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"La familia, piedra angular del Estado" (Luis Alberto de Herrera).
Las teoría malthusianas y neomalthusianas son un viejo cuento conocido desde hace dos siglos que periódicamente se relanzan, en la forma que convenga al tiempo y lugar, al servicio de oscuros intereses, y que siempre resultan fallidas, pero siguen haciendo peligra la vida.
Hace poco estaba releyendo el libro
"La Revolución Francesa y Sudamérica", escrito en
1910 por el Dr. Luis Alberto de Herrera, líder indiscutido del
Partido Nacional uruguayo durante más de medio siglo y abuelo
del ex - Presidente de la República, Dr. Luis Alberto Lacalle
Herrera. Mientras repasaba la Introducción -a cargo del entonces
diputado Walter Santoro-, a la edición de la Cámara de
Representantes publicada en 1988, me impactaron las citas firmes
y enérgicas del gran caudillo nacional respecto a la importancia
de las familias fecundas en el desarrollo de las sociedades. En
vista de la gran actualidad del problema en Uruguay, pasé de
inmediato a leer el capítulo correspondiente y de ahí, a
escribir este artículo. Porque es importante recordar la
concepción que tenía Herrera sobre la familia, hoy tan
desfigurada por aberrantes modelos importados; y porque la
familia, en cuanto piedra angular, es anterior al Estado: de lo
que se deduce que el Estado, debe defender a la institución que
le da origen, y promoverla a como de lugar -respetando desde
luego, el principio de subsidiariedad-. Pero démosle la palabra
a Herrera.
En el Capítulo XII del libro citado, "La actualidad social
en Francia", el Dr. Herrera comenta algunos males que
aquejaban en ese entonces a dicho país; en particular, afirma
que "Vale la pena detenerse un instante ante el síntoma
doloroso ofrecido por la despoblación; y decimos vale la pena,
porque de esa calamidad nacional derivan en línea recta,
multiplicados prejuicios materiales y morales. (...)
La explicación, toda la explicación, la da la tasa de
natalidad: la firme y generalizada voluntad de no tener hijos.
¡Muchos adultos y pocos niños! Con razón alguien ha dicho que
"Francia empieza, lentamente a quedar vacía".
Inspirándose en el amargo y aleccionador verismo de Taine, en un
artículo sensacional, recién publicado, expone Charles Torquet:
"Durante tantos siglos Francia ha sido hogar de ideas nuevas
y de progreso que ha podido afirmarse, sin chauvinismo, hasta
tiempos recientes que ella trazaba la ruta de la civilización.
Ya no se puede decir lo mismo. Sin duda Francia contiene siempre
cantidad de grandes espíritus y de eminentes sabios, pero esta
producción, como las otras, -comercio, marina, industria,
agricultura, etc.- declina en ella y esta es la consecuencia de
una improductividad que entraña todas las otras: la de
individuos".
El doctor Bertrillon, llevando aún más adentro el filo del
escalpelo, acaba de demostrar, con datos irrebatibles, que en la
capital son las clases superiores las que engendran menos hijos,
dentro del mismo mínimum vulgar. Los nacimientos son dos veces
más raros en el barrio del Elíseo, el más rico de París, que
en los vecindarios más modestos de la ciudad. Estas son sus
palabras: "En su conjunto, estas cifras traducen una verdad,
una verdad impresionante: esto es, que Francia marchará
rápidamente a su pérdida porque ella sigue el ejemplo de
quienes debieran esclarecerla y aconsejarla".
Tan procesal comentario hiere la cuestión en su centro. Porque
si bien la despoblación es causa de una serie de perjuicios
nacionales crecientes, a su vez ella denuncia uno de los efectos
funestos de una gran causa madre: la decadencia moral,
patriótica y política de la sociedad francesa.
Nada tiene que ver la esterilidad física con la disminución, ya
orgánica, de la natalidad. Se ha renunciado a tener prole por
cálculo egoísta, por interés bajo de lucro, para no lastimar
en un ápice la holgura económica de que se disfruta; porque se
prefiere el lujo de las sedas y de los automóviles a la fortuna
millonaria de los afectos inconmovibles.
Así se da razón al profesor alemán que exclamó: "¡Más
féretros que cunas! Este es el principio del fin. Finis Gallioe.
De este modo deben desaparecer, por su propia falta, los pueblos
que han roto con las leyes fundamentales de la vida".
Es la familia, piedra angular del Estado, la atacada por la
aberración dominante.
Máximum de placer, mínimum de dolor: ahí está la divisa de la
actualidad. Pero el placer entendido en su concepto frívolo,
material, ajeno a las angustias de los sentimientos superiores y
a las torturas de la abnegación y el deber. Los hijos son
considerados obstáculo serio a su conquista porque la maternidad
marchita el cuerpo y crea obligaciones de hierro: porque ellos
sombrean el horizonte con ansiedades y quitan brillo a la vida de
salón.
¡Nadie quiere niños! Si acaso uno, cuando más, dos. Los
perjuicios de esta amputación sentimental son incalculables. Las
patrias viven de la transferencia hereditaria de grandes
idolatrías, entregadas, con fervor de culto, por cada
generación a la generación siguiente. Y bien, cuando los
hogares reniegan de la infancia, y faltan sus santas
curiosidades, (...) y se vive en eterna rebelión tiesa contra la
edad, persiguiendo con horror sus huellas obligadas, y se inmolan
los cariños exaltados de la sangre, en tan artificiales
circunstancias puede afirmarse que se falta a las leyes del
patriotismo, rompiendo el eslabonamiento natural y fecundo de las
generaciones.
En París, se reemplaza a los hijos, tan temidos, por la pasión
excesiva de los irracionales. Jamás podrá habituarse el
extranjero al espectáculo de esta extraordinaria sustitución
que evoca, vívida, aquella referencia de Plutarco: "Viendo
César en Roma, según parece, a ciertos forasteros ricos que se
complacían en tomar y llevar en brazos perritos y monitos
pequeños, les preguntó si las mujeres en su tierra no parían
niños; reprendiendo por este término, de una manera
verdaderamente imperatoria, a los que la inclinación natural que
hay en nosotros a la moralidad y la humanidad, debiéndose a
solos los hombres, la trasladan a las bestias".
En sus romances evangélicos Zola, cumpliendo con un luminoso
apostolado, ha puesto estigma de fuego a las madres y padres de
su raza que ofenden las leyes de la creación. Las páginas de
Fecondité son un monumental homenaje cívico".
Hasta aquí los comentarios del Dr. Herrera sobre la realidad
demográfica francesa a principios del siglo XX. ¡Que
impresionante paralelismo con la realidad de tantos países de
hoy, incluido el Uruguay! El alegato del Dr. Herrera, cargado de
sentido común, de argumentos científicos y de principismo
bioético, nos lleva a reflexionar sobre la urgente necesidad de
promocionar la familia, y con ella, los hogares generosos y
fecundos, "millonarios en los afectos", esforzados
servidores de la patria y celosos cumplidores de los deberes
naturales de todo ser humano.
En este sentido, debemos destacar que se necesitan políticas
para fomentar las familias numerosas, porque si nos quedamos sin
familia, nos quedamos sin gente, nos quedamos sin país. Las
cifras cantan: uno de los problemas más acuciantes de la
sociedad uruguaya, es la altísima relación de pobladores
pasivos/activos. El estancamiento o decrecimiento de la
población, determina incrementos en esta relación, con la
consiguiente recarga impositiva -a todas luces insoportable- para
los trabajadores activos. Por otra parte, nos quejamos a menudo
de que "el mercado interno es chico"; nosotros
preguntamos, ¿quién se preocupa de agrandarlo?
Según datos publicados en marzo de 2000 por la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en los
países ricos, las pensiones de los jubilados pronto pesarán
fuertemente sobre las economías. Para el año 2030 se calcula
que en los países miembros de la OCDE la proporción de personas
de 65 años ó más, con respecto a la fuerza laboral, será del
32,7%, comparado con el 20,6% actualmente. El estudio de la OCDE
confirma que la presión del envejecimiento será uno de los
grandes retos que los países industrializados deben afrontar en
las próximas décadas. Algo que implica grandes cambios en las
finanzas públicas, los sistemas de pensiones, el servicio
sanitario, donde habrá necesidad de reformas radicales . En
Uruguay, donde los indicadores demográficos son similares a los
de los países industrializados, las proyecciones son similares:
según datos tomados del Censo de Población del INE, en 1963 la
relación pasivo/activo era del 11,5%, en 1996 era del 20,06%
-casi igual a la relación actual de los países de la OCDE- y
las proyecciones para el 2029, de mantenerse las tendencias, son
aún mayores que las estimadas para los países de la OCDE:
34,9%.
Alguien podrá argumentar que las afirmaciones del Dr. Herrera
han perdido actualidad, porque -de acuerdo con las teorías
malthusianas-, el mundo está superpoblado. Después de todo
acaba de nacer -supuestamente- el habitante número 6.000.000. En
primer, lugar recordamos a quienes así piensan, que esas
teorías datan de 1798 sin que hasta ahora se hayan confirmado;
en segundo lugar citamos los pronósticos revelados en Estados
Unidos por la revista World Future Society , quien solicitó a
"Outlook 2000" la realización de los 10 pronósticos
más significativos para el próximo milenio. "De los diez
pronósticos más importantes aportados por genios científicos,
pensadores e investigadores norteamericanos, dos se refieren a
augurar el fin del mito de la superpoblación y, más bien el
descenso poblacional. En efecto, el pronóstico 7 augura que
"la población del planeta se estabilizará hacia el 2035,
mientras que la cantidad de animales domésticos aumentará de
manera espectacular"; el pronóstico 10 afirma que "en
el siglo XXI las tasas de nacimiento caerán y la esterilidad
masculina aumentará en Estados Unidos y Europa debido a la merma
de espermatozoides en el semen. Esta cantidad ya disminuyó en
50% desde los años 30, quizás por la presencia de productos
químicos en el medio ambiente que afectan la producción de
espermatozoides en el ser humano". Esta estabilización de
la población mundial, se dará aún teniendo en cuenta que
"la cantidad de personas con más de cien años de edad
pasará de 135.000 en la actualidad a 2,2 millones para el
2050".
No cabe duda que Herrera fue un visionario. Sus ideales, sus
argumentos racionales, científicos y al mismo tiempo respetuosos
de la dignidad humana, no han pasado de moda; por eso,
independientemente de su nacionalidad y de la realidad histórica
que le tocó vivir, los líderes políticos de hoy, deberían
hacerlos propios con particular orgullo y empeño. Nos
encontramos en un mundo "ajeno a las angustias de los
sentimientos superiores y a las torturas de la abnegación y el
deber", en el que sólo queda un camino: fomentar, promover
e impulsar a tiempo y a destiempo, en Uruguay y en toda
Hispanoamérica, políticas tan audaces como eficaces de
promoción y defensa de las familias fecundas; sin olvidar por
supuesto, las positivas repercusiones económicas del crecimiento
poblacional para la sociedad en su conjunto. He aquí un desafío
en el cual, ningún hombre de buena voluntad, puede dejar de ser
protagonista.
Álvaro Fernández Texeira-Nunes.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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