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Editorial.
Los objetivos a lograr para un proyecto
de resturación de nuestra Patria y de los españoles han de ser
los siguientes: una España moralmente límpia, políticamente
unida, económicamente desarrollada, socialmente justa e
internacionalmente digna.
España moralmente
límpia
Cuando hablamos de una España moralmente límpia no nos
referimos tan solo a la corrupción connatural al régimen de
partidos o a la corrupción en las Administraciones públicas.
Incluimos, porque ello es básico, la limpieza moral del
ordenamiento jurídico, que no puede elaborarase sin tener en
cuenta la ley divina revelada, ni el "ordo naturae"; la
limpieza moral en las costumbres, es decir, la cala social de ese
ordenamiento que no ha ser solo letra que envejece, sino
espíritu comunitario vivificante; y la limpieza moral, en fin,
en los comportamientos institucionales e individuales.
De aquí que se deban apoyar proyectos que postulen de verdad la
defensa del derecho a vivir; lo que supone no cegar la aparición
de la vida humana, como pretenden las campañas controlistas,
alentadas desde organismos oficiales internacionales, nacionales
y locales; no matar al inocente en el seno de la madre, con la
interrupción del embarazo, eufemismo para denominar el asesinato
por aborto voluntario; no deshacer la familia, célula básica de
la sociedad, destruyendo su raíz, que es el matrimonio, mediante
legislaciones prodivorcistas, o equipararlo con otras uniones
aberrantes; no incitar al instinto y las malas pasiones mediante
los medios de comunicación en los que la pornografía, el
adulterio y la sodomía ocupan espacios preferentes.
Hay que terminar con el tráfico y consumo de droga que está
envileciendo a nuestra juventud, y que, a cambio de ello y de
tantas muertes y vidas destrozadas, colman los bolsillos de
grupos de sinvergüenzas, que con sus ganancias abundantes e
ilícitas sobornan autoridades y voluntades y contribuyen a la
putrefacción de la sociedad.
Y potenciar un sistema escolar para preparar ciudadanos, no solo
bien informados, sino bien formados, no solo instruidos, sino
educados, es decir, con ideas veraces y claras, con valoraciones
éticas seguras, con voluntad y carácter para el enfrentamiento
con la vida. La educación como derecho de los padres cuidada por
todos, incluido el Estado.
Políticamente
Unida
Nosotros queremos una España políticamente unida, lo que es lo
opuesto a un España uniformizada, como la actual. La fórmula
precisa requiere la unidad en la diversidad y la diversidad en la
unidad. Si la unidad no es uniformidad, tampoco la diversidad
puede ser dispersión. En nuestro pueblo, que tiene, como todos,
sus virtudes y sus defectos, la apelación a la unidad -por
nuestro carácter ácrata (no confundir con anarquista)-, urge
más que nunca, cuando las fuerzas partidarias del desgarro han
hecho posible que los textos constitucionales pretendan la
conjugación imposible de la Nación con las
"nacionalidades" y se pida la autodeterminación de
éstas últimas, rompiendo sus vínculos espirituales e
históricos con aquélla y consigo mismas.
Esta unidad política exige una revisión a fondo del régimen de
partidos y la puesta en marcha de cauces auténticos de
representación en los que los intereses partitocráticos se
sustituyan por una democracia social que recoja los anhelos
legítimos de las instituciones comunitarias
Económicamente
desarrollada
Una España donde el trabajo se considere como deber y como
honor, pero también como derecho y no privilegio. Con una
economía de mercado, en la que la propiedad privada sin
perjuicio de su función social, y la empresa de libre creación,
sin perjuicio de que sean partícipes de su propiedad y sus
beneficios quienes trabajan en ella, den como fruto el pleno
empleo de la población activa. Todo ello coordinado con la
empresa pública, cuando la misma sea indispensable, con una
elaboración global del ritmo económico, que equilibre los tres
grandes sectores, primario, industrial y de servicios, con el
desarrollo armónico de toda la nación, con una política
financiera que facilite con interés bajo el dinero que se emplee
en la creación de riqueza y de puestos de trabajo, con una
política fiscal no confiscatoria del fruto del trabajo y del
ahorro, y con un sindicalismo integrador que haga oír su voz en
las estructuras socioeconómicas del Sistema..
Una España donde el derecho a la propiedad privada, gravada por
la hipoteca social se respete. La propiedad privada, enemiga del
capitalismo especulativo, es la garantía de la libertad y, por
ello de la dignidad del hombre. Cuando el Estado se adueña de la
propiedad, el hombre se esclaviza al tener que mendigar del
Estado las migajas; y una de dos: o, para mantenerse libre, se
reduce a la miseria, o, para conservar la vida, renuncia a la
libertad. Pero la propiedad privada que se estima como un derecho
natural y sagrado es la que lleva en su propia textura una
función social, que debe cumplir, so pena de transformar el
derecho en abuso, perdiéndose entonces su legitimidad. Por otra
parte la propiedad privada puede ser no sólo individual, sino
también colectiva, como sucede con los patrimonios familiares y
cooperativos, y es compatible con la propiedad pública que el
logro del bien común y la soberanía del Estado requieran.
Socialmente justa
Cuando se habla mucho de comida es porque se tiene hambre. Cuando
se habla mucho de libertad es porque se carece de ella. Cuando se
habla mucho de solidaridad es porque ha dejado de existir.
La solidaridad pide la justicia social, y la justicia social no
consiste sólo en dar a cada uno lo suyo sino en proporcionarles
lo que merezca y necesite; y no necesita lo mismo el niño que el
anciano, el que trabaja en la mina que el profesional del
deporte, el que tiene familia numerosa y el que no la tiene. Y no
se merece lo mismo el que se haya en desamparo sin culpa que el
aprovechado sin escrúpulos que al fin sufre las consecuencias de
su mal comportamiento.
Una España socialmente justa no puede aceptar la miseria sin
hacer lo posible y lo imposible para marginarla. Ni el paro ni la
marginación puede dejarnos indiferentes. Sobre la totalidad de
la riqueza hay un servidumbre tácita a favor de los pobres, pero
también hay el deber de un juego límpio por parte de la
administración y de quienes se benefician de esa servidumbre.
Si la recepción de las pensiones no contributivas, los seguros
sociales, las subvenciones, etc
son fraudulentas o un
procedimiento electoralista de la Administración el objetivo se
corrompe y supone una gran injusticia para quien ha trabajado y
contribuido para crear esos fondos malversados
Hay que distinguir entre la asistencia y la seguridad social.
Esta supone un contrato bilateral que ambas partes han de cumplir
en justicia. Aquella, que no exige contrato de ninguna clase, se
ha de prestar, en razón de la dignidad intrínseca del hombre, a
los que por circunstancias distintas se hayan en una situación
de abandono y miseria.
Pero para que lo anterior se cumpla y así salvarnos de la
creación de una sociedad injusta, hacia donde vamos, donde unos
cuantos posean la mayoría de los bienes, muchos trabajen en un
régimen de precariedad laboral, con todas las consecuencias de
carácter familiar que implica, y una parte sustancial de la
sociedad sea excluida del todo con la aceptación implícita de
esto como inevitable solo sirve un cambio radical de legislación
y comportamientos administrativos
Internacionalmente
digna
Una nación es respetada cuando
cree en sí misma; y cree en sí misma, cuando tiene una
conciencia colectiva, cuando presenta al mundo una credencial
histórica identificante, de la que no se averguenza, cuando su
voluntad de seguir operando en el tiempo, y su oposición a
convertirse en remolque de intereses extraños, se pone en
evidencia.
España está en Europa, y no puede, por razones vitales,
permanecer ajena a su proceso de reconstrucción. Pero una cosa
es hallarse presente como sujeto pasivo y otra tener una
presencia activa. Pues bien, esta presencia demanda, por un lado
atemperar el objetivo rehabilitador de Europa a los sacrificios
que ello implique para nuestro pueblo -no sea que esos
sacrificios sean tan insufribles que acaben suprimiéndonos- y,
de otro, hacer patente que el éxito del objetivo no se halla
tanto en una unidad política absorbente, que haga desaparecer
las Patrias, o en una política de defensa, como propugna la UEO,
sino en el reencuentro con el alma del continente, con sus
raíces, como dijo en Compostela Juan Pablo II, sin la que Europa
será solo un conglomerado egoísta de intereses, con sus
lógicos recelos y sus lamentables y, en ocasiones, suicidas
turbulencias económicas.
Una España internacionalmente digna es una España dispuesta a
la coordinación a nivel europeo, pero que no renuncia a su
vocación hispánica, es decir, a su vinculación entrañable,
profunda y fraternal, no con la América Latina, que es una denominación
antihistórica y conceptual, con la que se nos ofende, y que que
aquí, por degradación y servilismo, se acepta, sino con
Hispanomérica. En el gran foro europeo hay que defender, con
todas sus consecuencias, que Europa no es sólo un continente
geográfico, sino un contenido cultural y civilizador, y que, por
ello, las naciones hispanoamericanas no pueden quedar al margen
del proceso Europa y equiparadas a aquéllas que se inscriben en
ámbitos culturales diferentes y ajenos.
Por tanto, la política migratoria de la Unión Europea no puede
desconocer los vínculos que unen las dos orillas de la
Hispanidad, levantando barreras, en lugar de puentes, entre una y
otra.
Una España internacionalmente digna no puede rebajarse hasta el
punto de contribuir servilmente en las aventuras militares de la
ONU, en tanto no se cumpla la resolución de la misma, por la
cual se impuso, en razón de la descolonización , que Inglaterra
reconozca la soberanía de España sobre el Peñón de Gibraltar,
que contra todo derecho nos fue arrebatado durante la Guerra de
Sucesión.
Tengamos un sentido providencial de la Historia, de nuestra
Historia concreta. Y difundamos los valores del Derecho Natural
hasta que vuelvan a informar la sociedad, sustituyendo una
civilización arruinada con legislaciones y comportamientos
necrológicos, por una alegre civilización de la vida donde
España y la Hispanidad se hallarán en el trance glorioso de
reencontrarse en la Cristiandad.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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