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Origen monogenista y unidad del género humano: reconocimiento mutuo y aislamiento procreador.
¿Es cierta la interpretación darwinista del proceso evolutivo?. Especiación animal: aislamiento reproductor. Estudio sobre el origen del genero humano, modelos de dispersión, grupos étnicos humanos
Compete a las ciencias biológicas
explicar los procesos y los mecanismos que dan lugar, en el curso
de la evolución de los seres vivos, a la aparición de una nueva
especie -un fenómeno conocido como especiación-, cuando un
grupo de individuos de una de especie se separa del resto, y
emprende un tipo de vida tan particular que terminará
constituyendo otra nueva diferente de la ancestral. El camino
seguido por la evolución a lo largo del tiempo no es una línea
recta. Más bien parece un gran arbusto con un tronco central
dividido en tres grandes ramas, y muy irregular en la forma de su
copa. En su origen, los grandes tipos de animales o plantas -los
llamados fila-, como por ejemplo los vertebrados, o las clases
dentro de un filum, como peces, anfibios, mamíferos, etc., o los
órdenes de aves, o de mamíferos, comenzaron siempre con un tipo
de especiación muy peculiar y notable. Fue éste un proceso que
produjo la ramificación principal del árbol filogenético.
Posteriormente, ya las especies de ese nuevo tipo se parecen
entre sí, y difieren del mismo modo del conjunto de la otra
rama.
La aparición de la especie humana plantea problemas nuevos a las
hipótesis científicas que intentan explicar la evolución. Se
debe esto fundamentalmente al hecho de que el hombre no
constituye propiamente una especie animal al modo de las demás.
A diferencia de cualquier otra especie, que se define
precisamente por su medio o su nicho ecológico, el hombre no
tiene medio, sino mundo; un mundo trabado por la palabra y
constituido por otros hombres. El lenguaje, como sistema eficaz
de transmitir información y comunicarse, dota a los seres
humanos de capacidad de cultura, de aprendizaje, de constituir la
sociedad humana. El lenguaje, vehículo del pensamiento,
capacidad propiamente humana, tiene su base biológica en el
desarrollo cerebral, que no es causa suficiente, aunque si
condición necesaria para que se origine. El proceso de
aparición de ese peculiar organismo, el cuerpo del hombre -un
proceso conocido como hominización- culmina y cierra, a modo de
punto final, la evolución de los mamíferos más evolucionados,
los primates.
La aparición de la especie humana presenta dos grandes paradojas
biológicas. De una parte, es una especie
"inespecializada", cuyos individuos no reciben de la
dotación genética la información para conocer los modos de
comportamiento, sino que los aprenden de las creencias y valores
recibidos culturalmente. Y de otra, es una especie que, en el
transcurso de más de un millón de años, lejos de diferenciarse
y separarse en especies biológicamente diferentes, se ha
integrado, por evolución cultural, como sociedad o familia
humana, constituyendo la Humanidad. Esta humanización es un
largo proceso, que tiene como base biológica un conjunto de
ligeros cambios en la morfología corporal, que han conducido
desde el hombre más antiguo, Homo habilis, hacia las diversas
etnias actuales del Homo sapiens sapiens.
Intentaremos presentar los términos en que se plantea el debate
acerca del origen y evolución del género humano: los datos, las
explicaciones científicas de esos datos y los planteamientos
ideológicos que subyacen en esas hipótesis. Con frecuencia se
pretende explicar la inteligencia humana, la libertad y las
manifestaciones culturales como simples productos del cerebro
humano. Y ello unido al componente de azar, que como veremos
tienen los diversos mecanismos evolutivos, hace que muchos
nieguen la idea de un propósito en el origen de todo lo creado y
reduzcan al hombre a la condición de fruto casual de un
imponente proceso evolutivo "oportunista y chapucero".
Abordaremos la cuestión sobre qué caminos pueden conducir a la
armonización de las explicaciones de las Ciencias experimentales
acerca de la aparición de una nueva especie y su congruencia con
la Revelación acerca de la creación del hombre por Dios1, el
término querido por el Creador2 de todo lo que existe. La enorme
riqueza de conocimiento humano que contiene la Revelación,
cuando se narra en la Biblia la creación por parte de Dios del
primer hombre y la primera mujer3, se reduce con frecuencia a una
consideración metafórica o poética como "el mito de Adán
y Eva". Habría que añadir además que los hombres, según
parecen afirmar las ciencias positivas, surgen por evolución de
primates, divergiendo de ellos, de la misma manera que se dice
que cualquier especie animal procede de la evolución de un grupo
más o menos numeroso de individuos de otra especie, es decir, al
modo poblacionista o poligenista. Estas consideraciones nos
obligan a prestar una atención especial al origen del genero
humano que, precisamente por el hecho de estar constituido por
seres humanos, pudo ser monogenista.
Especiación
animal: aislamiento reproductor
En Biología se define una especie por el conjunto de
especializaciones, respuestas, genéticamente determinadas, ante
unos estímulos, que permiten a los individuos que la componen la
supervivencia en un entorno concreto y propio, al mismo tiempo
que poseen un patrimonio genético común y capacidad de
reproducción entre diversos individuos. Todo esto define los
limites de la pertenencia a una misma especie. Las hipótesis
evolutivas, que pueden asumirse en el seno de esquemas
darwinistas, lamarckistas o puntualistas, explican de modo
diferente los mecanismos del proceso de especiación. Estas
hipótesis tratan de explicar, con una misma propuesta, cambios
evolutivos que son de hecho diferentes entre sí. Y podemos decir
además que en todas está presente el intento de explicar el
origen de la especie humana por los mismos mecanismos que la
aparición de cualquier otra especie animal: producto de un
cambio genético producido sobre un conjunto de individuos. A su
vez, tal cambio genético se ve como resultado de un proceso en
gran medida marcado por el azar, con lo que se suelen plantear
dificultades que impiden concebir el proceso evolutivo integrado
en el seno de un diseño o proyecto.
La idea de unos "primeros padres", una única pareja
-monogenismo- como origen de todos los seres humanos chocó
frontalmente con la explicación darwinista del proceso
evolutivo. Según señaló Darwin, la selección natural como
fuerza conductora de la evolución elige entre los individuos de
una población. El aislamiento reproductor, imprescindible para
la divergencia de las especies, se produce en virtud del mayor
número de descendientes que dejan aquellos individuos de la
población inicial, a los que la acumulación gradual de cambios
en su dotación genética confiere ventajas para prosperar o
sobrevivir en el entorno en que viven. Es una explicación que
sigue un "modelo gradualista" en el sentido de que las
especies evolucionan porque están sometidas a un cambio
morfológico lento y continuo; así la divergencia morfológica
entre las especies empieza mucho antes de que se conviertan en
especies diferentes, y persiste después de que ocurra. Como
puede verse en el esquema de la figura 1, las diferencias entre
individuos comienzan justamente al dividirse la población
inicial en dos como consecuencia de la imposición de una barrera
geográfica. Después, y casualmente, se producen diferencias
genéticas, que se fijan y acumulan selectivamente, de modo
diferente en ambas subpoblaciones, y de acuerdo con las
condiciones de los entornos diversos en que ambas viven. La
acumulación de diferencias genéticas sería suficiente para que
los individuos pertenecientes a esos dos grupos sean incapaces de
aparearse, y adquieren con ello la categoría de especies
distintas. Este mecanismo es una buena explicación, contrastada
y confirmada, como origen de la diversificación en especies muy
similares y al mismo tiempo diferentes, desde una especie
ancestral; sería la explicación de aquellas pequeñas
ramificaciones que se producen dentro de una gran rama del árbol
filogenético. Esto es lo que se conoce como microevolución.
Pero está claro que si este mecanismo de cambio gradual,
dirigido por la selección natural, debiera dar cuenta de todas
las cladogénesis -división de una especie en dos- deberían
haber quedado restos fósiles de las fases intermedias. Serían
éstos, en muchos casos, los eslabones perdidos. Puede decirse
que una gradualidad, con validez universal, parece desmentida por
el registro fósil.
La Paleontología y otras áreas de la Biología, especialmente
la Embriología, han ampliado las explicaciones neodarwinistas
acerca del origen de nuevas especies, al aportar tipos nuevos de
mecanismos de aislamiento reproductor; mecanismos diferentes de
la acumulación gradual de mutaciones genéticas y selección
natural. Son mecanismos que pueden incluirse en el "modelo
puntuado" (figura 1). Este modelo surgido de la teoría del
equilibrio puntuado, propuesta por los paleontólogos Niles
Eldredge y Stephen Jay Gould, plantea que los cambios
morfológicos en individuos de un mismo linaje -la anagénesis-,
y la división de una especie en dos -cladogénesis-, están
relacionas causalmente. Así, se ha dado, en un tiempo breve, una
aceleración del cambio morfológico en unos pocos individuos que
divergen de la especie original para formar otra nueva, inicio de
una gran rama del árbol evolutivo, o macroevolución; después
de este cambio genético brusco pueden darse otros mucho más
lentos y posiblemente seleccionados en relación con el entorno.
El cambio brusco que aísla reproductivamente a los individuos,
que propone el modelo puntuado, puede ser de diversos tipos. Un
cambio morfológico como es el caso de las caracolas Partula de
la isla de Morea, que se separaron en dos especies: una en que la
concha se enrolla a la derecha y otra en que lo hace a la
izquierda, ya que esa característica no permite el acoplamiento.
Puede ser un cambio que lleve a un comportamiento reproductor de
no reconocerse entre sí, en ocasiones por factores tan simples
como el color del plumaje. Es esto lo que ha ocurrido en las
especies gaviota argenta y gaviota sombría, separadas por falta
de reconocimiento para aparearse, sin que exista de hecho ni
barrera genética ni geográfica para la reproducción. Puede ser
un cambio que ha desacoplado los ritmos fisiológicos de la
reproducción, como es el caso de las salamandras terrestre y
acuática, que alcanzan la madurez sexual antes y después de la
metamorfosis respectivamente, por lo que no pueden acoplarse unas
y otras, etc.
Pero, sin duda, el mecanismo más frecuente de aislamiento
reproductor, independiente del entorno, ha debido ser el que
procede de diferencias morfológicas originadas por cambios en
las estructuras de los cromosomas: los cromosomas se parten, se
fusionan, o reorganizan la posición de los genes que contienen.
Mediante este proceso se origina una disminución acusada de la
fertilidad de los híbridos: los hijos de un progenitor que no
sufrió cambio, y de otro progenitor que sí que los sufrió. Y
de esta forma, se favorecen cruzamientos sólo entre iguales, que
son o bien del tipo "antiguo", los que no han cambiado,
o bien entre los del tipo "nuevo", sin que se permitan
entre los miembros de ambos tipos. Como se esquematiza en la
figura 2, tras un par de generaciones se da paso a una nueva
especie. Un ejemplo de este mecanismo de cambio es la
especiación que ha conducido al panda gigante. El panda gigante
pertenece a los Ursidae, la familia de los osos, y forma una
subfamilia propia, los Ailuropodinae; es un oso atípico en su
comportamiento y además tiene 21 pares de cromosomas, lo que le
hace más semejante al panda menor, que tiene 22 pares, que a los
osos, que tienen todos ellos 37 pares. El panda menor, por el
contrario, constituye una subfamilia emparentada con los
mapaches, y juntos constituyen una familia de carnívoros
diferente, los Procyonidae. A pesar de sus parecidos, panda
gigante y panda menor están poco emparentados: divergieron de un
antepasado común entre hace 35 y 40 millones de años (figura
3); el análisis cromosómico ha podido establecer que la fusión
de los cromosomas de una especie de la familia de los osos, que
redujo casi a la mitad el número de sus pares de cromosomas, dio
origen al mensaje genético del panda gigante: sus cromosomas son
de oso, unidos cabeza con cabeza por un centrómero común.
Otro ejemplo de especiación brusca e independiente del entorno
está siendo observada y verificada en la actualidad; es una
nueva separación de especies de moscas (figura 4) por un cambio
genético muy peculiar: algunas poblaciones adquieren nueva
información genética no heredada de sus progenitores, sino
"horizontalmente" a modo de infección. Se han llevado
a cabo estudios con poblaciones actuales "salvajes" y
poblaciones "de laboratorio" que fueron capturadas en
los cinco continentes, unas en 1920 y otras a finales de los
años 80; se ha observado así que las salvajes han sufrido la
invasión de "elementos genéticos transponibles", una
especie de infección viral. La especie de origen se encuentra
dividida en dos subpoblaciones, que constituyen dos especies
diferentes ya que la invasión genética las ha hecho no
reproducibles entre sí, debido a que los híbridos son
estériles. En este caso el material genético no se hereda, sino
que se adquiere en un momento de la vida de unos individuos y se
transmite a la descendencia. Este tipo de adquisición horizontal
de información genética, y que es transmisible a los
descendientes, es un modo lamarckista de evolucionar.
Sea cual sea el mecanismo de separación puntual de una especie,
a partir de individuos de otra, ambas especies han podido, o bien
quedar como tal especie hasta nuestros días, sin más cambios
que los graduales y acumulativos, que les permiten una mejor
adaptación al entorno y una optimización de sus funciones, o
bien se han extinguido; o bien después de transcurrido mucho
tiempo han podido dar de nuevo paso a otra especie. Y en
cualquier caso, ninguno de los cambios bruscos mencionados que
causan la especiación, confiere a los nuevos individuos valor
adaptativo al ambiente. Por tanto, en estos casos no es el cambio
del entorno lo que dirige el proceso evolutivo, a diferencia de
las especiaciones graduales, según el modelo neodarwinista,
dirigidas por la selección natural.
Destaquemos dos aspectos de lo que acabamos de describir. En
primer lugar, que las especiaciones producidas por los diversos
mecanismos siguiendo los diferentes modelos requieren que los
individuos "fundadores" sean o muchos, o sean unos
pocos, pero no parece que pueda bastar una sola pareja para que
se separe una especie de otra.
Y en segundo lugar, que la evolución ha seguido estos diferentes
modelos gradualista o puntuado, y no sólo uno de ellos. Son
realmente dos patrones evolutivos diferentes, y no dos
explicaciones, o dos modos de ocurrir en la realidad, un mismo
fenómeno. Si bien ambos procesos han tenido un papel importante
en los cambios evolutivos, no significan lo mismo. Son dos
procesos evolutivos con diferente significado biológico, que no
sólo han contribuido en diferentes momentos, sino que han
contribuido en diferente medida a la evolución. Por el primero,
el modelo gradual darwinista, se explica que la selección
natural origine diversidad, optimización y adaptación al
entorno; esto es una microevolución, una creación de
variabilidad intraespecie, y que a veces llega a originar la
separación de una población en dos especies muy semejantes. El
cambio es el componente azaroso, mientras que la selección
natural es la fuerza conservadora que determina que de lo que ha
aparecido permanezca aquello que resulte más apto para vivir en
el medio en que surge. El segundo modelo, el cambio puntual y sin
valor selectivo, puede dar lugar a grandes cambios
macroevolutivos: inicio de una nueva ramificación, sin que
medie, como base del proceso, el continuo ir cambiando siguiendo
el cambio del entorno. Más aún, si bien el cambio genético se
produce al azar, la fijación de ese cambio obedece a las leyes
deterministas de la estructura del genoma, y sobre todo a las
leyes que rigen el proceso de desarrollo embrionario por el que
se construye el organismo; hay una selección interna que marca
el rumbo del proceso evolutivo al permitir unos y no otros de los
cambios genéticos acaecidos.
Si como pretende el actual neodarwinismo, un neodarwnismo
corregido y "evolucionado" pero darwinismo, esta
hipótesis fuera la explicación de todo el proceso evolutivo, la
evolución seria un transformismo total y casual de tal suerte
que chocaría con la noción de naturaleza. Los limites mismos de
especie, familia, genero, orden como realidades de diferente
naturaleza se desfiguran o desaparecen. Las leyes de la
Termodinámica de los procesos irreversibles -y un proceso
irreversible y alejado del equilibrio es el proceso evolutivo-
demuestran que azar y determinación son dos parámetros que
cooperan en los procesos de cambio temporal; las fluctuaciones
-que son el componente de azar- arrastran el sistema de un estado
a otro pero está determinado si la fluctuación se impone o no y
de que manara se determina. Por ello, los procesos de desarrollo
embrionario de un organismo, o de evolución de los seres vivos,
son procesos finalizados, es decir, dirigidos en una determinada
dirección y no meramente casuales: la evolución es un proceso
aleatorio operando dentro de un armazón de leyes deterministas
que la conducen en un sentido. Esa teleología tiene un
significado bien preciso; muestra que la realidad es algo en sí
misma, en virtud de lo cual es capaz de poseerse a sí misma, de
ser principio de estabilidad, y al mismo tiempo de ser principio
de una dinámica que le conduce a la propia realización -a su
pleno desarrollo a lo largo de la vida- y, en ocasiones, le
conduce a experimentar una transformación.
Es de interés señalar que a diferencia de los artefactos, que
se pueden construir dando diversas formas a un mismo material, o,
a la inversa, dando la misma forma a diversos materiales, en un
ser vivo materia y forma se co-pertenecen. La información
contenida en el mensaje genético heredado de los progenitores, y
armonizado en la concepción de cada individuo, determina la
forma de ese organismo individual. El mensaje genético tiene la
información propia de ese individuo de esa especie concreta, y
posee además las instrucciones para que se emita su mensaje,
exista y se construya el organismo. Los seres vivientes se
construyen mediante un programa, inscrito en la dotación
genética, que se desarrolla; un programa que no es un boceto,
que no preexiste ni existe separadamente de los elementos
materiales y de los ciclos funcionales con los que se realiza,
pero que tampoco se identifica con ellos. De esta forma
transmitir la vida, el engendrar de los progenitores, es
construir con material propio el soporte material, el genoma, que
contiene un nuevo programa genético capaz de iniciar la
existencia de otro individuo de la misma especie, de un hijo. Y
evolucionar es dar paso, al engendrar, a la construcción del
soporte material de un programa, de un mensaje, que difiere del
propio no sólo en las características propias, que le definen
como individuo, sino en las características de la especie a que
pertenece: es transformar, cambiar la forma. La modificación, el
cambio genético, puede haberse dado y materializado en el genoma
de las células germinales de uno o ambos progenitores; o puede
producirse el cambio evolutivo precisamente en la fecundación,
cuando el material genético aportado por los padres se funde y
organiza para dar la dotación genética del hijo: en ese preciso
momento puede reorganizarse de manera diferente y dar lugar a que
cambie el mensaje contenido en él. Pues bien, hay que añadir
que no cualquier material genético contiene un mensaje, un
programa, que informe la materia con la "lógica" de un
ser vivo. Por ello no todo cambio en la información genética es
transformador, evolutivo; puede ser simplemente origen de una
malformación. Más aún, la misma "consistencia" o
estructura propia del material, DNA, que contiene la
información, limita el tipo de cambios que pueden darse; es
decir, los patrones de diversidad y de evolución son limitados y
restringidos por la estructura misma del material genético, y
por las instrucciones que ese material posee para emitir el
mensaje que contiene.
Se puede, a modo de resumen, afirmar que los datos y las
explicaciones de la Biología pueden integrarse en la concepción
de una Creación evolutiva: en el designio del Creador las
diferentes especies no han sido sacadas por Dios de la nada al
ser de forma separada e independiente, sino que se han dado paso
unas a otras a través de un proceso evolutivo en el que los
cambios del mensaje genético, unos al azar y otros determinados,
marcan la flecha de la dirección del proceso en el transcurso
del tiempo, desde las más simples a las más complejas hacia el
término proyectado, el cuerpo del hombre, el organismo más
evolucionado y complejo.
Divergencia de las
especies de la superfamilia hominoidéos de primates
Los seres humanos, individuos de la especie Homo sapiens del
género Homo, se clasifican (figura 5) dentro de los primates en
la superfamilia de hominoidéos, que incluye además los simios
inferiores (siamang y gibón) y los grandes simios (orangután,
gorila y chimpancé). El último antepasado común entre el
hombre y los grandes simios fue el procónsul, que vivió hace 18
millones de años durante el Mioceno Inferior. El grado de
homología del DNA (grado de parentesco genético) ha permitido
agrupar Homo, Pan y Gorila en la subfamilia homininae mientras el
orangután quedaría en la subfamilia Ponginae. El único
antecesor que parece posible para Homínidos y Póngidos es
Ramapithecus, que vivió hace unos 10 ó 15 millones de años.
Posteriormente entre hace 6 y 8 millones de años se separaría
primero el gorila, y después el chimpancé de los integrantes
del genero Homo, de los que actualmente sólo existe la especie
humana.
Los estudios realizados, comparando semejanzas entre proteínas y
entre los materiales genéticos, ponen de manifiesto que la
separación de estas ramificaciones, que dio lugar a los actuales
orangutanes, gorilas y chimpancés desde la rama que tiene como
término el hombre, se debió a reestructuraciones del genoma, y
cambios en los genes que controlan el desarrollo embrionario más
que a una acumulación de mutaciones adaptativas en el seno de
una población dirigida por la selección natural. De hecho
existe una gran semejanza genética entre todos, que se acompaña
de cambios más drásticos de algunos caracteres morfológicos y
anatómicos. Las reordenaciones cromosómicas han supuesto una
fusión cromosómica con disminución de los 48 de cromosomas
presentes en orangután, gorila y chimpancé a los 46 en Homo, en
el que el par número 2 procede de dos pares fusionados (figura
6). En la base de esta divergencia de especies de los hominoideos
superiores, se encuentran 10 grandes inversiones y
translocaciones. Los datos sugieren un antecesor común a los
cuatro: hombre, chimpancé, gorila y orangután; 18 de los 23
pares de cromosomas del hombre moderno son idénticos a los de
nuestro común antecesor hominoide, del que se separa el
orangután, y después el gorila. En el progenitor de chimpancé
y hombre tienen lugar tres reordenaciones cromosómicas más,
antes de la divergencia final que conduce a la divergencia de los
pan, y al inicio de la marcha hacia la especie única del genero
Homo. Estas reestructuraciones cromosómicas, en principio,
parecen suficientes para establecer una barrera de fertilidad
entre los diversos individuos, que al no poderse reproducir entre
sí se constituyen como especies diferentes.
Hominización:
morfología específica de los individuos del genero Homo y
divergencia de los Australopithecus.
Ya Darwin, al tratar del origen del hombre, conjeturó que
África habría sido la cuna de la humanidad, puesto que los
parientes más cercanos, chimpancés y gorilas siguen viviendo en
ese continente. Muchos contemporáneos de Darwin imaginaron como
antepasado del ser humano a un individuo mitad hombre mitad
simio, y Haeckel llegó a incluir en sus obras ese hipotético
"eslabón perdido" al que atribuyó el nombre
especifico de Pithecanthropus alalus (hombre simio sin lenguaje).
Durante algún tiempo se buscó, e incluso, en 1912, se propuso
al Hombre de Piltdown (Reino Unido), de una antigüedad de
500.000 años, como tal eslabón; en 1953 se descubrió el fraude
ya que se pudo comprobar que el resto fósil se trataba de una
composición artificial entre una mandíbula de un hombre de hace
50.000 años y un orangután de pocos siglos. Años después, en
la región ribereña del lago Turkana, al noroeste de Kenia, se
han hallado un gran número de fósiles, que se remontan a 1,5 o
más millones de años, de miembros primigenios del genero Homo y
de Australopithecus, separados del Homo a partir de un antecesor
común de hace unos 5 millones de años. El análisis de las
características de los fósiles encontrados permite establecer
una filogenia entre las especies de Australopithecus, y los
sucesivos representantes del genero Homo, desde los primeros, el
Homo habilis que diverge del Australopithecus entre hace 1,6 y
2,5 millones de años, al actual Homo sapiens, aparecido en
Africa y presente después en Asia y Europa desde hace unos
40.000 años (figura 7).
Las características morfológicas y fisiológicas diferenciales
humanas, algunas de ellas compartidas con Australophitecus,
fueron apareciendo en la fase de hominización del proceso
evolutivo, que se pueden resumir (véanse los esquemas
comparativos de las figura 8 a, b c y d) en: a) postura erguida y
la bipedalidad que permiten tener las manos libres; las
posiciones de brazos y piernas y la estructura de manos y pies le
impide poder adaptarse a la vida en los arboles al mismo tiempo
que le "convierte" en un corredor; b) cambia el aparato
fonador permitiendo articular sonidos; c) el proceso del parto ha
competido con la marcha bípeda para conformar una pelvis ovoidal
que permite una expansión del canal del parto ante el aumento
craneal; parto que necesariamente es adelantado, haciendo que el
recién nacido humano sea siempre "prematuro e
inmaduro" y que nazca "obligado" a una gran
dependencia materna y un largo aprendizaje familiar; d) el mayor
cambio que produjo la hominización fue en el tamaño, forma y
organización del cerebro. El tamaño debió pasar "el
rubicón" de los 750 centímetros cúbicos y sobre todo
aumentó más la corteza cerebral. Se sabe que en los hombres no
hay una correlación entre grado de inteligencia y tamaño
cerebral; de hecho, ha habido una reducción estable desde hace
20.000 años, que no ha ido acompañada de una reducción del
tamaño corporal, y no significa disminución de capacidad
intelectual. A su vez, determinadas áreas del cerebro han de
desarrollarse. Por ejemplo, hablar necesita el desarrollo de dos
zonas de la corteza: el área de Broca a la altura de la sien
izquierda, donde se traduce el mensaje en una secuencia ordenada
de movimientos de los músculos que intervienen en la producción
de los sonidos vocales, y el área de Wernicke ubicada detrás y
por encima del oído izquierdo, que se encarga de la
codificación y descodificación de los mensajes. Estas áreas,
apenas esbozadas en los Australopithecus, están ya bien
desarrolladas en Homo habilis. Por ultimo, cabe destacar que se
produce una inespecialización reflejada en características
como: una capacidad de unión sexual no ligada a un tiempo de
celo; aguante de las mayores oscilaciones de temperatura; poca
especialización digestiva; no posesión de órganos de ataque,
etc. El desarrollo corporal se hizo más lento, apartándose
también en esta característica de los restantes individuos no
humanos. Este desarrollo prolongado implica un entorno social
más protector, y una familia en que, probablemente por primera
vez, los padres intervenían en el cuidado y alimentación de los
hijos. Dos factores fueron cruciales para entender la expansión
y reestructuración cerebral de los humanos. Uno de ellos, un
cambio en la alimentación con la incorporación regular de
proteínas animales, y otro, un aumento de la complejidad social
que hiciera posible el desarrollo de la inteligencia por la
educación y el aprendizaje cultural.
A lo largo de los 5 millones de años del proceso biológico de
hominización tiene lugar la aparición de las características
morfológicas y fisiológicas propias del hombre. Son los
presupuestos biológicos, las condiciones precisas previas, pero
no las causas de que el organismo resultante pueda ser un cuerpo
humano. Esto es, un cuerpo que permita una gran capacidad de
aprendizaje, una indeterminación biológica peculiar y
exclusiva, un ser dotado de libertad y capaz de albergar un
intelecto. Algunas de estas características anatómicas del
cuerpo humano están presentes en los Australopithecus, últimos
eslabones del camino evolutivo por el que aparece el hombre.
Todas las especies A. africanus, A. gracil, A robustus, etc.
desaparecieron hace al menos 1,5 millones de años. Se podría
afirmar que esa extraña desaparición pudo tal vez deberse a la
imposibilidad, al no ser hombre, de tener y desarrollar en el
proceso de humanización los elementos culturales constitutivos
de una conducta genéricamente humana, esto es, inteligente y
libre, capaz de hablar, usar útiles, etc. Sin tal capacidad el
organismo resultante del proceso de hominización es
biológicamente inviable.
Desde hace más de un siglo, se ha intentado explicar no sólo el
origen de los seres humanos, sino su misma naturaleza, y en
definitiva la relación entre cerebro y mente, considerando las
peculiaridades morfológicas y fisiológicas alcanzadas en la
hominización como la causa de que unos primates hayan llegado a
ser esos seres sociales, que hablan y que están dotados de una
excepcional aptitud para la cultura. En general, las
explicaciones se han elaborado fundamentalmente en el marco de la
teoría evolutiva neodarwinista y desde la perspectiva de un
determinismo genético de la conducta: la mente, el pensamiento y
en definitiva la voluntad o el libre albedrío no serían más
que productos de un cerebro evolucionado por selección natural.
Dos aproximaciones han tenido un gran impacto en este campo, a
partir de los años 70. Un primera es la propuesta de Richard
Dawkins4 acerca del concepto de meme: un elemento atomizado o
unidad de cultura -conjunto de ideas, conocimientos,
comportamientos, valores o normas- que pueden ser transmitidos de
un individuo a otro; tal concepto fue ampliado años más tarde
por Cavalli-Sforza y Feldman5. Un meme se puede multiplicar de
forma autónoma y transmitirse por leyes semejantes a los genes;
al igual que estos se transmiten de forma vertical, de padres a
hijos, y además los memes pueden hacerlo de forma oblicua entre
individuos no emparentados de diferentes generaciones y
horizontalmente entre los de una misma generación. La principal
diferencia entre la herencia genética y la cultural según este
planteamiento es que la primera seguiría los mecanismos
darwinistas, mientras la cultura se transmitiría por un proceso
lamarckiano de herencia de los caracteres adquiridos: los
individuos pueden por aprendizaje individual modificar la
conducta aprendida culturalmente, y cuando esto ocurre transmitir
esas modificaciones a las siguientes generaciones. La segunda
aproximación es la propuesta sociobiológica, que plantea
Wilson6 en su pretensión de explicar la base biológica del
comportamiento afirma que la mente, el instrumento por el que se
adquiere y transmite la cultura, es un producto de la selección
natural, que permite la aparición de conductas adaptativas en
ambientes adecuados; la diversidad cultural de las diferentes
sociedades humanas sería simplemente el reflejo y el resultado
de las diferencias genéticas existentes en ellas. Como era de
esperar las críticas, desde la Biología, no han faltado. El
debate sigue abierto, y posiblemente seguirá durante algún
tiempo, porque la relación entre lo que al hombre le viene dado
genéticamente y el modo de ser que adquiere no es una cuestión
ni sólo biológica ni sólo sociobiológica. Requiere armonizar
las ciencias experimentales con las ciencias del hombre, las
humanidades.
Un intento valioso de armonización se está llevando a cabo por
parte de neurobiólogos6, que parten de que la incógnita sobre
la relación cerebro y mente cae dentro del esquema de un
problema que es al tiempo científico y filosófico. Es decir,
puede y debe ser resuelto con la investigación científica,
desde la neurociencia, la biología evolutiva, la
neuropaleontología, las ciencias de la computación e
inteligencia artificial, etc., armonizada con la de disciplinas
procedentes de las humanidades: la psicología, la lingüística,
la filosofía y la sociología. Como plantea Fernandez Mora7,
cada nivel de análisis, desde el atómico al social, requiere un
lenguaje de formulación de realidades aparentemente diferente
para cada nivel, pero se está hablando de una y la misma
realidad: el hombre; por ello, parece obvio, que de cada nivel de
estudio "emerjan" aspectos cuyo entendimiento no es
reducible al estudio por separado de los componentes de esa
realidad, al modo como las propiedades del agua no son
inteligibles desde las del oxígeno e hidrógeno por separado;
esta emergencia puede ser entendida desde el conocimiento de los
componentes de esa realidad y sus interrelaciones. La capacidad
de traducir lenguajes daría la capacidad de entender el
fenómeno, no sólo a cada nivel sino en los interniveles. Este
tipo de planteamiento es, posiblemente, el sistema que hoy
podría tender el puente más transitable entre ciencias
positivas y ciencias humanas hacia la comprensión del ser humano
como uno, sin dualismo en la relación entre cerebro y mente, ni
la reducción de la mente a subproducto del funcionamiento del
cerebro. Ahora bien, desde esta perspectiva se excluye, como
punto de partida, la espiritualidad, el misterio del alma humana
en ese intento de alcanzar una concepción unitaria en la que el
cuerpo no sea una máquina divorciada de la mente. En este
planteamiento8 cerebro y cuerpo se identifican con historia
personal y esta última con filogenia y ontogenia.
La comprensión del origen del genero humano, al igual que el
origen de cada uno, exige la comprensión de la unidad materia y
forma, o cuerpo y alma, propia del ser humano9. En el inicio de
la vida de cada nuevo ser humano se aúna la acción creadora e
inmediata de Dios de un alma inmortal con la concreta
disposición de la materia, que los padres preparan al engendrar.
De forma paralela, la aparición de los primeros hombres -Adán y
Eva- puede entenderse como la acción creadora del alma
individual de cada uno de ellos por parte de Dios, que informa
una concreta disposición de la materia haciéndola ser cuerpo de
Adán y cuerpo de Eva. La materia informada por sus almas no
procede de una simple generación, sino que es preparada por Dios
"amasando el barro de la tierra" por evolución
biológica; por el proceso de hominización, del que venimos
tratando, que como toda fase del proceso evolutivo tiene en sí
la dirección dada por el designio creador. Se puede decir que
Dios no puede infundir un alma espiritual a un cuerpo animal, por
evolucionado que éste sea. Realmente se puede afirmar que el
hombre no proviene del mono, si éste se entiende como unión del
alma humana a un cuerpo de primate, ya que obviamente no podría
haber correspondencia biunívoca: no es nunca el cuerpo de un
primate una disposición de la materia que pueda ser cuerpo
humano. Sí se puede afirmar, por el contrario, el origen
evolutivo del cuerpo humano por un cambio innovador del mensaje
genético de una especie concreta de homínidos, los
Australopithecus. Dios "amasa el barro" o, lo que es
igual, Dios, a través de la evolución prepara los cambios
necesarios, hasta que pueda ser cuerpo de un ser libre, un
organismo lo suficientemente indeterminado, que sea materia capaz
de corresponderse con un alma espiritual. Los datos científicos
apuntan hacia una modificación del patrimonio genético en
construcción, durante el proceso de fecundación y construcción
del patrimonio genético de un cigoto engendrado por primates: un
cambio en los genes, lo más probable en los genes que controlan
el desarrollo embrionario, daría origen al mensaje genético de
un hombre; sólo esa disposición de la materia sería entonces
apta para poder ser informada por un alma espiritual, esto es,
para ser cuerpo humano.
Aparición de los
primeros hombres: origen monogenista de la especie humana
Los primeros individuos humanos (Homo habilis), de los que
proceden todos los seres humanos, aparecen hace más de 2
millones de años; los fósiles africanos de más antigüedad se
han asignado tradicionalmente a dos especies: Homo habilis y
erectus, que son los representantes africanos de los fósiles
procedentes de la isla de Java y de China. Los fósiles de Koobi
Fora permiten distinguir tres especies africanas: Homo habilis y
Homo rudolfensis, que comparten los fósiles clasificados como
habilis, y la tercera, ergaster que incluye los fósiles
asignados a Homo erectus (figura 7).
Homo habilis (hombre diestro) es la especie primigenia del
género Homo; vivió entre hace 1,6 y 2,5 millones de años,
solamente en Africa del Sur y Africa Oriental, en el valle del
Rift, una enorme falla geológica de pendientes escarpadas, que
recorre el este africano desde Mozambique, a través de Malawi,
atraviesa la región de los grandes lagos, el país de Afar, en
Etiopía, el mar Rojo y llega al mar Muerto entre Israel y
Jordania. Junto a sus restos se han encontrado piedras usadas o
alteradas en su forma natural y a menudo procedentes de sitios
lejanos, lo que demuestra que fue capaz de fabricar y usar
herramientas de piedra: lascas para cortar piel, músculos y
tendones de animales; cantos para triturar los huesos y extraer
el tuétano y hachas rudimentarias sin mango para talar vegetales
(industria Olduvayense). Se requiere para ello una mano como la
nuestra y una excelente capacidad mental y de coordinación. A
diferencia del Australopithecus se alimentó muy posiblemente de
animales de gran tamaño, lo que representó ya una clara
mejoría de la dieta. Olduvai se encuentra en la región de la
frontera entre Tanzania y Kenia. Allí, en Laetoli, Mary Leakey
encontró en 1976 las pisadas del primer primate erguido, el
Australopithecus. Homo rudolfensi debería considerarse como una
línea evolutiva lateral de Homo habilis, puesto que la anatomía
de su aparato masticador está demasiado especializada para
proponerla como antepasada del resto de las especies del género
Homo.
La especie Homo ergaster (hombre trabajador) aparece como la más
humanizada entre las primigenias de Homo, debido a su gran
cerebro y a que presenta una estatura y proporciones entre las
extremidades muy semejantes a las que encontramos en individuos
posteriores en el tiempo; su cara era de aspecto más moderno. El
esqueleto del Niño de Turkana es el fósil más significativo.
Homo ergaster es responsable de una forma nueva de tallar la
piedra, la Achelense, mucho más elaborada que la Olduvayense del
Homo habilis. Las piedras están talladas con lascas bifaces y un
largo filo puntiagudo y cortante y un extremo engrosado como
martillo; otras en forma de hendedores y picos. Trabajaban
también la madera. Homo ergaster fue el primero que abandonó el
continente africano y pasó a Europa y Asia; es el antecesor de
Homo erectus en el viejo mundo, y a su vez de Homo antecessor.
Homo erectus (marcha erecta) tiene paredes craneales más
fuertes, y la pelvis femenina está ya más dilatada. Desarrolló
una cultura de vida en cavernas y caza. Es Homo erectus el hombre
de Java. Homo antecessor (hombre explorador o pionero) llegó en
las primeras migraciones que arribaron al viejo continente desde
Africa y a través del Oriente próximo hace un millón de años.
En África da el Homo sapiens, mientras que en Europa da el Homo
heidelbergensis, precusor del Neanderthal. El Homo
heidelbergensis de la Sima de los huesos en Atapuerca trabajó el
cuero para vestirse y usó cantos rodados del río Arlanzón.
Fueron cazadores-recolectores. En el lago Turkana en Kenia están
los restos más antiguos del Homo sapiens arcaico, de hace unos
270.000 años. Estos hombres están hace 90.000 años en cuevas
de Galilea, y hace 50.000 años en Australia, y hace 30.000 años
en la tundra siberiana.
Hace unos 150.000 años el hombre de Neanderthal habitaba Europa.
Estos hombres eran fuertes, hábiles para la caza y la
recolección, excelentes talladores de piedra, usaron el fuego,
cuidaron a sus ancianos y enfermos y enterraban a sus muertos.
Desarrollaron la industria Musteriense. Se han encontrado sus
restos fosilizados con más frecuencia en cuevas, porque ahí se
han conservado mejor, pero hizo vida al aire libre y usó
ropajes, aunque aún muy burdos. Elaboraron útiles de madera
hace al menos 50.000 años en Abric Romani, lugar donde se
encuentra la Barcelona actual. Formaron allí comunidades
complejas y tenían costumbres rituales. En Eslovenia se ha
encontrado una flauta de hace 45.000 años hecha con el fémur de
una cría de oso. Las pinturas de Altamira son del Homo sapiens
sapiens de hace 15.000 años; son éstos los mismos que dejaron
las huellas más antiguas encontradas en Francia (Chauvet en
Ardèche) hace 30.000 años. En las cercanías del Eufrates, en
el yacimiento sirio Tell Halula, se da la domesticación de la
cabra y el buey (6.500 a.C.) y el jabalí (5.700 a.C.) y se ha
encontrado en la zona una espiga de trigo de hace 10.700 años.
Estos individuos humanos fueron capaces de crear una tecnología
lítica muy elaborada, que da cuenta de una inteligencia
propiamente humana, capaz de distinguir los objetos como
diferentes entre sí y poder así elaborarlos con la finalidad de
un uso posterior. Esa capacidad es el límite entre el
Australopithecus capaz de usar armas y los hombres, capaces de
elaborarlas. Este hombre, que habla, salió posteriormente de
Africa y se adaptó a una gran variedad de tierras y paisajes de
toda Eurasia. Aunque en Paleontología se refiera a ellos como
pertenecientes a diferentes especies del genero Homo son todos
ellos hombres, con las características morfológicas y el
desarrollo cultural propio del lugar geográfico y de las etapas
en que viven.
¿Que tipo de especiación pudo darse para la aparición de los
primeros hombres? ¿Cómo se produce el aislamiento reproductor
de los primeros hombres y el resto de los primates evolucionados,
Australopithecus, de los que proceden? ¿Desde una sola pareja?
Puede decirse que ha sido Jérôme Lejeune quien ha tendido desde
el lado de la Ciencia el más largo de los puentes que pueden
ayudar a que los datos de la Ciencia concuerden con lo que nos
dice la Revelación acerca de los primeros padres de toda la
Humanidad. La resonancia del "sueño de Adan" durante
el que Dios "de la costilla que tomó del hombre hizo una
mujer" en el relato del Génesis10 le llevó a plantear el
origen de la primera pareja humana en un mecanismo de gemelaridad
monocigótica heterocariótica. Esto es, en un cigoto, con un
cambio genético en algunos genes, y excepcionalmente en un
conjunto de cromosomas XXY, se daría también excepcionalmente
por gemelación en la primera división, con la que se inician
nuevas vidas, un varón XY y una mujer XO, ambos con un mensaje
genético idéntico, salvo en los cromosomas sexuales, y por
primera vez genoma humano y diferente al de sus progenitores.
Lejeune aporta con esta hipótesis una explicación plausible del
proceso biológico, por el que surgen juntos, simultáneamente,
uno y una con idénticas características genéticas pero
diferente determinación sexual11. La barrera reproductora
habría sido, por tanto, simultánea a la concepción de los
hermanos gemelos, con un genoma transformado. Si hubiera sido
necesario, como lo es para cualquier especie animal, un
aislamiento reproductor a través de la infertilidad de los
híbridos, se habría requerido el paso de varias generaciones,
para que los hombres se aislasen del resto. Este mecanismo
propuesto por Lejeune, en sí mismo considerado como tal proceso
biológico a secas, no es garantía total de una especiación
aunque si una posibilidad. En todo caso, aunque no sea una
hipótesis fácilmente verificable, indica, y esto es lo más
valioso, que no es biológicamente imposible un origen
monogenista de los hombres.
Ahora bien ¿es correcto, o es necesario, proponer un aislamiento
reproductor como mecanismo que dé cuenta del origen evolutivo de
la especie Homo sapiens?. Pienso que no. El primer hombre y la
primera mujer, por ser hombres, tienen la capacidad de
reconocerse mutuamente como iguales y como diferentes del resto
de los no-humanos, incluidos sus progenitores y sus parientes
más próximos11. Sin necesidad de una barrera reproductora a
través de la infertilidad de los híbridos, que pudo haber
existido o no, libremente realizan un "aislamiento
procreador" que en alianza con el poder Creador de Dios hace
de su prole, la familia humana, esa especie única, cuyos
miembros, cada uno, tienen una historia propia, una biografía.
La Biblia es muy rica en contenido cuando narra la creación, por
parte de Dios, de la primera mujer a partir del primer hombre: si
la mujer no viniera del hombre no sería igual a él, pero si no
fuera al mismo tiempo criatura directa de Dios, no sería un
sujeto realmente libre, realmente capaz de diálogo. Capaces
ambos de saberse humanos12, con el encargo divino de procrear y
con ello de ser los primeros padres de la humanidad entera, sin
que fuera necesario para ello una barrera biológica que les
separara de los otros, los no-humanos.
Es esta una cuestión antropológica, y en cuanto tal remite a la
condición de cada ser humano, que es a la vez que individuo de
la especie Homo sapiens, una persona. Cuerpo material y alma
espiritual, justamente por ser cada persona fruto único de la
procreación. La fe cristiana cuando explica que en el origen de
cada ser humano, junto a la generación por parte de los padres,
se encuentra una acción creadora de un alma individual por parte
de Dios, muestra, no sólo que el cuerpo y el alma se
corresponden, sino también que para el hombre transmitir la vida
es procrear; es ser con Dios causa del origen de la persona del
hijo. La persona tiene su origen en un ámbito de amor (del Amor
creador de Dios y del amor de sus padres entre sí que les une
haciendoles una caro) y no simplemente de la causalidad eficiente
de la fisiología de la reproducción13. Hay una diferencia
esencial entre el modo de recibir la propia naturaleza por parte
de los animales y el modo de recibir la naturaleza humana por
parte de la persona que es engendrada. Los animales reciben la
naturaleza dotada de instintos que garantizan el despliegue de
las capacidades activas con el sentido y orientación de la
propia finalidad. Pero no es así en el hombre que no está
dotado de la fuerza de los instintos de los animales; cada
nacimiento de una persona es un nuevo principio de acción que no
deriva completamente de las circunstancias previas. Por el
contrario, cada uno tiene la vida como tarea de respuesta a esa
llamada creadora por parte de Dios; es un quién único. Un
quién abierto a su Creador y que ha de ser conocido
personalmente, en dialogo, y no simplemente en cuanto un
individuo de la especie humana, un semejante en la naturaleza
común.
Es significativo que en la complementariedad sexual, por la que
un hombre y una mujer se hacen potencial y mutuamente fecundos,
las personas no se encuentran, se dan y se reciben sólo, ni
principalmente como productores y donadores de células
complementarias, sino como personas; al hacerse una caro viven
ese encuentro como entrega personal, como expresión genuina del
amor entre personas iguales y complementarias en cuanto a su
determinación sexuada14. Es obvio que existe una peculiar
vinculación entre las condiciones necesarias para la
reproducción y expresión del amor personal: el mismo gesto
corporal que permite engendrar es el mismo gesto que expresa
propiamente el amor sexuado; significa por tanto que no se trata
simplemente de un proceso que dará origen a un nuevo organismo,
como en el caso de la reproducción de los animales y derivado de
ello de los mecanismos de especiación, sino que se trata del
origen de una persona que es corporal. No se trata, por tanto, ni
de cómo se reproducen ni de cómo se aisló reproductivamente la
especie humana, sino cómo tiene principio cada nuevo ser humano
personal desde que aparecieron Adán y Eva.
Obviamente entre un hombre y una mujer puede darse una
comunicación, un dialogo, en cuanto personas que es la alteridad
fundamental, como se da entre personas del mismo sexo -amigos,
hermanos, etc.-, y otra en cuanto personas de diferente sexo.
Puede afirmarse que esta última, la alteridad sexual, fue la
primera; el primer reconocimiento entre dos seres humanos fue el
reconocimiento entre Adán y Eva. Y esto "no fue una
casualidad, pues la pluralidad primigenia no estaba llamada a
agotarse en sí misma, sino que era una multiplicidad que debía
ser principio de multiplicación"16. Resuelta la pluralidad,
ensanchada la familia humana, otros reconocimientos y diálogos
podían establecer relaciones personales y con ellas la
camaradería, la amistad, la transmisión cultural de la
solución de los problemas cotidianos de supervivencia, etc. Pero
sólo ellos son primeros padres de todos los humanos al
reconocerse como varón y mujer15. No hay seres previos que sean
partícipes y colaboradores, con-causas del poder creador del
Amor de Dios. Antes de ellos solo hubo reproducción -entrega de
células- y sólo a partir de ellos comienza la procreación: los
hijos son fruto del Amor de Dios y de la expresión del amor
mutuo, de la entrega personal al otro de cada uno de los
progenitores.
Origen africano o
multiregional de los hombres actuales, Homo sapiens sapiens.
La historia de la Humanidad desde su inicio hace casi 2 millones
de años es una larga historia de aislamientos, colonizaciones y
extinciones, que hubiera llevado a cualquier otra especie a
evolucionar convirtiéndose en especies diferentes. Pero no ha
sido así. Los mecanismos evolutivos por cambio y selección
natural, que conducen a un aislamiento reproductor, tienen muy
poca "fuerza" en la especie humana. Al mismo tiempo,
las peculiaridades de la generación y formas de vida han
permitido y permiten la existencia de una amplia variabilidad
genética y de rasgos morfológicos. La humanidad se ha mantenido
como especie cerrada y constante, una sola raza, sin que barreras
biológicas impidan a los seres humanos reconocerse. Y mientras
tanto, cada hombre alcanza de manera progresiva una especificidad
individual que se hace única, singular, e irrepetible. Es la
expresión biológica de la singularidad de la llamada a la
existencia por parte de Dios a cada hombre. Pero ahora debemos
hacernos también una nueva pregunta ¿Cómo han surgido los
grupos étnicos humanos actuales?
Modelo de
dispersión de África
En los últimos años ha aparecido una polémica nueva centrada
en los orígenes del hombre moderno y sus eventuales relaciones
con sus predecesores arcaicos. Se inició en 1987, cuando Rebeca
Cann y su equipo de Berkeley17, tras un minucioso análisis del
DNA mitocondrial de hombres actuales de diferentes regiones
geográficas, afirmaban que el hombre moderno racialmente
indiferenciado, el H. sapiens sapiens, había aparecido hace unos
200.000 años y solamente en África, de donde había pasado al
resto del mundo habitado para ocupar el lugar de sus
predecesores, pero sin mezclarse con ellos. Y fue, por tanto, a
partir de esas fechas, en este periodo reciente cuando, según
estos investigadores, se desarrollaron los rasgos faciales; de
esta forma todas las razas vivientes tendrían un único origen
en una población africana de hace esos 200.000 años. Este
modelo de dispersión de África, (conocido también en la
divulgación como modelo "Arca de Noé") se apoya en el
cálculo demográfico del número de generaciones maternas que
nos remontarían a una madre común, Eva, (o más bien hacia una
pequeña población familiar con un tipo uniforme de
mitocondrias). La realización de estos estudios supone conocer
la velocidad regular con que se producen ciertas mutaciones en el
DNA mitocondrial, que se transmite sólo por vía materna, y
cuyos nudos de divergencia más remotos, en árboles de
distancias, siempre llevan a tipos africanos (figura 9). El
antecesor común a la mujer que aporta las mitocondrias al hombre
moderno se sitúa hace unos 150.000 años, fecha en que el
registro fósil data al Homo sapiens. La dispersión desde
África de los primeros humanos modernos se inició en los
últimos 100.000 años. Las poblaciones actuales de Europa, Asia
y Australia son genéticamente muy próximas, y las primeras
poblaciones modernas que habitaron estas regiones hace de 20.000
a 30.000 años se parecían bastante.
No sólo los datos de la biología molecular, especialmente estos
resultados de los estudios del DNA motocondrial, apoyan el modelo
de la monogénesis africana. El apoyo paleontológico de esta
hipótesis estriba, por un lado, en el hallazgo de fósiles
humanos en Sudáfrica y África oriental con rasgos modernos, a
los que se atribuye una antigüedad superior a 120.000 o 130.000
años y que se consideran los "modernos" más antiguos
y, por otro lado, en la rápida y neta sustitución de los
neandertales en Europa occidental por los hombres modernos de
tipo Cro-Magnón. Los defensores de este modelo infirieren que
esta sustitución fue absoluta, sin ningún mestizaje, y
extrapolan el caso a todas las poblaciones fósiles del mundo.
Cálculos posteriores a los datos de 1987, que situaban la
aparición del hombre moderno entre 140.000 y 290.000 años han
permitido ampliar los márgenes de tiempo a un periodo entre
50.000 y 500.000 años.
Otro dato de interés que apoya la hipótesis del origen
africano, o de dispersión de África, es la sorprendente
correlación entre distribución de genes y de lenguas en el
árbol filogenético de las etnias humanas. En 1988 se publicó
un árbol genético de 42 poblaciones en el que el parentesco
lingüístico se superpone perfectamente al genético18. Por otra
parte, y puesto que las mitocondrias son casi exclusivamente de
origen materno, se ha hecho necesario estudiar si existe
correspondencia entre el cambio de secuencias del DNA
mitocondrial y los cambios de frecuencias del cromosoma Y durante
la evolución humana19. Un tipo específico de cambio de
nucleótidos, que ocurre a velocidad constante, es el proceso
conocido como supresión CG, que ha permitido iniciar el estudio
de la genealogía del cromosoma Y humano. Los resultados
obtenidos apuntan en la misma dirección. La humanidad moderna
tuvo un antepasado varón que vivió en África hace no más de
200.000 años; incluso se señala a los bosquimanos como la
población humana con las frecuencias más altas de haplotipos
primitivos. Los estudios del cromosoma Y han confirmado también
que la salida de África de este grupo de Homo sapiens no
ocurrió una sola vez, sino al menos también en una época
distinta. Uno de estos grupos colonizó Asia y Australia hace
más de 50.000 años, y a Europa llegó otra oleada posterior.
Modelo
multirregional
La paleontología humana ha experimentado avances de importancia
en los últimos años, y el registro fósil, frente a datos de la
genética, parece indicar que la aparición de los caracteres
propios del hombre moderno Homo sapiens, con la amplia variedad
de caracteres físicos, de color de piel, etc. no se desarrolló
en el seno de una única población, sino que, por el contrario,
esa semejanza de caracteres es la culminación de antiguas
tendencias evolutivas, que habrían dado lugar inexorablemente a
la aparición de hombres modernos de las diferentes etnias a
partir de cada una de las poblaciones ancestrales humanas
asentadas en todo el mundo. Según este modelo, conocido como
modelo multirregional, los caracteres aparecieron en cada una de
las regiones donde se encuentran actualmente las diferentes
etnias a lo largo de periodos de tiempo considerablemente
elevados20 (figura10). Por tanto, los rasgos que se consideran
raciales serían muy antiguos; por ejemplo, los rasgos de los
actuales europeos derivarían de los neandertales de hace 200.000
años. Los paleontólogos reconocen el origen africano de toda la
humanidad, pero rechazan el cálculo del tiempo y mantienen la
presencia de rasgos modernos en fósiles, procedentes de varias
regiones, coetáneos de los africanos, la continuidad de rasgos
arcaicos regionales en modernos, e incluso el mestizaje de
neandertales con modernos en el Norte de África, Europa central
y Próximo Oriente, por lo menos. En consecuencia, la humanidad
actual provendría de la que se extendió hace más de millón y
medio de años desde África a Eurasia con evolución en diversas
partes del mundo. De esta forma, una misma población
morfológicamente neandertal se puede encontrar en grados
variables de cambio, con lo que viene a afirmarse un polimorfismo
dentro de la heterogeneidad regional (politipismo regional).
Sería éste el producto de flujos génicos, activados
temporalmente por mestizajes y debidos a su vez tanto a
fenómenos de inmigración como a cambios morfológicos
"orientados", y a efectos de la selección en los
factores en que inciden la adaptación o el comportamiento.
Los yacimientos de Atapuerca muestran la existencia en España de
un antepasado común de neandertales y humanos modernos: Homo
antecessor que viene a rellenar el hueco dejado por Homo
heidelbergensis, que hasta la aparición de los fósiles de la
Sima de los Huesos en Atapuerca, gozaba de la consideración de
nexo entre ambas especies. Homo antecessor habría vivido tanto
en África como en Europa hace más de 600.000 años; sus
fósiles en la Gran Dolina de Atapuerca tienen una antigüedad de
hasta 800.000 años. En África evolucionan hacia Homo sapiens
sapiens pasando por una etapa intermedia Homo rhodesiensis,
mientras que en Europa se inicia la larga gestación de los
neandertales.
Homo heidelbergensis ® Homo sapiens neanderthalensis
(Sima de los Huesos en Atapuerca)
(300.000 años)
Homo antecessor
(Gran Dolina en Atapuerca,) ® Homo rhodesiensis ® Homo sapiens
sapiens
(800.000 años)
Homo ergaster ® ® Homo erectus
(Lago Turcana, Kenia, 1,5-2 millones de años)
Así, todos los fósiles Europeos, generalmente incluidos en la
especie Homo heidelbergensis, son en realidad antepasados
exclusivos de los neandertales. Se ha podido observar un mayor
parecido de los cráneos de Atapuerca con neandertales tales como
el europeo de Petralona y los Africanos de Bobo y Rodesia, e
incluso con el preneandertal Saccopastore. Los neandertales
llegan a Israel hace 40.000 años y emigraron al sur;
anteriormente, hace unos 60.000 años habrían llegado ya los
humanos Homo sapiens procedentes de África.
Se puede afirmar21, como resumen, que hace 50.000 años existían
tres poblaciones humanas que ocupaban regiones diferentes. En
Europa, Oriente Próximo y Asia Central vivían los neandertales,
en Java los últimos representantes de Homo erectus y en África
los hombres modernos, como nosotros, Homo sapiens. Sin embargo,
hace 20.000 años sólo quedaban ya humanos modernos, que
ocupaban además el territorio habitado hasta entonces por las
otras especies22. Es decir los neandertales no evolucionaron en
Europa para dar los hombres modernos, sino que fueron desplazados
por ellos; y de forma similar ocurriría en Java y en otras
regiones, por humanos más modernos procedentes de África. No
hay una explicación satisfactoria al hecho de que los modernos
desplazaran a los antiguos, sin mezclarse entre sí lo suficiente
como para que los estudios genéticos logren detectar
hibridación. No obstante los restos fósiles apuntan a un cierto
cruzamiento en Australia. Ahora bien, si se retrocede en el
tiempo se puede ver una creciente diferenciación regional de los
neandertales en Europa, de Homo erectus en Asia oriental y los
modernos en África a partir del ancestral común Homo ergaster.
Estas tres grandes líneas pudieron ser independientes, o
pudieron tener intercambio génetico. Este es el punto clave del
debate entre los partidarios de uno u otro modelo.
Los dos modelos, el de la dispersión de África o el
multirregional, presentan un planteamiento diferente de los
mecanismos evolutivos de esta fase final de humanización,
puntualista y gradualista respectivamente. Es interesante
destacar que sobre el fondo de esta controversia, existe otra
acerca de la validación de las hipótesis surgidas de dos
metodologías científicas diferentes: unos se basan en la
paleontología, y miran por tanto a las capacidades
"culturales", que ponen de manifiesto los restos que
han quedado asociados a los fósiles de una determinada edad y
sus rasgos morfológicos. Los otros miran los genes. Y no existe
correlación entre cambio biológico y cambio cultural en esta
transición. En Palestina, por ejemplo, tipos anatómicos
modernos aparecen todavía asociados a industrias del
Paleolítico medio, mientras que los neandertales de Saint
Césaire se encuentran ya asociado a una industria del
Paleolítico superior. A su vez, la noción de especie en
Paleontología es diferente a la de la Biología. Es factible
deshacer la disyuntiva de evolución gradual o puntuada con la
calibración cronológica de aceleración del ritmo del cambio.
Se podría decir que los cambios corporales acaecidos en la etapa
de humanización habrían tenido lugar inicialmente según el
modelo multirregional, y después, hace 150.000 años, se habría
acelerado el ritmo del cambio, y una población única africana
se expandiría por el mundo, desplazaría a las antiguas, y
daría lugar a los diversos tipos humanos actuales. Dejando a un
lado la cuestión, difícil de dirimir, acerca de si hubo o no
intercambio genético entre los hombres, o si sólo lo hubo entre
los más modernos, nos preguntamos cómo llegó la humanidad a
ser como es: una rica diversidad genética individual en la
unidad de una especie biológica única con grupos étnicos, sin
que éstos dejen de hacer semejantes entre sí a los individuos
pertenecientes a determinadas poblaciones por algunos rasgos
morfológicos. Por ello, nos planteamos por último la cuestión
de las diferencias biológicas presentes en los miembros de las
razas o grupos étnicos humanos.
Grupos étnicos
humanos
En la especie Homo sapiens sapiens el concepto raza, o población
intraespecie, se desdibuja, si se compara con las de las demás
especies, y destaca, por el contrario, la diversidad individual.
Las características de la conducta humana han hecho que el
factor evolutivo variación génica sea muy alto, mientras el
factor selección natural ha tenido poco relieve en la historia
biológica humana. La semejanza biológica -frecuencia de alelos-
de toda la humanidad es tal que si por un cataclismo
desaparecieran todos los hombres excepto los africanos se
conservaría con ellos el 93% del patrimonio genético común. El
racismo no encuentra apoyo en las Ciencias Biológicas. La
mutación es un proceso al azar, que en la especie humana es más
frecuente que en otras por la gran variabilidad de hábitos
alimenticios, etc. También aumenta la variación por la enorme
frecuencia de descendencia entre personas procedentes de regiones
geográficas alejadas. Al mismo tiempo la selección natural es
menos potente y no disminuye la variabilidad. Es obvio que entre
los hombres dejar más descendientes no es una cuestión de
condiciones físicas debidas a alelos más aptos. Sólo las
mutaciones que originan una muerte temprana disminuyen de hecho
la descendencia. Pero como dice Lowontin, "un atleta
olímpico que no tenga hijos tiene una eficacia nula en la
evolución originada por variabilidad elegida por la selección
natural, mientras J.S. Bach que era sedentario y muy obeso se
distinguió por una eficacia darwiniana insólitamente alta: 20
hijos". Al mismo tiempo, en un ambiente con problemas
adversos, como el frío, la selección desempeña un papel
eligiendo entre lo existente: los esquimales produciendo más
calor, los aborígenes sumergiéndose en un semi-letargo que
ayuda a conservar el calor, y el resto de los hombres, sin
ninguna ventaja natural, se las arreglan cubriéndose con ropa u
otros sistemas de protección "artificiales".
El análisis de las frecuencias con que se encuentran formas
concretas de distintos genes (alelos) ha permitido conocer que en
el seno de grupo humanos, que han permanecido aislados durante
largos periodos, se ha establecido un proceso de homogeneización
interna por deriva genética. Todos se parecen mucho porque
conservan sin mezcla el patrimonio genéticos de las familias
fundadoras. Conservan unas frecuencias propias de alelos dentro
del conjunto que constituye toda la diversidad génica humana,
que corresponde al perfil del conjunto de familias que formaban
al inicio esa población. Por ejemplo, los indios yanomanos de la
cuenca brasileña del Orinoco viven en un centenar de aldeas de
unos 100 vecinos; como todos los indios americanos descienden de
las inmigraciones de asiáticos que cruzaron el estrecho de
Boering hace 10.000 años. Por puro azar las familias fundadoras
tenían una frecuencia alta de los alelos Di(a) del grupo
sanguíneo Diago inexistente en los no asiáticos y una
frecuencia baja del I (b) del grupo ABO. Los habitantes de las
aldeas difieren poco entre sí y también poco en frecuencia de
alelos de otros grupos de origen semejante como los xavantes o
las tribus amazónicas. Además de esta deriva genética, que
homogeneiza en el seno de una población aislada y diferencia de
otras poblaciones, la selección natural ejerció una influencia
también, aunque de mucha menor potencia: el color de la piel
presionó en una misma dirección a los indios tropicales de la
selva homogeneizando yanomanos y xavantes y separándolos de los
indios de las llanuras del norte.
En la historia de la humanidad las inmigraciones y el mestizaje
han sido amplios y continuos por lo que, salvo algunos caracteres
muy poco significativos en grupos extremos que han permanecido
largo tiempo aislados, no existen grupos puros que hayan existido
como unidades diferentes. Si se compara la variabilidad entre las
razas principales, africanos, amerindos, aborígenes
australianos, caucasianos, indios y pakistaníes, mogoles,
aborígenes del sur de Asia y Oceanía (tabla 1), de toda la
variabilidad génica, el 85,4% se da entre individuos de una
misma nación, un 8,3% entre naciones de una misma raza y un 6,3%
entre razas distintas. Y lógicamente, si se comparan entre sí
las frecuencias génicas de los individuos de pueblos extremos,
que han permanecido aislados, el intervalo de frecuencias de
diversos alelos es amplio, como puede verse en la tabla 2.
De esta forma, todos los grupos étnicos portan prácticamente
todos los genes humanos existentes, y lo que varía de unos a
otros es la frecuencia con que aparecen algunos caracteres a
causa de la deriva genética; es decir de las características de
las familias fundadoras de ese pueblo o grupo. Estos resultados
concuerdan con las conclusiones que se habían extraído de los
estudios de restos humanos físicos y culturales, es decir, el
origen africano de nuestra especie. Así se ha comprobado que la
distancia genética entre africanos y no africanos es muy
superior a la distancia que se obtiene de cualquier otra
comparación intercontinental; entre africanos y no africanos es
el doble de la existente entre australianos y asiáticos, y esta
última a su vez es más del doble de la que existe entre
europeos y asiáticos. La acumulación de cambios a lo largo del
tiempo produce diferencias genéticas, como queda reflejado en el
árbol genealógico de las etnias.
Se han analizado diversas regiones de DNA aislado de células de
sangre periférica de personas de grupos diferentes y también
estos estudios sugieren una rápida expansión del hombre moderno
desde un punto de origen del centro de África. De forma similar
se ha usado también el análisis del DNA mitocondrial para el
estudio de la diversidad en el seno de poblaciones concretas;
como por ejemplo entre judíos y árabes israelitas separados
desde hace 5 a 10.000 años. En ellos, el tipo mitocondrial
denominado 1 es el más antiguo y se encuentra presente en las
dos comunidades. El tipo 6 -caucasiano- está con una frecuencia
del 36% en judíos y es muy escaso en los árabes, mientras que
ocurre a la inversa con el 7. Los tipos de DNA más recientes
están sólo presentes en una u otra población.
En resumen, las leyes que rigen los mecanismos evolutivos
orientan el proceso de aparición de las nuevas especies, desde
las más simples a las más complejas. Como término de este
proceso, en la gran rama de los primates, se inicia hace unos 5
millones de años una etapa de hominización, o aparición del
mensaje genético que codifica y expresa los rasgos propios del
cuerpo humano: un organismo biológicamente inespecializado,
prematuro en su nacimiento y de lento desarrollo, con una gran
pobreza de instintos -ya que la conducta no le viene determinada
genéticamente-, y con una gran capacidad de aprendizaje
cultural. Hace casi 2 millones de años apareció en el curso del
proceso evolutivo el genoma capaz de codificar un organismo
-probablemente un cuerpo con la morfología característica del
Homo habilis-, que a diferencia de lo que ocurre con el cuerpo de
cualquier otro primate resultó apto para ser informado por un
alma espiritual; esto es, apareció el genoma humano. Creadas por
Dios, el alma de Adán y el alma de Eva informan la disposición
de la materia apta para ser el cuerpo del primer hombre y de la
primera mujer. Capaces ambos de saberse humanos, y de reconocerse
mutuamente, no sólo como tales seres humanos, sino precisamente
además como hombre y mujer, se convierten en los únicos
primeros padres de la humanidad entera, sin que fuera necesario
para ello una barrera biológica que les separara de los otros,
los no-humanos.
Posteriormente, un largo proceso de cambios corporales sucesivos
ha permitido una mayor humanización del cuerpo de los hombres.
Desde los primeros hombres, pertenecientes a la población de
Homo habilis, los seres humanos han pasando por diferentes etapas
hasta que hace unos 150.000 años, en Africa, un grupo de ellos
alcanzaron la morfología de las poblaciones que han permanecido
hasta la actualidad, los Homo sapiens. Durante todo ese largo
caminar de la humanidad, diversos grupos de hombres y familias,
han salido de Africa, al menos dos veces. En ocasiones quedaron
aislados, en otras colonizaron tierras y pueblos y en diversas
situaciones han sufrido extinción. Sin embargo, la especie
humana, a pesar de todos estos cambios, no se ha divido en
especies diferentes ya que los mecanismos de cambio evolutivos
que conducen a un aislamiento reproductor tienen muy poca
"fuerza" en los hombres. Por el contrario, esos mismos
procesos de cambio han permitido la existencia de una amplísima
variabilidad genética. Efectivamente, todos los hombres actuales
procedemos de esa población moderna que hace unos 150.000 años
salió de Africa, hacia Asia y Europa, sustituyendo o en
ocasiones mezclándose con los componentes de las poblaciones
humanas con aspecto corporal más primitivo, y que milenios
atrás ocuparon esos mismos territorios. Esta población moderna,
que alcanzó en Africa la morfología de Homo sapiens, ha ido
dando lugar a los hombres que constituyen los diferentes grupos
étnicos actuales, sin que ningún tipo de barreras biológicas
les haya podido impedir reconocerse como iguales, procrear y
llenar la Tierra. Y al mismo tiempo, la biología humana bien
diferente de la animal, ha hecho posible que cada hombre pueda
alcanzar una especificidad genética individual, que se hace
única, con una singularidad irrepetible que es la expresión
biológica de la singularidad de la llamada a la existencia por
parte de Dios a cada hombre engendrado a lo largo de la Historia
por los hijos de Adán y Eva.
Natalia López Moratalla (ARVO)
Tabla 1.
Proporción de la diversidad genética aportada por diversos
genes al seno de poblaciones y razas y a la diversidad entre las razas23.
______________________________________________________
GEN
|
En
Poblaciones |
En
razas entre poblaciones |
Entre
razas |
Rh | 0,674 | 0,073 | 0,253 |
ABO | 0,907 | 0,063 | 0,030 |
P | 0,949 | 0,029 | 0,022 |
Ak | 0,848 | 0,021 | 0,131 |
Media de muchos | 0,854 |
0,083 |
0,063 |
______________________________________________________
Tabla2.
Intervalos de frecuencias de alelos de Rh entre poblaciones
extremas22.
______________________________________________________
Alelo
de Rh |
Poblaciones
extremas |
Intervalo
de frecuencias |
cde | Muchos vascos | 0-0,456 |
cDe | Muchos lúos | 0-0,865 |
cdE | Muchos ainúes | 0-0,174 |
cDE | Lúos, dayacos japoneses | 0-0,308 |
Cde | Muchos chenchus | 0-0,166 |
Cde | Lúos papues | 0-0,960 |
_______________________________________________________
Notas y bibliografía
1. El Génesis narra que "Yahweh Dios formó al hombre con
polvo del suelo, insufló en sus narices aliento de vida, y el
hombre se convirtió en un ser vivo" (Gen 2,7); "Dios
creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y
mujer los creó" (Gn 1,27). El Catecismo de la Iglesia
Católica enseña (n. 326) que la persona humana, creada a imagen
de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. Por tanto el
hombre en su totalidad es querido por Dios. Cada alma espiritual
(n. 366) es directamente creada por Dios (cf Pio XII, enc. Humani
generis,1950; DS 3896).
2. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 356) recoge que de
todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de
conocer y amar a su Creador"(GS 12,3). Es la "única
criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma (GS
24, 3). Dios creó todo para el hombre (cfr. GS 12, 1; 24, 3; 39,
19) pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para
ofrecerle toda la creación (n.358). cfr. también Gale, G.
"El principio antrópico". Investigación y Ciencia,
1982, pag. 94.
3. El Catecismo de la Iglesia Católica señala (n. 360) que
debido a la comunidad de origen, el género humano forma una
unidad. Porque Dios "creó de un solo principio, todo el
linaje humano" (Hch 17,26; Tb 8,6).
4. cfr. R. Dawkins, "The Selfish Gene". Oxford
University Press, Oxford, 1976; R. Dawkins "The Extended
Phenotype", Oxford University Press, Oxford 1982.
5. cfr. L.L. Cavalli-Sforza and M.W. Feldman "Cultural
Transmission and Evolution: A Quantitative Approach",
Princenton University Press, Princenton, 1981.
6. cfr. Ch. Lumsden y E. O. Wilson "Genes, Mind and
Culture", Harvard University Press, Cambridge, M.A. 1981.
7. cfr. el capítulo 11 "Neurociencias: una nueva
perspectiva de la naturaleza humana" de Francisco Mora
Teruel, en: "El cerebro íntimo. Ensayos de
neurociencia". F. Mora editor. Ariel Neurociencia. 1998.
8. Francisco Mora, obra citada, pag 216: "Una concepción
del hombre y de su dignidad no en tanto que concebido como
espíritu, o hecho a imagen y semejanza de Dios, ni como materia
informe enraizada en la nada, sino como hombre
<<real>>, <<uno>>, de naturaleza
comprendida en una <<estructura corporea>> cuya
intimidad morfo-funcional... todavía nos resulta enigmática...
Esta concepción del hombre nuevo nace, por tanto, de ese
reconocimiento de su identidad total con el mundo y su devenir y
de su soledad ante él, lo que no necesariamente le aleja de una
concepción de Dios".
9. El Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 363 señala que
...."el termino alma designa...aquello por lo que es
particularmente imagen de Dios: "alma" significa el
principio espiritual en el hombre". Y que "la unidad
del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al
alma como la "forma" del cuerpo (cfr. Cc. de Vienne,
año 1312, DS 902); es decir, gracias al alma espiritual, la
materia que integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en
el hombre, el espíritu y la materia no son dos naturalezas
unidas, sino que su unión constituye una única naturaleza"
(n.365).
10. Creados a la vez (Catecismo de la Doctrina cristiana, n.
371), el hombre y la mujer son queridos por Dios el uno para el
otro. La Palabra de Dios nos lo hace entender mediante diversos
acentos del texto sagrado. "No es bueno que el hombre esté
solo... Voy a hacerle una ayuda adecuada" (Gn 2,18). Ninguno
de los animales es "ayuda adecuada" para el hombre (Gn
2,19-20). La mujer, que Dios "forma" de la costilla del
hombre y presenta a este, despierta en él un grito de
admiración, una exclamación de amor y de comunión: "esta
vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gn
2,23).
11. Lejeune, J. Sur le mécanismes de la spéciation,
Comptes rendus des scéances de la Societé de Biologie. 1975,
tomo 169, pág.828.
12. Como señala el Catecismo de la Doctrina cristiana, "El
hombre descubre en la mujer como un otro "yo", de la
misma humanidad (n. 371). "El hombre y la mujer (n. 372)
están hechos "el uno para el otro": no que Dios los
haya hecho "a medias" e "incompletos"; los ha
creado para una comunión de personas, en la que cada uno puede
ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en
cuanto personas ("hueso de mis huesos...") y
complementarios en cuanto masculino y femenino. En el matrimonio,
Dios los une de manera que, formando "una sola carne"
(Gn 2,24), puedan transmitir la vida humana: "Sed fecundos y
multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1,28). Al transmitir a
sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como
esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del
Creador (cfr. GS 50,1)
13. cfr. la inseparabilidad de los aspectos unitivo y procreador
del acto conyugal en la encíclica Humanae Vitae (25-VII-1968,
n.12) y la instrucción Donum vitae (22-II-1987, n.71). Cfr.
también Antonio Ruiz Retegui, "Sobre el sentido metafísico
de la inseparabilidad entre los aspectos unitivo y creador del
acto conyugal". Scripta Theologica vol. XXIX. 1997; pag
569-581.
14. cfr. Antonio Ruiz Retegui, "La pluralidad humana".
Annales Thologici vol 11. 1997, pag. 67-109. "Entre el amor
sexuado y su expresión en la una caro hay una relación parecida
a la de la materia y la forma en la mutua correspondencia"
(pag. 99).
15. "Se debe reconocer que la alteridad fundamental de la
persona humana no es la alteridad sexual, sino la que hemos
denominado alteridad <<propiamente personal>>. No
obstante, se suele decir que el <<otro>> por
excelencia del varón es la mujer y el <<otro>> por
excelencia de la mujer es el varón. Esta observación aunque
podríamos calificarla falsa simpliciter, no carece de cierto
fundamento. En efecto, según se cuenta en el libro del Genesis,
Dios creó primero un ser humano, Adán, pero <<vio que no
era bueno que el hombre esté solo>>, y le dio a Eva como
compañera>> (obra anterior citada pag. 97).
16. Una última cuestión acerca del reconocimiento personal
entre Adán y Eva es la dificultad que puede plantearse si se
compara con el encuentro ya en estado adulto de un niño lobo y
una niña lobo, esto es asilvestrados y sin habla pero sin los
instintos del animal; obviamente no se reconocerían entre sí
como semejantes. Podría afirmarse, apoyados en el relato del
Génesis, que el reconocimiento personal ocurrió antes del
desorden intelectual y de la desintegración de lo corporal y
espiritual que trajo consigo el pecado original (Gn3 y GS 13,1).
Antes, y posiblemente a edad muy temprana, eran ya capaces de
profundos conocimientos. Después de la expulsión de la primera
pareja del Paraíso, engendraron sus hijos y transmitieron el
desorden de su naturaleza caída.
17. cfr. Cann, R.L., Stoneking M. y Wilson, A.C.
"Mitocondrial DNA and human evolution" Nature, 1987,
vol. 325, pag 31; Wilson, A.C y Cann, R.L. "Origen Africano
reciente de los humanos" Investigación y Ciencia, junio
1992, pag 8; Tattersall, I. De África ¿una... y otra
vez? Investigación y Ciencia, junio 1997, pag. 20;
Stringer, C.B. ¿Está en África nuestro origen?
Investigación y Ciencia, febrero de 1991, pag.66. Los datos
muestran que el DNA mitocondrial presenta una gran correlación
con el origen geográfico y étnico de los individuos estudiados:
así puede hablarse de un tipo mitocondrial específico africano,
o asiático o europeo. Al establecer esas relaciones las
mitocondrias de un individuo se agrupan juntas y los DNA
mitocondriales de todos los continentes se reunirían en unos
pocos grupos centrales comunes. Una de esas líneas
mitocondriales, la africana, ha sobrevivido desde la población
humana ancestral y se encuentra en todos los continentes.
También el asiático es antiguo. Es curioso que el tipo africano
tenga similitud con las mitocondrias de los monos de gran
tamaño. Las poblaciones no africanas muestran múltiples
orígenes, confirmando las suposiciones previas de que se han
realizado a lo largo de la historia varias colonizaciones.
18. Cavalli-Sforza, L.L. "Genes, pueblos y lenguas".
Investigación y Ciencia, enero de 1992, pag 4; "Genealogía
de la Humanidad" Mundo científico 144, pag. 232;
Cavalli-Sforza, L.L., Menozzi, P. y Piazza, A. "The history
and Geography of human genes" Princenton University Press.
Princenton. New Jersey, 1993.
19. Ngo, K. Y., Vergnaud, G., Johnsson, Ch., Lucotte, G. y
Weissenbach, J. "A DNA Probe Detecting Multiple Haplotypes
of the Human Y Chromosome". Am. J. Hum. Genet 1986, 38, 407.
20. Thorne, A.G. y Wolpoff, M.H. Evolución multirregional
de los humanos Investigación y Ciencia, junio 1992, pag
14.
21. Aguirre, E. Los yacimientos de Atapuerca,
Investigación y Ciencia, octubre 1995, pag 42.
22. Se habla de especie no en un sentido biológico, sino que se
refiere simplemente a una población que vive un tiempo
determinado por el registro fósil y con unos rasgos anatómicos,
especialmente craneales que la distinguen de otras.
23. Lewontin R. "La diversidad humana". Biblioteca
Scientific American. Prensa Científica. Ed. Labor, 1984.
Pies de figuras
Figura 1. Los modelos gradualista (derivado de las propuestas de
Charles Darwin) y puntuado (derivado de las teorías de Niles
Eldredge y Stephen Jay Gould) ofrecen explicaciones diferentes
acerca de los mecanismos por los que divergen las especies jirafa
y okapi desde la especie ancestral preokapi. (Modificado de G.
Ledyard Stebbins y Francisco J. Ayala "La evolución del
darwinismo", Investigación y Ciencia, septiembre 1985, pag.
42).
Figura 2. Mecanismo cromosomico de especiación. Una fusión o
una inversión pericentrica de cromosomas produce una
disminución de la fertilidad de los híbridos y con ello la
separación brusca en el tiempo de una especie constituida por
los que han experimentado el cambio diferente de la inicial.
Figura 3. Varias fusiones cromosómicas separaron la especie de
los osos panda de las otras especies de osos y la asemejaron en
algunos rasgos a la de los mapaches. (Modificado de Stephen J.
O´Brien, "Genealogía del panda gigante",
Investigación y Ciencia, enero 1988. pag.50).
Figura 4. Una invasión genética da bruscamente origen a nuevas
especies de mosca (Modificado de Anxolabhre D., Kidwell, M.G. y
Periquet, G. "La historia de una invasión genética",
Mundo Científico, 1991, nº 98, vol. 10, pag. 48).
Figura 5. Árbol filogenético de los hominoideos (Modificado de
Pilbeam, D. "Origen de hominoideos y homínidos".
Investigación y Ciencia, mayo de 1984, pag. 48).
Figura 6. El cromosoma 2 humano tiene su origen en la fusión de
dos de los cromosomas de los grandes simios Orangután, Gorila y
Chimpancé con quienes compartió antepasados comunes.
(Modificado de Yunis, J. J. and Prakash, O. "The origen of
Man: A chromosomal pictorial legacy". Science 1982, 215,
1525).
Figura 7. Árbol filogenético de las especies del genero Homo
(Tomada de "El origen del hombre". Manuel Seara Valero.
Ed. Anaya. Madrid. 1999).
Figura 8a. La postura erguida y la bipedalidad permiten tener las
manos libres. El foramen magnus, el agujero situado en el cráneo
por donde pasa la médula espinal, no se sitúa en la parte
posterior de la cabeza como sucede en los cuadrúpedos. Así, el
cráneo pasó balancear sobre la columna vertebral, alejado del
suelo, lo que condiciona el desarrollo de un cerebro en que
adquiere importancia el sentido de la vista, al tiempo que deja
de tenerla el sentido del olfato. Las piernas crecen con
relación al tronco y las extremidades superiores. En el pie se
desarrollan arcos longitudinales y laterales para suavizar el
impacto contra el suelo; el dedo gordo tuvo que orientarse
paralelo a los otros para ayudar a controlar el equilibrio y
lanzar la pierna hacia adelante. Las posiciones de brazos y
piernas y la estructura de manos y pies le impide poder adaptarse
a la vida en los arboles, al mismo tiempo que le
"convierte" en un corredor y artesano (Modificado de
"La aparición del hombre", J. H. Reichholf, Colección
Drakontos. Editorial Critica (Grupo Grijalba-Modadori),
Barcelona, 1994.
Figura 8b. La posición del hueso hioides, que sujeta la
musculatura del aparato fonador, permitiendo la capacidad de
articular sonidos. En todos los mamíferos, incluido
Australopithecus, la laringe ocupa una posición más alta que la
faringe y se sitúa casi en la salida de la cavidad bucal por lo
que pueden ingerir alimentos sin dejar de respirar. La laringe
alberga las cuerdas vocales que al abrirse y cerrarse al paso del
aire y produce el sonido base; encima de la faringe queda una
cámara de resonancia que modula el tono y permite vocalizar y
ayuda el movimiento de la lengua, labios y el paladar blando. Los
fósiles han permitido conocer que los primeros representantes de
los humanos, Homo habilis, tenían una arquitectura del sistema
fonador similar al nuestro. En los neandentales se dio un
retroceso, posiblemente para permitirles respirar al frío y por
ello, se supone que aunque podrían hablar pronunciarían con
dificultad las vocales a i y u (Modificado de "El enfoque
biológico del lenguaje". Angel Alonso-Cortés, Temas 5.
Investigación y Ciencia).
Figura 8c. El proceso del parto ha competido con la marcha
bípeda para conformar la pelvis. La columna vertebral forma
línea recta con las piernas y exige la musculatura propia de la
verticalidad. La diferencia entre los mecanismos que rigen la
locomoción a dos a cuatro extremidades es considerable y por
ello, la marcha erguida desempeñó un papel en el cambio,
reducción del tamaño, y la forma de la pelvis. Debido a ello, y
al crecimiento del tamaño del cráneo, el paso del feto por el
canal del parto se hace difícil y sólo tiene solución con un
acortamiento del tiempo de gestación; de manera que el proceso
del parto ha competido con la marcha bípeda para conformar una
pelvis humana ovoidal, que permite una expansión del canal del
parto, necesaria ante el aumento del tamaño del cerebro. Sin
embargo, como se observa en el fósil Lucy, una hembra de
Australopithecus , estos primates tuvieron una forma de la pelvis
que haría aún más difícil el parto. El recién nacido humano
es siempre "prematuro e inmaduro", tanto por este parto
necesariamente adelantado, como porque con el aumento de la
superficie craneal del neocortex se da un retraso en la
diferenciación de las neuronas; así nace "obligado" a
una gran dependencia materna y un largo aprendizaje familiar
(Lovejoy, C.O. Evolución de la marcha humana,
Investigación y Ciencia, enero 1989, pag. 72).
Figura 8d. Cambio en el tamaño, forma y organización del
cerebro. El robusto Homo Neanderthalensis tuvo el mayor volumen
craneal.. Las proporciones craneales desde el Astrolepithecus al
Homo sapiens sapiens. también cambiaron; la mayor protuberancia
del cerebelo, expresa la importancia que reviste el control del
cuerpo a causa de la postura erecta; es un regulador de
precisión para todos los movimientos, sobre todo para el
equilibrio. El cráneo facial se reduce en esta sucesión en aras
del cráneo cerebral (Martin, R.D. Capacidad cerebral y
evolución humana. Investigación y Ciencia, diciembre de
1994, pag. 71; Calvin, W. H. Aparición de la
inteligencia Investigación y Ciencia, diciembre de 1994,
pag. 79).
Figura 9. Modelo de dispersión de Africa en el origen de los
hombres actuales. (Tomado de la cita 17).
Figura 10. Modelo multirregional del origen de los hombres
actuales (Tomado de la cita 20).
s.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
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