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Misión.
España debe crecer para no morir, y sólo puede hacerlo en una dirección: hacia el espíritu, hacia la inteligencia; hacia la cultura. Es decir, hacia arriba.
No es exclusivamente cierto que España
sea diferente. Todas las naciones, en tanto que Patrias, lo son
y, si alguna fracasa en la creación y mantenimiento de sus
diferencias, deja de ser Patria en el acto.
Tampoco es cierto que en España existan varias culturas, esa
palabra que sirve incluso para el fútbol y que es la excusa del
Estado de las Autonomías. La Cultura Española, se escriba o se
hable en español, catalán, gallego, vascuence u otra lengua, es
una sola, nacida de la historia común, de las costumbres
compartidas, de la fe única e inalterable y del conjunto de
problemas y de preguntas que a todos afectan por igual. El
idioma, con ser importante, no define a una cultura, sino lo que
con él se expresa desde la generalidad de los que lo usan.
Hay en España un claro resurgir de las características
diferenciales, aunque muchas veces inventadas. Algunos tratan de
usarlas para dividir a las regiones, pero los hombres libres que
sigan este camino, acabarán por descubrir - buscando las
diferencias con las otras gentes españolas - el amplio mundo que
compartimos.
La situación actual de España, por peligrosa, es prometedora.
Están fracasando entre nosotros, de nuevo, los viejos sistemas
importados, los nacionalismos románticos y los partidos
políticos, constituidos en «aparatos». Si el único cauce de
participación política, el partido, no tiene militantes en
España, quiere decir que los españoles, en masa, no usamos los
únicos cauces de participación política y nos mantenemos al
margen de la democracia liberal. ¿Por qué? Porque no responden
a las auténticas necesidades de representación. La democracia
partidista aquí no funciona ni ha funcionado jamás y esta
afirmación no es fruto de ninguna especulación teórica: si los
partidos no tienen hombres, es que los hombres no van por donde
quieren los partidos. Quien más quien menos sabe que, como el
DNI, que es personal e intransferible, ni la memoria, ni la
Voluntad, ni el entendimiento de uno puede ser representado por
otro.
El fracaso continuado y espectacular de los mecanismos de
representación del sistema, enfrenta, velis nolis, al español
con la necesidad de encontrar un cauce real para sus inquietudes.
Y sabe, además, que si los partidos no contaran con sus
amplísimas subvenciones, desaparecerían en un día. Por eso
afirmo que este momento es prometedor y que de él saldrá el
futuro. Nuestra misión es proponer caminos y, antes aún, abonar
el nacimiento de un movimiento español que ya existe en su mayor
parte, y la extensión de esta premisa básica: España necesita
soluciones españolas para sus problemas españoles, y la única
forma de encontrarlas es meditando, averiguando qué es España y
para lo que sirve.
Cara al futuro, los españoles que hablamos de España no somos,
como algunos creen, como esos «independientes» que van en
listas electorales. Ni siquiera significamos la única postura
política posible, porque no somos -un movimiento español no
puede serlo- una posibilidad. Somos más que eso: necesarios.
Son el tiempo, la situación, el fracaso y la decepción los que,
a la fuerza, nos obligan a enfrentarnos con el futuro en la
absoluta seguridad de que España necesita transcurrir sobre su
propio cauce, dar respuestas antes que recibirlas, y aportar a la
comunidad de las naciones sus hallazgos y sus planteamientos.
España debe crecer para no morir, y sólo puede hacerlo en una
dirección: hacia el espíritu, hacia la inteligencia; hacia la
cultura. Es decir, hacia arriba.
Es la misión de este artículo: explicar lo necesaria que es
España para todos. Recordar al lector que nuestra Patria no es
sólo una palabra hermosa, sino una perfecta -y mal usada-
herramienta para la convivencia, y que España, lejos de ser un
enigma histórico, es un olvido histórico del que todos somos
responsables. Pero la historia misma se ha encargado de volvernos
a poner contra la pared y todo está muy claro: o descubrimos y
reconocemos a través de instituciones cuáles son nuestras
características diferenciales, o dejaremos de ser una Patria.
Como esto último es un imposible, siendo España matriz de
pueblos, se hace inevitable que recuperemos y alentemos
ilusionadamente, apasionadamente, nuestra identidad.
Por eso España, el Ser de España, será previo a cualquier otra
meditación política. Sólo se puede influir sobre la realidad
conociéndola. Sólo llegaremos a una plenitud social cuando
sepamos por qué somos así y hacia dónde nos lleva el empujón
de los siglos.
Y desde España, resuelta nuestra identidad, daremos respuesta
española a la injusticia del liberalismo y al proceso de
invasión mundialista.
Daremos respuesta española a la representación política y,
¿cómo no?, a la distribución de la riqueza: no sólo
económica sino cultural. De modo que cada español reciba por
fin la herencia de estos dos mil años llenos de vida, empresas y
pensamientos.
He aquí la clave: recuperar la libertad de ser y de
manifestarnos como somos. Otra cosa será siempre artificial.
Otra cosa sólo nos conducirá, de nuevo, al fracaso., a no salir
de esta frustración histórica, de este miedo a ser, que acaba
enfrentándonos con nosotros mismos.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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