|
¿Con qué contamos para ganar el futuro?.
Los valores de la cosmovisión hispánica es una de las pocas "culturas" que existen con capacidad para reaccionar y para crear nuevas realidades, diferentes y muy superiores, a el uniformismo del Nuevo Orden Mundial.
Al futuro hay que ir con unas ciertas
posibilidades de éxito y la verdad es que, tal como estamos, da
la impresión de que los Españoles en lo material y en lo
político no tenemos muchas. Y nuestros vecinos, con los que
deberíamos competir si las circunstancias fueran otras,
prefieren que sea así.
Bueno: Pues organicémonos. ¿Con qué contamos?
Parece ser que con muy pocas cosas tangibles. Las finanzas y los
sectores productivos están en recesión, y puede que nos esperan
tiempos muy difíciles. Esta situación es peor si nos comparamos
con el nivel de desarrollo de "los países de nuestro
entorno" o con la posición en que estaríamos si
hubiésemos seguido los crecimientos históricos de hace unas
décadas.
No podemos contar, en principio, con lo material. Entonces,
¿qué nos queda? Lo único que siempre hemos tenido en
abundancia: el ingenio y el genio. La certeza de que, si se abre
la puerta a la esperanza, por ella irán los esfuerzos y las
ideas de todo un pueblo, convencido de que avanzar es la más
urgente de las empresas comunes. Y contamos también con la
necesidad, con las muchísimas necesidades que en estos momentos
se van viendo postergadas, mientras los profesionales de la
discordia se inventan algunas nuevas, tal la autodeterminación
de los pueblos o los debates parlamentarios, que pueden apasionar
pero que son estériles.
También disponemos de una cultura creadora y genial. Su riqueza,
tan desconocida por los propios españoles, no está tanto en sus
realizaciones anteriores como en su capacidad para resumir en
ella las distintas experiencias de los pueblos. Desde nuestra
concepción del hombre al modo que tenemos de sentir
individualmente los agravios colectivos, todo nos define como una
de las pocas culturas que existen con capacidad para reaccionar y
para crear nuevas realidades.
Por supuesto, hemos de contar con un proyecto previo: ¿Qué
queremos ser? ¿Adónde pretendemos llegar? Vamos a dar primero
una respuesta primaria, la que daría cualquier español no
fanatizado antes de meditar el problema: "Queremos ser los
mejores. Pretendemos llegar al número uno". ¿Podemos?
Vamos a responder más despacio.
Queremos, entre otras cosas, ser independientes, vivir nuestra
paz en orden y nuestra libertad en justicia. Queremos participar
en las decisiones para ser útiles y queremos, también, que las
decisiones que se tomen nos sean útiles a nosotros.
Queremos que la riqueza que generemos se reparta con equidad y
que la parte que el Estado tome de ella nos sea devuelta en
servicios.
Queremos, también, intervenir en el concierto de las naciones y
que nuestras opiniones sean tenidas en cuenta con respeto.
Queremos desarrollar en paz nuestra personalidad individual y que
nuestras creaciones colectivas generen beneficios a los
individuos.
Queremos, junto al desarrollo económico, el desarrollo social
que permita disfrutar las riquezas lícitas en un clima de paz y
de solidaridad.
Queremos... Muy largo sería apuntar aquí todos nuestros deseos,
pero se pueden resumir en este otro: la aspiración a una España
mejor en todos los órdenes y a su continuidad en la historia de
los hombres.
Contamos, pues, con deseos de mejorar. Donde seguramente a los
españoles nos costará ponernos de acuerdo será en el método
para cumplir nuestros deseos, porque, ¿qué podemos hacer salvo
soñar? Hoy por hoy, ponernos en marcha, extender el mensaje de
que no somos un pueblo acabado ni mucho menos vencido; llevar a
todos el convencimiento de que cada uno tiene algo imprescindible
que aportar: ilusión y confianza.
En estos momentos el tiempo, el intangible tiempo, trabaja a
nuestro favor y está en el ambiente la inminencia de un resurgir
nacional que llene los mil vacíos que la ineficacia viene
abriendo. Hagamos que crezca la confianza en el renacimiento, no
sólo llevando a cabo la crítica del presente estéril sino
proponiendo, con verdad, el hecho de que la base para cualquier
recuperación -económica o de otra índole- es el descubrimiento
de nuestra voluntad común de mejorar.
A esa voluntad de perfección, más adelante, habrá que darle
forma institucional.
Habrá que hacer un Estado a la medida del hombre y del futuro;
un Estado Humano que no recoja votos solamente, sino
aspiraciones.
Un Estado Social que no aspire a gobernar solamente sino a
desarrollar profundamente las virtudes y las ideas de sus
hombres.
Un Estado capaz de avanzar en el tiempo y con el tiempo y que
distinga muy bien lo transitorio de lo permanente, la forma del
contenido y el método de los objetivos.
Un estado, en fin, capaz de articular a la Nación eficazmente
para que no se pierdan los esfuerzos individuales ni se
desperdicien energías en lo contingente.
A. Robsy
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.