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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Mujer, negra y esclava .

Una mujer esclavizada por los musulmanes y libereda, también espiritualmente, por la fe católica

Hacia el 1870, en una aldea llamada Olgossa en el occidente de Sudán, nace en la importante dinastía llamada los dagiu, una niña negra. Nadie conoce el verdadero nombre de esta niña, sólo sabemos que más tarde la llamarían Bakhita. Pero, ¿qué puede tener de importante la vida de una niña del Sudán? Hace sólo unos días, Bakhita ha sido declarada santa. Para el mundo católico, al que ella pertenecía, la canonización representa el más alto grado de realización personal al que puede aspirar un ser humano. ¡Quién diría que una mujer africana, que sufrió la esclavitud y los desprecios durante su vida, se convertiría en una figura que de ahora en adelante podrá ser admirada por millones de hombres y mujeres ! Durante la ceremonia de su canonización, el Papa Juan Pablo II comentó que a ejemplo de esta «humilde hija de África», el mundo de hoy tiene la exigencia de trabajar eficazmente «para liberar a las muchachas y a las mujeres de la opresión y de la violencia y restituirles su dignidad en pleno ejercicio de sus derechos». Bakhita se convierte así en el «símbolo de la auténtica emancipación».

El pasado 3 de octubre se presentó por primera vez, en la ciudad de Roma, la película documental de la vida de Giuseppina Bakhita. Esta creación, titulada "Las dos maletas", deja claras tres realidades de la vida de la protagonista: Bakhita era una mujer, era africana, era una esclava. A pesar de que enfrentó una situación de vida distinta a la de la mayoría de las mujeres de hoy, podemos decir que su testimonio se convierte en un auténtico ejemplo de solidaridad y comprensión del quien es diferente y discriminado.

El nombre Bakhita, que significa en árabe "afortunada", le fue dado irónicamente por sus secuestradores, negreros y traficantes de esclavos. Teniendo menos de ocho años fue raptada y esclavizada, nunca más volvió a ver a su familia. Comprada y vendida más de cinco veces pasó por las peores humillaciones, torturas físicas y morales. Fue explotada como bestia de carga, golpeada con fusta y patadas, fue herida gravemente varias veces y llevó hasta su muerte ciento cuarenta incisiones de tatuaje. «la tatuadora me hizo seis incisiones en el pecho, sesenta en el vientre y cuarenta y ocho en el brazo derecho. Yo creía morir a cada instante, sobre todo cuando me frotaba las heridas con sal». Bakhita experimentó que la fuerza interior de una mujer no se derrumba ni con el azote del látigo. 1 Vivió más de diez años de esclavitud, hasta que la compró Calixto Legnani, un cónsul italiano. Él nunca volvió a tratarla como esclava. «Esta vez sí que fui realmente afortunada, porque el nuevo amo era muy bueno y me quería mucho. Mi trabajo principal era ayudar a la sirvienta en las tareas de la casa; no había castigos ni golpes y a mí me parecía imposible gozar de tanta paz y tranquilidad.»

Su llegada a Italia en el año de 1885 cambiaría el sentido de su vida. El cónsul la regaló a una familia italiana en Veneto y así se convirtió en la niñera de Mimina. Tiempo después, la acompañaba al catecismo donde recibió como regalo un crucifijo. «Me explicaron que era Jesucristo, el Hijo de Dios y que había muerto por nosotros… recuerdo que miraba el crucifijo a escondidas y sentía algo que no sabía explicar».Las hermanas canosianas, encargadas de la catequesis la educaron en la fe católica. «Fuimos confiadas a la hermana María Fabretti, se me saltan las lágrimas al recordar el cariño con el que me trató». Cuando fue bautizada el 9 de enero de 1890, recibió el nombre de Giuseppina Margherita Fortunata.

En diciembre de 1893 ingresó al noviciado de las hermanas canosianas. Fue monja más de 50 años, y ya en vida, su fama de santidad se extendió por toda Italia. Cuando murió, el 8 de febrero de 1947, largas filas de personas pasaron durante tres días para despedirse de su féretro. Sus últimas palabras fueron: «¡Estoy contenta!». Qué difícil resulta imaginarse la muerte feliz de una persona que durante casi toda su vida fue rechazada y humillada; sin embargo, Bakhita nunca perdió la alegría interior, siempre se mostraba bondadosa con todos y se preocupaba más por los otros que por ella misma. Ese candor fue el que le llevó a ser admirada y querida por todos hasta sus últimos años de vida.

Era mujer, era negra y era esclava, pero ninguno de las tres afirmaciones le negaron nunca la libertad interior y la paz de que gozó toda su vida. Bakhita no conoció el odio. En medio de las cadenas y de los desprecios más crueles, ella siempre fue libre, y en su libertad y fuerza interior se encierra el secreto que la convierte en el «símbolo de la auténtica emancipación».

El Director de "Las dos maletas" explica que Bakhita sufrió mucho, pero sobre todo perdonó a quien le hizo sufrir, a quien la azotó. Y repetía con muchísima frecuencia: «¿Por qué en el mundo sólo hay lágrimas y sangre? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Por qué Dios permite todo esto?». Bakhita pudo dar respuesta en su vida a estas preguntas, porque se dio cuenta de que era amada y tuvo la oportunidad de amar, aun en medio de tantas desgracias. Bakhita fue una mujer que supo descubrir su interioridad y su enorme capacidad de amar enmedio de sus grandes sufrimientos. Para los hombres era esclava, pero en realidad era la más libre de todas porque nunca se dejó esclavizar por el odio ni por el rencor. ella supo encontrar su libertad en su capacidad de amar que nunca le pudo ser arrancada ni por el más tirano de sus amos. Bakhita fue una mujer que sin utilizar la violencia ni la fuerza del odio se ha convertido en una auténtica defensora de los derechos del débil, del rechazado, del que sufre. Es figura y estandarte de un desconocido feminismo, que sin duda será más eficaz que las marchas y las manifestaciones violentas. Hoy, esta esclava negra, que en su tiempo fue dolorosamente rechazada por la sociedad, se ha convertido en una auténtica heroína; elocuente paradoja.

- Vicky Campos
Mujer Nueva


1 Autobiografía de Giusepina Bakhita 1910 .



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