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La condición española de Cervantes: la afirmacion garbosa de la libertad.
"Y he
de llevar mi libertad en peso
sobre los propios hombros de mi gusto."
Miguel de Cervantes.
Cervantes lleva con toda su naturalidad su condición española,
aunque con clara conciencia de ella
Cervantes piensa que la condición de
español es la suya, pero no es la única, ni mucho menos. Está
instalado en ella irremediablemente y por supuesto tiene
contenido, ser español quiere decir algo preciso, que se va
explicando en diversos pasajes. Cervantes va diciendo cosas de
España o de los españoles, muy especialmente en el teatro.
Hay cierto carácter extremado o extremoso:
"Un ánimo
indomable, acelerado,
al mal y al bien contino aparejado"
dice de los españoles el Rey
en El trato de Argel. No es precisamente un elogio, no es
absolutamente favorable, la "aceleración" puede llevar
al bien o al mal. Cuando el Cautivo en el Quijote, cuenta las
cosas heroicas que Cervantes hizo en Argel, las refiere a
"un soldado español, un tal Saavedra".
Ese carácter indómito, esa convicción de que no hay manera de
contrariar a los españoles y hacerlos desistir, aparece muchas
veces, por ejemplo, en unos versos de Los baños de Argel:
"Si no me
cortas los pies,
al huirme no hay reparo.
Caraoja, ¿este no es
español? Pues, ¿no está claro?
¿En su brío no lo ves?"
Si no le cortan los pies intentará escapar; es gente indomable
que no atiende a razones ni se desanima por nada. En otro pasaje
hay un muchacho, casi un niño que quieren convertir al
mahometismo, y uno de los musulmanes le dice al otro:
"Pues no te
canses;
que es español y no podrán tus mañas,
tus iras, tus castigos, tus promesas,
a hacerle torcer de su propósito...
Antes que moro, le verás sin vida".
Pero hay otros aspectos, más alegres que tienen que ver con la gracia. Cuando el eunuco entusiasta le está explicando al Sultán la belleza de doña Catalina en la comedia La gran sultana doña Catalina de Oviedo, dice entre otras cosas:
"Tal jamás
la ha visto el sol,
ni otra fundió en su crisol
el cielo, que la compuso;
y sobre todo, le puso
el desenfado español".
Y en otro momento, cuando van a hacer unas danzas pero no saben bailar y temen que resulte un desastre, hay estos versos que se han hecho famosos:
"No hay
mujer española que no salga
del vientre de su madre bailadora".
El desenfado, el donaire, el garbo, la gracia; a esto adhiere Cervantes, lo ve como cosa propia, tanto como el carácter fiero, indomable, que no se doblega, que puede ser disparatado. Y a esto se añade lo que podríamos llamar la afirmación garbosa de la libertad, con la que nos encontraremos más en serio en otro lugar, en estos dos versos que encuentro maravillosos:
"Y he de
llevar mi libertad en peso
sobre los propios hombros de mi gusto".
En esto consiste para Cervantes
ser español, algo que tiene un contenido propio. Otros pueblos
son de otra manera distinta, y Cervantes los admira. La
condición española de Cervantes lo lleva a cierta idea de
España que no va a aparecer teóricamente, porque Cervantes no
es un teórico, sino un autor de novelas y comedias y poemas, no
un tratadista o un "intelectual" en el sentido moderno
de la palabra. Ve una España que es profundamente variada, tiene
conciencia de las variedades españolas y por todas tiene
entusiasmo; no se le pasa por la cabeza que unos sean menos
españoles que otros, pero advierte las peculiaridades de cada
región, su personalidad, sin duda mucho más acusada que ahora.
Cervantes tiene libertad de crítica y de expresión de su
descontento, de ver que muchas cosas andan mal y decirlo,
justamente porque está instalado en su condición de español.
El evangelio habla de la "libertad de los hijos de la
casa"; cuando alguien está instalado en su condición
nacional, tiene la libertad y puede criticarlo todo y mostrar sus
descontentos; esta es la situación de Cervantes.
Cuando se habla de libertad es frecuente que se la considere,
sobre todo en psicología de una manera errónea. Se piensa a
veces que la libertad consiste primariamente en deliberación; es
decir, cuando no sé qué hacer, cuando estoy dudando si hacer
una cosa u otra, delibero y al final me decido, eso es -se
piensa- un acto de libertad. Evidentemente esto es así. Aunque
no es menos cierto que nunca me siento más libre que cuando hago
algo con toda el alma, cuando me lanzo a algo porque es lo que
absolutamente quiero, sin reserva, sin residuo de vacilación o
duda. Es entonces cuando estoy en la cima de la libertad, cuando
soy plena, íntegramente libre. El ejemplo más evidente sería
el enamoramiento. Tiene un elemento de azar, uno se enamora de
una mujer a la que ha encontrado por azar; por otra parte, el que
se enamora tiene una impresión de "inevitabilidad"
-"nadie elige su amor", dice Antonio Machado-; y, sin
embargo, nunca se siente uno más libre que cuando se enamora,
cuando va la realidad entera al objeto de ese amor.
Pues bien, algo así representaría el ser español en Cervantes.
Es su condición, no la ha elegido, no es como la asociación en
la cual se ingresa, a la que se preexiste; la pertenencia a la
familia es otra cosa, me encuentro en una que no he elegido, en
la cual he nacido, como he nacido en España. En Cervantes hay
una particular intensidad de esa condición española y en ella
se siente en libertad; puede decir de España lo que quiera,
puede estar contento o descontento, entusiasmado o desesperado;
está irremisiblemente ligado a esa condición que es la suya, en
la cual consiste. Por eso dirá sin descanso "Tú mismo te
has forjado tu ventura".
Francisco Arias Solis.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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