Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)

Portada revista 47

La lucha contra el demonio en la evangelización americana (II) Indice de Revistas Relativismo, fanatismo y cristianismo

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Calla pueblo, calla.

Sin refrendo popular se han tomado decisiones que han cedido soberanía nacional a instituciones extraestatales, se ha modificado la Constitución, se ha decidido cuando hay y cuando no hay vida, etc.. , como resultado de "consensos" partitocráticos y todo ello sin consultar a los españoles

La sacrosanta Constitución española proclama en su artículo 92 1 que las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos; un precepto que como tantos otros ha quedado convertido en artículo de lujo, de consumo prohibido para el ciudadano común, utilizado únicamente por el Gobierno del PSOE para introducirnos en la OTAN con ciertas restricciones, obviadas posteriormente por el Gobierno del PP que nos metió en tan pacífica ONG a calzón quitado y hasta el dormitorio, sin necesidad de nueva consulta.

Y es que quien manda, manda y quien obedece, asiente cabeceando, como aquellos perritos de cabeza pendulona que adornaban la bandeja posterior de los seiscientos cuando los ministros hoy más centrorreformistas eran jovencitos comunistas

No hay que ser muy inteligente para comprender que la mecánica electoral de nuestro sistema político y sus resultados se asemejan bastante a los de una tómbola de feria, y al final, después de llenar el suelo de papeletas, siempre nos llevamos algún premio: el magnífico perrito piloto o la enternecedora muñeca chochona

Cada cuatro años se vota a unos candidatos impuestos por los partidos, que se caracterizan por ser amnésicos e incumplir una parte sustancial de sus promesas electorales nada más salir elegidos; ante este fraude cabe responder a las elecciones siguientes con un cabreo sordo (también llamado abstención o pecado de lesa democracia) o ejercer la masoquista libertad de votar a los de enfrente, para que hagan más o menos lo mismo; y vuelta a empezar

Fuera del pronunciamiento anterior, todos sabemos que al pueblo no conviene consultarle nada más, porque lo mismo responde que no, a lo trazado por los sumos sacerdotes del sanedrín democrático y les pegan un disgustazo que no se merecen unas personas tan sacrificadas, filantrópicas y anónimas.

Por eso, sin la mínima consulta al pueblo español, consulta que sí tiene lugar en otras naciones, hemos asistido a la transformación de la Comunidad Económica Europea -nacida como mera unión de intereses económicos- en la actual Unión Europea, ente supranacional cuyo desarrollo está significando una progresiva pérdida de competencias estatales y, por tanto, un recorte en la capacidad de nuestras decisiones individuales como ciudadanos, desde apartados tan relativamente evanescentes como el uso del tabaco hasta asuntos tan trascendentes como la adopción de valores (o más bien, falta de ellos) que van a fundamentar nuestra convivencia.

Pero esta pérdida de soberanía y este alejamiento del ciudadano de los centros de poder, alejamiento incluso geográfico, se silencian ante el único mensaje posible: «En Eurolandia todo será maravilloso porque nuestros jubilados cobrarán sus pensiones en euros y no en obsoletas pesetas»

El desmadre que causará la entronización del euro y los previsibles timos de todos los colores que van a padecer precisamente nuestros compatriotas más ancianos va a ser de aúpa, pero como en esta movida bailan juntos PP y PSOE no cabe otra música alternativa: Anatema sea quien ose dudar de las bondades de un sistema atado y bien atado, que generosamente nos están dando a nosotros mismos (Y que nos sigan dando, que aquí somos capaces de aguantarlo todo, siempre que nos lo vendan con la etiqueta de genuino producto uropeo-pogresista)

Bajo el nombre de Despotismo ilustrado se conoce una forma de gobierno que imperó en parte de Europa durante la segunda mitad del siglo XVIII; su divisa era «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo».

Bajo el nombre de Democracia, con los apellidos más variopintos, se arroparon durante el pasado siglo las formas más diversas de gobierno, incluidas las más opuestas.

Quizás el nombre de Despotismo democrático sea el que más se aproxime a reflejar el funcionamiento de un sistema que alardea sin ningún rubor de asentarse en el gobierno del pueblo, pero que ignora absolutamente su opinión en asuntos que le son verdaderamente trascendentes; entre otras razones, porque someterle a referéndum tales asuntos conllevaría la necesidad de explicarnos cuál es el argumento de esta película en la que al final todos nos llevaremos las bofetadas, porque en ella no somos espectadores, aunque así nos traten, sino protagonistas.

No deja de contener cierto sarcasmo el hecho de que la participación que verdaderamente les interesa de nosotros y en la que el sistema se muestra amable, locuaz y diligente en sus explicaciones, sea todo aquello referente al pago de impuestos; para que encima nos llamen «sujetos pasivos»

Miguel Ángel Loma.



La lucha contra el demonio en la evangelización americana (II) Portada revista 47 Relativismo, fanatismo y cristianismo

Cartas al director, sugerencias y colaboraciones

Buzon Pulse aquí para enviar correo



"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y citando su origen.