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Las grandes cuestiones filosóficas.
Los temas que tradicionalmente han ocupado a los filósofos como el problema del fundamento del ser o existencia, el cómo se explica la existencia del mundo, que no es necesario en absoluto, cuáles son los sentidos del ser, el problema de la verdad y si existe la verdad, si es cognoscible , qué tipo de verdades podemos conocer, qué es el bieny cómo hacerlo, etc...
Como se ve, se trata de cuestiones
radicales, que afectan a los cimientos mismos de la realidad y a
toda la realidad.
Las cuestiones filosóficas afectan siempre al sentido de la
existencia, al por qué y para qué existimos. ¿Cuál es nuestro
origen y cuál nuestro fin?
El filósofo se interesa por toda la realidad, pero no en sus
pormenores (como la estructura del átomo o si es primero el
huevo o la gallina) sino en sus modos de ser más generales.
Por ejemplo, la Filosofía no se pregunta por los innumerables
tipos de sustancia que se encuentran en el universo, sino por la
sustancia como tal. ¿Qué es la sustancia? ¿y qué son los
accidentes? ¿Cuántos modos de ser irreductibles entre sí hay
en la realidad? Aristóteles dirá que hay varios géneros de
accidentes, inrreductibles entre sí, : el cuánto, el cuándo,
la relación, el ubi, etc.
El físico se pregunta por el color de la una, el sabor, el
tiempo de la cosecha de tal especie... Se interesa por todas las
cualidades que se pueden medir de alguna manera y que se pueden
percibir por alguno de los sentidos o por medio de los aparatos
cada vez más sofisticados que existen.
El Filósofo (metafísico) se pregunta en cambio por un
componente que no se ve y que sin embargo debe existir porque
sustenta a todos los accidentes. Es la sustancia. La sustancia no
se ve tal cual es, lo que se ve son sus accidentes: sabor, color,
peso...
En realidad no estamos hablando de lo mismo, el físico y el
metafísico. El físico se detiene en los fenómenos de las
cosas, es decir, en sus apariencias; y en las causas de los
cambios de esas apariencias. Son cambios físicos (perceptibles,
describibles), por ejemplo, el tabaco se convierte en ceniza. No
es un mero cambio accidental, sino un cambio de una sustancia en
otra: un cambio sustancial.
El Filósofo se interesará no sólo por el cambio del tabaco en
ceniza, sino por el cambio de una sustancia en otra, cualesquiera
que sean esas sustancias. El filósofo se interesa por el cambio
sustancial mismo. ¿Cómo puede suceder? ¿En que condiciones?
¿Cómo deben ser las cosas para admiitir ese tipo de cambios?
La gran ventaja de la filosofía primera es que todo lo que dice
vale para todo y para siempre, precisamente porque no se detiene
en los pormenores, sino que va a lo esencial, va a la raíz.
Si estudiamos la vida orgánica como tal y averiguamos algunas
verdades ciertas, serán ciertas para toda vida orgánica, no
sólo para algunas modalidades.
Argumentos
filosóficos
Veamos, ahora, para hacernos un idea más precisa de la esencia
de la Filosofía, un ejemplo de argumento propiamente
filosófico.
El filósofo observa la realidad inmediata. El punto de partida
no es alguna especie de elucubración o impresión meramente
subjetiva. El filósofo sano, persona normal, como casi todo el
mundo, observa. Enseguida se da cuenta de que todas las cosas que
caen bajo su experiencia se encuentran de un modo u otro en
movimiento, o lo que para el caso es lo mismo: son cambiantes.
Entonces reflexiona sobre la realidad observada, pero no ya la de
éste o aquél movimiento o cambio particular, sino sobre la
realidad del cambio o movimiento mismo, con independencia (es lo
que se llama "abstraer") de todas sus múltiples
modalidades singulares posibles. Y se pregunta por su razón de
ser: ¿Cómo se explica el cambio, cómo es posible que algo que
no era (así) llegue a ser (así)? Más radicalmente aún
(cabría decir, incluso, más filosóficamente todavía) ¿cómo
es posible que algo que no es en absoluto llegue a ser algo, lo
que sea?
El filósofo discurre, razona sobre todo esto y descubre lo que,
en principio se nos antojaría un contrasentido: el movimiento
sólo puede ser real, efectivo, si hay una causa... ¡que
realmente no se mueva, que no cambie!, porque si cambiara nos
remitiría a una serie indefinida de motores moviéndose unos a
otros, que no explicaría nada. Se llega por ese camino a la
conclusión de un argumento que ahora hemos reducido a su mínima
expresión, pero que es riguroso; también es, si se quiere,
sorprendente, pero irrefutable: el primer y radical principio del
movimiento debe ser inmóvil; debe mover sin moverse. De otro
modo no se explicaría nada de lo que acontece. De manera
análoga se llega a descubrir que el principio del tiempo no
puede ser temporal sino eterno.
El cientifista nos respondería: bueno, el razonamiento parece
correcto, pero esto no quiere decir que responsa a la realidad.
Habéis concluído que hay un Ser inmóvil que mueve todo lo
demás, una Ser eterno que pone en marcha al tiempo. Pero no
tenemos experiencia alguna de la inmutabilidad ni de la
eternidad. No cabe verificar el argumento en un laboratorio, no
es posible verificar experimentalmente la realidad de lo Inmóvil
y Eterno. Luego no es seguro que exista...
El fundamento
El primer tema que aparece en el inicio del filosofar, una vez
asombrados ante la realidad verdadera del mundo que está ahí y
la mía que se corresponde con la verdad, es la cuestión del
fundamento, de lo que los griegos llamaban arjé: no significa
exactamente causa, sino principio, lo primero, aquello de donde
se genera la realidad y la sustenta actualmente: no se trata de
algo que "fue" y ya no es, sino de lo que ahora funda
la realidad actual, lo que por tanto es lo primero actual, o por
decirlo en términos ya maduros, el acto primero, que constituye
la realidad como verdadera.
La esencia
Y luego la cuestión de la esencia, que Polo propone llamar con
palabras actuales, "meollo, "intríngulis",
"busilis" (esto tiene mucho "busilis", es muy
de ponderar), lo más íntimo, lo más profundo, porque está
como escondida en el fundar, fundando, siendo fundamento.
(Herácilto decía que al fundamento le gusta ocultarse).
La multiplicidad y
las relaciones
Enseguida se ve que no hay una sola esencia, que hay muchas; que
no sólo hay verdad, sino verdades. Además hay diferencia de
rango: la esencia de Dios es superior a la de la mosca, etc. Es
claro que no se puede admitir un monismo puro, pero tampoco se
puede caer en un pluralismo anárquico de esencias descoyuntadas.
Debe de haber conexión entre las esencias, que facilite una
visión global. La realidad tiene que estar articulada.
Anaxágoras, maestro de Sócrates se dio cuenta de esto. La
solución la aportó Platón, cuya filosofía no es sólo un
saber de esencias, sino un saber sintético. La filosofía busca
un saber global (total o universal): no hay nada suelto,
inconexo. La filosofía busca conexiones, relaciones que guardan
entre sí las esencias y las ideas. No relaciones meramente
ideales, sino reales, esenciales. A la visión sintética le
llama Platón sinopsis (sin-opsis: ver juntamente). No basta ver
una idea, hay que verlas todas juntas, lograr una visión global.
Todo tiene que ver con todo, nada puede existir aislado.
Ya tenemos dos características del filosofar:
1) buscar esencias, el meollo
2) buscar relaciones: cómo una verdad tiene que ver con otra
(síntesis)
Quien no sabe descubrir o buscar, interesarse por las relaciones
entre las diferentes esencias no es filósofo. Se requiere una
mente sinóptica, capaz de ver de un golpe de vista el
"cosmos" (orden, palabra aristotélica). Esto es lo que
Tomás de Aquino llamaba saber universalísimo. La visión
sintética es una de las aspiraciones de la filosofía primera.
Los grandes filósofos coinciden en que sin visión global la
metafísica no es posible (al contrario de lo que ocurre con las
ciencias segundas; el planteamiento científico positivista no
permite la visión sintética). Algunos estiman que es un ideal
irrealizable o realizable en condiciones precarias. También
sucede que ciertas formulaciones sintéticas que se han propuesto
son mejorables. Desde luego, es un reto: ¿cómo todo tiene que
ver con todo?
Poner en marcha el
pensar
Para averiguarlo hay que observar y pensar, contemplar. También
tendría que hacerlo de vez en cuando el científico para no
perderse y buscar lo esencial. De lo esencial, del meollo,
intríngulis o busilis, se ocupa hoy poca gente. Por eso, como
decía Ortega, lo que pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Hay
dispersión de saberes; hay desintegración. Por eso hoy es tan
importante la filosofía. Lo que no es lo mismo que titulados en
filosofía, sino pensadores que saben pensar como filósofo, es
decir, logrando nociones abarcantes, que relacione asuntos
diversos, sabiendo que todo lo que atañe a un punto repercute en
los demás. "La filosofía no es un monopolio
profesional" (p. 55).
Ver el mundo por un canuto y decir que eso es la realidad, no es
acertado, es perverso (dispersa, desintegra), por un defecto de
racionalidad científica. Siempre que alguien se reduce
exclusivamente al método analítico, sin síntesis, aparecen
efectos perversos (ejemplo de la FIVET). Necesitamos expertos en
cuestiones globales
En cambio, el que sintetiza, puede tomar decisiones aunando y
reuniendo el parecer de los especialistas, relacionándolo. En
esto consiste la capacidad de síntesis de la razón práctica.
El organismo es el mejor ejemplo de síntesis. La mejor manera de
avanzar en el saber es desarrollar la capacidad sintética.
Bien entendido que todo esto el filósofo lo va haciendo al modo
(platónico, es decir, dialéctico) autocrítico. Quien no someta
las soluciones que aporta a autocrítica no es filósofo, no
puede ser tomado en serio.
Recapitulemos: la filosofía se ocupa de:
-esencias, quididades (el quid de la cuestión), ideas en sí, la
verdad intrínseca a la realidad, cuestiones clave.
(-descubre que todo tiene que ver con todo y)
-busca la visión global, síntética, universal (sinopsis)
No se trata pues de cuestiones de poca monta, ni de respuesta
fácil. Son cuestiones muy básicas, incluso muy elementales al
comienzo, por eso un pequeño error en sus respuestas suele
derivar en enormidades tremendas en la conducta, en la vida de
las personas y de las sociedades.
Radicalidad
Como quedó dicho, una característica del pensamiento
filosófico, bastante olvidada, es la radicalidad. Lo que
distingue a la Filosofía de otras disciplinas intelectuales no
es tanto que tenga objetos propios y que los demás les sean
ajenos, sino la manera de considerarlos. "Lo decisivo -dice
Julián Marían- es el punto de vista, la perspectiva, y por
tanto el método. El filósofo se interesa por la realidad, se
entiende, por toda la realidad".
"No es que entienda de innumerables cosas; más bien al
contrario, no es necesario que sea hombre de muchos saberes; los
diversos campos son conocidos por los que se dedican a ellos y
los investigan con los métodos apropiados. Pero hay ciertas
preguntas que las disciplinas particulares no se hacen, porque no
pertenecen a ellas, y a las cuales el filósofo no puede
renunciar. Tiene que saber cuál es el puesto que ciertas cosas
ocupan en el conjunto de la realidad, y por tanto qué forma de
realidad les pertenece.
"Sin una respuesta adecuada el hombre queda en estado de
desorientación, por muchas cosas que sepa. Esa es precisamente
la situación de nuestro tiempo, en el que se saben más cosas
que en ninguna otra época, pero la cuestión es precisamente
"quién" las sabe (quién es ese que las sabe y cómo
las sabe). Y en muchos casos hay que contestar que nadie.
Justamente porque no se sabe dónde ponerlas, cuáles son sus
conexiones, qué puesto ocupan en una realidad que es -conste,
"es", nos guste o no- sistemática"
¿Qué es el mundo, quién soy yo, de dónde vengo, a dónde voy,
cuál es mi principio, mi fin y mi papel en la Historia; en suma,
qué sentido tiene mi vida y todo cuanto existe?
Cuestiones de vida
o muerte
La Filosofía no deja de girar en torno a esas eternas y
excitantes cuestiones. Del modo de responder a ellas depende el
color dominante de nuestra vida: gozo, angustia, esperanza,
desesperación, hastío, indiferencia o pasión por el vivir.
Grandes contrastes presentan esos diferentes sentimientos que
"las" filosofías de hecho han suscitado a lo largo de
su no corta historia.
Cabe decir, pues, que se trata de cuestiones que tocan no sólo
al modo de vivir, sino más radicalmente aún, a la vida misma.
Se trata, en una palabra, de cuestiones de vida o muerte. No es
exageración, pues filosofías hay - por ejemplo, la de Jean Paul
Sartre - que desembocan en la náusea por la existencia; otras
han propiciado la "justificación" del nazismo, como la
de Hegel; otras, los genocidios de Stalin, como la de Karl Marx;
y otras, en fin, el asesinato de millones de niños aún no
nacidos, como propicia la filosofía hoy aún dominante,
compartida más o menos explícitamente por muchos de nuestros
contemporáneos. Es decir, hay filosofías de vida y filosofías
de muerte. Hoy predominan desgraciadamente las "filosofías
de muerte". De hecho, se ha podido escribir:
"Desgraciadamente, nuestro siglo es, entre todos, el más
fértil en carnicerías; la consternación que se siente al
comprobarlo no encuentra ningún consuelo en el dato
estadístico, ampliamente difundido, de que es el más sangriento
porque es también el más poblado de la historia. Este tipo de
consuelo puede quedarse para los que han tomado el partido del
mal...".
Hay filosofías que disuelven casi sin residuo el sentido común;
y otras que, en cambio, se aprovechan de sus certezas, las
tamizan con rigurosos argumentos, y las asumen como plataforma
para remontarse al conocimiento de las verdades relativas a las
trascendentales cuestiones ya mencionadas.
Según la noción clásica, sabiduría es el saber más elevado,
porque es el que se supone que alcanza las explicaciones más
profundas y radicales de las cosas, obteniendo así noticia
cierta de los primeros principios del ser, de tal manera que el
"sabio", de algún modo, conoce todo -todas las cosas-,
aunque no en sus detalles singulares, sino en sus principios
íntimos y en sus causas últimas, esto es, con aquellos
conceptos más universales, que explican más cosas con menos
elementos.
Todos tenemos alguna experiencia de lo que esto significa cuando
comprendemos alguna cosa a partir de otra más general y
abarcante, sin detenernos en detalles innecesarios. Cada vez que
nuestra inteligencia consigue reemplazar el conocimiento de algo
por alguno de sus principios o causas más fundamentales, anda
por el camino de la sabiduría
Cuestiones vitales
En rigor, todos vivimos de cierta filosofía, acertada o no,
explícita o implícita, aunque no sepamos definirla y exponerla
de un modo sistemático y claro. La Filosofía se ocupa,
precisamente, de las cuestiones más vitales para el hombre, que
no son abordables desde ninguna ciencia experimental. En
síntesis, cabe decir que incumbe a la Filosofía ocuparse del
sentido del cosmos y del sentido de la vida humana en el cosmos.
Con otras palabras, se trata de hallar la razón de ser de
nuestro ser, de aquello que explica nuestra existencia en cuanto
a su origen y su fin (que no es otro que Dios. Dios permanece
oculto a todo método de investigación experimental. La única
manera racional de descubrirlo es con el ejercicio de la razón
sobre la experiencia en el mundo).
A nosotros nos interesa la Filosofía justamente para descubrir
de una manera intelectual y lógica, la respuesta racional a las
grandes preguntas sobre el mundo, el hombre y Dios.
Razón y Fe
Una de las maneras de acceder a la verdad sobre esos grandes
temas, es la fe teologal. Pero la razón humana tiene también
capacidad para conocer el orden natural creado y alcanzar incluso
un conocimiento racional y verdadero de Dios como primer
principio y último fin de cuanto existe. Sin embargo, a partir
de la obra de la creación no se puede saber más de Dios que lo
que puede conocerse de Velázquez en el Museo del Prado: se puede
conocer la existencia de Velázquez y algo de su personalidad
artística. Pero nada puede saberse de las demás facetas de su
personalidad, de su conciencia, de sus gustos literarios, de su
familia, de las relaciones con las gentes de su entorno,
etcétera. Para esto tendríamos que tener otras fuentes de
conocimiento además de sus lienzos. Para un conocimiento
verdaderamente personal de Velázquez, habríamos de encontrarnos
con él cara a cara y preguntarle y escuchar.
Para conocer a fondo a una persona es preciso que ella nos abra
libremente su alma, su mente, su corazón y nos revele lo que
ahí acontece. Lo mismo pasa con Dios. La razón puede descubrir
que existe, a partir de la creación. Pero ¿qué es y cómo es
Dios en su vida íntima? Esto sólo podemos conocerlo si Dios nos
abre libremente su intimidad y nos revela lo que hay en Él. Y
esto sólo puede suceder por voluntad suya (si quiere, con
absoluta libertad) y de un modo sobrenatural. Esto es lo que ha
hecho Dios a lo largo de la Historia Sagrada, por medio de los
patriarcas y profetas del Antiguo Testamento y, finalmente por
medio de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre.
Pero hay cosas sobre Dios que podemos conocerlas sin necesidad de
la divina revelación: que Dios es nuestro primer principio y
nuestro último fin, el gran por qué de nuestra existencia, el
fundamento y el sentido de nuestro vivir.
De otra parte, la fe nos confirma muchas verdades de orden
natural y nos aporta muchas otras de orden sobrenatural (el
misterio de la Trinidad, de la Encarnación, de la Redención,
etc.). Sabemos mucho más de Dios por revelación sobrenatural
que por sabiduría racional.
Sin embargo, no podemos pensar: me basta con la fe para conocer a
Dios, a mí mismo y el sentido de mi vida. La fe teologal es
importantísima, sin ella es imposible agradar a Dios (Hebreos).
Pero no es suficiente, menos aún en los tiempos que corren,
porque la fe sola, sin el apoyo de la razón, tiene un enemigo
muy peligroso: la ignorancia.
Armonía entre
Razón y Fe
Con mucha ignorancia sobre la fe o sobre la ciencia, se pretende
oponer la ciencia a la religión y en general la razón a la fe.
Se presenta la fe como mera credulidad, como un modo infantil de
afrontar la realidad de nuestra existencia. Y es preciso salir al
paso de este error. Dios no se puede contradecir: si nos manda
creer no es contra la razón. Ni la fe se opone a la razón ni la
razón a la fe. El mismo Dios es quien nos da la fe y la razón.
No puede contradecirse. Si nos da la luz de la razón es para que
la utilicemos del mejor modo posible para prestar el necesario
punto de apoyo racional al acto de fe sobrenatural.
Es fundamental confiar en la capacidad de la propia razón para
conocer verdades. Si yo no confiase en la capacidad de mi razón
para conocer la verdad, tampoco podría confiar en otro, porque
si confío en ti, es porque yo confío en que el conocimiento que
tengo de ti es verdadero. Por eso, averiguar los fundamentos de
mi conocimientos, redunda en una mejor confianza conmigo y
contigo. Hay una disciplina filosófica que trata estas
cuestiones: la filosofía del conocimiento
La Filosofía,
instrumento de comunicación
La filosofía, como saber racional que es, constituye un
instrumento inestimable para comunicarnos verdades de modo
rigurosamente racional con cualquier persona que admita alguna
verdad y confíe en alguna certeza. Con el escéptico absoluto
nada se puede hacer sino rezar.
Pues bien, en estos tiempos es muy necesario este instrumento de
trabajo, de apostolado y hasta de vida espiritual que es la
filosofía.
Por otra parte, la fe, en la medida de lo posible, debe ser
doctrinal, es decir, bien fundada en sus principios
sobrenaturales (los artículos de la fe) y en sus principios
racionales (los del conocimiento intelectual).
La Filosofía que aquí queremos aprender es precisamente una
filosofía que se haga cargo de las verdades de sentido común,
de las evidencias inmediatas de la experiencia y de la razón y
que a partir de aquí desarrolle el pensamiento de una manera
lógica y natural.
La Filosofía puede ser como un idioma común con el que, aún
contando con la diversidad de opiniones entre los mismos
filósofos, cabe el diálogo, la conversación comunicadora de
conocimientos. Toda ciencia es un vehículo de comunicación de
verdades, una base sobre la que se puede hablar y entenderse.
Pues bien, la Filosofía puede ser la base sobre la que conversar
acerca de los grandes temas: el mundo, el hombre, Dios.
Antonio Orozco Arvo
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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