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Editorial.
Bienvenidos los tiempos difíciles que harán la depuración
El profundo malestar que vive hoy el
mundo se debe fundamentalmente a un vacío existencial que ahoga.
Nos ha tocado vivir en una época en la que valores como la
defensa de la Vida, la Familia, la dignificación del Trabajo, la
Educación basada en criterios morales
están en desuso. Lo
que para mí es la esencia del Ser Humano, parece importar de
verdad a muy pocos.
Cuando comprar en un kiosco convencional un periódico en el que
el tipo de anuncio más frecuente no sea el de una prostituta es
poco menos que imposible, cuando la educación tipo se encamina a
formar máquinas de ganar dinero y los trabajadores ven como se
deshumaniza su entorno laboral, cuando estar orgulloso de ser
español es una provocación o cuando, por ejemplo, se inventan
supuestos para asesinar al niño no nacido, me apena ver como se
confunden los términos. Ahora se llama progreso a ese entorno
que nos coloca a la cabeza del mundo en casos de sida y a la cola
del mismo en cuanto a natalidad (sin garantía de relevo
generacional), se afirma que la situación es magnífica cuando
el número de afectados por enfermedades psiquiátricas
(directamente relacionado con el bienestar de un pueblo) se
multiplica por un coeficiente infinitamente superior al que pueda
corresponder al experimentado por la renta per capita en el mismo
tiempo o se llama tolerancia a la permisibidad ante el desorden
de aquellos que, por otra parte, ridiculizan los valores
inspirados en el Derecho Natural.
Echo mucho de menos la demanda social que, ante desmadres como
este, creía que era razonable. Como pensamos que no podemos
cambiar la situación, que eso es cosa de los políticos a los
que casi todos suspendemos en las encuestas, optamos por no mover
un dedo y asistir como espectadores al declive moral que nos
imponen; muchos ni siquiera se dan cuenta de que ese declive es
un hecho y ven ahora con normalidad lo que hace poco detestaban.
Y no nos engañemos: o se vive según se piensa o se acaba
pensando como se vive, o luchamos por cambiar el mundo o el mundo
nos cambiará a nosotros; de ahí el peligro de aceptar, pasivos,
la inercia impuesta.
Ciertamente el panorama no es óptimo pero mientras existan
quienes sujeten comprometidos la antorcha que representa estos
valores, hay hueco para la esperanza. Solo teniendo claro el
motivo de nuestra existencia y que es lo que queremos en la vida,
podremos aprovechar las corrientes de viento, disponiendo las
velas de la forma más inteligente para llegar al puerto deseado.
Es interminable la lista de personas que se embarcan y se hacen a
la mar sin saber a ciencia cierta a dónde desean llegar. Se
pueden alcanzar costas que tal vez nos parezcan interesantes o
quizá ante las cuales tengamos que lamentar mala suerte. Si
crees que la situación es mejorable, si ves con claridad que
este es un noble objetivo y un buen puerto a donde llegar,
muévete; los demás no lo harán por ti. Es preciso que quien
tenga oídos, oiga.
Yo rezaré por ello; me encantaría que me acompañases.
Óscar Villanueva Manzanares.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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