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El partido de España.
La única realidad capaz de soportar sin tambalearse el peso de las decisiones y el impulso para alcanzar el futuro conveniente, es la Patria misma. Y sobre ella hay que edificar; sobre lo que ella es y significa, y nunca sobre ideologías, que siempre son transitorias y están sujetas al envejecimiento y a la muerte
El partido político es un clarísimo
instrumento de dominación social, la herramienta que una
pseudo-clase utiliza para suplantar los intereses de la nación
por los suyos propios. Algo en nuestros últimos años viene a
demostrarlo: ningún partido ha representado a quien dice
representar y de cuyos votos se nutre.
Parece mentira que, a tanta distancia ya de nuestros primeros
partidos políticos, la lección no esté todavía aprendida:
mientras se hace la política de una determinada clase social, se
deja de hacer la política realista de toda la sociedad. Para
defender los intereses de grupo hay que abandonar los intereses
generales.
Es evidente que España, que la Patria, no es una clase social,
pues representa lo que nos es común, no sólo en lo material
sino en lo espiritual, aquello en lo que participamos, sea cual
sea nuestra condición, mientras que la Clase Social representa
lo que es particular y exclusivo de un determinado grupo de
individuos.
¿Qué nos es común a todos? Hay que responder cuanto antes a
esta pregunta; separar con cuidado lo particular de lo general,
lo transitorio de lo permanente, porque de la respuesta se
deducirá aquello en lo que podemos ponernos de acuerdo todos,
sin más excepción que los que se benefician de nuestra
división y los que explotan el fácil afán de justicia que late
en todos nosotros.
No debemos ir a deslindar otra nueva opción política, sino a
clarificar aquello sobre lo que se podrá asentar cualquier
política racional, sensata y efectiva. Que sea una clase social
-no importa cuál - la que soporte el peso político de todos, es
un mito con el que se engaña a medio mundo; un método que
Clinton ha declarado de fe y que no va a permitir que cambie
aunque sean necesarias cien guerras.
La única realidad capaz de soportar sin tambalearse el peso de
las decisiones y el impulso para alcanzar el futuro conveniente,
es la Patria misma. Y sobre ella hay que edificar; sobre lo que
ella es y significa, y nunca sobre ideologías, que siempre son
transitorias y están sujetas al envejecimiento y a la muerte.
¿Piensa alguien de verdad ycree en el neoliberalismo? ¿Y en la
Social Democracia? Son posiciones demasiado viejas para poder
entregarse a ellas.
Hay que insistir en que lo que más somos es lo que compartimos y
en que lo que se comparte es lo único que se libra del
envejecimiento, lo único que prevalece del tiempo, lo más real
y duradero de nuestras humanas peripecias.
Hay que hacer ahora mismo la lista de todo lo que nos une y a
ello aplicar nuestro ilusionado esfuerzo. Mimar las diferencias
que nos separan de las otras naciones y exaltar las igualdades
que nos unen a todos dentro de España. Lo contrario -que se
viene haciendo hasta ahora- es pretender un imposible.
De todas formas, cuanto más se alejen las posturas políticas de
lo que somos en realidad, antes sobrevendrá su fracaso; mejor
dicho, ya ha sobrevenido y nuestro actual régimen trabaja en el
vacío, sin la carne y la sangre de los españoles. Pero las
ideologías no deben ser suplantadas por otras, sino por una
formulación clara y precisa de lo que somos. Por el Partido o
por el «Entero» de España. Sólo así nos haremos justicia.
A. Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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