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En el centenario de Antoine Saint-Exupery (1900-1944) La voz de la lírica narrativa.
"Mientras
el principito proseguía su viaje,
se iba diciendo para sí: "Este sería despreciado
por todos los otros, por el rey, por el vanidoso,
por el bebedor, por el hombre de negocios.
Y, sin embargo, es el único que no me parece ridículo,
quizás porque se ocupa de otra cosa y no de sí mismo.
Lanzó un suspiro de pena y continuó diciéndose:
"Este es el único que podría ser mi amigo.
Pero su planeta es verdaderamente demasiado
pequeño. No hay lugar para dos..."
Antoine
Saint-Exupéry. El principito.
Hubo una vez un hombre que quería llegar
hasta las estrellas; se llamaba Antoine, nació en Francia y,
claro, como quería llegar hasta las estrellas, obtuvo el título
de piloto. Pero la única manera de llegar a las estrellas y de
poseerlas es desearlo mucho. Antoine lo sabía: él era un
soñador, y los soñadores conocen la verdad de los niños, la
primera y más "real" de todas las verdades. Y como
sabía que desear es tener y que tener es crear, Antoine, además
de su avión, contaba con una caja de lápices de colores, una
pluma y un corazón grande como las estrellas.
Cuando regresaba de sus viajes, cuando después de haberse
elevado en el cielo; seguían siendo las estrellas distantes
sueños de luz, él llenaba hojas y hojas de papel con palabras y
así escribió Vuelo nocturno y El principito. Y al fin llegó a
las estrellas.
Este escritor francés apasionado por la aviación y con una
fuerte atracción hacia la aventura no cesó, en toda su carrera
literaria de hablar de héroes, de sacrificio, de las virtudes de
la camaradería, del entusiasmo idealista, del trabajo como lugar
en que se revela el coraje de cada cual, de esa soledad
excepcional del piloto, privilegiado héroe solitario capaz de
emborracharse de la belleza del mundo.
Antoine Saint-Exupéry nace en Lyon el 29 de junio de 1900.
Estudia en varios colegios de Francia y Suiza. Empieza
Arquitectura y en 1921 ingresa en las fuerzas aéreas francesas y
posteriormente pasa a la aviación civil. Desempeñó varias y
arriesgadas misiones de correo aéreo entre la metrópoli y las
colonias africanas y luego hasta Sudamérica. Ejerce de
corresponsal de prensa en Rusia y en España. Tiene varios
accidentes aéreos, y en los periodos de convalecencia se dedica
a escribir novelas. Durante la segunda guerra mundial y después
de la derrota de Francia, consiguió llegar a EE.UU. y en 1940 se
enroló en las fuerzas de liberación, dirigidas por el general
De Gaulle. Antoine Saint-Exupéry desapareció con su avión sin
dejar rastro el 31 de julio de 1944. Era un hombre joven y su
temprana muerte desató una leyenda que no ha cesado de crecer.
Las obras de Saint-Exupéry, basadas en sus experiencias como
piloto, constituyen una exposición de su filosofía sobre las
virtudes humanas y el heroísmo. En 1926 aparecería su novela
breve El aviador, a la que seguirían Correo del sur (1928),
Vuelo nocturno (1931), con prefacio de André Gide; Tierra de
hombres (1939) y Piloto de guerra (1942). En 1943 publicó la
fábula infantil El principito, ilustrada por él mismo, y con la
que se dio a conocer mundialmente, y en 1944 Carta a un rehén.
Póstumamente vieron la luz un libro de reflexiones, Ciudadela
(1948), una de las más hermosas utopías del siglo XX, o más
bien la expresión de su anhelo de perfección y trascendencia;
sus apuntes con el título Carnets (1961) y la recopilación de
artículos Un sentido a la vida (1956).
De todas sus obras, el público ha preferido siempre dos: Vuelo
nocturno y El principito. La primera condensa de alguna manera
las preocupaciones del autor, Riviére, su personaje principal,
es un exponente del jefe-problemático, del hombre que antepone
el deber a cualquier otra consideración.
En cuanto a El principito, traducido a todas las lenguas, hace
mucho tiempo que se ha convertido en uno de los grandes clásicos
de la literatura infantil. Incluso de la adulta: según una
reciente encuesta, muchos franceses lo consideran el mejor libro
del siglo XX. Y la verdad es que, visto con perspectiva, es el
libro en que la filosofía del autor está expuesta con menos
retórica literaria y más eficacia narrativa. Al releer este
libro se nos viene a la memoria el verso de Unamuno: "Vuelvo
a ti, mi niñez..." En El principito, Saint-Exupéry con una
sencilla simbología de gran calidad poética, marca las pautas
de la liberación del hombre de sus propios males y errores, e
invita a la sencillez, a la pureza, a la verdad, encarnadas por
el ingenuo candor del niño protagonista. Heidegger dijo en una
ocasión que se trataba de unos de los libros más
existencialistas del siglo. Y como nos dijo la voz lírica de la
narrativa: "Si un niño llega hasta ustedes, si este niño
ríe y tiene cabellos de oro y si no responde cuando se le
interroga, adivinarán en seguida quién es. ¡Sean amables
entonces! No me dejen tan triste: comuníquenme pronto que él ha
regresado..."
Francisco Arias Solis e-mail: aarias@arrakis.es.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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