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La esencia del gregoriano.
Música que participa de las características de la música seria y popular a la vez. El canto, y el canto gregoriano en especial, tiene un carácter vinculante. Al manifestarse el pensamiento en forma sonora, se confirma y precisa
Cantar los propios pensamientos después
de la correspectiva meditación, significa abandonar el área de
la individualidad, proceder a la acción y operar en la
colectividad.
En la vida religiosa cantar es responder y consentir, dice
Schneider.
Su símbolo sonoro más persuasivo es el cultivo del unísono, en
el cual todas las voces debían unirse en presencia del Señor.
No hay alma, por muy desheredada que sea, que no pueda oír la
Verdad cuando ésta adopta un lenguaje hecho para ella. He ahí
el gregoriano: "Un lenguaje del alma para el alma",
como asevera Charlier.
La fuerza expresiva del canto gregoriano no se afirma en el
paroxismo, sino en la sobriedad, la sinceridad, la cortesía y la
castidad de sus fórmulas. Su belleza es siempre nueva, porque
dice lo que ninguna otra música expresa; por esto tiene la
seguridad de conmover a las almas de cualquier raza. Su
comprensión profunda no es fácil, como ocurre con cualquiera de
las artes, porque es la meditación de los más altos misterios;
pero su técnica, sí, es fácil.
Debemos transcribir unas sabias apreciaciones de Schneider que
dan la ubicación del gregoriano dentro del inmenso ámbito de la
llamada música culta, aunque, como ya hemos expresado, participa
también en el mejor de los sentidos, de la llamada música
popular, puesto que está hecha para el pueblo todo.
"Las moderadas y confiadas líneas melódicas del canto
gregoriano tenían, como idea fundamental, la creación de una
excelente vía para alcanzar a Dios.
"El tenor fundamental era: Adjutorium nostrum in nomine
Domini, qui fecit coelum et terram.
"Viceversa, el impulso que inspiró las obras de la música
clásica y romántica era el sentimiento de una lucha casi
desesperada con la voluntad de Dios. Hay en ellas una violencia,
una agitación y una inquietud más humana que metafísica,
desconocida al canto gregoriano.
"Mientras la música religiosa clásica busca las
situaciones extremas, el canto gregoriano persigue el justo
medio, y por esto aquella puede caer fácilmente en el estilo
dramático o lírico, mientras el estilo sobrio de éste se
acerca a la lengua hablada. El canto gregoriano presenta una
riqueza melódica idéntica para los tres grados de la oración
(petición, agradecimiento, alabanza). Viceversa, la invención
musical clásica ha sido principalmente inspirada por el ritmo de
la súplica y no por el de la gratitud o de la alabanza.
"Incluso la pintura religiosa muestra siempre más manos
angustiadas y dolorosas, en lugar de las suaves y confiadamente
juntas.
"Si se compara la línea moderada de un Kyrie o de un Santus
gregoriano con el mismo texto de la Misa en Si, de Bach, o de la
Misa Solemne, de Beethoven, esta diferencia de actitud interior
salta de inmediato. La melodía gregoriana es un camino para la
comunidad; la clásica es un sendero espléndido pero dificultoso
y pleno de obstáculos originados por el egocentrismo, del cual
surgen sus más inspiradas líneas melódicas. Para darse cuenta,
basta echar una mirada sobre la temática triunfal del Te Deum
litúrgico y sobre el itinerario grandioso pero atormentado del
«Dettinger Te Deum», de Haendel, en su versión latina".
Estas esclarecedoras expresiones de Schneider permiten comprender
la encrucijada difícil en que se encuentra la música tonal
seria, en esa "lucha desesperada contra la voluntad de
Dios", que en el subconsciente cobra fuerzas en casi todos
los compositores de la llamada civilización occidental y
cristiana.
Es de tal magnitud, que Oscar Mandel, defensor de la música
tonal clásica, afirma en el artículo ya citado "Si
todavía creyésemos en Dios, podríamos decir que la música
existe para celebrar su Gloria. Pero en ausencia de Dios, sólo
nos resta declarar que la música crea emoción, placer
estético".
No capta Mandel que los nuevos compositores, en su gran mayoría,
consideran a la música un válido intérprete de la vida
contemporánea y, aún más -según expresión de Theodoro A.
Adorno- "una herramienta de cambio social y político".
El problema creacional en el ámbito de la música no solamente
está unido a las condiciones históricas, como pretendía el
famoso crítico Adorno, sino a la actitud definitiva y decisiva
del alma del hombre frente a Dios. En última instancia, o se
deifica al hombre y a él se le rinde culto, o se somete éste a
Dios. El solo hecho de pensar que en el orden de la música
profana todo está permitido, está ya ayudando a construir el
camino que conduce a la idolatría del hombre, y su subsecuente
destrucción. Tal vez, se haya así planteado el gran dilema de
nuestra civilización, y no sólo el que afecta al campo musical,
compuesto por hilos importantes, pero que sólo forman parte del
entramado y complejo tejido cultural de nuestra época.
Se puede comprender que la crisis no es sólo musical, sino
teológico-cultural y, por ende, política.
Hay motivos para pensar que la instauración del gregoriano en el
orden religioso, por ser un arte absolutamente completo con sus
distintos géneros, conllevará en el nivel profano una
jerarquización que puede reeditar la aventura musical que
impulsó a Erick Satie a no abandonar la riqueza del gregoriano
en sus modernos logros.
"Debussy y Ravel, comprendieron el uno después del otro la
sustancial e incomparable novedad de las obras de Satie",
aclara Charlier ': Desdichadamente percibieron en ellas sólo una
riqueza más en el arsenal de las formas y de los medios
musicales, y no una reforma espiritual, tal como la llevaba Satie
en sí mismo".
Estamos ya en condiciones de inteligir cabalmente que, en el
orden musical, hay dos posturas totalmente antinómicas. Una,
testimoniada por la "nueva música", con todos sus
matices: neoclásica, atonal o dodecafónica, llevada a límites
que se insertan en una trascendencia vacua y que pretende
envolverse con un misticismo y una ascesis conducente a una
"conversión total"; otra, que transita el viejo
camino, siempre nuevo, de elevación espiritual, fuente de
inagotables armonías, y que puede llegar en algunos casos hasta
hacer germinar una auténtica conversión espiritual.
Creemos firmemente que hay compositores conscientes de este gran
desafío y, en consecuencia, dispuestos a rescatar para la
música -aún en las más livianas expresiones- las maravillosas
armonías de Dios, el hombre y el cosmos. ".
A.Boixados.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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