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De la verdadera naturaleza del protestantismo.
Con el testimonio de un convertido del evangelismo podemos ver que la Reforma no fue lo que supuestamente pretendía ser, sino que se convirtió en el mayor intento de aniquilación de la Iglesia con la excusa de una verdadera necesidad de cambio.
En un tiempo como el que nos toca vivir,
en el cual los vientos del ecumenismo parecen soplar de nuevo con
fuerza, no es fácil plantarse firme e intentar decir cuatro o
cinco verdades acerca de los "hermanos separados". Yo,
que durante casi 9 años de mi vida fui cristiano evangélico,
sé lo que es estar a los dos lados de la acera. Y se da un hecho
innegable a la vez que peculiar. Mientras que en la acera
protestante-evangélica podemos encontrarnos a una gran mayoría
de "hermanos" que rechaza la posibilidad de que seamos
cristianos los católicos verdaderos, que creemos por tanto en
todos los dogmas de la Iglesia, en la acera católica no abundan
aquellos que ponen en duda la naturaleza cristiana del
protestantismo evangélico. Sin entrar a valorar, no merece la
pena, la opinión anticatólica de esa mayoría de
protestantes-evangélicos, creo necesario dar una serie de puntos
claves por las que los católicos en general, y los que tienen un
contacto más habitual con los protestantes en particular,
deberían de ser menos optimistas en cuanto a la existencia de un
elemento cristiano genuino en el protestantismo.
Desde los tiempos de la Reforma, el protestantismo enarboló una
serie de lemas que podríamos considerar como los dogmas de fe de
la cristiandad protestante. Analicemos la teoría de uno de esos
lemas, y veamos en qué se convierte en la práctica:
Solus Christus (Solo Cristo).
En principio nada habría que oponer a esa doctrina esencial de
la fe cristiana por la cual sabemos que la persona y figura de
Cristo es, por sí sola, el centro de nuestra creencia y de
nuestra vida. Sin duda, sin Cristo no hay cristianismo. Ahora
bien, resulta que en la Biblia, aparece con claridad meridiana
una realidad: una vez que Cristo se ha encarnado y ha fundado su
Iglesia, no se puede separar la realidad de Cristo de la realidad
de su Iglesia. La Palabra de Dios es clara. La Iglesia es el
CUERPO DE CRISTO (Col 1,18). Pero aún dice más. La Iglesia es
SU PLENITUD (Ef 1,23). Perseguir a la Iglesia es perseguir a
Cristo (Hch 9,1-6) Y por si la cosa no quedara suficientemente
nítida, vemos que la relación entre Cristo y la Iglesia es un
misterio al que San Pablo compara con el misterio de la unión
entre el hombre y la mujer (Ef 5,31-32).
Por tanto, decimos la verdad si enseñamos que no se puede creer
en el "Solo Cristo" si no se acepta que con Cristo va
su Iglesia, ya indisolublemente unida a Él por la eternidad. Por
eso el Credo Nicenoconstantinopolitano afirma en uno de sus
puntos: "Creemos en la Iglesia santa, católica y
apostólica". Es decir, desde muy antiguo queda demostrado
que la fe o creencia en la Iglesia era parte de la fe cristiana.Y
si Cristo mismo dijo del matrimonio aquello de que "lo que
Dios ha unido, no lo separe el hombre", cuanto más habremos
de creer que la unión de Cristo con su Iglesia está sellada
eternamente por la voluntad divina.
Una vez esto claro, cabe hacerse una pregunta: ¿atentar contra
la unidad de la Iglesia no es exactamente lo mismo que atentar
contra Cristo? ¿Es cristiano el dividir el Cuerpo de Cristo en
mil pedazos? ¿o por el contrario la división de la Iglesia es
el arma más poderosa que Satanás ha manejado durante los 20
siglos de existencia del cristianismo?
Cuando era protestante, el asunto de la unidad de la Iglesia lo
veía como algo secundario y, sobre todo, perfectamente
sacrificable al "dios" de la pureza doctrinal. Es
decir, la verdadera doctrina expresada "sólo en la
Biblia" era un tesoro de mucho más valor que la unidad
visible de la Iglesia de Cristo. Pero no sólo eso. Como la
inmensa mayoría de los protestantes, yo tenía un concepto sobre
la Iglesia que no sólo no aparece por ningún lado en la
Escritura, sino que, por el contrario, se da de tortas con el
mensaje bíblico. Es lo que yo llamo el concepto docetista de la
Iglesia, por el cual se rechaza la idea de que pueda existir una
Iglesia visible, organizada y jerarquizada y se acepta la
existencia de una Iglesia invisible, pseudo-etérea, sin una
unidad orgánica real.
Sin embargo, cuando analizamos lo que la Biblia nos dice acerca
de la Iglesia, vemos lo siguiente:
-Cristo dejó muy claro que la unidad de los cristianos debería
ser semejante a la unidad de Él con el Padre y que, del logro de
esa unidad dependería el que el mundo creyese.
-La Iglesia tenía una jerarquía muy bien definida: los
apóstoles, entre ellos Pedro el primero, y luego los obispos y
los ancianos (presbíteros).
-La Iglesia adoptaba un sistema de solucionar los problemas
doctrinales que podemos llamar conciliar, tal y como se ve en
Hechos 15, con la particularidad de que Pedro fue el que zanjó
las discusiones que se estaban llevando a cabo en aquel primer
concilio. Además, las disposiciones de Hechos 15 eran de
OBLIGADO cumplimiento para toda la Iglesia.
-Los apóstoles eran tajantes contra aquellos que causaban
división. Empezando por Pablo, que tuvo que enfrentarse por
primera vez con los "denominacionalismos" en Corinto
(1ª Cor 1,10-13). Y además le dio a Tito una orden bien clara
sobre lo que había que hacer con los que causaban divisones.
Había que amonestarlos primero y echarlos fuera de la Iglesia
después, porque se habían pervertido (Tit 3,10-11). En Judas 19
se pone al mismo nivel a los que causan divisiones que a los
sensuales, y de ambos se dice que no tienen el Espíritu. Y,
digámoslo alto y claro, el apóstol Juan muestra en 1ª Jn
2,18-19 que los que salen de la Iglesia son anticristos, aunque
algunos quieren interpretar ese texto de una forma más suave.
-Ahora bien, alguno se preguntará, ¿y qué tiene todo esto que
ver con el protestantismo y el Solo Cristo?: Tiene TODO que ver.
Es más, el protestante que entiende esta realidad, si es
honesto, necesariamente tiene que dejar de ser protestante, a
menos que quiera pecar gravemente delante de Dios.
Es evidente que un sistema religioso que dice aceptar a Cristo
pero que en su misma esencia lleva el virus mortal de la
división del Cuerpo de Cristo sólo puede ser definido como
anticristiano. No hay justificación alguna al hecho de que el
protestantismo haya sido absolutamente incapaz de mantener una
unidad eclesial interna mínimamente decorosa. Cuando los
protestanes se ufanan en señalar los supuestos errores
doctrinales del catolicismo, no se dan cuenta de que la mera
existencia de multitud de denominaciones protestantes
independientes unas de otras es, en su ojo, una VIGA de
proporciones apocalípticas.
El protestantismo es la negación de Cristo desde el momento en
que en la práctica niega la existencia de una sola Iglesia de
Cristo, con una sola fe, un solo credo y un solo bautismo. Y si
se niega la existencia de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo,
se está negando al propio Cristo. Y punto.
Si el protestantismo hubiera sido capaz de organizarse a sí
mismo en una sola Iglesia o denominación, podríamos haber
contemplado la Reforma desde un prisma diferente. Pero la Reforma
no fue lo que supuestamente pretendía ser, sino que se
convirtió en el mayor intento de aniquilación de la Iglesia con
la excusa de una verdadera necesidad de cambio. Aprovecharon que
la Iglesia estaba medio muerta para intentar aniquilarla del
todo, pero, gracias a Dios, fue entonces cuando la Iglesia vio
las orejas al lobo y se despertó con nuevos bríos, aunque bien
que le costó recuperar el tono vital que había perdido entre
tanta corrupción interna y tanto desbarajuste doctrinal y
eclesial externo.
En definitiva, aunque cabría analizar muchas de las
ramificaciones del desastre que supuso el protestantismo para la
Cristiandad, Me conformaré con señalar al menos unas pocas
incoherencias de la dinámica dialéctica agresiva que usan con
denudo los hijos de la Reforma contra la Iglesia Católica:
- Los protestantes achacan a la Iglesia Católica el que no se
basa sólo en la Biblia. Lo cierto es que ellos, que dicen
basarse sólo en la Biblia, no se ponen de acuerdo sobre aspectos
tan importantes como la Eucaristía, los sacramentos, la
organización eclesial, las doctrinas de la gracia y la
salvación (gracia irresistible y perseverancia de los santos),
etc, etc.
- Los protestantes atacan a la Iglesia Católica por dar un papel
esencial a la Tradición, pero luego son esclavos de sus propias
tradiciones interpretativas de la Palabra de Dios. Y encima,
aceptan buena parte del lenguaje y el contenido doctrinal que les
ha llegado a través de la Tradición católica (trinidad,
filioque, domingo como día del Señor, pecado original, etc), lo
cual no deja de ser una ironía histórica.
- Los protestantes usan la Biblia como arma arrojadiza contra
determinadas doctrinas y prácticas católicas, pero rechazan o
miran a otro lado ante lo que esa misma Biblia dice acerca de los
que tienen el espíritu de división, tan presente en ellos.
- Los protestantes atacan a la Iglesia Católica acusándola de
tener un sistema de gobierno dictatorial, pero resulta que buena
parte de ellos ejercen una tiranía a nivel denominacional que
ríase usted del actual poder disciplinar de Ratzinger y su
Congregación para la Doctrina y la Fe
En fin, por no alargarme demasiado, terminaré con una reflexión
final. Creo que tanto aquellos que han nacido en una familia
protestante como los que han llegado a serlo tras salir de la
Iglesia Católica, deben volver con urgencia al seno de la
Iglesia de Cristo. Es incompatible el ser de Cristo con el ser
parte de un sistema religioso en el que se está dividiendo
continuamente el Cuerpo de Cristo, en el que se niega por
principio la eficacia regeneradora que el Espíritu Santo tiene
en su guía de la Iglesia. Muchos verdaderos cristianos
protestantes no han sido nunca enfrentados con esta realidad que
estoy comentando. Muchos otros sí han sido confrontados por los
hechos pero prefieren seguir sus vidas separados de la Iglesia y
por tanto, a pesar de que se enfaden al leer esto, separados de
Cristo.
Es nuestra misión evangelizarlos y/o resistir sus intentos por
llevar a más católicos a la sinrazón de su fe imperfecta. Sin
duda, muchos católicos necesitan un encuentro con Dios. Pero no
puede ser que el resultado de dicho encuentro sea el que acaben
saliendo de la Casa de Dios, que es su Iglesia, que es Nuestra
Iglesia
Dios nos bendiga a todos
Luis Fernando Pérez Bustamante
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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