemano los perjuicios que de ello se me sigan, llámense
aislamiento social, pérdida de ingresos, burlas socarronas o
difamación sin escrúpulos.
· Frente a la crisis cultural, el camino restaurador de España
me espolea a vincularme al compromiso que pone de relieve la
fórmula del "yo me formo", que es tanto como adquirir
la preparación que las respectivas profesiones y oficios
requieren para su rendimiento social, pero también asimilar la
doctrina básica, teológica, filosófica y política, cuyo
tramado convincente proporciona la seguridad dialéctica que
subsiste, a pesar de los avatares históricos, de la mudanza de
las gentes y del variable diapasón emotivo personal.
· Frente a la crisis económica, el camino de restauración de
España nos apremia a intimarnos, en medio de la desgana y la
apatía, con un "yo trabajo"; pero no un "yo
trabajo" solamente para resolver mis problemas y los de mi
familia, para abrirme paso, para no sucumbir golpeado y
maltratado por el deterioro que avanza, sino para invertir el
sistema, para sustituir la demagogia estéril de la palabra
hipócrita, vacía y escandalosa por otro diferente en el que la
iniciativa privada, la empresa libre, la economía de mercado y
la vigilancia e intervención justa de la Administración,
órgano del Estado para el servicio del bien común, nos devuelva
la justicia social y económica.
· Frente a la crisis nacional, el camino de restauración de
España se reconduce, en su órbita subjetiva, a la fórmula que
hoy puede producir escalofrío: "yo soy español", y no
de nacimiento o geografía, sino español histórico y de mi
tiempo, español de ahora, que no se avergüenza del pasado y que
no tiene ninguna razón para ocultar su españolia, que quiere
seguir siendo español, que sabe que ser español es "una de
las pocas cosas series que se pueden ser en el mundo".
Hago hincapié en la fórmula "yo soy español",
expresada con sencillez y no exenta de energía, porque entiendo
que aquí, en esta radicalidad esencial, más que existencial, se
halla la clave de la restauración de España. Si no hay
españoles de verdad, al ciento por ciento, compenetrados con el
ser de la Nación, no podrá seguir existiendo España. El
problema de España no es otra cosa que un problema de
españoles. ¿Somos nosotros, entre tantos, esos españoles que
España necesita para su restauración nacional?
Cada uno de vosotros dará la respuesta, no con las palabras que
el viento se lleva, sino con la conducta que el viento no puede
arrancar.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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