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Reto moral en EEUU.
¿Son coherentes los republicanos en aplicar los valores, o piensan que solo son dignos de ellos los ciudadanos estadounidenses, y no cuentan los de otros países?
Las próximas elecciones presidenciales
de Estados Unidos presentan una incógnita para el supuesto de
que la victoria la alcance el partido republicano. Esta
incógnita versa sobre un tema clave que está gravitando sobre
muchas conciencias y que se ha convertido en objeto de la
atención política: el aborto.
Naturalmente, esta cuestión es parte de otro problema más
amplio, aunque es la parte más importante y la que más
controversia suscita. La progresiva descristianización de la
sociedad, fomentada por grupos de presión, ha ido alimentando
una reacción por parte del americano medio, cada vez más
indignado al comprobar cómo grupos minoritarios han ido
conformando el paisaje moral y hasta físico de su nación, de la
que han desaparecido las señas de identidad de su condición
mayoritariamente cristiana. La supresión de las cruces, de los
rezos en la escuelas, de las manifestaciones cristianas de la
Navidad, Pascua, etc., así como la legalización del
homosexualismo y la pornografía, junto con la promiscuidad
sexual, son fenómenos surgidos durante las últimas décadas
contra los que se revuelve últimamente la conciencia cristiana
herida. Pero el hecho más grave de esta situación, su
consecuencia más cruda y sangrante, y que, por tanto, se erige
en símbolo de la misma, es la legalización del aborto con su
secuela de treinta millones de muertes desde 1973 y su fúnebre
cadencia actual de millón y medio al año.
Los grupos religiosos que han catalizado el sentimiento de
oposición de este americano medio, han entrado en política a
favor del partido republicano que es el que tradicionalmente ha
defendido con más intensidad los códigos cristianos. Y esta
entrada en política ha producido necesariamente una simbiosis
entre el partido republicano y dichos grupos religiosos. Al
partido le interesa el voto religioso, y a los grupos religiosos
les interesa el triunfo del partido republicano. Por lo tanto, se
ayudan entre sí. Debido a ello, hay muchos que se empiezan a
preguntar qué es lo que prevalece: si la religión o la
política. Dicho de otra forma: si la religión se está
sirviendo de la política, o, por el contrario, es la política
quien se sirve de la religión. Se ha levantado cierta polémica
al respecto.
Existen corrientes, tanto entre los protestantes (Antipas
Ministries, etc) como entre los católicos (sectores de
"Comunión y Liberación" y otros) que consideran que
el verdadero cristianismo es incompatible con la política; que
la política es algo corrompido y ha de corromper necesariamente
al cristiano que se dedique a ella o se sirva de ella, aunque sea
para fines cristianos. Se basan, sobre todo, en las palabras de
Jesucristo: "Mi reino no es de este mundo". La
experiencia les da la razón en no pocos casos.
Hay otros movimientos cristianos, entre los que destaca Christian
Coalition, que, por contra, preconizan la actividad política de
los cristianos como medio de cambiar la legislación y
transformar la sociedad según pautas cristianas. No dejan de
tener razones de peso, pues de conseguirse, verbigracia, la
ilegalización del aborto, se habría realizado algo bueno
"per se", ante lo cual palidecerían las objeciones
morales sobre la contaminación de la política.
Hay otra cuestión a tener en cuenta, que es la política
exterior de los Estados Unidos. Hay una característica en todo
documento oficial que se refiera a esta política. Una y otra vez
se mencionan los "intereses nacionales" de los Estados
Unidos. Toda la orientación de la acción exterior está
supeditada exclusivamente a dichos intereses nacionales. Se dirá
que es natural que así sea, y que en toda nación ocurre lo
mismo. Pero lo cierto es que la enorme potencia de los Estados
Unidos sugiere la oportunidad de una visión más amplia del
mundo que únicamente la relacionada con los intereses
nacionales. Es decir, se echa en falta algún grado de idealismo
global. Porque el presunto ideal de la democracia está demasiado
estrechamente ligado con la libertad del capitalismo y, por
tanto, con los intereses nacionales de los Estados Unidos, que se
ven reforzados enormemente con la extensión en el mundo de la
democracia liberal capitalista. Si se tiene en cuenta, pues, el
poderío de los Estados Unidos, resulta un tanto egoísta, por no
decir mezquino, ese ritornelo de los intereses nacionales. Uno
piensa que debería haber algo más. Y lo peor no es esto. Lo
peor llega cuando los intereses nacionales preconizan una acción
netamente inmoral o criminal.
Lo dicho queda ilustrado crudamente con el llamado Informe
Kissinger, de fecha 10 de Diciembre de 1974, que fué entregado
por el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos al
presidente Gerald Ford. En este informe se afirma que el
crecimiento de la población mundial es una amenaza para los
intereses nacionales de los Estados Unidos, y que es preciso
controlarla por todos los medios: anticonceptivos,
esterilización en masa, creación de una nueva mentalidad contra
la familia numerosa, inversión fuerte de millones de dólares en
todo el mundo. Y se afirma taxativamente: "Ningún país ha
reducido el crecimiento de su población sin recurrir al
aborto"
Claro está que este plan debía disfrazarse con motivos
altruístas, y así se sugiere en el Informe: "Los Estados
Unidos de Norteamérica pueden ayudar a disminuir las acusaciones
de motivación imperialista por su apoyo a los programas
poblacionales, declarando reiteradamente que tal apoyo viene de
la preocupación que los Estados Unidos por: a) el derecho de
cada matrimonio de escoger con libertad y responsabilidad el
número y el espaciamiento de sus hijos y el derecho de ellos de
tener información, educación y medios para realizar eso; y b)
el desarrollo social y económico fundamental de los países
pobres en los cuales el rápido crecimiento poblacional es una de
las causas y consecuencias de la pobreza generalizada".
Este plan disfrazado ha sido llevado a efecto, como todos
sabemos, a través de organizaciones (todas divulgadoras del
aborto) como la Planned Parenthood y organismos dependientes de
la ONU (como el Fondo de Población de las Naciones Unidas),
cuantiosamente financiados por los Rockefeller, Rotschild, Gates,
etc., pues los intereses nacionales de Estados Unidos están
ligados estrechamente con los intereses capitalistas de Estados
Unidos, si es que no se trata de los mismos intereses, tal como
lo puede apreciar un expectador ecuánime.
Llegados a este punto, es inevitable que se suscite la sospecha
de una posible mediatización por el gran capital (y por el
gobierno federal) de esos movimientos político-religiosos; sobre
todo cuando surgen testimonios que señalan por ejemplo al
administrador general de la Derecha Cristiana, Richard Mellon
Scaife, como financiador desde hace mucho tiempo de
organizaciones abortistas, por no hablar de sus lazos con el
grupo Rockefeller a través del Gulf Oil./Mellon Bank. O bien la
inclinación de los Hunt Brothers hacia la First Baptist Church
en Dallas; o la veneración de los Rockefeller por Cam Townsend,
fundador de la Wycliffe Bible Translators; o la alianza hecha por
Tim LaHaye, James Kennedy y otros líderes religiosos con el
Consejo de Política Nacional y otros organismos, etc....
Teniendo en cuenta estos y otros muchos datos, no es irrazonable
sospechar que, en el supuesto de que ganaran las elecciones los
republicanos, el antiabortismo, a cuya sombra consiguieran, en
parte, la victoria, pudiese quedar notablemente matizado, cuando
no neutralizado. Podría ocurrir que las grandes expectativas
levantadas se vieran frustradas ante la realidad de que
únicamente quedase prohibido el "partial birth
abortion" (la más espectacular forma de aborto), quedando
permitidos los restantes tipos de aborto. O bien, en el supuesto
de que el aborto volviera a la situación legal anterior a 1973,
es decir, fuera prohibido en todas sus variaciones y supuestos,
ésto no influyese en la política exterior abortista de Estados
Unidos. Es decir, podría prohibirse el aborto en casa, pero
promoverse en el exterior, puesto que así lo demandan los
intereses nacionales.
Y el temor a que esto así ocurra aumenta cuando nos llega la
noticia de que en el grupo escogido de asesores de George Bush
Jr. está ¡Henry Kissinger! Es decir, el autor del Informe
Kissinger, favorable al aborto para reducir la población de
determinados países en función de los intereses de Estados
Unidos ¡aupado por el voto religioso antiabortista!
Los defensores de la no intervención de los cristianos en
política, siempre tendrán parte de razón, puesto que la
corrupción que fluye del poder político y del dinero, dada la
naturaleza del ser humano, ha de contaminar necesariamente.
Sólo una aplicación drástica de las convicciones
antiabortistas cristianas en la legislación interna y en la
política internacional darán validez a la postura de quienes
defienden la entrada en política de los cristianos.
Pero si la realidad post-electoral se decanta por reducir las
exigencias morales en favor de unos presuntos intereses
nacionales, se habrá producido un fraude de gran envergadura que
frustrará las esperanzas de muchos millones de personas en
Estados Unidos y otros países. Se mostrará crudamente el
predominio del capitalismo y los intereses nacionales de Estados
Unidos sobre la religión y la moral. Resultará que a los
enemigos de la intervención de los cristianos en política
habrá que adjudicarles no sólo esa parte de razón de que
hablo, sino la razón a secas. Los hechos habrán venido a
confirmar sus presupuestos.
Hace aproximadamente un años escribí un artículo, "La
cólera del americano medio" (Revista Arbil nº 23), en el
que exponía los antecedentes históricos de la situación
actual, así como expresaba una opinón positiva sobre los
movimientos político-religiosos, a pesar de todos los
inconvenientes, y dado que su surgimiento se debía a motivos
serios y sus objetivos conducían a la regeneración social,
primero en Estados Unidos y más tarde, quizás, a todo
Occidente. Pero esta era la descripción de una de las caras de
la moneda. En el presente escrito me he referido a la otra cara.
El tiempo dirá cuál de las dos caras prevalecerá sobre la
otra.
Ignacio San Miguel.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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