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Sentido y sin-sentido de la economía. Indice de Revistas Este pequeño mundo

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Editorial.

España es la única nación en el mundo que como decía Ortega, "ha sentido la necesidad heroica de justificar su destino, de volcar claridades sobre su misión en la Historia".

España es una prodigiosa armonía metafísica que está constituída en Dios. Esto es un hecho que tiene mil quinientos años de Historia. La Historia de España constituye un desarrollo unitario en torno al eje de la dignidad espiritual del ser humano y su aporte a la Historia universal es de tal calibre que si España no hubiera existido, el mundo sería diferente y peor.

Si en muchos artículos hemos recordado algunos de los innumerables portentos esenciales de nuestra incomparable Historia española, es porque deben recordarse en cuanto son realidades vivificantes, indispensables sin duda para comprender el pasado, pero que condicionan además el presente y el futuro. La memoria reverdecida de esos hechos, lejos de suscitar ilusiones imposibles de un retorno al ayer, puede ser capaz, todavía, de sacudir inhibiciones, ahuyentar pesadillas y galvanizar los espíritus para nuevas y apasionantes empresas. Pueden y deben suscitar siempre una continua vivificación de la fidelidad a lo esencial y genuinamente español: a un sentido heroico, noble, alegre y generoso de la vida, que es la única forma verdadera y eficaz de edificar siempre España por caminos de cordura con la fuerza del Amor.

España, junto con las demás virtudes, ha sembrado siempre generosamente por el mundo el inestimable valor de la Esperanza; y con ello la ilusión y la alegría de vivir con su despierta capacidad creadora. En fuerte contraste con esto, la Europa surgida de la Ilustración y del Enciclopedismo francés, del empirismo y utilitarismo anglosajón, del idealismo alemán y del marxismo después, ha sido la Europa de los pseudovalores que alguien acertadamente llamó "cultura apolínea" o anticultura; quizá porque muchos buscaron la sabiduría sin amor a la Sabiduría. Ello produjo durante los dos últimos siglos una especie de frívolo y delirante frenesí, que unos llamaron "progreso indefinido" y también "felicidad universal", todo fundado exclusivamente en una confianza absoluta en la autosuficiencia de una humanidad abstracta que escribían con mayúscula. "Cultura apolínea" que despreciaba a la persona concreta y que era en el fondo un fenómeno de soberbia universal, una ilusión absolutamente vana y ridícula del "seréis como Dios". Parece como si el Salmo II estuviera especialmente dedicado a los hombres de este siglo.

Y después de todo eso vino como consecuencia lógica la gran frustración universal que sienten los hombres de nuestros días, carentes del fundamento inapreciable de la auténtica Esperanza. Los hombres de la hora de ahora no tienen Esperanza y en su lugar tienen miedo. A lo sumo tienen una ética relativista, subjetiva, amorfa y miserable que jamás tendrá la fuerza para movilizar la voluntad con alegría en la línea de la rectitud moral y del honor como hemos mencionado antes.

Las ciencias experimentales y las técnicas no determinan en absoluto la felicidad del hombre, sino la actitud moral en el uso de esa técnica como medio para servir a Dios y a los hombres.

No hay felicidad sin sacrificio. Y tal actitud moral correcta produce incluso el progreso material en los asuntos humanos temporales.

España, a pesar de las apariencias negativas, mantiene hoy en sus gentes un subsuelo de Esperanza. Esto puede y debe ser el germen para un nuevo resurgir, para una rehumanización y recristianización de España y de Europa con su colosal y muy feliz efecto positivo para muchas gentes por el mundo. Tal es el inapreciable valor de la hoy aparentemente dormida conciencia histórica española.

 



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