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La educación de la persona: una urgencia inaplazable.
Unas reflexiones en torno a la educación, el papel de la familia y la Iglesia como espacio de reconstrucción de la propia humanidad.
El drama del humanismo ateo.
De Lubac afirmó que no es cierto que no pueda construirse una
sociedad sin Dios. Pero el drama del humanismo ateo ha sido que
esa sociedad sin Dios se ha vuelto en contra del hombre. Y ahí
están sus tristes resultados para acreditarlo, destacando, entre
ellos, la destrucción de la familia y de la misma persona.
La persona humana, sujeto de la sociedad post-moderna, global y
consumista, se encuentra atomizada, sola, sin maestros a los que
mirar y seguir, carente de un juicio claro, y sin capacidad de
discernimiento ante los retos que la vida le presenta. Esta
persona, indefensa ante las modas y la presión del poder
cultural dominante, embriaga por una aparente libertad sin
límites, es el resultado, en buena medida, de la destrucción de
la familia tradicional y de la pérdida de contenido y sentido de
la labor educativa de padres y maestros.
Los padres han abdicado de su labor educativa, y en esa renuncia
late un desinterés por el destino de los otros, de los hijos. Al
optar por lo fácil, no transmitiendo a los hijos una tradición
y una base de valores y juicios, se priva a esos hijos de unas
herramientas imprescindibles para afrontar su futuro, apoyándose
la relación padres - hijos en cimientos de escasa solidez.
En dicha relación predomina un modelo en el que lo afectivo e
instintivo prevalece frente al riesgo de educar. El temor a una
posible pérdida del afecto del hijo se convierte en la directriz
de las relaciones padres - hijos, renunciando con ello a las
funciones propias de la familia, especialmente la educativa y
formativa.
El modelo de familia impuesto desde el poder, es el de un grupo
de iguales, de amigos, de colegas diríamos con lenguaje de la
calle, con los roles respectivos desdibujados. Pero un padre y un
hijo no son iguales: ni en derechos ni en deberes, ni por
biología, ni por el papel social, ni por la experiencia.
Los padres caen en la afectividad fácil e inmediata, huyendo de
la corrección como instrumento básico en la educación del
hijo. Y con ello se priva al hijo de la posibilidad de acceso a
unos juicios y unas referencias en valores con los que
contrastarse ante las circunstancias de todo tipo que la vida
presentará. Por esa dramática cesión, los hijos quedan, en
buena medida, indefensos ante los retos de la vida y la presión
del poder dominante.
En estas circunstancias, ¿qué hacer?
Angelo Scola, rector de la Lateranense, respondió de esta forma
ante una pregunta similar: es imprescindible la existencia de
colegios católicos en los que la figura del maestro sea una
posibilidad concreta de encuentro personal, una referencia
inmediata y objeto de la mirada del educando con una presencia
humana que le proporcione certezas y criterios sobre los que
afrontar la vida. Por ello, la labor educativa de la Iglesia pasa
necesariamente por la fidelidad de los movimientos y de las
órdenes religiosas enseñantes al propio carisma, siendo su
misión de una necesidad imprescindible y de una urgencia
inaplazable. Un espacio físico concreto, en definitiva, para la
construcción de la persona.
El entorno de estas
reflexiones.
Estos juicios y reflexiones se emitieron con ocasión de una
tertulia informal celebrada por un grupo de amigos
pertenecientes, buena parte de ellos, al movimiento de Comunión
y Liberación, junto a varios sacerdotes implicados en distintos
niveles de la pastoral juvenil y universitaria, en un monasterio
del norte de Navarra donde disfrutaban de la Semana Santa. Una
tertulia que, de forma no prevista, desembocó en la expresión
de esas preocupaciones por la persona y su educación, por la
familia y la Iglesia. Un grupo de amigos que, activos en la
sociedad actual, son, al igual que otros muchos pertenecientes a
múltiples realidades de la Iglesia universal, una posibilidad
para la educación de la persona y la reconstrucción de su
propia humanidad.
No son las opiniones de unos expertos, ni de profesionales del
tema, pero son expresión de una vida, de novedad y una
posibilidad de presencia en el mundo.
Sirvan estas líneas como una invocación al papel educativo y
misionero de todo católico.
José Basaburua jbasaburua@hotmail.com
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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