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Literatura rusa.
La poesía, el teatro, la novela y la narrativa rusos, desde los orígenes a la actualidad, sus desarrollos y sus grandes autores.
A pesar de que su procedencia y sus
poderosas tradiciones la diferencian de las del resto del
continente, la literatura rusa pertenece a la corriente principal
de las letras europeas. Está escrita en ruso y comprende la
literatura escrita por los pueblos eslavos del Este.
Adoptó, en alguna época, formas y temas procedentes de culturas
exteriores a los límites del territorio ruso, pero estos
periodos de dependencia cultural terminaron cuando los escritores
rusos comenzaron a reelaborar, siguiendo sus propios impulsos e
intereses, los materiales procedentes de otros países, dándoles
forma y carácter propio. A lo largo de toda la edad media,
durante el Renacimiento y los años inmediatamente posteriores,
los rusos desarrollaron sus propias tradiciones literarias.
A pesar de que, por diferentes razones, Rusia quedó fuera, en
algunas ocasiones, de las corrientes culturales de otros países,
los escritores rusos hicieron un gran esfuerzo, no sin frutos,
por integrase en el cuerpo principal de la literatura europea.
La poesía rusa
Las manifestaciones del género lírico no aportaron métrica en
verso hasta entrado el siglo XVII.
Con la invasión tártara aparecen relatos militares que están
escritos en una prosa rítmica que puede revelarnos un principio
de lirismo latente. Ritmo que, a través de la canción popular,
irá desarrollándose hasta alcanzar, en el siglo XIX, la época
dorada de la poesía rusa.
De los orígenes, al siglo XVIII
A lo largo de toda la Edad Media, durante el Renacimiento y los
años inmediatamente posteriores, los rusos desarrollaron sus
propias tradiciones literarias, de forma independiente de la
Europa occidental.
- El período de Kiev (hasta 1240)
La literatura escrita no nace, en Rusia, hasta la conversión del
país al cristianismo, en 989. En esta época ya existe, desde
hace largo tiempo, una abundante literatura popular transmitida
por tradición oral bajo dos formas: las bylinas y las piecni.
Estos relatos y canciones sin duda eran compuestos por poetas
ambulantes, los skomoroji, llegados de Bizancio o de cualquiera
de los países eslavos situados al sur de Rusia.
La primera poesía rusa escrita se produjo en la ciudad de Kiev.
El arte poético del periodo de Kiev es obra de dos clases
preponderantes de la sociedad de la época: el clero urbano y la
aristocracia militar. Por consiguiente, los temas principales
girarán en torno a vidas de santos o relatos de batallas y
tendrán dos objetivos: convertir al cristianismo y defender el
territorio. Esta poesía no está escrita en verso, sino en prosa
rítmica.
Entre los textos religiosos, cabe citar: el Evangelio de Ostromir
(1056), los Florilegios (extractos de Padres de la Iglesia, vidas
de santos, preceptos morales) compuestos en el siglo XI por el
príncipe Sviatoslav, y la Loa de son Vladimiro, por Hilarión,
metropolita de Kiev (hacia 1050).
El texto laico más famoso es el Cantar de gesta de la hueste,
pero muchos críticos creen que este texto es una superchería
literaria semejante a los Poemas de Ossián: en efecto, el
manuscrito único al que se refiere su editor, el conde Musin
Pushkin, en 1800, se habría quemado en el incendio de Moscú.
- La literatura en letargo (1240-1480)
En 1223, la invasión tártara tuvo una gran influencia sobre la
cultura y la literatura rusas. La decadencia de Kiev, iniciada ya
con la aparición de nuevos centros, como Novgorod, es
definitiva. En esta época, en que la literatura está
aletargada, se desarrolla la pintura religiosa rusa.
La mayor parte de las obras literarias está constituida por
relatos militares escritos en prosa rítmica. Citemos Súplica de
Daniil Zatochnik (siglo XIII); el Canto del desastre de la tierra
rusa, de autor desconocido; el Ciclo de Kulikovo, cuatro relatos
que rememoran la gran derrota de los tártaros en 1380, etc.
- El período moscovita (1480-1598)
En 1480, los tártaros son expulsados definitivamente y Rusia se
unifica. Moscú pasa a ser el centro de la vida literaria. Se
producen violentos conflictos políticos y religiosos, que
originarán una abundante literatura polémica en prosa sobre si
la Iglesia tenía que tomar parte activa en el gobierno o no. La
poesía escrita sigue siendo casi inexistente, si se exceptúan
algunos poemas sacros, y la prosa rítmica, todavía se
manifiesta por esta época, en relatos militares, el más
conocido de los cuales es el Relato de la toma de Pskov, escrito
en 1510 por un autor anónimo.
- El período de transición (1613-1703)
La poesía escrita en verso no aparece en Rusia hasta el siglo
XVII, bajo el reinado de los Romanov, con Simeón de Polotsk
(1629-1680). Por tanto, a partir de este momento coexisten dos
clases de poesía, la que se sirve del ritmo métrico de la
canción popular y la que utiliza el verso bajo la influencia de
Polonia (en 1569, la Rusia occidental quedó sometida a Polonia y
la influencia de Occidente se hizo sentir cada vez más durante
el siglo XVII, hasta el advenimiento de Pedro el Grande).
Las obras más importantes son: Relato de Dolor-Mala Suerte
(anónimo); Historia de un joven y una joven (anónimo); El
jardín multicolor de Simeón de Polotsk, y el Epitafio de
Silvestre Medvedev (1641-1681).
El período moderno: del siglo XVIII a la Revolución
Durante este periodo se produce en la poesía un progresivo
cambio y fijación en la métrica, debido a la influencia de las
corrientes europeas, sobre todo a algunos autores y músicos
alemanes, a pesar de que los poetas rusos de la época no
quisieran reconocer dichas influencias.
La poesía en el siglo XVIII
A principios del siglo XVIII, los alemanes aportaron un género y
un estilo nuevos a la poesía rusa. De este modo, Wilhelm Mons
(1688-1724), secretario de la emperatriz Catalina I, escribió
poesías amorosas en ruso copiadas de poesías alemanas.
El pastor Ernest Glück (1652-1705), que tradujo al ruso
cánticos religiosos alemanes, y el maestro Johann Werner Pauss
(1670-1735), sucesor suyo, trataron de introducir la regularidad
métrica en el verso ruso. Pero los poetas rusos siempre han
pretendido que este nuevo estilo no había tenido ninguna
influencia sobre sus obras.
Tres grandes figuras han marcado la poesía del siglo XVIII:
Lomonosov, Derjavin y Karamzin.
- Mijail Vasilievich Lomonosov (1711-1765).
Científico y escritor, Lomonosov es el verdadero fundador de la
literatura rusa moderna y estableció las normas del ruso
literario. Su teoría distingue tres estilos: el estilo noble
(con vocabulario eslavón) para el poema épico, la tragedia y la
oda, el estilo medio para la sátira y los dramas, y el estilo
vulgar (con vocabulario popular) para la comedia y la canción.
Sus principales obras poéticas son sus odas sacras, unos
panegíricos y una Epístola sobre la utilidad del vidrio.
- Gavrila Romanovich Derjavin (1743-1816).
Sufrió la influencia de Lomonosov y de Sumarokov y se interesó
en los esfuerzos de renovación de Jeraskov. Fue el último
representante de la escuela clásica del siglo XVIII y el primer
"poeta" en el verdadero sentido de la palabra,
esencialmente lírico.
Sus obras más bellas son Felitsa, La cascada y la Vida en
Zvansk.
- Nikolai Mijailovich Karamzin (1766-1826). Fue
francmasón. Karamzin reformó la lengua literaria al introducir
en ella numerosos galicismos y al suprimir elementos eslavones.
Con esta transformación, abrió un foso entre las clases cultas
y el pueblo y favoreció el advenimiento de la poesía clásica.
Más conocido como historiador, también fue poeta y puso al
alcance de la poesía rusa las técnicas occidentales.
La edad de oro de la poesía rusa
Por la época en que se desata en Europa la tempestad romántica,
durante el primer tercio del siglo XIX, la poesía rusa conoce su
"edad de oro", que había sido preparada por Karamzin
(el cual, recordémoslo, murió en 1826) y por el enorme trasiego
de ideas que se produjo en los medios cultos después de las
guerras napoleónicas.
Las revistas -políticas y literarias- nacen (y mueren) a tal
ritmo que hace pensar que Rusia trata a marchas forzadas de
ponerse al nivel de la cultura europea: El mensajero de Europa
(Karamzin), La estrella polar (Rileiev), El contemporáneo (
Pushkin) y, algo más tarde, El telégrafo de Moscú (Polevoi),
El telescopio (Nadejdin), etc.
La poesía y la literatura están a la orden del día, igual que
el patriotismo. ¿Hay que ser occidentalista o eslovófilo? La
pregunta todavía no se plantea claramente en los años veinte,
pero las universidades se agitan y los efectos de esa agitación
alcanzan a la literatura.
El romanticismo llega a Rusia, pero con menos virulencia que a
Polonia, por ejemplo. Por supuesto se admira el Werther y las
obras de Schiller, Walter Scott y Byron, pero al mismo tiempo, se
descubre a Dante y a Shakespeare, cuyo genio eclipsa el de los
grandes románticos europeos.
Pushkin
Pushkin (1799-1837). El más grande de los escritores rusos
(aunque en Europa el público lector sea más sensible a los
novelistas de fin de siglo que a la poesía de Pushkin).
Al ver los títulos principales se comprobará la extrema
diversidad del escritor y de sus fuentes de inspiración. Este
eclecticismo hace que cada crítico pueda tirar de Pushkin por su
lado. Un liberal, un patriota, el cantor de la tierra rusa, un
romántico a lo Byron, un clásico como Goethe, un progresista
(como lo presentaban los críticos estalinistas), etc., todo
puede decirse de este autor que -debe subrayarse- mostró todas
las facetas de su genio entre 1820 y 1837, en diecisiete años de
actividad creadora.
Esto ya constituye una paradoja: algún partidario de lo
sistemático podrá lamentarse, no de que tocara todos los
géneros, puesto que ello no tiene ninguna importancia en Europa
a partir del siglo XVIII y menos aún en el caso de los
románticos, sino de que Pushkin cambiara con tanta frecuencia de
inspiración, de preocupación.
Muchos críticos, deseosos de esclarecer la cuestión, han
propuesto que la obra de Pushkin se divida en dos períodos
perfectamente distintos: una fase de Sturm und Drang, de 1820 a
1826, y una fase de madurez, desde su regreso a Moscú hasta su
muerte.
Esto quizás es simplificar excesivamente las cosas: preferimos
aceptar como un hecho esta multiplicidad pushkiniana y admitir
que, en cada instante de su vida creadora, tanto en la época de
los poemas eróticos de San Petersburgo como en la de las
"pequeñas tragedias" de las postrimerías de su
existencia, Pushkin fue un hombre de personalidad rica, compleja,
ambivalente, que se expresó acentuando una u otra de sus
tendencias.
- Ruslan y Ludmila, compuesto entre 1817 y 1820, es un poema
tragicómico, a la manera del siglo XVIII.
El episodio está tomado del Orlando furioso de Ariosto y relata
como Ruslan desbarata los ardides de un mago y reconquista a su
joven esposa Ludmila. La obra es viva, el lenguaje seguro y la
imaginación tan rica como la de Ariosto; para nosotros los
contemporáneos, posee una sutil y atrayente tonalidad barroca.
- El prisionero del Cáucaso (1822) se considera tradicionalmente
como un poema "byroniano". Es indudable que Pushkin,
durante su primer destierro, experimentó cierto cansancio de
existir, pero ello no constituye la única componente de su
mentalidad de entonces. También existe en él un deseo
panteísta de vivir, y sus viajes, entre 1820 y 1824, no son los
de un melancólico.
El prisionero del Cáucaso es un poema construido sobre un tema
parecido al de la Graciela de Lamartine: un oficial ruso se
encuentra prisionero de una tribu circasiana; una joven de la
tribu le prodiga cuidados y afecto, pero él se muestra
indiferente a su amor; cuando la joven lo libera y él huye de su
prisión, ella, desesperada, se arroja al mar. La belleza de este
poema es más formal que moral; quizá nos impresionan más las
descripciones exóticas (en el ámbito de cierta emoción
panteística) que el drama humano. Por esta razón es demasiado
sumario invocar únicamente el byronismo.
Por otra parte, en la misma época, Pushkin escribe con el brio y
el afán de un buen librepensador, a la vez que con mucho humor,
una parodia blasfema, La Gabrieliada.
El poeta describe en ella tres aventuras amorosas de la Virgen
María: una con el Maligno -que le dirige un maravilloso discurso
sobre el significado del pecado original-, la segunda con el
arcángel Gabriel y la tercera con la Paloma (el Espíritu
Santo). Por supuesto el poema tuvo que circular clandestinamente
y no fue publicado oficialmente hasta después de la muerte de su
autor (en 1861, en Londres; y en 1919, en Moscú).
En la fase "byroniana" de Pushkin concurren otras
varias características, aun cuando se ponga en la balanza el
exotismo de Los hermanos bandoleros (1821), de La fuente de
Bakchi Sarai (influencia del Don Juan de Byron, pero también
perfección técnica y maestría de los yambos), y de los
Cíngaros (1824).
Esta fase se cierra con un adiós A la mar, cuando abandona
Odessa: "...límite deseado de mi alma".
El periodo de su confinamiento en Mijailovskoie (1824-1826) es
breve, pero fecundo. Pushkin renegó de Byron (prueba
suplementaria del aspecto muy superficial de su melancolía
caucasiana) y descubrió una fuente natural de poesía: las
antiguas leyendas populares rusas, las viejas bylinas que le
cuenta en su exilio una anciana nodriza.
Por otra parte, esto no constituye un verdadero descubrimiento.
La Antigüedad está de moda: el gaelismo en Europa occidental,
el helenismo en la Europa mediterránea, el kievismo en Rusia.
Además, la infancia de Pushkin transcurrió mucho más junto a
su nodriza que junto a sus padres, distraídos por la frivolidad
de su vida.
En Mijailovskoie, el poeta emprendió la redacción de Boris
Godunov y Eugene Oneguin (1823-1831), considerada una obra
maestra, es su obra narrativa más interesante en la que describe
las consecuencias fatales que conlleva el hastío del joven
protagonista sobre él mismo y sobre los que le rodean. La
narración se encuentra sabiamente intercalada de escenas
descriptivas, partes líricas y discusiones sobre temas sociales,
estilo que enriquece sobremanera la obra. Su estructura es, sin
embargo, concisa y demuestra ironía, ingenio, y una profunda
emoción, así como de numerosos poemas, bastante breves (excepto
Poltova) y de un lirismo familiar y popular muy sincero, serio
incluso, ya que Pushkin se asoma ahora a esa famosa "alma
rusa" que obsesionó a todos los escritores del siglo XIX.
No existe discontinuidad entre los poemas del segundo destierro y
los del regreso a Moscú.
Pushkin escribirá hasta el fin de sus días estos cuentos en
verso, y, dueño absoluto de sus medios de expresión,
"regalará", -el término es vulgar, pero justo- a sus
lectores con proezas formales de las más variadas y sutiles
(desgraciadamente, no pueden apreciarse en una traducción).
No olvidemos, sin embargo, que la poesía pura pasa a segundo
término en este momento de su obra: Pushkin se consagra a sus
novelas en prosa, a las llamadas "pequeñas tragedias"
que, como sabemos, son otras tantas obras maestras.
Fiodor Ivanovich Tiuchev
Fiodor Ivanovich Tiuchev (1803-1873) es reconocido hoy como uno
de los tres más grandes poetas rusos, con Lermontov y Pushkin.
Influido por Derjavin y Lomonosov, su estilo es más arcaico que
el de Pushkin o el de Yukovski, y sus versos mezclan metros y
pies diferentes.
Empezó traduciendo a los poetas alemanes e ingleses. A partir de
1829, la obra de Tiuchev alcanza su apogeo, y seguirá en la
misma línea hasta el final de sus días.
Los poemas de Tiuchev son de dos clases: filosóficos y
políticos. Su filosofía es pesimista y dualista. Considera que
existen dos mundos: el Caos y el Cosmos (en poesía, la noche, el
día), y que el Cosmos sólo es una parte viva del Caos. Entre
los poemas filosóficos pueden distinguirse: poemas filosóficos
puros, como Silentium; poemas sobre la naturaleza y poemas sobre
el amor, como Predestinaciones. Los poemas sobre el amor son
trágicos, profundos, apasionados.
En 1854 publicó un volumen con la ayuda de Turgueniev, donde
evocó la naturaleza rusa.
Mijail Yurievich Lermontov
Mijail Yurievich Lermontov (1814-1841) nació en Moscú, pero
pasó la mayor parte de su juventud en el Cáucaso. Empezó a
escribir a los trece años. Tras pasar por la Universidad de
Moscú, entró en la escuela de cadetes de caballería de
Petersburgo y fue nombrado oficial en 1834.
Su genio poético resplandeció a la muerte de Pushkin, al
dedicarle un poema La muerte de un poeta (1837). En éste
Lermontov - que fue por ello desterrado al Caúcaso- rezuma
desprecio contra el zar y los frívolos cortesanos que empujaron
a Pushkin a que se batiera en un duelo que le costó la vida. En
1838, regresó triunfalmente a Petersburgo y se interesó por las
cuestiones políticas. Tras un duelo con el hijo del embajador de
Francia, Lermontov fue "transferido" de nuevo al
Caúcaso, donde, en 1841, encontró a un compañero de clase,
Martinov, con el que se batió en un duelo en el que murió (5 de
julio de aquel mismo año).
Lermontov publicó poco, pero después de su muerte se editaron
sus Obras completas. Su poesía evolucionó desde un romanticismo
inicial (El ángel) hasta una poesía soez cuando estaba en la
escuela de cadetes (Hadji Abrek), para, seguidamente, alcanzar su
período de madurez: El demonio y El novicio.
En los últimos años de su vida, Lermontov expresa
principalmente su desprecio por "la vida de la alta
sociedad". Tras un momento de desorden romántico, la
poesía de Lermontov se hace cada vez más realista: El
testamento y Valerik.
La segunda mitad del siglo XIX
Muertos Pushkin y Lermontov, la poesía rusa queda decapitada.
Por otra parte, la evolución histórica aparta a los escritores
de la expresión versificada. La gran crisis de 1830-1848 los
aleja de preocupaciones formales y determina entre ellos un
movimiento intelectual comparable al que se desarrolló, en el
siglo XVIII, en la Europa occidental. Retengamos tres caracteres
fundamentales de este periodo:
Acceso a la cultura de "individuos de toda condición",
los raznochintzi (funcionarios, pequeños burgueses, etc).
Introducción en Rusia de la filosofía alemana: Schelling y,
principalmente, Hegel.
División de los intelectuales rusos en dos partidos: los
eslavófilos (que no son necesariamente partidarios ciegos de la
autocracia) y los occidentalistas, uno de cuyos primerísimos
representantes es Chaadaiev (1794-1856), autor de un manifiesto
que causó escándalo en su tiempo: Carta filosófica (1936).
En estas condiciones, la poesía cede el paso a la ideología: el
periodo 1840-1890, es, ante todo, el de la prosa.
Alexandr Alexandrovich Blok (1880-1921) fue el
más grande de los simbolistas rusos. A principios de siglo
publicó sus primeros poemas, que interesaron casi exclusivamente
a una minoría. Su poesía expresa un pesimismo desesperado que
Blok supera con el misticismo y con una pasión auténtica por
Rusia.
Principales obras: Poemas de la bella dama (1904), y colecciones
escalonadas desde 1907 hasta 1915: Alegría inesperada, La
máscara de nieve, Horas nocturnas, Versos sobre Rusia: después
de la Revolución, produce Los doce (1918), donde se ve a doce
soldados precedidos por un Cristo invisible molestar a los
burgueses de Petersburgo, y Los escitas (1918), invectivas contra
los países occidentales.
El teatro ruso
Hasta el siglo XVIII, con el zar Pedro I el Grande, las
manifestaciones dramáticas rusas eran prácticamente
inexistentes.
Más allá del siglo, evoluciona de una manera parecida a la de
occidente, pasando a una época de esplendor, sentimental y con
toques cómicos en el siglo XIX y a un teatro revolucionario y
contestatario en los años posteriores, en los que se le da una
gran importancia a los recursos teatrales y a la aparatosidad del
ambiente creado en el escenario que contrasta con la pobreza que
normalmente se adueña de los protagonistas.
Evolución general del teatro ruso
Antes de Pedro el Grande, el teatro ruso es casi inexistente.
Sólo consta de farsas y de representaciones de marionetas, cuyo
héroe principal es el astuto Petrushka, así como de algunas
representaciones religiosas. La mayor parte de las veces, el
talento de los actores es superior al de los dramaturgos, cuyos
nombres, en general, no han llegado hasta nosotros.
En el siglo XVIII, predomina la imitación de Occidente, aunque
en forma bastante mediocre.
Bajo Catalina II, triunfa el teatro satírico (siempre a la
manera francesa), el teatro de costumbres y la ópera cómica
(Ablesimov), donde las tradiciones populares ocupan un lugar
importante.
El siglo XIX asiste al auge de la comedia lacrimosa y sentimental
y, más tarde, al del vodevil.
El florecimiento del teatro ruso original se produce con las
comedias de Griboiedov (1795-1829), autor de ¡Qué desgracia el
ingenio! (1822-1824).
Seguidamente, la escena rusa se ennoblece con los grandes nombres
de Pushkin ( Boris Godunov), Gogol (El inspector), Ostrovski,
Chejov, Gorki, Andreiev, etc.
El teatro del siglo XIX estuvo ligado al desarrollo de la ópera
rusa (Mussorgski, 1839-1891: Boris Godunov y Khovanschina) y, a
principios del siglo XX, al importante trabajo de los grandes
directores de escena, que, con sus adaptaciones, sus teorías del
decorado, de la interpretación, etc., renovaron la dramaturgia
mundial: Vsievolod Emilievich Meyerhold (1874-1942), teórico del
constructivismo; Konstantin Sergeievich Alexeiev, llamado
Stanislavski (1863-1938), creador del Teatro de Arte de Moscú
(en 1898, con Danchenko), y de un Estudio experimental (en 1905,
con Meyerhoid), Nemirovich-Danchenko (1853-1942) y Nikolai
Nikolaievich Evreinov (1879-1953), que abandonó la URSS en 1925.
El teatro del siglo XX, muy brillante, fue utilizado durante la
Revolución como medio de propaganda.
Los grandes autores del teatro ruso
Nos referimos aquí a los grandes dramaturgos del siglo XIX y
principios del XX, que hacen gala de los mejores recursos
teatrales para impresionar a un público de muy variada clase
social, según a quien estuviera dirigida la pieza en cuestión.
Pushkin y Alexei Tolstoi
Debemos a Pushkin (1799-1837), Boris Godunov y las
"pequeñas tragedias" de 1830: El caballero avaro,
Mozart y Salieri, Festín durante la peste y El convidado de
piedra.
Boris Godunov es una tragedia histórica. Pushkin se inspiró en
la Historia del Imperio de Rusia de Karamzin (en lo que respecta
a la información histórica) y en algunas antiguas Crónicas
(para el "color local"). Para la descripción de los
caracteres y la construcción de la obra, Pushkin siguió la
técnica de Shakespeare. Boris Godunov está escrito como un
drama "romántico".
En la historia del teatro ruso representa el punto de ruptura con
el teatro clásico (a la manera francesa) del siglo XVIII. Es una
obra nacional, ideológica, y que presenta una originalidad con
respecto a las otras piezas románticas: el realismo
psicológico.
Las "pequeñas tragedias" son poemas dramáticos más
que obras teatrales. El caballero avaro, que escenifica un
conflicto entre generaciones (como en el Avaro de Molière), y El
convidado de piedra se encuentran muy próximos a la inspiración
byroniana.
Sin embargo, Pushkin no se limita a la poesía y a la
melancolía, sino que, apartándose de estos temas, aborda, más
como poeta que como hombre de teatro, el problema de la libertad
(social y metafísica) y el problema del destino del hombre.
El drama histórico y nacional no perderá su prestigio después
de Pushkin. La trilogía del conde Alexei Tolstoi (1817- 1875; no
debe confundirse con el novelista de Guerra y paz): La muerte de
Iván, El zar Fiodor y El zar Boris (18671870), se inspira en la
dramaturgia de Schiller.
El análisis de los caracteres es notable y el sentido teatral es
más puro que en Pushkin. Tolstoi, realzado por un montaje
grandioso, proporcionó grandes noches al Teatro de Arte de
Moscú.
Gogol
Las comedias de costumbres de Gogol (1809-1852), como La orden de
son Vladimir (1832) Himeneo (1833, arreglada en 1842), pertenecen
a una vena explotada antes que él por Fonvizin (1745-1792) y
Griboiedov (1795-1829).
Estas obras constituyen unos divertidos estudios de costumbres en
los que todavía no apunta el espíritu rechinante y enfermizo de
El abrigo o de Las almas muertas.
El inspector, escrita en 1833 y retocada en 1841, es una de las
obras más famosas del teatro ruso. La edición impresa lleva
como epígrafe: "Si tu cara está torcida, no culpes al
espejo." Parece que Gogol quiso protegerse de sus audacias,
ya que El inspector tiene la virulencia de Tartufo, el cinismo de
Don Juan y la desmesura de Pantogruel.
La intriga está urdida sobre una confusión. En la capital de
una provincia, es esperado el "revisor", representante
del emperador, encargado de revisar la administración provincia]
y que dispone de poderes muy amplios. Se supone que este
inspector del zar, llegado de incógnito para investigar un torno
a los notables de la ciudad, es un joven disoluto llamado
Khlestakov, al que miman y agasajan y a quien el alcalde le
ofrece su hija en matrimonio.
Estafador a su pesar, Khlestakov huye discretamente con el
pretexto de consultar a su familia sobre este matrimonio.
Después de su partida, los notables se enteran, con pavor, de la
llegada del verdadero revizor, quien les convoca en el hotel
donde se hospeda. Es fácil de imaginar la vasta caricatura de
las costumbres sociales que traza Gogol a lo largo de los cinco
actos de su comedia. Como parece ser que dijo el emperador
Nicolás I, que asistió al estreno de El inspector: "Todo
el mundo ha recibido lo suyo, y yo algo más que los otros."
Más allá de la sátira social, menos interesante en nuestros
días que en 1836, existe en esta obra una visión sarcástica de
la humanidad de "cara atravesada".
Chejov
Chejov (1860-1904) llega al teatro tras haber logrado bastantes
éxitos como novelista y consagra los últimos años de su vida
casi exclusivamente al arte dramático, transformándolo
considerablemente.
Todos los temas tratados por Chejov surgen de la misma fuente de
inspiración: en apariencia, la soledad y la monotonía
"existencial", las hojas de otoño de un mundo que se
extingue. El Tío Vania pasará su vida haciendo cada noche las
cuentas de sus dominios; El jardín de los cerezos será vendido
pese a las ilusas esperanzas de sus propietarios; Las tres
hermanas, sumidas en el tedio provinciano, no irán jamás a
Moscú. En segundo término, se nos ocurre que estos seres
lastimosos, arropados en sus prejuicios, sus pequeñas manías,
sus ilusiones mezquinas, quizá son la imagen de toda la
humanidad.
Es un error -que ya no se comete- considerar a Chejov como un
pintor de costumbres provincianas. Es posible ver en el autor de
Las tres hermanas dos tendencias que conducen a dos
interpretaciones diferentes de su obra.
Es un dramaturgo del tedio; un pesimista, por consiguiente, que
encierra al hombre en su pequeñez y en su dolorosa
imperfección.
En otro sentido, es un profeta. En este caso habría descrito el
mundo agonizante de la vieja y triste Rusia anunciando al mismo
tiempo un mundo mejor.
El tono de Chejov es fundamentalmente lírico. No existe en él
ni polémica, ni sentido de la historia o de la epopeya, ni
siquiera sentido de lo trágico. Las obras teatrales de Chejov
son una efusión, todo en medias tintas.
Eran tan nuevas, dentro de su simplicidad, que los actores del
Teatro de Arte, de buenas a primeras, las juzgaron imposibles de
representar. En efecto: ¿cómo "representar" sin
elocuencia, sin teatralería, sin pasión? ¿Cómo expresar el
gris humor chejoviano, cuando se está acostumbrado al teatro
efectista o a los grandes parlamentos?
Todo esto, que hace cerca de un siglo parecían defectos, ahora
nos parecen otras tantas cualidades. Y, como el lenguaje es bello
y armonioso, el diálogo vivo y matizado y la construcción
sólida y sobria, Chejov está considerado como uno de los
precursores del teatro moderno.
La novela rusa
La novela fue una de las formas preferidas por los escritores en
el fértil periodo de la literatura que fue el siglo XVIII y XIX.
Cada uno de ellos llevó a cabo un uso particular de esta forma y
desarrolló su propio estilo y sus propios temas.
Sin embargo y de una manera general, los escritores de novela se
basaban en la vida cotidiana de las gentes de su época, e
intentaban alcanzar un alto grado de autenticidad en las
recreaciones de la experiencia. Concebían sus obras como
instrumentos para explorar importantes cuestiones relacionadas
con la posición del ser humano en el universo.
Desde sus orígenes hasta el siglo XVIII
La novela no aparece en la literatura rusa hasta el siglo XVIII,
en la época de Pedro el Grande. La prosa más antigua que
conocemos es el cuento (Skazka), que prosperó por tradición
oral.
En el siglo IX, Cirilo y Metodio introducen el alfabeto cirílico
y, en el siglo X, aparecen las primeras obras escritas en prosa.
Estas obras son, por supuesto, de carácter sacro, como Vidas de
santos. A continuación aparecen las Crónicas (Lietopici), que
son, en su mayor parte, relatos guerreros o simplemente profanos.
La literatura narrativa a partir del siglo XVIII
Pushkin definió la edad clásica como el "siglo de la
oda". Efectivamente, la oda yámbica fue el género
preferido de Lomonosov y Sumarokov, y también del
"lingüista" Trediakovski (1703-1769).
Al lado de la reforma poética, el siglo XVIII también ofrece el
espectáculo de un gran movimiento de ideas (influencias alemana
y francesa). Hecho significativo: la literatura pasa a ser asunto
de laicos; el último gran escritor religioso ruso es el
metropolita de Novgorod, Feofan Prokopovich (1681-1736),
predicador y dramaturgo. Bajo el reinado de Catalina la Grande,
entre 1762 y 1796, se fundan o se desarrollan las primeras
revistas literarias.
El clasicismo pulió el arma de los escritores, es decir, el ruso
literario, que también fue usado por la literatura narrativa.
Ésta se descompuso en tres corrientes:
Una corriente tradicional, que descubre, dos siglos después de
los europeos occidentales, la. novela de caballerías y la novela
picaresca, géneros que, a veces, se mezclan con los relatos
folklóricos.
Una corriente reivindicadora, que atrae la atención del público
culto hacia las injusticias de la sociedad rusa, la suerte de los
siervos, etc.
Una corriente prerromántica, que se manifiesta principalmente a
través de relatos de viajes o de impresiones, a finales de
siglo, y cuyo iniciador es Karamzin (1766-1826).
La novela rusa en el siglo XIX
La fase romántica es muy breve. Pushkin y Lermontov son ya
realistas: comprendieron que los tiempos no estaban para
efusiones personales, sino para reflexiones sobre la condición
humana y la sociedad.
Entre 1830 y 1832 -fecha extrema para el romanticismo, que puede
considerarse terminado a la muerte de Lermontov, en 1841-, Gogol
(1809-1852) escribió lo esencial de su obra y estableció las
reglas del género: la novela debe ser la pintura realista de un
medio (y no una "historia"). En este aspecto, El abrigo
(1842) es la obra clave de la novela rusa, y Turgueniev dirá,
más tarde: "Todos hemos salido de El abrigo de Gogol."
La segunda mitad del siglo XIX lleva la impronta genial de
Dostoievski (1821-1881). Como vamos a ver, Dostoievski dio nueva
fuerza al realismo al introducir en éste el análisis
psicológico, atormentado y fascinante, que contribuyó a dar a
los lectores occidentales una idea preconcebida del "alma
rusa": un alma de estudiantes de metafísica aplastados por
la burocracia y que reconstruían el mundo fumando cigarrillos.
Sin embargo, no debe olvidarse que esta "alma" también
está en la lógica positiva de un Tolstoi (1828-1910).
El fin del siglo XIX y el principio del XX se caracterizan por
una crisis pesimista en el seno de la "intelligentsia".
Hemos percibido un eco de esta situación en las comedias de
Chejov (1860-1904), y lo volveremos a encontrar en sus relatos
cortos y en las novelas de Sologub (1863-1927) o de Remizov
(1877-1957).
Los grandes nombres de la novela rusa
En este apartado hacen su aparición los cariñosamente llamados
"monstruos" de la narración. Aquellos escritores de
largas y emocionantes novelas en las que se verán surgir en
tinta todos los recursos que se conocen para llegar al lector,
impresionando sus sentidos y, al mismo tiempo, serán portadores
de una realidad social y cultural, la de su país al que aman
hasta la muerte.
Pushkin
Pushkin (1799-1837), es un novelista conciso, preciso y eficaz,
que imprimió a la prosa literaria un prodigioso impulso,
estableciendo -y aplicando- el principio de la economía de
medios: André Gide hablaba del "estilo limpio y desnudo de
Pushkin, cuya gracia es esbeltez y que vibra como una cuerda
tensa" (Prefacio a la traducción de La dama de picas,
1949).
Los relatos de Bielkin (1830) constituyen la primera y brillante
demostración de lo que Gide apreció. Uno de los relatos -El
oficial de correos- introdujo un tema que luego aparecerá
constantemente en la literatura rusa: el interés por los
humildes (en este caso un desdichado postillón cuya hija Dunia
ha sido seducida y secuestrada por un húsar).
La dama de picas (1833) es un relato en el que lo fantástico se
mezcla con lo realista. Hermann, el héroe de esta novela,
constituye la prefiguración de los protagonistas que aparecen en
las obras de Dostoievski. La conclusión de este relato
constituye un buen ejemplo del estilo lapidario de Pushkin.
De las novelas históricas de Pushkin cabe retener La hijo del
capitán (1836), que lo convirtió en el precursor de Tolstoi.
Lermontov
Mijail Yurievich Lermontov (1814-1841). Un héroe de nuestro
tiempo (1840) es otra brillante muestra de la prosa clásica. El
personaje principal de las cinco novelas que contiene la obra,
Pechorin, aparece unas veces como héroe de la narración y otras
como narrador.
Cada novela pone de relieve un rasgo de su personalidad. El
ambiente es algo -byroniano-, pero Lermontov supo mantenerse
sabrio y dueño de su estilo.
Gogol
Gogol (1809-1852), es el verdadero creador de la novela rusa.
Cronológicamente, lo esencial de su obra es anterior a Un héroe
de nuestro tiempo.
No es posible comprender la obra de Gogol sin tener en cuenta las
dificultades de su existencia.
Nacido en provincias (es ucraniano), Gogol vive la embriaguez de
los primeros éxitos en Petersburgo a la edad de veintidós años
y después fracasa lamentablemente en un intento de carrera
universitaria (como profesor de historia). Psicológicamente es
un enfermo; los psiquiatras hablan de autismo, de pérdida de
contacto con la realidad. Sexual y afectivamente, su vida está
desprovista totalmente de mujeres. Al avanzar en edad, el estado
mental de Gogol empeora.
Vaga durante doce años, de 1836 a 1848, por Alemania, Francia,
Italia y Tierra Santa, dedicándose casi exclusivamente a la
redacción de Las almas muertas y a una búsqueda patológica de
la pureza interior, que le conduciría al ascetismo.
Por último, regresa a Rusia, luchando entre el deseo creador y
la psicosis, en la que aún le hunde más la influencia de un
monje mascovita, y muere de las privaciones y de los ayunos que
se inflige (febrero de 1852).
Los primeros éxitos de Gogol son debidos a sus relatos
ucranianos. Las Veladas en la finca de Dikanka (18311832), que le
hicieron famoso, aúnan la fantasía, el humor y la truculencia a
las descripciones realistas. En la misma línea se halla Mirgorod
(1835), que comprende, entre otras, la historia romántica del
cosaco Taras Bulba, relato subido de color, sensual, orgiástico,
que puede ser situado entre la evocación histórica y el poema
épico.
Los relatos "petersburgueses" parten del mismo
principio: un telón de fondo realista a partir del cual Gogol
adorna, imagina, sueña e inunda su obra de fantasía o de
caricaturas. La perspectiva Nevski, El retrato y El diario de un
loco (todos escritos en 1834-1835) tienen más de cuento
fantástico que de novela.
El delirio de grandezas de un pequeño funcionario, que termina
por creerse rey de España y que cree que los perros se hablan y
se escriben, antes de hundirse en un asilo de alienados (Diario
de un loco), es muy significativo a este respecto.
El abrigo (1842) es la historia sencilla y trágica de un
pequeño funcionario, Akaki Akakievich, que, tras múltiples
vicisitudes se compra la pelliza con la que soñaba y, la tarde
misma de la compra, deja que se la roben. Durante mucho tiempo
sólo se vio en esta obra el relato realista de una vida hecha de
humillaciones y privaciones, y se repitió la fórmula de
Turgueniev sobre el origen gogoliano del realismo ruso.
La critica moderna tiende a resaltar el aspecto fantástico de la
narración (el fantasma de Akaki Akakievich que va a atormentar a
su superior jerárquico durante el sueño) y sus elementos
burlescos.
La obra maestra de Gogol, "Las almas muertas", quedó
inacabada ya que el autor, cuando decidió abandonar la vanidad
de la literatura, quemó la última parte en 1852.
La trama: un pequeño terrateniente, Chichikov, compra a bajo
precio los siervos muertos entre dos empadronamientos y, sobre el
papel, transfiere estas "almas muertas" a una región:
se concedían tierras a quienes poseyeran un cierto número de
siervos (los de Chichikov, aunque difuntos, no están legalmente
muertos hasta que se realice el siguiente empadronamiento). Esta
trama es un pretexto; Gogol, al pasear a su héroe por toda Rusia
para comprar "almas muertas" a los propietarios
arruinados por la penuria o las epidemias, encuentra ocasión
para pintar a sus compatriotas en su aspecto más negro y
detestable. La galería de retratos es impresionante.
Primeramente, se vio en esta novela una caricatura truculenta y
venenosa de la sociedad terrateniente de Rusia. En realidad,
Gogol va más lejos: su crítica abarca a toda la humanidad.
Su naturalismo se hace, pues, alucinante: lo que pinta es la
situación humana.
Ahora bien, Gogol estaba animado de convicciones contrarias:
reverenciaba a la Santa Rusia, aprobaba la servidumbre y la
autocracia y creía que el hombre podía salvarse por la
Redención. Cuando advirtió que su obra -producto de su
personalidad profunda- estaba en oposición con su personalidad
consciente, con su super-yo, emprendió la redacción de la
última parte de su libro: Chichikov se arrepentiría y se
regeneraría por su fe en la Santa Rusia. Desgraciadamente, Gogol
no posee, como Dante, el soplo místico.
Sobresale en la pintura del Infierno, pero no posee ningún don
para cantar el Paraíso. Se da cuenta de ello y se inquieta. Cree
que es indigno de celebrar la virtud y que por ello, antes debe
purificarse, lo cual provoca sus crisis (después de 1846), sus
confesiones públicas y, finalmente le lleva a la destrucción de
su manuscrito.
Turgueniev
Los remotos orígenes mongoles de Turgueniev (1818-1883) sólo
tienen un interés secundario. En cambio, su infancia en Spaskoie
y la cruel severidad de su madre para con los siervos,
indudablemente, provocaron en él la tradicional reacción de
compensación. Estudió los filósofos alemanes en Berlín y,
después (tras concebir un amor imposible por Paulina "alma
de mujer en un cuerpo de cíclope" según la frase de
Alphonse Daudet), vivió en Baden y más tarde en París
(después de 1871), cerca de esta mujer a la que sólo pudo amar
con un afecto platónico.
Se relacionó con los realistas y naturalistas franceses
(particularmente con Flaubert) y contribuyó a dar a conocer la
literatura rusa en Francia. Murió en Bougival, en 1883.
Como dramaturgo tuvo el mérito de introducir en la escena rusa
la comedia seria, despojada de intenciones didácticas o
satíricas. Como novelista, aficionado al costumbrismo rural y a
los problemas tradicionales de Rusia, es mediocre.
Por el contrario, ha pasado a la posteridad como extraordinario
autor de cuentos con los Relatos de un cazador (1852), que
constituyen uno de los testimonios más conmovedores y realistas
sobre la servidumbre en Rusia. Ejerció una influencia
considerable sobre la opinión pública y sobre el propio zar
(Nicolás I, muerto en 1855; su sucesor, Alejandro II, aboliría
la servidumbre en 1861).
El rival y enemigo literario de Turgueniev fue Goncharov
(1812-1891), escritor de segundo plano que intentó huir del
defecto tradicional de sus compatriotas eslavos, la apatía, en
unas nada geniales novelas, la más famosa de las cuales es
Oblomov (1859). Su héroe proporcionó al lenguaje la expresión
oblomovschina ("oblomovismo") para designar esa
resignación y pasividad que paraliza toda acción.
Dostoievski
Dostoievski (1821-1881) es el vivo ejemplo de las ambivalencias
de la personalidad. Y las contradicciones que se agitan en él se
proyectaron en su obra. Obra que, por otra parte, rebasa los
límites de lo ruso y pertenece a la humanidad. Por consiguiente,
no hay nada más superficial que el juicio que pretende convertir
al autor de Crimen y castigo en el pintor del "alma
eslava".
Las obras más famosas de Dostoievski son: Recuerdos de la casa
de los muertos (1861), Crimen y castigo (1866), El jugador
(1867), El idiota (1868), El eterno marido (18691870), Los
endemoniados (1871-1872), El adolescente (1875) y Los hermanos
Karamazov (1878-1880).
Es imposible analizar detalladamente las principales obras de
Dostoievski. Su riqueza y su complejidad exigirían una amplitud
desproporcionado con las características de esta obra. Sin
embargo, cabe retener algunas directrices.
En Crimen y castigo (1866), probablemente su mejor novela,
Raskolnikov, un estudiante pobre, asesina y roba a una vieja
avara a la que considera un parásito, con el fin de salvar la
vida de sus familiares, sumidos en la indigencia. Atormentado por
su culpa, acaba por confesar y por redimirse espiritualmente.
El idiota (1868), es un personaje mesiánico, concebido por el
autor como el paradigma del hombre bueno. Los endemoniados
(1871-1872), es una novela sobre un grupo de conspiradores
revolucionarios que usan tácticas terroristas para conquistar
sus metas.
Los hermanos Karamazov (1879-1880), está considerada como una de
las grandes obras maestras de la literatura universal. Su
argumento, el de una historia de misterio sobre un asesinato, se
adentra en el terreno del parricidio y de las tensiones
familiares. La profunda significación de esta extensa novela se
va revelando a través del enfrentamiento entre los tres
hermanos: el intelectual escéptico Iván, el pasional hombre de
acción Dimitri y el bondadoso novicio en un monasterio Aliocha
que representan los símbolos metafísicos del cuerpo, la mente y
el espíritu, llevan a cabo un apasionado debate sobre los temas
que preocupaban al autor desde su juventud centrados todos ellos
alrededor de la pregunta clave: cómo debe vivir un ser humano y
para quién tiene que hacerlo.
Evidentemente, existe una relación entre su vida y su obra.
Antes de su estancia en Siberia, Dostoievski se lanzó
ingenuamente al humanitarismo, al agnosticismo. Cree en la
humanidad y piensa que puede ser salvada con un poco de amor y un
poco de comprensión. Dostoievski padece ya de neurosis, pero
ésta sólo se manifiesta todavía en trastornos de carácter
fisiológico y funcional.
Tras su estancia en presidio, Dostoievski atraviesa una doble
crisis cuyas componentes son caracterológicas y sociales. Se ha
convertido en un escéptico y un desesperado, nietzschiano
"avant la lettre", y, directamente o a través de la
interpuesta personalidad de sus héroes, se entrega al
"desorden de todos los sentidos". Durante este periodo
se incuba lo que podría llamarse el sadomasoquismo de
Dostoievski, su "cinismo". Vive al mismo tiempo un
drama burgués y un drama psicometafísico, casi místico, cuyo
punto culminante es Crimen y castigo, novela maniquea cuyos
protagonistas son el Bien y el Mal.
A partir de Crimen y castigo, Dostoievski emprende una lenta
ascensión hacia la luz. Por etapas, se convierte en un profeta
antiluciferino y, a través de todas las tentaciones del
satanismo y del cinismo, recobra, poco a poco, el optimismo de su
juventud. Aparece entonces en sus novelas una ideología basada
en la fraternidad cósmica.
Al mismo tiempo, Dostoievski se asoma cada vez más a la
naturaleza del alma humana y aborda (es uno de los primeros que
lo hace en la historia de la literatura narrativa) el dominio,
hasta entonces inexplorado, del inconsciente y de los sueños. La
culminación de esta prolongada búsqueda es, simbólicamente, el
famoso Discurso que, pocos meses antes de su muerte, pronunció
en ocasión de la inauguración del monumento a Pushkin en
Moscú. Muere como cristiano ortodoxo.
El arte dostoievskiano es inmenso. Sus inicios fueron gogolianos
y balzaquianos, desembocando después en un arte original, hecho
de análisis sutiles, de sentido del absurdo, de poesía
atormentada, que aparece a partir de Memorias del subsuelo, en
1864.
Podría resumiese la actitud de Dostoievski con frases como
-voluptuosidad del sufrimientos o carácter sagrado del
infortunio,. Tras su regreso de Siberia, Dostoievski se proclamó
constantemente partidario de la religión ortodoxa, de la
autocracia y de la Santa Rusia, y adversario del socialismo, de
la tentación revolucionaria y del ateísmo. Pero, en todas sus
novelas, describe el sufrimiento y la desesperación del hombre
implicado en el universo alienante.
Leon Tolstoi
Tolstoi (1828-1910) realizó sus dos obras maestras antes de su
conversión: La guerra y la paz y Ana Karenina. Los antecedentes
de estas dos obras hay que buscarlos en todo lo que escribió
durante su período caucasiano y son testimonio de sus primeras
convicciones ideológicas: el vitalismo y el racionalismo (un
poco excesivamente razonador).
Guerra y Paz, considerada una de las novelas más importantes de
la historia de la literatura universal y una de las obras
maestras del realismo es, principalmente, una crónica de la vida
de cinco familias aristocráticas.
Los personajes, están perfectamente definidos por precisas
descripciones físicas y por profundos análisis psicológicos.
Destacamos a la sincera y espontánea Natasha Rosova, una de las
más conocidas heroínas de la literatura rusa, que madura y pasa
de ser una exuberante adolescente a convertirse en una sólida
matrona, encarna el ideal tolstoiano de feminidad.
De Guerra y Paz emana una filosofía extremadamente optimista, lo
que constituye el mensaje principal de la obra, escrita durante
un periodo particularmente feliz de su vida.
En Ana Karenina utiliza los mismos métodos creativos realistas
que en sus primeras obras, pero presenta una unidad artística
mucho más sólida, y la exuberancia deja paso al pesimismo, pues
la protagonista no logrará resolver sus conflictos internos y
será condenada por transgredir las normas sociales y morales.
Ana siente una pasión adúltera por el joven oficinista Vronsky,
en la ciudad de San Petersburgo, que contrasta fuertemente con la
sana unión que existe entre Kitty y Constantin Levin -personaje
con rasgos autobiográficos- y la plenitud de su campesina vida.
A través de este argumento, Tolstoi se reafirmaba en la idea de
que la vida era superior en la naturaleza que ahogada por la
superficialidad de la ciudad.
Después de su conversión, que él describe en Confesión
(1880), parece como si el "genio" pasara de su obra a
su existencia. Las obras posteriores a Ana Karenina son
indiscutiblemente más endebles. Todo sucede como si la fuente de
inspiración tolstoiana se hubiera secado y, en muchas ocasiones,
el escritor muestra cierta tendencia a plagiarse a sí mismo. Por
otra parte, Tolstoi se convierte en profeta y no sólo condena la
guerra, sino todos los aspectos del mundo industrial del siglo
XIX: la violencia, el Estado, la industria ("esclavitud de
nuestro tiempo"), el derecho de propiedad, el lujo; en suma,
todo lo que hoy tendríamos tendencia a denominar
"civilización de consumo" y "alienación del
hombre".
Tolstoi propone el regreso a la tierra, el amor fraterno, la
supresión de las fronteras, una concepción idílico-religiosa
(un poco ingenua) de la existencia. Su misoginia, alimentada por
las exigencias y las recriminaciones de Sophie Bers, su mujer, le
llevan a conclusiones como ésta: "El camino hacia Dios se
hace más lento, si no imposible, por la unión del hombre y la
mujer. La humanidad se salvará cuando comprenda que esta unión
debe terminar. Por supuesto, con la supresión de la unión
amorosa, se llegará a la supresión de la especie humana: en
esta desaparición residirá la salvación."
Chejov
En sus narraciones y relatos diversos, Chejov (1860-1904)
describió, con su fascinante estilo, el ambiente que pinta en
sus comedias: la aburrida existencia provinciana; unas vidas
absurdas, sin sentido, desesperadas; un clima nostálgico,
indefinible y absorbente.
No ofreció ningún mensaje, no vivió ninguna desesperanza; se
conformó con ser testigo -algo asombrado- del hombre solitario.
Gorki
Gorki (1869-1936) (Maxim Gorki es el seudónimo empleado por
Aleksei Maximovich Pechkov en la firma de su producción
literaria) es un anti-Chejov, como Tolstoi fue un
anti-Dostoievski.
La juventud de Máximo Gorki es la del hijo de un artesano: unas
veces mozo de cuerda, otras mozo de panadería o empleado de
ferrocarriles. Su cultura es la de un autodidacto que había
leído a Balzac y a Alejandro Dumas, y que alcanzó muy
rápidamente el éxito literario, casi desde su primera novela,
Makar Chudra (1892), narración realista y romántica que
apareció en el diario El Cáucaso. Inspirado por los triunfos de
Chejov en el teatro, Gorki vio aumentar su celebridad con el
extraordinario éxito de sus obras teatrales, en especial con Los
bajos fondos (1902).
Admirado universalmente, sus convicciones marxistas le obligan a
exiliarse, primero a Estados Unidos, donde escribe La madre
(1907), una influyente obra propagandística acerca del espíritu
revolucionario de una anciana campesina; y después a Capri,
donde se instala en una suntuosa residencia y emplea parte de su
inmensa fortuna en crear una escuela de propaganda marxista. Es
la época de Infancia (1913), posiblemente su obra maestra.
Después de la Revolución, regresa a Rusia, convertida en la
Unión Soviética.
Ciertas desavenencias con Stalin le obligan a un nuevo exilio,
por otra parte bastante breve y seguido de una reconciliación.
Él es el responsable de una doctrina politicoliteraria que ha
gravitado por mucho tiempo sobre los escritores soviéticos:
estaba convencido de que, como él mismo cuando era panadero en
Kazán o mozo de cuerda en Odessa, todos los hombres pueden
hacerse mejores y elevarse por medio de buenas lecturas. Por
tanto, fue uno de los paladines de la doctrina del realismo
socialista en el arte; doctrina que, por un tiempo, convirtió a
los artistas soviéticos en escritores patrocinados. Murió en la
URSS, en 1936, colmado de honores; su ciudad natal, Nijni
Novgorod, cambió su denominación original por la actual de
Gorki.
Gorki es un romántico-realista. Hay mucha truculencia en sus
descripciones, en sus semblanzas: su literatura rompe con la
tradición del análisis morboso de los sentimientos a la manera
de Dostoievski o del melancolismo chejoviano.
Cuando abandona su romanticismo para convertirse en un escritor
"social", con Tomás Gordeiev (1899) o Los Artamonov
(1925), Gorki pierde su truculencia y su verbo. En cambio, raya a
su mayor altura en la trilogía compuesta por Infancia
(1913-1914), Entre los hombres (1915-1916) y Mis universidades
(1923), está considerada como uno de sus mayores logros
artísticos, al dejar de lado las elucubraciones filosóficas de
sus primeros trabajos y por llevar a cabo en ella numerosas
caracterizaciones memorables.
Otros aspectos de
la literatura rusa
Componen un apartado aparte tanto la literatura hecha en el
exilio, como la literatura regional, por su carácter
reivindicativo. Estigmatizadas por la rebeldía de sus
protagonistas y por los hechos que éstos se han visto obligados
a vivir, la literatura de los exiliados, sobre todo durante los
primeros años de separación de su país, está labrada por las
memorias o por escritos de temas políticos o religiosos que nos
ofrecen una visión diferente de la sociedad rusa.
La literatura de los emigrados
Con la Revolución de 1905, se produjo una primera ola de
emigración y los revolucionarios que pudieron escapar del
destierro en Siberia se instalaron en Francia, en Inglaterra o en
Italia.
Las obras de estos emigrados decepcionados están constituidas
principalmente por Memorias.
Tras la Revolución de Octubre, una nueva oleada de escritores
emigró principalmente a Berlín, Praga y París. Entre los
emigrados, hubo al principio varias corrientes literarias, entre
ellas el "eurasismo", que suscitó numerosas polémicas
(según los eurasistas, Rusia no debía volverse hacia la cultura
de Occidente, sino hacia el Oriente).
Pero, en conjunto, esta primera generación de escritores que se
asentó principalmente en los países occidentales, todavía se
hallaba claramente vinculada, y por ello, muy influida a los
movimientos literarios de antes de la Revolución.
La nueva generación se aleja de dichos movimientos, en primer
término con Vladimir Nabokov. Poco a poco, los emigrados se
fueron aclimatando a su país de adopción y se hace difícil
precisar cuándo cesa de producirse esta literatura de
emigración propiamente dicha y se transforma en la propia de
cada país elegido por los emigrados.
Aspectos regionales
La primera literatura ucraniana, la encontramos, en la canción
oral, la duma. Ucrania sufre seguidamente la presión de la
católica Polonia y, para resistir a ella, el clero ortodoxo
emprende una acción cultural. Se imprime la primera Biblia en
eslavón, así como una Gramática de Melecio Smotristski
(finales del siglo XVI) y un Diccionario de Pavma Berinda (siglo
XVII).
En 1654, la Ucrania cosaca se alía al reino moscovita, y la
escuela literaria de Kiev produce los mejores escritores de la
época: Stefan Yavorski (1658-1722), Dimitri Tuptalo (1651-1709)
y Feofan Prokopovich (1681-1736).
En la primera mitad del siglo XIX surgen tres grandes figuras:
Nikolai Ivanovich Kostomarov (1817-1885), historiador;
Panteleimon Alexandrovich Kulish (1815-1897), novelista, y Taras
Grigorovich Shevtchenko (1814-1861), poeta romántico, cuya obra
está integrada por Kobzar (poemas inspirados en la canción
popular) y numerosos poemas políticos, históricos y religiosos.
Después de la Revolución, Ucrania posee su escuela simbolista,
en la que destacan:
Mikola Filianski (1893-1935?), Dmitro Zagul (1890-1936?), Iakov
Savshenko (1890-1932), que a continuación pasó a la literatura
proletaria-, Oleski Slisarenko (nacido en 1891), que se hizo
"futurista", y el poeta más importante de la Ucrania
actual, Pavio Tychina (nacido en 1891), que se convirtió
después en panteísta, panrevolucionario y marxista.
Literatura
soviética
La literatura soviética, es decir, las obras escritas sobre todo
en lengua rusa después de la Revolución de Octubre, suele
conocerse muy poco en la Europa occidental, dejando aparte las
obras de algunos escritores de renombre como Maiakovski, Ilia
Ehrenburg, Pasternak o Soljenitsyn.
En torno a la Revolución
Hacia 1900, la poesía rusa es simbolista y modernista a la
manera de la poesía de Europa occidental, en especial de la
poesía francesa y de la poesía alemana.
A partir de 1910, aproximadamente, el simbolismo decae. Se
desconfía -o bien se está cansado- de la seudometafísica y de
las sutilezas del decadentismo. Se dibuja así un movimiento de
retorno a la poesía "sana", a la pureza del lenguaje
pushkiniano y al Realismo. Este movimiento confuso recibe el
nombre de Acmeísmo, y sus principales representantes son Kuzmin
(1875-1935), Gumiliev (1886-1921) y la poetisa Anna Ajmatova
(1893-1966).
Casi al mismo tiempo, aparecen las doctrinas futuristas
(desarrolladas en Italia por Marinetti, 1876-1944), movimiento
que, en Rusia, será llevado a su apogeo por el poeta soviético
más importante del siglo XX: Maiakovski (1893-1930).
Los futuristas pusieron su poesía al servicio de la revolución.
La época era de epopeya y perfectamente adecuada al lirismo
impetuoso de Vladimir Maiakovski, cuya técnica era tan
revolucionaria como sus temas.
Recordemos que la teoría del futurismo reposaba en una
revolución lingüística: utilización de palabras nuevas,
prioridad del elemento fonético, creación de la poesía zaum,
es decir de la poesía transmental (magia, encantamiento a la
manera de los hechiceros asiáticos).
El Imaginismo, cuyo fundador es Cherchenevich (nacido en 1893),
es cultivado por Esenin (1895-1925) y Pasternak (1890-1960, cuya
poesía es más importante que sus libros).
El Imaginismo, cuyo manifiesto reivindicaba la prioridad de la
imagen sobre el símbolo constituye un retomo a la poesía
tradicional.
El Constructivismo (Selvinski, 1899-1968; Lugovskoi, nacido en
1901) es una doctrina poética que quiso cantar el paso del
Estado capitalista al Estado socialista y el triunfo del
proletariado.
Es una forma técnica de la poesía proletaria de la proletkult.
La "proletkult", significa, abreviadamente:
"cultura proletaria".
Es una tendencia que se fijaba el objetivo de crear un arte
específicamente proletario y vinculado a la exaltación del
trabajo colectivo. Este movimiento produjo toda una serie de
obras cuyo único interés es el histórico y en las cuales los
poetas cantan la Revolución, las máquinas y los obreros.
Los primeros años de la Revolución: la prosa
Éste es el periodo en el que la prosa destierra a la poesía.
Los escritores de la contrarrevolución son eliminados, los
escritores emigrados lo son doblemente. Son favorecidos y
exaltados los jóvenes compañeros de viaje de la Revolución -en
su mayoría nacidos con el siglo-, como Esenin, Fedin, etc.
Después de 1925, tiene lugar una batalla ideológica entre dos
grupos literarios: el de los compañeros de viaje de la
Revolución, los popuchiki, y el de los escritores partidarios de
una literatura socialista y proletaria agrupados en la
Asociación panrusa conocida por la abreviatura de RAPP y
sostenida por el Estado.
La RAPP lucha contra el grupo de los "hermanos
Serapión", contra los constructivistas y contra las
diversas escuelas de vanguardia, reclamando una literatura que
resulte asequible a las masas, tanto en el fondo como en la
forma.
El grupo de los "hermanos Serapión" tomó su nombre de
un héroe del romántico alemán Hoffmann. Se declaraba
discípulo eremita Serapión, símbolo de la libertad y de la
independencia del artista, y fue protegido por Gorki. En su
manifiesto, los -hermanos Serapión- declaraban su voluntad de
oponerse -a la coerción opresiva y a la uniformidad de
expresión-.
Los temas dominantes son la Revolución, la guerra civil, la
educación y la reconstrucción del país. Es una literatura
propagandística que, sin embargo, conserva las grandes
tradiciones de la literatura rusa del siglo XIX: el sentido del
realismo y del naturalismo.
Los grandes nombres son los de Ilia Ehrenburg (1891-1967) y
Alexei Tolstoi (1882-1945).
El realismo socialista
A partir de 1929 (año en que se votó el primer plan
quinquenal), la RAPP triunfa e intenta imponer una literatura
colectivista.
Desde 1932, y ante el lamentable fracaso de la RAPP, el Comité
central del Partido comunista decide su disolución. Stalin
insiste en sus discursos sobre la parte que debe corresponder al
individuo, "el más valioso capital" en la creación
artística, y Gorki vuelve a ser, tras una fase de
oscurecimiento, la conciencia literaria de su época.
Tras la constitución de la Unión de Escritores Soviéticos, en
1934, se estableció oficialmente la doctrina del "realismo
socialista", que, a partir de una concepción del arte
basada formalmente en el realismo y el naturalismo, preconizaba
el uso de temas heroicos o ejemplares como instrumento de
formación del pueblo. Se abre así un periodo de calidad
literaria mediocre.
Poco después, la guerra hitleriana provoca la aparición de un
frente patriótico contra el invasor del territorio. Esto explica
que, a partir de 1941, renazcan la epopeya y la canción popular.
Una vez concluida la guerra aparece una nueva corriente inclinada
hacia las literaturas occidentales. Resurge, entonces, la vieja
querella entre eslavófilos y occidentalistas, que desemboca
-durante el período comprendido entre 1946 y 1954- en lo que se
ha llamado zhdanovismo, es decir, la despiadada lucha ideológica
contra todos los escritores "heréticos" con respecto a
la línea general del Partido.
Después de Stalin
Stalin muere en 1953. El régimen se suaviza, y es rehabilitado
cierto número de escritores, antes condenados, censurados y
reducidos al silencio (Anna Ajmatova, Zoschenko, Pasternak,
Zabolotski, Tsvetaieva, etc.). Es el llamado período del
"deshielo ideológico".
En 1962, la revista Novy Mir da a conocer a Soljenitsyn, que
pertenece a la gran tradición de la novela realista rusa.
Paralelamente, la poesía apela a Maiakovski, cuyo suicidio
(1930) había estado causado no sólo por problemas personales,
sino también por el sentimiento de que existía una oposición
irreductible entre la espontaneidad del poeta y las exigencias
del realismo socialista.
Literatura y democratización en los años 80
En las décadas posteriores a la Revolución, en la Unión
Soviética proliferó una obra literaria apoyada en un género
utópico e imaginativo, proyectado siempre hacia un futuro
heroico como objetivo final.
En la actualidad literatura soviética ha cambiado casi
radicalmente la perspectiva. El cambio vertiginoso que provocó
la llegada de Mihail Gorbachov al poder, a mediados de los
ochenta, supuso también la gestación de una tendencia crítica
respecto al pasado. Con el llamado "renacimiento literarios
han surgido gran cantidad de nuevos escritores de teatro y
narrativa.
Sus rasgos más significativos no están en la forma literaria
sino en la temática retrospectiva, sobre hechos históricos o
sobre la propia realidad reciente.
Un ejemplo de esta nueva línea es el autor Vladimir Gubarev, que
poco más de un año después de producirse el accidente nuclear
de Chernobil había escrito el libro El sarcófago, cuya
adaptación teatral fue representada en Unión Soviética,
Japón, Suecia, Italia, Austria y Gran Bretaña.
El pasado, una constante en la literatura soviética actual,
aparece también en la trilogía dramática de uno de estos
nuevos autores, Michael Satrev: Caballos rojos sobre la hierba
azul, La paz de Brest-Litousk y La dictadura de la conciencia. En
las tres obras el autor hace entrar en escena a los dirigentes
soviéticos Vladimir Lenin, León Trotski y Josef Stalin y
presenta al espectador el contraste de los jefes de la
revolución soviética en su inicio y a lo largo de su evolución
histórica.
Dentro de la vertiginosa retrospectiva soviética, la era Stalin
es uno de los temas que más inspira a los escritores actuales.
Boris Mozaev ha escrito una obra llamada Música y niños sobre
el tema de la colectivización forzada en el medio agrícola en
la época estalinista. El libro, ambientado en la campaña rusa,
da una imagen más real del sufrimiento de los campesinos
soviéticos, que la versión antigua, edulcorada oficialmente.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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