Santiago Matamoros (Escuela Cuzqueña)
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Calla pueblo, calla.
Sin refrendo popular se han tomado decisiones que han cedido soberanía nacional a instituciones extraestatales, se ha modificado la Constitución, se ha decidido cuando hay y cuando no hay vida, etc.. , como resultado de "consensos" partitocráticos y todo ello sin consultar a los españoles
La sacrosanta Constitución española
proclama en su artículo 92 1 que las decisiones políticas de
especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum
consultivo de todos los ciudadanos; un precepto que como tantos
otros ha quedado convertido en artículo de lujo, de consumo
prohibido para el ciudadano común, utilizado únicamente por el
Gobierno del PSOE para introducirnos en la OTAN con ciertas
restricciones, obviadas posteriormente por el Gobierno del PP que
nos metió en tan pacífica ONG a calzón quitado y hasta el
dormitorio, sin necesidad de nueva consulta.
Y es que quien manda, manda y quien obedece, asiente cabeceando,
como aquellos perritos de cabeza pendulona que adornaban la
bandeja posterior de los seiscientos cuando los ministros hoy
más centrorreformistas eran jovencitos comunistas
No hay que ser muy inteligente para comprender que la mecánica
electoral de nuestro sistema político y sus resultados se
asemejan bastante a los de una tómbola de feria, y al final,
después de llenar el suelo de papeletas, siempre nos llevamos
algún premio: el magnífico perrito piloto o la enternecedora
muñeca chochona
Cada cuatro años se vota a unos candidatos impuestos por los
partidos, que se caracterizan por ser amnésicos e incumplir una
parte sustancial de sus promesas electorales nada más salir
elegidos; ante este fraude cabe responder a las elecciones
siguientes con un cabreo sordo (también llamado abstención o
pecado de lesa democracia) o ejercer la masoquista libertad de
votar a los de enfrente, para que hagan más o menos lo mismo; y
vuelta a empezar
Fuera del pronunciamiento anterior, todos sabemos que al pueblo
no conviene consultarle nada más, porque lo mismo responde que
no, a lo trazado por los sumos sacerdotes del sanedrín
democrático y les pegan un disgustazo que no se merecen unas
personas tan sacrificadas, filantrópicas y anónimas.
Por eso, sin la mínima consulta al pueblo español, consulta que
sí tiene lugar en otras naciones, hemos asistido a la
transformación de la Comunidad Económica Europea -nacida como
mera unión de intereses económicos- en la actual Unión
Europea, ente supranacional cuyo desarrollo está significando
una progresiva pérdida de competencias estatales y, por tanto,
un recorte en la capacidad de nuestras decisiones individuales
como ciudadanos, desde apartados tan relativamente evanescentes
como el uso del tabaco hasta asuntos tan trascendentes como la
adopción de valores (o más bien, falta de ellos) que van a
fundamentar nuestra convivencia.
Pero esta pérdida de soberanía y este alejamiento del ciudadano
de los centros de poder, alejamiento incluso geográfico, se
silencian ante el único mensaje posible: «En Eurolandia todo
será maravilloso porque nuestros jubilados cobrarán sus
pensiones en euros y no en obsoletas pesetas»
El desmadre que causará la entronización del euro y los
previsibles timos de todos los colores que van a padecer
precisamente nuestros compatriotas más ancianos va a ser de
aúpa, pero como en esta movida bailan juntos PP y PSOE no cabe
otra música alternativa: Anatema sea quien ose dudar de las
bondades de un sistema atado y bien atado, que generosamente nos
están dando a nosotros mismos (Y que nos sigan dando, que aquí
somos capaces de aguantarlo todo, siempre que nos lo vendan con
la etiqueta de genuino producto uropeo-pogresista)
Bajo el nombre de Despotismo ilustrado se conoce una forma de
gobierno que imperó en parte de Europa durante la segunda mitad
del siglo XVIII; su divisa era «Todo para el pueblo, pero sin el
pueblo».
Bajo el nombre de Democracia, con los apellidos más variopintos,
se arroparon durante el pasado siglo las formas más diversas de
gobierno, incluidas las más opuestas.
Quizás el nombre de Despotismo democrático sea el que más se
aproxime a reflejar el funcionamiento de un sistema que alardea
sin ningún rubor de asentarse en el gobierno del pueblo, pero
que ignora absolutamente su opinión en asuntos que le son
verdaderamente trascendentes; entre otras razones, porque
someterle a referéndum tales asuntos conllevaría la necesidad
de explicarnos cuál es el argumento de esta película en la que
al final todos nos llevaremos las bofetadas, porque en ella no
somos espectadores, aunque así nos traten, sino protagonistas.
No deja de contener cierto sarcasmo el hecho de que la
participación que verdaderamente les interesa de nosotros y en
la que el sistema se muestra amable, locuaz y diligente en sus
explicaciones, sea todo aquello referente al pago de impuestos;
para que encima nos llamen «sujetos pasivos»
Miguel Ángel Loma.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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