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Vigencia de la obligación cristiana de desmentir el liberalismo relativista.
El llamamiento de Juan Pablo II y de los obispos reunidos en el II Sínodo Europeo a luchar contra el liberalismo y por la verdadera libertad
Juan Pablo II, en un mensaje dirigido a
los participantes en la LXXIV Semana Social de Francia celebrada
en París del 25 al 28 de noviembre de 1999, recordaba a los
católicos <<el deber de mostrar que los valores
humanos y cristianos son el fundamento de la edificación social>>,
y de <<subrayar el peligro de las ideologías, desde el
comunismo hasta el liberalismo, que paralizan a las sociedades y
hacen que aumenten las diferencias entre las personas y los
pueblos>>.
Ambas ideologías, liberalismo y comunismo, pugnan desde hace
tiempo por excluir de la vida social al cristianismo.
Así lo explicaba el mismo Pontífice el 13 de abril de 1980 en
un discurso en la Plaza Vittorio de Turín:
<<Es un cuadro muy complejo el que en su conjunto se me
presenta hoy: se trata, en el fondo, de tres corrientes
características de toda la existencia, sea de la sociedad actual
sea de la Iglesia, que en la sociedad vive y actúa. Son
corrientes coexistentes a la vez unas con otras, pero al mismo
tiempo en tensión, con agudos contrastes entre sí.
>>Veo, ante todo, el estrato profundo y espléndido del
cristianismo, la corriente espiritual y cristiana, que ha tenido
también su apogeo "contemporáneo", siempre vivo y
presente. Pero en este conjunto han apàrecido las otras, bien
conocidas, corrientes de una potente elocuencia y eficacia
negativa. Por una parte, está toda la herencia racionalista,
iluminista, cientifista del llamado "liberalismo"
laicista en las naciones de Occidente, que ha traido consigo la
negación radical del cristianismo; por otra parte, está la
ideología y la práctica del "marxismo" ateo, que ha
llegado, puede decirse, a las extremas consecuencias de sus
postulados materialistas en las diversas denominaciones actuales>>.
Ahora bien, el Papa es consciente de que si bien el comunismo ha
sufrido un duro golpe tras el desmoronamiento del régimen
marxista soviético, la ideología liberal parece haber quedado
en una situación de predominio que no deja de ser igualmente
peligrosa para la fe en el mundo.
<<Tras el derrumbamiento del edificio ideológico del
marxismo-leninismo en los antiguos países comunistas, no se
detecta tan sólo una pérdida de la orientación, sino también
un apego ampliamente extendido al individualismo y al egoísmo
que caracterizaban y siguen caracterizando a Occidente.
Semejantes actitudes no pueden transmitir al hombre un sentido de
la vida y darle esperanza. Todo lo más, pueden satisfacerlo
temporalmente con lo que él interpreta como realización
individual. En un mundo en el que ya no existe nada
verdaderamente importante, en el que puede hacerse lo que se
quiera, existe el riesgo de que principios, verdades y valores
trabajosamente adquiridos en el curso de los siglos queden
frustrados por un liberalismo que no deja de extenderse cada vez
más>>. (Juan Pablo II, Discurso a los obispos
alemanes de las provincias eclesiásticas bávaras en visita
"ad limina" 4-12-92), n. 3: "O. R." 6-12-92,
pág. 7)
Este riesgo de aceptación social y consolidación del
liberalismo, en todos sus grados y en todas sus formas, ha sido
una -quizá la mayor- de las grandes preocupaciones del Santo
Padre y de los obispos durante el Sínodo de los Obispos Europeos
celebrado en Roma el año pasado.
En su Instrumentum laboris, el Sínodo señala que <<los
obstáculos y las dificultades que la nueva evangelización
encuentra en la Europa de hoy>> son, entre otros:
<<las muchas formas de indiferencia religiosa; una
especie de pluralismo indiferenciado y de tendencia escéptica o
agnóstica; el relativismo ético; el peso de un liberalismo
desenfrenado en Occidente y la creciente influencia de éste en
el Este de Europa; un extendido allanamiento en los intereses
materiales, con el consiguiente clima de materialismo práctico y
de hedonismo individualista>>, la difusión de
<<una mentalidad y unos comportamientos que privilegien
de forma exclusiva la satisfacción de los propios deseos
inmediatos y de los intereses económicos, con una falsa
absolutización de la libertad de la persona y con la renuncia a
enfrentarse con una verdad y con valores que lleguen más allá
del propio horizonte individual o de grupo>>. (Segunda
Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos.
Instrumentum laboris. 1999)
<<En este marco general, se advierte cada vez más el
riesgo de que la misma civilización europea quede expuesta al
peligro por la absolutización y la afirmación unilateral de
algunos valores y principios válidos en detrimento de otros. Por
ejemplo, cuando se absolutiza la libertad y se la desvincula de
la referencia a otros valores como el de la solidaridad, se corre
el peligro de acabar atomizando nuestro sistema de vida: una
libertad reivindicada como valor absoluto corre el peligro de
destruir esa misma sociedad que había contribuido a construir>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
<<Ahondando con mayor profundidad en la raíz de todo
ello, hallamos una noción malentendida de libertad, libertad que
se concibe y se vive como autodeterminación del individuo no
regulada por referencias a valores trascendentes y no opinables,
de la que nacen mentalidades y actitudes que muchos califican
como relativismo ético, subjetivismo individualista, hedonismo
nihilista. Se agudiza por tanto el problema del ejercicio de la
libertad, en la relación entre verdad, conciencia personal y
leyes civiles>>. (Segunda Asamblea Especial para
Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
Pues bien, esa divinización y absolutización de la libertad,
desvinculada de toda relación con las verdades absolutas, con
las normas morales objetivas inmutables y universales, y con los
valores trascendentes y no opinables, constituye la esencia del
liberalismo.
Así lo manifiesta, claramente, el Sínodo Europeo:
Existen <<dos concepciones contrapuestas de libertad
presentes en la Europa de hoy: una basada en la obediencia a Dios
considerada como "fuente de la verdadera libertad, que nunca
es arbitraria o sin alma, sino una libertad para la verdad y el
bien" y la otra que, "habiendo suprimido toda
subordinación de la criatura a Dios, o al orden trascendente de
la verdad y el bien, considera al hombre como el principio y el
fin de todas las cosas" y como el único arbitro
incuestionable y la única referencia de sus opciones>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
Esta segunda concepción de libertad, la liberal, es la que se ha
ido propagando e instalando desde hace siglos en las sociedades
europeas y en gran parte de nuestro planeta.
<<La concepción de libertad extendida en la Europa de
hoy es deudora de una visión neoliberal individualista y
utilitarista de la realidad, que, como tal, no sólo no favorece,
sino que obstaculiza la labor evangelizadora>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
Esta idolatría de la libertad, -el liberalismo- se manifiesta de
muy diversas maneras.
En lo político da lugar a unas democracias tiránicas y
totalitarias, basadas en el agnosticismo, en el relativismo
moral, en un pluralismo político ilimitado y en la radical
separación entre vida privada y vida pública.
<<Se ha ido afirmando un concepto de democracia que no
contempla la referencia a fundamentos de orden axiológico y por
tanto inmutables. La admisibilidad o no de un determinado
comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria>>.
(Juan Pablo II. Carta encíclica Fides et Ratio, 14 de septiembre
del año 1998)
Tales democracias surgen como consecuencia de <<un
concepto de libertad que tiende a ser casi absoluta, privada de
su relación esencial con la verdad; una distorsión del concepto
de tolerancia que conduce al relativismo moral y al agnosticismo
religioso; una sobrevaloración de la categoría de lo útil que
se antepone a lo bueno y una hipertrofia de lo placentero que se
sobrepone a aquello que produce auténtica y profunda alegría;
una democracia animada por este caldo vital revela cada día su
propia enfermedad>> (Segunda Asamblea Especial para
Europa del Sínodo de los Obispos. Relación del Círculo Menor
Hispanicus-Lusitanus. Mons. Juan María Uriarte Goiricelaya,
Arzobispo de Zamora)
En la raíz de las democracias liberales se halla <<aquella
concepción moderna del hombre que ha llegado a considerarlo como
el centro absoluto de la realidad haciéndolo ocupar así
falsamente el lugar de Dios y olvidando que no es el hombre el
que hace a Dios, sino que es Dios quien hace al hombre. El olvido
de Dios condujo al abandono del hombre. La pervivencia de este
humanismo inmanentista, que se encuentra en la base tanto del
liberalismo filosófico radical como del marxismo, coloca a los
europeos de hoy ante una situación tan problemática como
decisiva>>. <<El eclipse de Dios en la
conciencia moderna ha conducido a una comprensión desmesurada de
la subjetividad como fuente y fundamento de la verdad. En este
marco, la libertad, entendida como fuente última de toda verdad,
acaba por ser comprendida como dueña y soberana del mundo:
carente de otra ley que no sea su propio proyecto. ¿Cómo
admirarse luego no sólo de las violaciones particulares de los
derechos de las personas, sino también del estilo de las
concepciones y las prácticas del "Estado tirano",
desvinculado de cualquier valor y de cualquier norma que no sea
su propia "soberanía"? El nacionalsocialismo y el
comunismo han sido los exponentes más nefastos de este tipo de
configuración del Estado. Pero las mismas democracias no escapan
hoy a la amenaza, en Occidente y en Oriente, de poder ser
manipuladas y de convertirse, por este camino, en amparadoras o
encubridoras de actos y hábitos sociales que ponen en peligro
-cuando no los quebrantan directamente - los derechos inviolables
de la persona humana y de las instituciones originarias que la
amparan>>. <<Pensemos en los problemas de la
investigación con embriones humanos o de su destrucción
sistemática; del aborto y de la eutanasia; de la recta
concepción del matrimonio y de la familia; de las drogas o del
tráfico de armas. En algunos de estos asuntos existen normativas
de los Estados o de los organismos europeos en abierta
contradicción con la visión cristiana del hombre y del mundo.
Será necesario no cejar en el diálogo paciente y constructivo.
Pero el presupuesto de un tal diálogo no podrá ser, como
también algunos católicos parecen pensar, el pluralismo
relativista, es decir, la renuncia, incluso teórica, a todo
principio en aras de acuerdos meramente pragmáticos>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Relatio ante disceptationem del Relator General Mons.
Rouco Varela, Cardenal Arzobispo de Madrid)
<<De manera más radical, detrás y en el seno de los
distintos fenómenos que hemos recordado, entre los factores que
contribuyen a determinar y explicar los escenarios europeos
actuales, no resulta difícil localizar una creciente escisión
entre conciencia privada y valores públicos. Bueno será
subrayar, sin embargo, que dicha escisión constituye la
consecuencia lógica de actitudes precisas y opciones culturales
bien determinadas. Cuando la vida democrática se conjuga con la
neutralidad ante los valores, cualquier opción no se
considerará sino opción privada de quien la expresa,
prescindiendo del resultado social vinculado a la misma. Y si las
opciones de valores quedan confinadas en una dimensión
exclusivamente privada, la relevancia pública de tales valores
será nula. En esta situación, la divergencia entre valores
privados y vida social, con motivo de una peligrosa neutralidad
democrática, no puede sino acrecentarse, con el resultado de que
la sociedad es cada vez menos capaz de responder a los distintos
estímulos acerca del "sentido" de la existencia, que
de distintas partes le llegan>>. (Segunda Asamblea
Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum
laboris. 1999)
En lo económico, el liberalismo genera la expansión y la
globalización del capitalismo salvaje, con sus secuelas de
insolidaridad, paro, explotación, marginación social,
destrucción de los cuerpos intermedios...
<<Frecuentemente el valor de la solidaridad parece
estar en crisis en la Europa de hoy. En efecto, están a la vista
de todos y prácticamente por todo el continente actitudes y
conductas individuales y colectivas inspirados y alimentados a
menudo por sistemas de corte capitalista y consumista, que
significan cerrazón y egoísmo>>. (Segunda Asamblea
Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum
laboris. 1999)
<<En el ámbito social, por ejemplo, el fenómeno de la
mundialización, al estar con frecuencia regido sólo o
principalmente por lógicas de corte mercantilista a beneficio y
favor de los poderosos, puede ser portador de nuevas
desigualdades, injusticias, marginaciones; puede contribuir al
aumento del desempleo, constituir una amenaza para el
"Estado social", fomentar la tendencia a la desigualdad
tanto entre los distintos países como dentro de los mismos
países industrializados, plantear interrogantes incluso sobre la
noción de "desarrollo sostenible", inaugurar nuevas
formas de exclusión social, inestabilidad e inseguridad; puede
poner en tela de juicio la armonía de la relación entre
economía, sociedad y política, reducir el poder de las
autoridades nacionales en materia económica, introducir una
especie de "hipercompetencia" salvaje, y así
sucesivamente.
>>También la introducción de la moneda única europea
puede acarrear peligros, ya porque puede favorecer la hegemonia
de las finanzas y el predominio de los aspectos
económico-mercantilistas, ya porque puede elevar nuevos muros en
Europa, especialmente hacia el Este, para proteger las economías
más fuertes y defenderse de las inmigraciones. No cabe duda de
que está aún muy presente el peligro de una nueva división del
continente en dos bloques: por un lado los paises con moneda
fuerte, por otro los de moneda no convertible; aquí un sistema
económico relativamente estable, allí un sistema económico
precario, con todo lo que de éste puede derivarse en términos
de convivencia y seguridad>>. (Segunda Asamblea
Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum
laboris. 1999)
<<Si se considera, por último, la realidad del Estado
en relación con los instituciones intermedias y con la Iglesia
misma, hay que considerar que en los últimos decenios en muchas
naciones el poder del Estado ha crecido a veces de forma
desproporcionada, con la consiguiente disminución o supresión
de instituciones intermedias. Ello ha hecho a individuos y a
muchas pequeñas instituciones muy vulnerables ante las opciones
del Estado. Esta situación parece especialmente actual en los
países de la Europa oriental, donde decenios de comunismo han
destruido dichas instituciones y ha ido minando la vida civil y
social; más forzoso es reconocer que decenios de capitalismo han
producido resultados análogos en muchos países occidentales>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
En lo religioso, el liberalismo reclama una tolerancia que, por
un lado fomenta la indiscriminada libertad de cultos, el
subjetivismo espiritual, la "religión a la carta", el
indiferentismo, el sincretismo o el irenismo, pero, por otro
persigue a la Iglesia Católica por su pretensión de ser la
única vía para la salvación.
<<En ámbito más específicamente religioso y
eclesial, sigue siendo valida la situación que quedó descrita
en el anterior Sínodo para Europa. Efectivamente, hoy como
entonces "persiste la búsqueda de la experiencia religiosa,
si bien en una multiplicidad de formas no siempre coherentes
entre si y que con frecuencia conducen lejos de la auténtica fe
cristiana. Sobre todos los jóvenes buscan la propia felicidad en
muchos símbolos, imágenes y también en cosas vanas, y de esta
forma se sienten fácilmente inclinados hacia nuevos modos de
religiosidad y sectas de diverso origen". (Sínodo de
los Obispos, Declaración final de la l Asamblea especial para
Europa, n. 3: ECCLESIA, núm. 2.559 (1991/11), pág. 1921)
>>Hay quien a este propósito sitúa entre los
elementos de mayor ambigüedad el mismo despertar de la demanda
religiosa, ya que se acompaña de fenómenos de fuga hacia el
espiritualismo y más concretamente de un sincretismo religioso y
esotérico que desemboca en una multiplicación de sectas y
grupos cuyo único denominador común es una referencia
indiscriminada a lo sagrado. Estas nuevas propuestas sacan
energía no tanto de una novedad de vida sustancial, sino de la
homologación respecto a un sistema de vida autorreferenciado,
que disimula el individualismo exacerbado mediante la búsqueda
de grupos protectores y gratificantes.
>>Además, es grande el peligro de una progresiva y
radical descristianización y paganización del continente: en
algunos países resulta ya harto elevado el número de los no
bautizados; a menudo ya no se conocen ni siquiera los elementos
básicos del cristianismo; se dan situaciones en las que se
asiste a un verdadero derrumbe de la catequesis y de la
formación cristiana. Todo ello acarrea, por otra parte; una
profunda crisis de la identidad cultural europea, cuyas
dimensiones sufragan la hipótesis, formulada por algunos, de una
especie de "apostasía de Europa".
>>En este clima cultural crecen y se extienden
fenómenos de ateísmo, agnosticismo e indiferencia religiosa.
Incluso una opción religiosa amenaza con transformarse cada vez
más en opción de tipo privado: se extiende un planteamiento
consumista de la experiencia religiosa; la opción
ético-religiosa ya no constituye el horizonte básico de
referencia para todas las demás opciones, sino que se presenta
como "una" de tantas opciones que contribuyen a definir
la identidad privada del individuo.
>>Tampoco hay que olvidar que en casi todas las
sociedades occidentales el clima generalizado de tolerancia
plantea un gran reto a la Iglesia. En efecto, en una sociedad en
la que la tolerancia se considera valor esencial, dominante e
irrenunciable, no falta quien piense que cualquier forma de
monoteísmo -y por consiguiente también el monoteísmo
cristiano- sea la causa más profunda de toda intolerancia, por
lo que, si se quiere salvaguardar la necesaria tolerancia,
habría que regresar a una especie de convivencia indistinta de
creencias religiosas e incluso de posibles divinidades. Existe
por tanto quien se pregunta como puede la Iglesia seguir
realizando su misión evangelizadora sin ser portadora de
intolerancia y, más precisamente, cómo puede y debe anunciarse
el Evangelio reconociendo y aceptando a quienes profesan una fe
distinta y evitando, al mismo tiempo, que la
"tolerancia" se transforme en "indiferencia"
o en "relativismo">>. (Segunda Asamblea
Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum
laboris. 1999)
En su afán corruptor, el liberalismo ha querido invadir,
incluso, el interior mismo de la Iglesia Católica:
<<Tampoco está ausente la tendencia a ponerlo todo en
discusión, incluso dentro de la Iglesia, como si en ella y en
las mismas cuestiones éticas y doctrinales debiera valer el
principio democrático de la mayoría>>. (Segunda
Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos.
Instrumentum laboris. 1999)
El liberalismo es obra del mismo Lucifer. Nos lo advirtió aquél
gran Pontífice que fuera León XIII:
<<Hay ya muchos imitadores de Lucifer, cuyo es aquel
nefando grito: no serviré, que con nombre de libertad defienden
una licencia absurda. Tales son los partidarios de ese sistema
tan extendido y poderoso que tomando nombre de la libertad,
quieren ser llamados Liberales>> (León XIII. Carta
encíclica Libertas, sobre la libertad humana, 20 de junio de
1888)
Pero lo ha vuelto a insinuar más recientemente el Cardenal Jorge
Arturo Medina Estévez, Prefecto de la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos:
<<Quisiera subrayar que el influjo nefasto del demonio
y de sus secuaces es habitualmente ejercitado a través del
engaño, el embuste, la mentira y la confusión. Como Jesús es
la Verdad (cf. Jn. 8,44), así el diablo es el mentiroso por
excelencia. Desde siempre, desde el principio, el engaño ha sido
su estrategia preferida. No hay duda que de el diablo logre
enredar a tantas personas en las redes de sus mentiras, pequeñas
o clamorosas. Engaña a los hombres haciéndoles creer que la
felicidad se encuentra en el dinero, el poder, y en la
concupiscencia carnal. Engaña a los hombres persuadiéndolos de
que no tienen necesidad de Dios y que son autosuficientes, sin
necesidad de la gracia y de la salvación. Incluso engaña a los
hombres disminuyendo, es más haciendo desaparecer el sentido del
pecado, sustituyendo a la ley de Dios como criterio de moralidad,
por las costumbres o las convenciones de la mayoría. Persuade a
los niños de que la mentira es un modo apropiado para resolver
diversos problemas, y así, poco a poco se crea entre los hombres
una atmósfera de desconfianza y de sospecha. Detrás de las
mentiras y los engaños, que llevan en sí la imagen del Gran
Mentiroso, se desarrollan las incertidumbres, las dudas, un mundo
donde no hay más seguridad ni Verdad y donde, en cambio, reina
el relativismo y la convicción que la libertad consiste en el
hacer lo que se quiere: así no se entiende más que la verdadera
libertad es la identificación con la voluntad de Dios, fuente
del bien y de la única felicidad posible>>.
(Presentación del Rito del Exorcismo del Ritual Romano, 26 de
enero de 1999)
¿No vemos claramente retratados en estas palabras del Cardenal
Medina la raíz y los frutos del liberalismo?
Por todo esto, no es de extrañar que la Iglesia haya condenado
siempre el liberalismo.
No es de extrañar que Juan Pablo II haya canonizado en 1992 a
Ezequiel Moreno, obispo de Pasto, que en su Testamento de 6 de
octubre de 1905 dejó escrito:
<<Confieso, una vez más, que el liberalismo es pecado,
enemigo fatal de la Iglesia y del reinado de Jesucristo y ruina
de los pueblos y naciones; y, queriendo enseñar esto, aun
después de muerto, deseo que en el salón donde se exponga mi
cadaver, y aun en el templo durante las exequias, se ponga a la
vista de todos un cartel grande que diga: EL LIBERALISMO ES
PECADO. Yo he gritado contra ese mal, y aun he sufrido por
gritar. No me arrepiento de haber gritado. Si en este punto tengo
que arrepentirme será de no haber gritado más>> (D.
Francisco Suárez. Reflexiones y sugerencias sobre la Iglesia en
el mundo. Valencia, febrero de 2000)
Este santo obispo había dirigido a su clero de Pasto unas
Instrucciones "sobre la conducta que ha de observar con los
liberales en el púlpito y en algunas cuestiones de
confesionario". En ellas se puede leer:
<<Ese escándalo, de los buenos católicos al ver que
los liberales se confesaban y al mismo tiempo se jactaban de
seguir siendo liberales, y de que tal y cual sacerdote los
absolvía, fue aquí en Pasto tan grande y tan general el clamor
de que se les exigiera algo, que me vi precisado a reunir lo más
escogido del clero secular y regular para convenir en que habia
de hacerse. A dos cosas había de atender; al justo clamor de los
buenos católicos y al buen nombre de los sacerdotes, llevados y
traídos por los liberales, que decían los absolvían sin
exigirles el que dejaran de ser liberales. e discutió el asunto,
emitiendo cada uno su parecer con santa libertad, y se resolvió
por unanimidad exigir a los penitentes liberales un papelito en
el que hicieran constar que condenaban el liberalismo tal como lo
condena la Iglesia>>. (D. Francisco Suárez.
Reflexiones y sugerencias sobre la Iglesia en el mundo. Valencia,
febrero de 2000)
Ya hemos visto lo que enseña Juan Pablo II al respecto del
liberalismo.
Su predecesor, Pablo VI, en su Carta Apostólica Octogesima
adveniens, de 14 de mayo de 1971, fue, si cabe, más contundente:
<<La doble aspiración hacia la igualdad y la
participación trata de promover un tipo de sociedad
democrática. Diversos modelos han sido propuestos; algunos de
ellos han sido ya experimentados; ninguno satisface
completamente, y la búsqueda queda abierta entre las tendencias
ideológicas y pragmáticas>>. (n. 24)
<<El cristiano que quiere vivir su fe en una acción
política concebida como servicio, no puede adherirse, sin
contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen,
radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción
del hombre. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología
marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y
a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de
la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al
hombre y a su historia personal y colectiva. Tampoco apoya el
cristiano la ideología liberal, que cree exaltar la libertad
sustrayéndola a toda limitación, estimulándola con la
búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las
solidaridades sociales como consecuencias más o menos
automáticas de iniciativas individuales y no ya como fin y
motivo primario del valor de la organización social>>.
(n. 26)
<<Por otra parte, se asiste a una renovación de la
ideología liberal. Esta corriente se apoya en el argumento de la
eficiencia económica, en la voluntad de defender al individuo
contra el dominio cada vez más invasor de las organizaciones, y
también frente a las tendencias totalitarias de los poderes
políticos. Ciertamente hay que mantener y desarrollar la
iniciativa personal. Pero los cristianos que se comprometen en
esta línea, ¿no tienden a su vez a idealizar el liberalismo,
que se convierte así en una proclamación de la libertad? Ellos
querrían un modelo nuevo, más adaptado a las condiciones
actuales, olvidando fácilmente que en su raíz misma el
liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la
autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el
ejercicio de su libertad. Por todo ello, la ideología liberal
requiere también, por parte de los cristianos, un atento
discernimiento>>. (n. 35)
Frente a esta deformación y adulteración de la libertad llevada
a cabo por el liberalismo, la Iglesia propone la recuperación
del verdadero sentido de la libertad, que no puede ser separada
de la Verdad que es Cristo.
<<La libertad se basa en la dignidad constitutiva de la
persona, expresión a su vez del hecho de que todo hombre es hijo
de Dios; el ejercicio de la libertad implica la responsabilidad
del hombre; implica además las cuestiones de la verdad -que
constituye su fundamento último- y del bien común, objetivo del
ejercicio social de la libertad>>. (Segunda Asamblea
Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum
laboris. 1999)
En esa <<concepción de la persona y de su libertad>>,
subyace una <<cuestión ética>>, pero esa
cuestión ética, <<arraiga en la "cuestión
religiosa">>. (Segunda Asamblea Especial para
Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
<<De todo ello se deriva, en última instancia, el
carácter central y decisivo de la "cuestión de la fe"
en Jesús. Se trata por otra parte de la indicación dada por
Juan Pablo II durante su primer viaje a Eslovenia. Tras subrayar
que en nuestro continente "por una parte emerge el vacío,
dejado por las ideologías y, por otra, se abre camino un
despertar significativo de la memoria de las propias raíces y de
las riquezas de antaño", añadía: "Esta es la hora de
la verdad para Europa. Los muros han caído, los telones de acero
ya no existen, pero el desafío sobre el sentido de la vida y el
valor de la libertad permanece más fuerte que nunca en lo intimo
de las inteligencias y de las conciencias. ¿Y cómo no ver que
el interrogante sobre Dios está en el centro de este problema? O
el hombre se considera creado por Dios, del que recibe la
libertad que le abre inmensas posibilidades pero le pone también
precisos deberes, o bien se autopromueve absolutamente, dotado de
una libertad que, si está privada de leyes, se abandona a toda
clase de impulsos, encerrándose en el hedonismo y en el
narcisismo". Y terminaba: "El clima actual de angustia
y de desconfianza en lo referente al sentido de la vida y el
desconcierto manifiesto de la cultura europea nos urgen a mirar
de forma nueva las relaciones entre cristianismo y cultura, entre
fe y razón. Un diálogo renovado entre cultura y cristianismo
será útil para ambos, y el que sacará ventaja será sobre todo
el hombre, deseoso de una existencia verdadera y más plena">>.
(Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la
ciencia y de la cultura esloveno Maribor, 19-5-96), n. 3:
ECCLESIA, núm. 2.792 (1996/1), págs. 869-870) (Segunda Asamblea
Especial para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum
laboris. 1999)
<<De ello se deriva que nuevo ha de ser también el
compromiso de evangelizar, pues nuevas son las cerrazones y
resistencias a la fuerza y a la verdad del Evangelio. En
concreto, el hombre moderno tiende a depositar su confianza en la
ciencia y en la razón, haciendo de ellas los únicos elementos
de los que procede inferir sentido y criterios para la vida
humana. Sobre esta base se atribuye a la libertad un valor
absoluto e indiscriminado. La fe se percibe como limite puesto al
poder científico y tecnológico, y como vinculo inaceptable para
la libertad. Evitando toda fuga hacia el espiritualismo, se trata
pues de mostrar, con la palabra y el testimonio, la razonabilidad
de la fe, y al mismo tiempo dar a entender que, sin la luz de la
fe, la razón y la libertad no sólo no alcanzan los objetivos
esperados, sino que se transforman en peligro para el hombre y
para la sociedad.
>>Los trágicos acontecimientos del presente siglo han
de constituir una admonición permanente ante las
absolutizaciones recurrentes de los derechos individuales o
étnicos. El anuncio y el testimonio del Evangelio constituyen el
mayor recurso para proporcionar a Europa ese alma, indispensable
y harto invocada, capaz de hacer de la economía un servicio al
bien común, de la política el lugar de decisiones responsables
y de amplias miras, de la vida social el espacio para la
promoción de los sujetos intermedios, desde la familia a las
asociaciones, que constituyen el vivo tejido de la nueva
comunidad europea>>. (Segunda Asamblea Especial para
Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
<<Concluyendo, parece posible aplicar en cierto sentido
a todo nuestro continente lo que Juan Pablo II decía a Italia:
Europa, "que tiene una insigne y, en cierto sentido, una
herencia de fe única, se encuentra afectada desde hace mucho
tiempo, y hoy con fuerza especial, por corrientes culturales que
ponen en peligro el fundamento mismo de esta herencia cristiana:
la fe en la Encarnación y en la Redención, la especificidad del
cristianismo, la certeza de que Dios a través de su Hijo
Jesucristo ha venido por amor en busca del hombre (cf. Tertio
millennio adveniente, no. 6-7). En lugar de dichas certezas ha
penetrado en muchos un sentimiento religioso vago y poco
comprometido por la vida: o también diversas formas de
agnosticismo y de ateísmo práctico, todas las cuales desembocan
en una vida personal y social vivida "etsi Deus non
daretur" como si Dios no existiera">>. (Juan
Pablo II, Discurso con motivo del III Congreso de la Iglesia en
Italia Palermo, 23-11-95), n. 2: ECCLESIA, núm. 2.766 (1995/11),
pág. 1866) (Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de
los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
<<Alimentar estas convicciones para dar nueva esperanza
a Europa resulta particularmente urgente hoy, en los umbrales del
tercer milenio. Y ello porque "la Puerta Santa del año 2000
se abrirá sobre una sociedad que necesita ser iluminada por la
luz de Cristo. La "vieja Europa" ha recibido el don del
Evangelio, pero invoca ahora un nuevo anuncio cristiano que ayude
a personas y naciones a conjugar libertad con verdad y que
asegure unos cimientos espirituales y éticos a la unificación
económica y política del continente">>. (Juan
Pablo II, "Ángelus" del 14-2-99, n. 1: "O. R.
15/16-2-99, pág. 7) (Segunda Asamblea Especial para Europa del
Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
<<Para ello la Iglesia no tiene más fuerza y mas
camino que los del Evangelio. De aquí, una vez más, la urgencia
y la importancia de acometer esa "nueva
evangelización" de la que incansablemente y con especial
referencia a Europa habla Juan Pablo II. Dicha nueva
evangelización no arranca de cero, y sin embargo debe
considerarse como tarea primaria, debe ocuparse nuevamente del
fundamento, es decir de Jesucristo y del Dios de Jesucristo, y de
forma correlativa con la dimensión trascendente de la persona,
con la convicción de que la centralidad ética de ésta no puede
sostenerse de forma continuada si queda privada de su sustrato
ontológico. No es suficiente por tanto proponer aquellos valores
que pueden calificarse al mismo tiempo como evangélicos y
humanistas, como la justicia, la paz, la libertad, y ello no
porque estos no resulten esenciales, sino porque lo que está en
juego es algo más originario y fundamental>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
Por ello, <<tampoco resulta suficiente un compromiso
común entre cristianos y miembros de las demás religiones
acerca de la justicia, la paz, la libertad, la salvaguardia de la
creación. Resulta en cambio urgente y necesaria una
confrontación que estimule providencialmente la recuperación y
la profundización de valores fundamentales de la tradición
cristiana. Y ello porque "el respeto de la libertad y la
justa conciencia de los valores que se encuentran en las demás
tradiciones religiosas no deben inducir al relativismo, ni
debilitar la conciencia de la necesidad y de la urgencia de
anunciar a Cristo" y porque un diálogo prudente y sincero,
lejos de debilitar su fe, debe hacerla más sólida y profunda>>.
(Segunda Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los
Obispos. Instrumentum laboris. 1999)
<<La nueva evangelización esta ciertamente centrada en
el anuncio de la persona de Jesús. Todo ello ha ido creciendo de
forma especial en la predicación y en la catequesis. Se trata,
por otra parte, de una exigencia que se deriva del actual
contexto sociocultural, en el que la figura de Jesús ejerce una
fuerza de atracción significativa para nuestros contemporáneos,
y especialmente para los jóvenes, y la relación personal con
él se advierte como algo muy importante y significativo. Pero
también es necesario velar porque ese mismo Señor Jesús no sea
presentado sólo como modelo ético o como hombre ejemplar, sino
también y en primer lugar como el Hijo de Dios vivo y el único
y necesario Salvador>>. (Segunda Asamblea Especial
para Europa del Sínodo de los Obispos. Instrumentum laboris.
1999)
José Mª Permuy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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