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Los sindicatos libres, un obrerismo nacido en la tradición.
Un sindicalismo original, que a pesar de sus promotores tuvo pocas servidumbres políticas sirviendo a los intereses de los trabajadores y preocupando a los sindicatos de clase, al servicio del marxismo y al sindicalimo amarillo, al servicio del capital
El movimiento obrero ha sido investigado
con amplitud, sin embargo, el sindicalismo originario de grupos
políticos no procedentes de la izquierda, no siempre ha sido
estudiado con la objetividad necesaria. La acusación de
amarillismo (colaboración con la patronal) siempre ha sido
achacada a todos las asociaciones obreras católicas o
independientes. Sin embargo, el fenómeno del sindicalismo libre
fue muy distinto y la combatividad que se dió contra él
procedió precisamente por su radical defensa de los derechos del
obrero, rompiendo el monopolio del sindicalismo único de la CNT
en la Barcelona de principios de siglo.
Los Sindicatos Libres nacieron en el tejido social del
tradicionalismo barcelonés. Por aquél entonces, el
tradicionalismo catalán vivía su renacimiento. Hasta 1876 el
tradicionalismo catalán había sumado a sus reivindicaciones un
fenómeno de protesta social de la población rural pirenáica
empobrecida contra el incipiente capitalismo de las urbes del
litoral. Después del fracaso militar de la Tercera Guerra
Carlista, la fuerte industrialización produjo una fuerte
mutación social que obligó al tradicionalismo a adaptarse a lo
tiempos modernos. Su participación política se incrementó y la
apertura de círculos se amplió especialmente en los núcleos
urbanos como Barcelona. Pero en estos espacios urbanos el
anticlericalismo practicado por el Partido Radical de Lerroux
tenía una importancia cada vez mayor y se reclutaba entre el
naciente proletariado barcelonés. El tradicionalismo se fue
convirtiendo en la respuesta y refugio más firme de los obreros
católicos. Una parte de los nuevos inmigrantes llegados a
Barcelona eran personas procedentes de las laderas pobres del
Pirineo que mantuvieron en la gran urbe su Fe católica y su
fidelidad a los ideales del tradicionalismo.
El tradicionalismo barcelonés del siglo XX estaba compuesto de
dos sensibilidades, el periódico El Correo Catalán representaba
una línea moderada, gremialista y era el órgano oficial del
delegado regional, duque de Solferino, y de Miguel Junient,
redactor jefe del mismo. Sin embargo, el semanario La Trinchera
representaba un sector obrero y más radical en sus proclamas,
que tenía su especial acogida en los círculos El Porvenir, Crit
de Patria y el Ateneo Obrero Legitimista. El principal punto de
enfrentamiento entre las dos corrientes era la consideración de
alianzas electorales. Los tradicionalistas catalanes estaban
obligados por su sistema electoral a evitar su marginación
política y social y la alianza con la Lliga Regionalista tenía
unas bases comunes en el la defensa del catolicismo y un cierto
catalanismo. Pero para los más radicales procedentes de las
clases populares, el verdadero enemigo era la Lliga por su
separatismo latente y su procedencia exclusiva de la burguesía.
Los radicales eran partidarios de crear un climax revolucionario
con la conjunción práctica con fuerzas antisistema como los
republicanos, ya que había un antecedente de lucha contre el
enemigo común en la Segunda Guerra Carlista, la colaboración
con la más fuerte Lliga, convertía al tradicionalismo local en
un grupo marioneta de los intereses de Francesc Cambó. Había
que decir que el tradicionalismo barcelonés era uno de los
movimientos políticos más interclasista del tradicionalismo,
estando compuesto en un tercio por trabajadores residentes de los
barrios periféricos. En este magma social y político es donde
iba a nacer uno de los sindicatos más reivindicativos y
desconocidos de nuestra historiografía.
El nacimiento del sindicato libre
La demanda de un sindicalismo profesional se hacía necesario, la
CNT que en 1915 tenía 15.000 miembros había pasado en 1919 a
714.028 afiliados, mientras la más reformista UGT contaba con
211.342 altas y los católicos de los sindicatos del marqués de
Comillas llegaban con dificultad a los 60.000 afiliados. El eco
de la revolución bolchevique, un reforzamiento de la posición
de fuerza de muchos empresarios enriquecidos en la locura de la
guerra y una radicalización revolucionaria de los dirigentes
cenetistas obligó a muchos obreros y empleados católicos a
pensar en la fundación de un sindicato a parte del que empezaban
a controlar los elementos anarquistas radicales. Hasta entonces
la CNT había aglutinado sindicatos profesionales y los
anarquistas revolucionarios eran una corriente minoritaría que
se fue creciendo con la paulatina desaparición de los moderados.
En 1919, se producía una reunión en el Ateneo Obrero
Legitimista de Barcelona, presidida por Pedro Roma, Miguel
Junyent y Salvador Anglada. En esta reunión se decidió la
necesidad de fundar un sindicato profesional y separado de la CNT
que tenía un fin revolucionario. Ramón Sales fue elegido
presidente y diferentes cuadros tradicionalistas entraron en la
labor sindical convirtiéndose en la élite culta del sindicato
que se ocupó de la ideología, redactar estatutos, relaciones
públicas y dirigir la organización. Estos hombres fueron José
Baró, Jordi Bru, Estanislao Rico, Santiafo Brandoly, Domingo
Farrel, Juan Laguía, Feliciano Baratech y Mariano Puyuelo. Los
intelectuales se encargaron de la divulgación en prensa, pero
los resortes de la organización fueron controlados por obreros,
algo que no había sucedido en los sindicatos católicos.
Ramón Sales fue su presidente y líder indiscutible hasta 1936,
nacido en 1900 en La Fulleda (Lérida) emigró a Barcelona con
sus hermanos al enviudar su madre, empleado en unos almacenes
pertenecía al sindicato de la CNT, pero a su vez era miembro del
requeté, ya que mantuvo los contactos tradicionalistas que
había tenido en el pueblo. Sales no fue ningún orador pero
cuando tuvo que expresarse lo hizo claro, contundente y casi
siempre en catalán, porque hablaba mejor. Fue el líder
indiscutible del sindicato y eso que se convirtió en su
presidente con 19 años.
El Sindicato Libre pronto cobró personalidad propia al
enfrentarse al rival cenetista y hacer frente también a la
Patronal en sus veleidades de subordinarlo a sus intereses. De
1919 a 1921, el naciente sindicato fue promocionado por los
empresarios en su labor de dividir al proletariado barcelonés.
Sin embargo, los Libres siempre dejaron claro que su política
iba en defensa estricta de los derechos profesionales del obrero
y no se iban a plegar a los intereses de los empresarios, como
había pasado con algunos sindicatos profesionales y católicos,
que habían nacido por el patrocinio de algunos notables
conservadores y se sentían obligados a defender el orden
constituido. Este punto de vista diverso impidió unas relaciones
amistosas con los sindicatos confesionales que estaban
controlados por magnates conservadores. No obstante, los
católicos-libres fundados por los dominicos habían mantenido
una postura más combativa en los intereses obreros y mantenían
un buen diálogo con los carlistas. Estos sindicatos tenían casi
su única fuerza en la región vasco-navarra por lo que la
simbiosis carlista y sindicalista se daba en muchas zonas como
Azpeitia. Esta amistad se prolongaría de tal modo que en 1924 en
el congreso de Pamplona decidieron fusionarse y crear la
Confederación Nacional de Sindicatos Libres, cuya fuerza estaba
en Cataluña y País Vasco-Navarra, curiosamente parte de la
misma geografía política del tradicionalismo.
Hasta 1923, los Libres sufrieron la constante amenaza del
terrorismo anarquista que no podía permitir que hubiesen
escindido a la clase obrera, el precio fue el asesinato de 53
dirigentes sindicales. Sin embargo, los Libres también crearon
sus grupos de autodefensa que atacaron a los anrquistas con sus
mismas armas. No obstante, los Libres estaban naciendo y la
pérdida de dirigentes les hacía más daño. Para colmo, las
autoridades restauracionistas en premisa de proteger el orden
liberal establecido detenía tanto a sindicalistas cenetistas
como Libres. La lucha entre ambos sindicatos fue sangrienta, pero
la patronal intentó manejarla a su favor utilizando esquiroles
Libres en las huelgas de los anarquistas y al revés en las
promovidas por los Libres.
Sin embargo, el período de 1920-1922 en el que el gobierno civil
fue dirigido por el general Martínez Anido, la situación
mejoró para los Libres. Aunque el sindicato nunca se definió
como tradicionalista, para posibilitar su crecimiento en el
proletariado profesional, la alianza con el general fue posible
para luchar con éxito contra una CNT liderada por el elemento
más radical del anarquismo revolucionario. De esta forma el
elemento más moderado de los cenetistas se afilió a los Libres
y algunos dirigentes procedían del campo izquierdista, aunque
los tradicionalistas tenían el control, como Estanislao Rico,
director de Unión Obrera, órgano del sindicato.
La madurez del sindicalismo libre
En 1923, el sindicato Libre contaba casi con 200.000 miembros,
tres cuartas partes en Barcelona. El crecimiento había sido
grande debido al interés de algunas agrupaciones sindicales por
defender sus intereses profesionales y no preocuparles los fines
reovilucionarios y terroristas de los anarquistas, por que cuando
la represión de Martínez Anido hizo su efecto, estos
sindicalistas se afiliaron a los Libres, como los únicos capaces
de defenderlos frente a la Patronal conservadora, algo que no
harían los católicos confesionales.
Sin embargo, en este año se produjo la instauración de la
dictadura de Primo de Rivera. El general Martínez Anido fue
nombrado ministro del interior, pero el nuevo régimen no sólo
no apoyó, como creían al sindicalismo Libre, sino que eligieron
a los socialistas de la UGT como entidad colaboradora,
prohibiendo la CNT. Los sindicalistas Libres únicamente pudieron
ocupar los puestos que los socialistas no querían. Entretanto,
el tradicionalismo político estaba debilitado por la escisión
mellista de 1919, que no había supuesto defecciones en
Cataluña, pero por su foralismo catalán que se oponía al
centralismo liberal del primoriverismo, se opuso a la dictadura.
El sindicalismo Libre tuvo a varios dirigentes perseguidos por su
catalanismo y a otros que ocuparon puestos de responsabilidad en
el incipiente corporativismo del régimen por su amistad con
Martínez Anido. No obstante, el sindicato tuvo entonces su
máxima expansión con 197.853 miembros, las tres cuartas partes
en Barcelona y alrededores, destacando Igualada y Tortosa, ambos
núcleos de un fuerte tradicionalismo, el segundo núcleo País
Vasco y Navarra, contanto con varios grupos en Asturias y Madrid.
En 1927 se fundó la Confederación del Centro, en 1928 la del
Levante y en 1930 la de Andalucia. Los sindicatos principales
eran en el sector servicios, artesanal y empleados. Los
camareros, cocineros, panaderos, barberos, empleados de Banca y
dependientes de almacenes fueron los más fieles al sindicalismo
Libre, fuera de Cataluña los afiliados procedían de
trabajadores especialistas.
El declive de una organización
En 1930, con la caída de la dictadura de Primo de Rivera y el
inicio de la dictablanda de Berenguer, el sindicalismo Libre era
una organización madura que tuvo que afrontar con la libertad
sindical y la vuelta de la CNT a la legalidad la defección de un
20 % de sus efectivos catalanes. Sin embargo, el fin del
sindicalismo Libre no vino únicamente de la presión de una
renacida CNT con 1.600.000 afiliados, sino que con la llegada de
la II República, las nuevas autoridades decidieron emprender una
represión sin medida sobre la organización Libre. Ramón Sales
tuvo que exiliarse a Francia, donde vivió de albañil y otros
oficios, algunos dirigentes como Estanislao Rico, Josep Baró y
Jordi Bru pasaron a la renacida Comunión Tradicionalista que
había acogido a los escindidos integristas y mellistas y 16
sindicalistas fueron asesinados en un mes por la CNT para
intimidarlos. Las secciones sindicales se fueron desgajando de la
Confederación y poniendo distancia, permaneciendo independientes
o integrandose por fuerza en la CNT o UGT. Especialmente Lluis
Companys, antiguo abogado de la CNT, y prohombre de la ERC fue el
más vengativo posibilitando el pacto del Hambre, un acuerdo en
que la Patronal se avenía con la CNT y la UGT a no contratar a
ningún trabajador afiliado a los Libres. Unos 4.000 obreros
fueron afectados por tales medidas, por razón de edad unos 200
no pudieron trabajar nunca más, quedando en el mundo marginal
con la complicidad de las autoridades republicanas de la
Generalitat.
Entretanto, los sindicatos católicos, profesionales e
independientes se confederaron en la CESO consiguiendo reunir a
más de 200.000 trabajadores, en esta amplia organización se
integraron la mayor parte de las antiguas agrupaciones de los
Libres, como la regional del País Vasco-Navarra y la Federación
de Obreros de Cataluña, nacida en 1932. Sin embargo, esta
organización defendía la vía moderada de los antiguos
sindicatos confesionales y repudió la posterior petición de
integración de un renacido sindicato Libre. Ramón Sales estuvo
moviéndose en clandestinidad en Barcelona, desde Francia y en
1935 la organización reapareció con unos cuantos dirigentes de
los antiguos carlistas de Sales de la primera hora. Sin embargo,
esta vez en una España politizada, el mundo laboral impedía la
vigencia de una fuerza sindical profesional. Los Libres se vieron
reducidos a su núcleo barcelonés y al reducto del obrerismo
carlista.
No obstante, las relaciones con las autoridades locales de la
Comunión Tradicionalista no eran cordiales. Los Libres se
habían convertido a un nacionalismo españolista de raíz obrera
que chocaba con el catalanismo de algunos dirigentes locales de
la CT. Aunque fuesen el sindicato con mayor número de
catalanoparlantes, Sales, Baró, Roig, Fort, Clavé son los
apellidos de los principales dirigentes y la mayor parte del
proletarido catalán fue fiel a los Libres frente a los
emigrantes, que por su falta de especialización eran clientela
fácil del extremismo anarquista. Los Libres estaban bastante
politizados y eran patrocinados por el entramado derechista de
Barcelona. El recien formado Bloque Nacional de Calvo Sotelo se
dedicó a promocionar a los Libres. Este grupo era en teoría una
coalición de alfonsinos y carlistas, pero fue en realidad una
formación personalista de Calvo Sotelo, aunque muy objetada por
sus teóricos integrantes. Goicoechea, líder de Renovación
Española, por mantener el liderazgo de los alfonsinos y los
carlistas por el posible intento de enajenar las masas populares
al líder carlista Fal Conde.
Los Libres necesitaban apoyos y la CEDA, partido mayoritario de
la derecha, ejercía su influencia en la CESO, los Libres por
tanto únicamente gozaron con la estimable ayuda de un viejo
amigo, Joaquín Bau, el carismático líder del carlismo
tortosino. Con el estallido del Alzamiento el 18 de julio,
algunos miembros sindicales consiguieron unierse a los
sublevados. Entre éllos, Augusto Lagunas, Ramón Colom y Pedro
Navarro murieron en combate, otros como José Baró, Jaume Fort y
Anselm Roig fueron fusilados por la FAI-CNT. En cuanto a Ramón
Sales, consiguió ocultarse y huir a Francia de donde volvió
para ayudar a fundar la 5ª columna en Barcelona, allí fue
capturado por sus antiguos enemigos de la CNT, quienes le
torturaron y desde cuatro camiones le descuartizaron en las
Ramblas.
El sindicalismo Libre fue una experiencia nacida en la base
obrera carlista que consiguió expansionarse al defender los
intereses profesionales de los tarbajadores, pero que no contó
con la ayuda de sus afines conservadores, que siempre le vieron
peligrosamente revolucionario por su origen, poco cómodo. En su
final, el sindicato no pudo luchar contra sus rivales y las
autoridades republicanas, especialmente Companys, quien fue el
más empecinado en aniquilarlos. Finalmente la guerra aniquiló a
sus últimos miembros en las lucha por Barcelona, hasta la hora
de la Liberación..
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
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