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Breves datos y notas sobre inmigración en la España contemporánea.
Ante la caída demográfica, fruto de una lamentable política social y de valores de las últimas décadas, el Estado debe hacer una apuesta, mientras se vuelven a retomar los valores familiares que hagan crecer la población de forma natural, por la atracción de emigrantes Hispanoamericanos y de europeos orientales.
El desarrollo económico experimentado
por España a partir de los años 50 del siglo XX ha provocado
profundos cambios sociales en el país.
El aumento de la calidad de vida de los españoles la convierte
en receptora de emigrantes.
Los cambios sociales como la entrada de la mujer en el trabajo ha
motivado la necesidad de las familias de demandar servicio
doméstico. La necesidad de hacer frente a los gastos con dos
sueldos ha creado en los matrimonios jóvenes con algún hijo y
sin asistencia de familiares cercanos la demanda de alguien que
ayude en las labores hogareñas.
La situación geográfica de nuestro país le convierte en la
puerta de entrada a la unión europea de los contingentes
africanos que ven desde el limes del Mediterráneo a Europa como
la panacea de sus problemas.
Esta situación de España, la convertía sin embargo, en tierra
de paso, pero no de acogida, el cambio profundo en esta década
es la saturación de las sociedades europeas y la búsqueda de
nuevos países receptores como Italia y España que han empezado
a sustituir a los de la parte norte. Ambos países tienen una
población inmigrante en torno al millón de personas. En España
los residentes en situación "regular" han pasado de
181.544 en 1980 a 600.000 en 1997. Esta población inmigrante
regular se encuentra concentrada en un 74 % en las regiones
costeras y en los grandes centros urbanos de Madrid y Barcelona.
Por continentes y con cifras de 1997:
· Los europeos son 274.081, un 50´6%, en su mayor parte
jubilados alemanes y británicos que vienen por la calidad de
nuestro clima. No obstante, este número esta en proceso
descendente a cuenta de la llegada de nuevos contingentes
jóvenes de otros continentes.
· Los iberoamericanos son 104.049, un 19´3%, con una clara
mayoría de argentinos y peruanos. Este colectivo esta en claro
ascenso, son jóvenes y no plantean ningún tipo de problema de
integración por la afinidad cultural y religiosa. Especialmente
vienen de la América andina (Peru y Ecuador) por las
dificultades económicas de allí. En cuanto a los países
caribeños la inmigración es esencialmente femenina y alimenta
la oferta del servicio doméstico.
· Los africanos son 98.820, un 18'3%, hace diez años eran el
2´5% de la inmigración en España. Este colectivo esta
claramente en ascenso, norteafricanos y sursaharianos, jóvenes
que llegan a Marruecos y donde las mafias del transporte les pasa
en pateras a territorio español. Entre ellos sube en gran
número la presencia de mujeres con niños pequeños, fruto en
algunos casos del pago del viaje a los traficantes de personas.
· Los asiáticos son 43.886, un 8´1%, son el colectivo más
pequeño, esencialmente filipinos y chinos. Los primeros
dedicados al servicio doméstico y los segundos al comercio. Los
japoneses trabajan en sus empresas pro un tiempo limitado.
El trabajo que realizan los inmigrantes esta centrado en un
64´4% en el sector servicio (hostelería y servicio doméstico),
el 15´2% agricultura (invernaderos y pastoreo), el 8´8%
construcción y el 6´9% en la industria. Los inmigrantes
realizan un trabajo de baja cualificación y de ingresos escasos,
resulta curioso que tengan una alta demanda en Andalucía en el
sector agrario, cuando el paro rural andaluz es esencialmente
agrario y vive de las subvenciones.
En cuanto a las respuestas que las instituciones pretenden dar al
fenómeno inmigratorio, la primera es coordinar con el resto de
los países europeos un control de flujos migratorios,
desarrollar acciones en el campo de la integración e igualdad.
Hay que tener en cuenta que a diferencia de nuestra emigración,
que fue de carácter temporal y volvió en la década de los
ochenta a España, la inmigración a España es de permanencia y
no quieren volver a su país, pero si conservar sus usos y
costumbres. También el desarrollo de planes de cooperación con
los países emisores, aunque se pretende exista una reciprocidad.
España es el principal país receptor de marroquíes, sin
embargo, nuestro país es altamente castigado en la política
pesquera por Marruecos.
No obstante, el estudio progresivo de la inmigración en los
países occidentales del norte plantea problemas que hay que
evitar en los del mediterráneo. La afluencia masiva de
inmigrantes de culturas muy diferenciadas a la nuestra produce
una saturación que impide la integración. La imposibilidad de
canalizar esa masa humana a ofertas de trabajos seguras,
provocando el tráfico clandestino de trabajos sin seguridades
aumenta la formación de guetos de pobreza y exclusión social.
Estos barrios marginales formados por inmigrantes se convierten
en una traslación de la miseria de sus países, el fracaso de su
integración les imposibilita su promoción social y les
convierte en cebo de traficantes de trabajos esclavistas y mafias
delictivas.
En Alemania y Francia, la presencia de cuatro millones de
musulmanes en cada país choca con la cultura del país receptor.
Como señaló hace poco el cardenal Biffi, la ausencia de
crecimiento vegetativo en la población europea esta causando
ante la llegada masiva de inmigrantes de culturas muy diferentes
a la nuestra la configuración de centros físicos de culturas
diversas sin posibilidad de integración.
Por esta razón apostaba por la preeminencia de inmigrantes de
culturas afines, que no plantean problemas de integración, no de
asimilación, porque tienen derecho a conservar sus
peculiaridades nacionales. Sin embargo, su característica de
permanencia les marca la necesidad de integrarse en plano de
igualdad con la población autóctona y aceptar nuestros valores.
Costumbres como la poligamía o la extirpación genital del
clítoris a las niñas chocan con nuestra mentalidad y no pueden
pervivir en una sociedad con unos valores enraizados en una
cultura de raíz cristiana, donde el respeto a la mujer se
realiza en un plano de igualdad con el hombre.
En definitiva, hay que aprender de la experiencia de los países
vecinos, que promueven la preeminencia de los colectivos de
inmigrantes que mejor puedan integrarse en nuestra sociedad por
afinidad cultural.
Asegurar la oferta de trabajo a la demanda de inmigrantes,
regulando el flujo para que así se evite la explotación
interesada de mafias del trabajo clandestino. Y ampliar la
formación de cursos que ayuden a los inmigrantes a una
compresión de los valores de nuestra sociedad para facilitar su
integración social como ciudadanos y no se vean marginados a la
exclusión social.
José Luis Orella
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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