Portada revista 37

Editorial Indice de Revistas El idioma de Puerto Rico

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

¿Carácter español?

Un carácter contradictorio y amable pero inconstante.

Cada hombre tiene su carácter, el andamiaje sobre el que reposa su personalidad; su forma de ponerse ante la realidad y de actuar sobre ella. Pero también cada hombre dispone de su carácter colectivo, el aprendido, el que se le ha dado con la socialización, con la integración forzosa en el marco cultural en que ha nacido. Ese carácter común a todos, que es vehículo de comunicación y de comprensión usado entre todos los españoles, configura una personalidad colectiva aprendida, de la que participamos todos y que, por desgracia, permanece desconocida, ignorada u olvidada para la mayoría. Nótese que no hablamos del «alma del pueblo», ideal de los nacionalismos y separatismos, sino de códigos y costumbres aprendidas con la socialización.

En este aspecto, en la medida en que un español desconoce su forma colectiva de actuar y de reaccionar, estamos alienados los españoles: esta es una de las causas de los dos siglos de tumbos políticos, de Estados Experimentales y de fracasos. Nuestros gobernantes nos han tratado como a franceses, como a norteamericanos, como a rusos o como a italianos, pero en muy pocas ocasiones como lo que somos: españoles con propia cosmología y propia escala de valores.

Si se usa la fórmula de La Senne para definir los caracteres por su mayor o menor emotividad, actividad o primariedad, el Carácter Colectivo Español, su escala de valores tradicionales, se nos aparece, tras un rápido repaso histórico y político, como muy emotivo, muy dado a la actividad (y al cambio de actividad: inconstante) y primario, es decir poco previsor, poco capaz de aprender del pasado y hasta de recordarlo.

Toda España vive en presente, y lleva dos mil años haciéndolo así: he aquí el por qué de la impresión de juventud que causa nuestro viejo pueblo a quienes nos visitan. De juventud y de inconsciencia.

Nuestro carácter colectivo es, ni mas ni menos, el Emotivo- Activo- Primario , también llamado Activo Exuberante o Colérico. Un carácter de esos que «Hay que saber llevar» por su proclividad a lo desconcertante y su gran contenido de elementos sumergidos, como la punta de un iceberg, a pesar de su evidente extroversión.

No importa lo alejados de éste que estén nuestros caracteres individuales, porque en nuestros asuntos colectivos, en nuestras posturas históricas, en nuestras reacciones comunes, es el Activo Exuberante el que se impone. Y es a un Activo Exuberante al que tiene que hablar el político que pretenda hacerse comprender y seguir por los españoles.

Ventajas y desventajas

El Activo Exuberante o Colérico, cuando es el carácter de comunicación común a un pueblo, se manifiesta con unos rasgos de imprevisibilidad, extroversión, sociabilidad y espontaneidad. Da un elevado grado de tozudez, afición a mostrarse contrarios a lo que se propone colectivamente porque, gracias a este carácter común, los españoles somos en bloque, personalistas, independientes, amantes de la libertad individual más que de las libertades colectivas, generosos, desprendidos, poco previsores -como las cigarras- Y escasamente desconfiados.

Tendemos a la utopía, a las grandes visiones generales, a las ilusiones, a poseer una gran imaginación que se traduce en una gran riqueza -positiva y negativa- en las relaciones personales, pero con raptos de ira intensos y de cortísima duración.

Esa imaginación y esa extroversión, unidas al gran componente emotivo y a la necesidad de actuar, son inagotable fuente de creación, ancho manantial de arte popular y culto, y vena de una metafísica que prende alégremente en todas las clases sociales, instruidas o no.

La primariedad, que es un continuo vivir el presente y una escasa capacidad para escarmentar con el pasado, nos vuelve amantes de la novedad y del cambio, tanto del cambio de actividad como del de objetivos. Inconstantes, poco desconfiados, tolerantes, dados a explosiones de entusiasmo poco duradero y a implosiones de desesperación menos duraderas todavía

Los españoles tomamos decisiones rápidas -muchas veces equivocadas e irreflexivas-, contundentes pero fáciles de alterar al poco tiempo. Hay mucho de volubilidad, quizá a causa del temperamento artístico y sensitivo, y un concepto muy subjetivo de la realidad, a la que no se suele analizar tanto con la razón como con el sentimiento del momento

A pesar de no estar nunca satisfechos y de ser incapaces -por personalistas- de sentirnos representados por otros, sabemos ser sufridos, casi espartanos, cuando las circunstancias lo exigen, creciéndonos más en la dificultad que en la comodidad.

Podrían estudiarse más en detalle y con ejemplos históricos estas características verdaderas del pueblo español, pero aquí bastará con insistir en nuestro amor a la novedad, nuestra necesidad de actuar que provoca, siempre, un movimiento de vaivén en nuestros objetivos; y en la escasísima, por no decir nula, previsión hacia el futuro: tan escasa como la memoria del pasado común.

Actuar

Para actuar sobre un carácter así, para saber excitarlo de forma continuada hacia un objetivo, sólo hay un camino, el respeto absoluto a su forma de ser y la metódica alabanza. El español sólo obedece por las buenas, por convencimiento propio, por simpatía, y la simpatía nace en él como consecuencia de manifestarle, sin reservas, admiración, atención y buena fe: un comportamiento leal. El español no es desconfiado, sino crédulo, pero, sobre todo, está dispuesto a creer en él y en sus posibilidades si se las descubren una y otra vez, si se las recuerdan permanentemente. Esto es lo que aprende el español de niño, en las calles, en los parques, en la familia, en el colegio.

Quiere esto decir que el político ideal para España, capaz de entender a nuestro pueblo, ha de ser tan emotivo y activo como nuestro carácter aprendido exige, pero, en cambio, secundario, constante, inasequible a la exaltación Y al desaliento por igual, y capaz de mantener el rumbo hacia unos objetivos con sólo cuidar de presentarlos como nuevos cada poco tiempo. Ha de ser capaz de dirigir sabiamente la actividad exuberante; de lo contrario la actividad tomará otros derroteros Y el olvido cubrirá los más elevados destinos.

Conocernos

Va a ser, en lo futuro, la mejor defensa contra el arma psicológica que pretende desarraigarnos y suplantar nuestra cultura, lo que equivaldría a cambiar nuestra forma de ser españoles o a impedir, una vez más, su manifestación, sumiéndonos en un estado de frustración histórica en el que, a lo largo de casi tres siglos, hemos vivido sin esperanzas colectivas, lo que ha hecho que dirigiéramos nuestras ilusiones y nuestra acción a proyectos de menor cuantía, que nos redujeron, por falta de solidaridad, a la condición de nación de tercer orden

Si nos llegamos a conocer, si conseguimos entender, con la clave do nuestro carácter aprendido en las tradiciones y valores, que el olvido de los antíguos sacrificios y de las viejas luchas no es traición, sino consecuencia de faltarnos el hombre que ejerza de memoria colectiva. Si sabemos que nuestro silencio ante los atropellos diarios no es cobardía, sino exceso de confianza y de sentimiento providencial, muchas cosas pueden volver a ser posibles, incluida una sabia proposición de objetivos comunes, claros, tajantes e inequívocos, aceptados por la mayoría si se presentan, no sólo como novedad, sino como desafío: también somos, colectivamente temerarios, como corresponde a nuestra escasa capacidad de prever el futuro.

La única forma de vencer en esta guerra es nuestra propia arma psicológica: lo Español (nuestra herencia) asumido por fin, explicado con claridad -¡Basta de enigmas históricos!-, permitiendo que cada Español haga el descubrimiento, a veces deslumbrante, de cómo es como Español y de por qué España se comporta así y ha llegado a donde lo ha hecho: por desconocimiento u olvido de su carácter, que es muy interesante, muy inquietante, lleno de virtudes que pueden dar gloria y éxito con solo mantener a raya nuestros más notables defectos: volubilidad, inconstancia, olvido, imprevisión y, quizá, apresuramiento en la toma de decisiones.

Todo antes que aguardar a la próxima violenta e irracional explosión de ira, que puede estar al final del camino que venimos siguiendo, tan pronto como sea innegable que hemos sido timados, que se ha vuelto a abusar de nuestra buena, bonísima fe.

Proyecto

Además de a dar a conocer nuestro carácter colectivo nacido de la socialización, invito al lector a profundizar en él, a hallar la mejor forma de hablar a España de sí misma, de halagarla honradamente por lo mucho de bueno que posee y discutir sinceramente sus defectos congénitos que son los que, periódicamente, nos devuelven al pozo de la inactividad social e histórica. Le invito a soñar en voz alta, a proponer hermosas utopías que puedan ser polar de más realistas acciones hacia el futuro. E igualmente le invito a dirigirse a los Españoles con el corazón en la mano: todo lo contrario de lo que hacen los políticos.

Debemos resucitar el arquetipo del español sacrificado, sobrio, abierto, fiel, desprendido y entregado a su idea. La gente, aún la que no comulgue con él, le escuchará primero y le admirará después, si muestra la constancia de la que, colectivamente, carecemos.

Frente al mito moderno y al proyecto oculto, hay que usar y predicar la realidad de lo español, y el público proyecto de serlo en plenitud de conciencia, con lo bueno y con lo malo a cuestas, pero perfectamente enterados de lo mucho que podemos crear, de lo amplio de nuestro mundo, de lo mucho que nos queda todavía por dar y de que seguimos teniendo una buena base sobre la que unirnos.

Frente al intento de suplantar a España sólo es posible el proyecto de encontrarla en nosotros y dársela a conocer a nuestros iguales; restablecer la más ancha pista de comunicación entre los hombres de esta Patria: el carácter que compartimos y que nos hace iguales entre nosotros en lo fundamental, y distintos al resto del mundo. Sabiéndolo así, es imposible que nos convenzan para ser-como, para ser imitaciones. Ser-como no somos. Ser-como americanos o como franceses o como rusos.

¿Qué falta hace ser como algún otro, si somos como nadie sabe ser, ni puede ser, ni comprende cómo ser? Sin conocernos es imposible llegar a invadirnos para siempre y dominarnos. Y, si nos conocieran, ¿se atreverían a intentarlo? Pero, aún así, cuidado con el arma psicológica: nos quieren arrebatar el alma y, con ella, la dignidad, la independencia y el futuro

Arturo Robsy .

 



Editorial Portada revista 37 El idioma de Puerto Rico

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.