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Este pequeño mundo.
¿Renacerá de nuevo España para agrandar otra vez el mundo?
Aunque ignoro si se interpreta
debidamente, este mundo es cada vez más pequeño. Periodistas y
políticos, repitiéndolo constantemente, lo presentan como un
triunfo de la humanidad: Ya no hay distancias que no se salven en
horas; ya no hay lugares aislados y lo que en ellos sucede puede
conocerse en el planeta en cuestión de segundos. Este -nos
insisten- es un éxito del hombre sobre las dimensiones físicas.
El mundo, como anticipaba nuestro idioma popular, es un pañuelo.
Hemos hecho pequeño al mundo a fuerza de comunicarlo, pero algo
falla al primer golpe de vista: a medida que no quedan lugares
aislados, aumentan los hombres aislados; a medida que los pueblos
se comunican, más hombres permanecen incomunicados. Porque los
hombres, claro está, no necesitan aviones y otras máquinas para
dar y recibir: necesitan una organización social más humana y
que se les reconozca como individuos y no como simple gente.
Estamos haciendo pequeño el mundo; tan pequeño que empieza a
oprimir al hombre; tan pequeño que el alma del hombre comienza a
sentirse apretado en él, a no caber en el mundo este que
algunos, erróneamente, llaman moderno.
Muchos no han querido ver lo obvio: si hacemos más pequeño el
mundo la consecuencia que se sigue es que también hacemos más
pequeño al hombre; si reducimos las distancias, aceleramos el
tiempo, de modo que es cada día más difícil que el ser humano
comprenda sus propias fronteras y reconozca las distancias que en
su interior separan lo posible de lo imposible, lo bueno de lo
malo y lo individual de lo colectivo.
Pero eso no quiere decir que esas distancias no existan todavía.
El sueño tecnológico de la velocidad, que tantas cosas de la
vida cotidiana transforma, no puede cambiar dos hechos
fundamentales: el hombre sigue preguntándose por el Mundo que le
rodea y las explicaciones científicas, aún en el caso de ser
bien comprendidas, no satisfacen ninguna de las preguntas
íntimas que nos dirigimos.
Forzosamente hay que descubrir otras distancias que substituyen a
las distancias territoriales. Es imprescindible engrandecer por
otro lado el mundo mientras se empequeñece físicamente pues de
lo contrario el hombre se ahoga, se está ahogando ya, lanzado a
una angustia que no es consecuencia sólo del estrés de la vida
industrial sino consecuencia de que soportamos muy mal el
empequeñecimiento del hombre que trae consigo el del mundo.
¿Se pueden dar hombres grandes en un mundo pequeño? ¿Se pueden
permitir hombres libres en un mundo estrecho? Naturalmente que
para que el mundo siga siendo cada vez más "pequeño"
-en manos de las tecnologías, el dinero y la ambición-
forzosamente hay que recurrir a unos modos de gobierno, arcaicos
siempre, que no permitan que se abran las fronteras para acceder
al "nuevo mundo", un mundo que ensanche lo espiritual
como único camino abierto a la aventura de la vida.
Se trata de impedir por todos los medios que el mundo vuelva a
crecer en la dirección de lo que es más específicamente
humano: el pensamiento. También se trata, comprendido ya que
tenemos la imperiosa necesidad de un "Nuevo Mundo", de
forzar las barreras y adentrarnos impetuosamente en él.
Para ello necesitamos ilusión con imaginación; inteligencia con
humanidad y solidaridad con justicia.
Siempre que una época agoniza hace preciso encontrar un nuevo
mundo (el Cristianismo, América...) y ahora es el momento de
España.
Este es, pues, nuestro momento; el instante de la más formidable
promesa qué vivir en los últimos cuatro siglos, y creo que
debemos empezar a prepararnos para soportar la carga maravillosa
y dura de las nuevas realidades que se avecinan.
A.Robsy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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