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Islam: antecedentes para el diálogo.
El Corán, al contrario, contiene un catálogo de disposiciones civiles, penales y penitenciarias, que constituyen un verdadero Código, cuyo vigor se aspira a implantar en las sociedades islámicas, con todo su rigor, que no otra cosa es la Sharía
En ABC del 18 de octubre del 2001, se
leía que "los servicios secretos, sobre todo los
británicos, empiezan a disponer de hechos nuevos, y uno se ha
filtrado con cierto margen de seguridad: hay varias cabezas,
varios Bin Laden, quizá en veinte países, coordinados,
financiados sobre todo, por saudíes, yemeníes y
libaneses".
Mejor es enterarse tarde que no enterarse nunca, pero la noticia
no es tal, sino historia, y vieja. La sombría e inquietante
historia del Islamismo multipolar, de redes diseminadas y centros
concurrentes, era ya una certeza hace seis años, cuando Martine
Gozlan publicó en París "Pour comprendre l´integrisme
islamique".
Por necesidad de ponerle una cara al enemigo y porque, en este
caso, es lo más probable que esté detrás del ataque sufrido
por las Torres Gemelas, toda la máquina guerrera y
propagandística norteamericana se ha dirigido contra Osama Ben
Laden. Pero nos engañaríamos mucho si creyéramos que el
integrismo islámico es una especie de red piramidal a cuya
cabeza se encuentra el acaudalado saudí.
La trama de intereses y apoyos que sostiene al terrorismo
islámico no se parece en nada a aquellas organizaciones de
confesión marxista leninista que tenían su sostén ideológico,
organizativo y económico más allá del Telón de Acero.
Combatir aquella modalidad de terrorismo -cruel, organizado,
voluntarioso- era difícil, pero se encontraba dentro de la
lógica de la amistad y la enemistad. Este bloque, enemigo de
aquél, abrigaba en su seno organizaciones ciertamente
peligrosísimas, que hacían las veces de quinta columna, pero
que, si se descabezaban, si se desconectaban de sus bases
logísticas, eran neutralizables.
Las organizaciones terroristas islámicas no están detrás de
ningún Telón: probablemente están aquí mismo, o en casa de
nuestros aliados. Su sistema de apoyo forma parte de nuestro
propio sistema económico. Y lo que es peor, sus reclutas no se
captan sólo en lejanos países, sino también en las aulas de
nuestras universidades y en los patios de las mezquitas que se
levantan en nuestras ciudades.
Se diría que las sociedades occidentales confunden con
frecuencia la tolerancia con la indiferencia y que, al socaire de
aquélla, han permitido e incluso alentado expresiones islámicas
de consecuencias atroces, que han criado cuervos prolíficos y se
están jugando los ojos en el tablero del gran juego.
Fue Francia, en el camping parisino del bois de Bulogne, quien
acogió la sede del ayatolá Jomeini, desde la que sentó el
acoso moral y político del corrupto régimen del shah de Persia.
Bien lo sufriría Francia años después, cuando los pasdaranes
chiítas volaran los acuartelamientos franco-americanos de
Beirut, causando multitud de víctimas.
Son los Estados Unidos los que mantienen excelentes relaciones
con Arabia Saudí: corazón de la más cruda e inexorable de las
tendencias islámicas, el wahabismo, desde donde se asiste y
apoya espiritual y económicamente a los líderes del criminal
FIS argelino cuyos líderes Abassi Madani y Ali Belhadj han
frecuentado la corte de Yeda.
Son también los Estados Unidos los que apoyaron a Anwar el Sadat
para aplastar lo que quedaba del nasserismo egipcio, apoyándose
en los movimientos universitarios extremistas islámicos.. hasta
que el propio Sadat cayó bajo sus balas.
Y es sabido que fueron los propios Estados Unidos los que, en
tiempos de la guerra fría, dieron sustento militar y económico
a los talibanes, en su lucha antisoviética, sin tener
escrúpulos por el modelo de sociedad que querían instaurar.
Martine Gozlan denunciaba, ¡en el lejano 1995!, el apoyo ciego
de los Estados Unidos a los radicales islamistas, en un juego
frívolo en el que, por ahora, llevan perdidas dos torres y seis
mil peones.
Hemos de hacernos a la idea de que la captura o la muerte de Ben
Laden no significará apenas nada. Que los brazos de la hidra
islámica son múltiples y que no es necesariamente en los
países islámicos en donde se asientan sus cabezas, ciertamente
múltiples, complejas y bien celadas.
Es importante también persuadirnos de que, en lo que hace al
Islam, el respeto a la libertad de las conciencias requiere una
modulación exigente. Que, digan lo que digan sus gobiernos, es
en los pueblos de casi todo el mundo islámico en donde se jalea
a Ben Laden como héroe, que, por mucho que nos cueste admitirlo
desde el respeto a la libertad religiosa, es en las mezquitas,
desde la de Málaga hasta la de Mindanao, en donde se cantan sus
alabanzas y en donde hay una potencial masa de reclutamiento.
No anda muy descaminado quien afirma que si en Vascongadas es ETA
quien sacude el árbol y el PNV quien recoge las nueces, hay
también una análoga división de papeles entre los sicarios del
terrorismo islámico y los que se presentan como musulmanes
moderados.
Los occidentales tenemos en la memoria la superación de nuestras
propias discordias religiosas por la respetuosa aceptación de la
diferencia, y, habiendo hecho virtud de la tolerancia hacia
quien, aceptando las reglas de la convivencia, lo hace desde
otras creencias, tendemos a confiar en la virtud pacificadora de
la tolerancia hacia el Islam, como si el Islam fuera sólo una
religión. Pero no lo es. O no lo es solamente.
El Islam es, sí, una religión. Pero es también la pretensión
de articular la convivencia social conforme a las normas que
figuran en un libro supuestamente revelado por Alá a Mahoma, por
mediación del arcángel Gabriel. Y esto no se parece ni de lejos
a ninguna de las confesiones que tienen su asiento en los países
de Occidente, que, aunque se quieran inspiradoras de las virtudes
que alientan la vida social y jueces de su moral, no pretenden
ofrecer, ni menos imponer, ningún cuerpo jurídico confesional
propio.
En el Evangelio, la sola insinuación hecha a Jesús de que
intervenga en asuntos de tejas abajo, proponiéndole la
partición de una herencia, recibe de Él el rechazo (Lc 12,13).
Las máximas "mi Reino no es de este mundo" (Jn 18,36.)
y "dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es
de Dios" (Mt 22,21) sientan una distinción de ámbitos que
se expresa en la diferenciación entre la Iglesia y el Estado
como sociedades perfectas en sus fines, que hace Santo Tomás de
Aquino, y en la determinación de que "cada comunidad se
define por su fin y obedece en consecuencia a reglas
específicas" (Catecismo de la Iglesia Católica, artículo
1881).
El Corán, al contrario, contiene un catálogo de disposiciones
civiles, penales y penitenciarias, que constituyen un verdadero
Código, cuyo vigor se aspira a implantar en las sociedades
islámicas, con todo su rigor, que no otra cosa es la Sharía
(así en Irán, Pakistán, Afganistán, Sudán, Arabia Saudita),
o se aplica discretamente disfrazado, como se hace en Argelia con
el "Code de la Famille", o en Marruecos, con el
"Code du Statut Personnel".
Aquel libro que se predica sagrado e inmutable es, por otra
parte, extremadamente ambiguo, como resultado de la recopilación
desordenada de textos dispersos, producidos en momentos
cambiantes de la vida de Mahoma. Tanto que mientras ofrece
versículos de alabanza a los cristianos y a los judíos, hay
otros de condenación eterna; que mientras contiene versículos
de paciencia y benignidad, los hay también de llamada al combate
e incitación al exterminio, que los hay de libertad y de
coacción, y que todos están a la interpretación de los
alfaquíes, siguiendo la Sunna, la inmensa recopilación de los
dichos y gestas de Mahoma, cuyo contenido, rechazado sólo por
los chiítas, es aceptado por la inmensa mayoría de los
musulmanes.
No es el Corán un texto hilado, seguido, sino más bien un
florilegio de las revelaciones aisladas e independientes,
supuestamente confiadas en una sola noche por Alá a Mahoma, que
luego éste fue dictando o relatando a distintos escribas. Su
soporte inicial fueron fragmentos de papiro, omóplatos de
camello, trozos de cerámica y la memoria oral. Y no se recogió
en un solo corpus sino veinte años después de morir el profeta,
en el trabajo que hizo el escriba Zayd, que no se ajustó a
ninguna cronología ni a ningún orden lógico, sino a la mayor o
menor extensión de los fragmentos recopilados, siendo ese corpus
el que sirvió de base para la versión definitiva del libro, que
se estableció en Bagdad a principios del siglo X, si bien hay
quien sigue hoy hablando de versículos perdidos, que se habrían
expurgado de la versión oficial, y hay quienes aseveran -los
chiítas- que la censura obedece a la voluntad sunnita de
erradicar toda referencia a Alí, el yerno de Mahoma, y a sus
derechos a la sucesión.
Los filólogos y los historiadores se han afanado en indagar en
la cronología de los textos: por su contenido, por la alusión a
acontecimientos conocidos, por el estilo literario. Y, aunque su
trabajo no arroje certezas, sí llega a distinguir entre los
textos elaborados en una o en otra época de la vida de Mahoma.
De las mudanzas en la vida del profeta, tormentosa y tornadiza,
resultan unos textos heterogéneos y desiguales, a veces muy
contradictorios, tanto que hay quien habla de dos Mahomas: uno,
rebelde sin armas, fascinado por Jesucristo, y otro jefe
guerrero, que no duda en derramar sangre en el nombre de Dios;
uno que predica pacíficamente en la Meca contra el politeísmo
del que se sirven los mercaderes, y otro que se retira a Medina
para acaudillar a las hordas contra quienes se han burlado de su
predicación. Esa dualidad explicaría la dualidad del Corán, en
donde, dispersos y yuxtapuestos, se contienen mensajes de amor y
de odio, de libertad y de imposición, de liberación y de
terror. Mas si distinguir esos dos talantes diferentes en la
personalidad de Mahoma: el de los versículos de la Meca y el de
los versículos de Medina, es una cuestión ardua, a la que sólo
pueden llegar los especialistas, lo que queda fácilmente claro a
los ojos de cualquier lector atento son las inconexiones y las
contradicciones del texto coránico.
El mismo Corán que en la azora 2, aya 228 dice que "las
mujeres tienen sobre los esposos idénticos derechos que ellos
tienen sobre ellas", en la azora 4, aya 38, dice que
"los hombres están por encima de las mujeres, porque Dios
ha favorecido a unos con respecto a otros".
Frente a la igualdad de derechos que proclama el aya arriba
citada, se encuentran otras de segregación, postergación y
desprecio. Así, la azora 33, aya 59, prescribe que se cubran con
un velo: "profeta; dí a tus esposas, a tus hijas, a las
mujeres creyentes, que se ciñan los velos; ese es el modo más
sencillo de que sean reconocidas y no sean molestadas". Así
la azora 4, aya 38, que ordena a los varones que traten a golpes
a aquéllas de sus esposas de quienes teman la indocilidad:
"aquellas de quienes temáis la desobediencia, amonestadlas,
mantenedlas separadas en sus habitaciones, golpeadlas". Así
también la azora 2, aya 223, que niega poéticamente a las
mujeres su libertad más íntima: "vuestras mujeres son
vuestra campiña. Id a vuestra campiña como queráis".
En la azora 5, ayas 52 y 53, se considera a los cristianos como
seguidores de otra senda también trazada por Alá, con los que
hay que competir únicamente en bondad: "Te hemos hecho
descender el Libro con la verdad, confirmando los libros que ya
tenían y vigilando por su pureza. Juzga entre ellos según lo
que Alá ha revelado y no sigas sus seducciones aportándote de
la verdad que te ha venido. Hemos instituido para cada uno de
vosotros un sendero, una ley y un camino. Si Alá hubiese
querido, os hubiese reunido en una comunidad única, pero os ha
dividido con el fin de probaros en lo que os ha dado. ¡Competid
en las buenas obras!. Vuestro lugar de reunión, el de todos,
está junto a Alá". Y en la azora 5, aya 85, se anima a la
buena relación con los cristianos, a los que se enaltece:
"en quienes dicen: "nosotros somos cristianos",
encontrarás a los más próximos, en amor, para quienes creen, y
eso porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no se
enorgullecen".
Pero el mismo Corán, en la misma azora, en el aya 56, prohíbe
taxativamente la amistad con judíos y con cristianos: "¡Oh
los que creéis! No toméis a judíos y cristianos por amigos.
Los unos son amigos de los otros."
En la azora 2, aya 257, se dice que "no hay apremio en la
religión", estimable expresión de respeto a la conciencia.
Pero en la azora 4, aya 59 se afirma "a quienes no creen en
nuestras aleyas, los quemaremos en un fuego, y cada vez que su
piel se queme les cambiaremos su piel por otra nueva, para que
paladeen el castigo"; y en la azora 4, aya 78, se dice que
"quienes creen combaten en la senda de Alá; quienes no
creen combaten en la senda de Tagut (el demonio): matad a los
amigos del demonio".
De las paradojas del Islam no es la menor la que hace referencia
a la Yihad, a la guerra santa: término hoy tan popularizado, en
méritos de acontecimientos muy de lamentar. Parece que Yihad, en
árabe, significa simplemente "esfuerzo", circunstancia
que los apologistas del Islam aprovechan para subrayar que la
primera yihad, el primer esfuerzo, que tiene que hacer el
creyente es contra sí mismo, para superarse. Pero el que eso sea
así no obsta a que históricamente la yihad haya sido y sea la
guerra en nombre de Alá. Especialmente a partir de la huída a
Medina, la alusión al "esfuerzo" en el Corán tiene un
contenido específicamente bélico, y con ese carácter lo han
venido entendiendo los musulmanes, desde entonces hasta hoy
mismo.
Por citar algunos versículos alusivos a la yihad, todos
mediníes, de la azora 2, valgan los siguientes: 186:
"combatid en el camino de Alá a quienes os combaten";
187; "matadlos donde los encontréis, expulsadlos de donde
os expulsaron"; 189. "matadlos hasta que la idolatría
no exista y esté en su lugar la religión de Alá"; 212:
"se os prescribe el combate, aunque os sea odioso".
No cabe tampoco ocultar el contrasentido de pretender hacer
justicia "en el nombre de Alá, el Clemente, el
Misericordioso", con unas prescripciones de, digamos,
derecho penitenciario, sencillamente inhumanas. Acaso
comprensibles en una sociedad de beduinos del siglo VII, pero
absurdamente feroces cuando se quieren aplicar en nuestra época,
en razón de la inmutabilidad de un texto que se supone redactado
por Dios mismo. Y es que no son prescripciones posteriores, ni
normas convenidas: es el propio Corán el que prescribe las
amputaciones, las lapidaciones y demás barbarie. Es en el
Corán, en la azora 2, aya 190, en donde se lee: "las cosas
sagradas son talión. A quien os ataque, atacadle de la misma
manera que os haya atacado"; o en la azora 5, aya 42, donde
se manda: "cortad las manos del ladrón y de la ladrona en
recompensa de lo que adquirieron y como castigo de Alá"; o
en la azora 5, aya 37, en donde se contempla la pena de
crucifixión:"la recompensa de quienes combaten a Alá y a
su Enviado y se esfuerzan en difundir por la tierra corrupción
consistirá en ser matados o crucificados, o en el corte de sus
manos y pies opuestos, o en la expulsión de la tierra que
habitan"; o la que, en la azora 24, establece la pena de
azotes: aya 2: "a la adúltera y al adúltero, a cada uno de
ellos, dadle cien azotes; en el cumplimiento de este precepto de
la religión de Alá, si creéis en Alá y en el último día, no
os entre compasión de ellos; que un grupo de creyentes dé fe de
su tormento"; o el aya 4, que confirma el mismo atroz
castigo: "a los que calumniar a las mujeres honradas y no
pueden luego presentar cuatro testigos, dadles ochenta azotes y
no volved jamás a aceptar su testimonio".
Semejantes prescripciones penales se mantienen en vigor en los
países en que se aplica la Sharía, edulcoradas en algún caso,
como en Arabia Saudita, por la hipocresía de crucificar a los
reos después de ser cadáveres, o de confiar la amputación de
las manos de los ladronzuelos a un experto cirujano.
Los rigores de la letra coránica no se ven paliados, sino, al
contrario, incrementados, por la Sunna: segunda fuente de la fé
islámica, humana, no divina, consistente en millares de
pequeñas historias: los hadiz - literalmente, las tradiciones-
en las que se cuentan los hechos y dichos del profeta y de sus
compañeros. Y si no hay conformidad completa en el texto del
Corán, menos la hay en la autenticidad y valor de los relatos de
la Sunna, en la que distinguen los autores y las escuelas entre
los relatos auténticos, los dudosos y los simplemente
inventados, en una u otra época, a favor o en contra de una
determinada afirmación o doctrina.
Acaso sea en lo referente al trato con las mujeres, en donde la
Sunna manifiesta en grado superior ese sentido de mayor rigor y
menores contemplaciones.
Según Abdullah b. Umar, el profeta dijo: "Mujeres, dad
limosna, multiplicad las plegarias y que Alá os perdone, ya que
entre los moradores del infierno he visto que erais más en
número que los hombres". Bukhari transcribe otro dicho del
profeta: "cuelga el zurriago allí donde tu mujer pueda
verle". Ibn Masud: "la mujer nunca se halla tan cerca
del sitio privilegiado que le corresponde como cuando está en el
lugar más escondido de la casa". Umm Salama: "haz que
la casa sea la salvaguarda de tu virtud, y de tu habitación haz
su tumba". Ibn Hanbal: "mujeres, vuestra guerra santa
la tenéis en la cocina". No resulta raro que, con tal
doctrina, la expresión que se utiliza para designar al domicilio
conyugal sea Baitu al Ta´a, esto es, "el lugar del
sometimiento".
En lo que hace a la prescripción coránica de golpear a las
esposas díscolas, los españoles hemos tenido la oportunidad de
conocer el criterio que uno de los dos imam de España, el de
Fuengirola, ha sentado en su libro "La mujer en el
Islam". El Dr. Muhammad Kemal Mustafá ha venido a decir:
"Algunas de las limitaciones a la hora de recurrir al
castigo físico son:
Nunca se debe pegar en situación de furia exacerbada y ciega,
para evitar males mayores.
No se deben golpear las partes sensibles del cuerpo (la cara, el
pecho, el vientre, la cabeza, etc.).
Los golpes se han de administrar a unas partes concretas del
cuerpo, como los pies y las manos, debiendo utilizarse una vara
no demasiado gruesa, es decir, ha de ser fina y ligera, para no
dejar cicatrices ni hematomas en el cuerpo.
Los golpes han de ser fuertes y duros, porque la finalidad es
hacer sufrir psicológicamente y no humillar y maltratar
físicamente.
Gracias a las restricciones y limitaciones anteriormente
expuestas, el Islam ha vaciado el castigo físico de significado
como medida represiva y lo convirtió en puro maltrato de índole
psicológico-moral".
Esta doctrina, que tiene el carácter de interpretación
auténtica, por la autoridad de la persona que la ha pronunciado,
fue fuertemente contestada por mujeres musulmanas españolas,
como "An-Nisa", la "Asociación Cultural
Baraka" y las "Hermanitas de Inch´Alá", de
Barcelona. Españolas, al fin, se han atrevido a reprender en
público al Imam, aprovechando, sin duda, la libertad que les da
vivir en un país en el que no se aplica la ley islámica, que si
así fuera, otro gallo les hubiera cantado. El Dr. Kemal
Mustafá, por su parte, se ha limitado a recordar que la
prescripción figura en el Corán y que no se puede condenar un
aya sin condenar el íntegro corpus coránico.
Felizmente, la doctrina del imam de Fuengirola, por exagerada que
parezca, está lejos de la que transcribe Waraqa bin Israil, de
"L´ethique sexuelle de l´Islam": "Hay que pegar
a las mujeres, sí, pero hay maneras y maneras de hacerlo: a la
que es delgada, con un bastón; a la robusta, con el puño; a la
gordita, y sólo a ella, con la mano bien abierta, de modo que
uno no se haga daño".
En lo que hace a la doctrina de la Sunna sobre la libertad de las
conciencias, representa también, en general y dentro de las
habituales contradicciones, un mayor rigor y una menor
comprensión que la que dispensa el Corán.
Así, si para Al-Zamakhxari, "el Islam no se ha de imponer
ni por la coacción ni por la violencia, sino que la gente ha de
aceptarlo conscientemente y con plena libertad para
hacerlo", otros aseguran (Sulaiman b. Musa, Al-Qurtubi) que
esa prescripción de libertad ha quedado abrogada por la conducta
del propio Mahoma, que forzó a los árabes a abrazar el Islam
combatiéndolos y no aceptando de ellos ninguna otra religión
que no fuese la del Islam.
Zayd b. Aslam dejar ver esa dualidad en la vida de Mahoma, antes
y después de la marcha a Medina, que acusan los estudiosos:
"durante los diez años de permanenció en la Meca, el
Enviado no hizo ninguna clase de imposición religiosa. Estaba
claro que los politeístas no aceptarían el Islam si no era por
la fuerza. El Enviado pidió, pues, a Alá permiso para
combatirlos y la petición le fue otorgada". Y Al Bukhari,
proclama poéticamente en otro hadiz (con una bella expresión
que tendrá eco en lejanas expresiones líricas) que "el
paraíso se encuentra a la sombra de las espadas", que
Mahoma "impuso el Islam al pueblo", que "no
aceptó por parte de los árabes ninguna otra religión que no
fuese el Islam" y que "ordenó matar a todos aquellos
que se le oponían: politeístas, renegados y gente de la misma
calaña".
Impuesto el Islam por la fuerza, de entre los sometidos, los Ahl
al Kitab, las gentes del Libro -judíos y cristianos- son
merecedores de cierta tolerancia. Pero el poder sobre ellos se ha
de alcanzar antes por la imposición violenta, y así lo dice
Al-Bara' (Tawba, 9, 29): "¡Combatid contra aquellos, de los
que recibieron el Libro, que no crean en Alá ni en el último
Día, no hagan ilícito lo que Alá y su mensajero han hecho
ilícito y no sigan la verdadera religión! Combatidlos hasta
que, humillados (menospreciados), paguen la yizia (el tributo que
han de pagar los Ahl al Kitab para poder conservar su fe y
practicarla en su comunidad) directamente" .
En contraste con la relativa tolerancia que algunas tradiciones
muestran hacia judíos y cristianos, hay también otras, como la
recogida por Ibn Sa' ad, Al-Tabaqat Al-Kubra, vol. 2/8, II, p. 35
que anuncia que: "en tierra de árabes, no pueden coexistir
dos religiones"; o la de Muslim, Sahih, Kitab Al-Jihad
wa-l-Siyar (palabras del Profeta citadas por Umar Ibn Al-Khattab,
segun el hadiz conservado por Muslim): "cristianos y judíos
serán expulsados de tierra de árabes hasta que sólo
permanezcan musulmanes" ; o la de Al-Tabaqat Al-Kubra, vol.
2/2, p. 848: "¡Matad a aquél que reniegue del
Islam!"; o el 14º hadiz transmitido por al-Bujari y Muslim:
"no es permitido derramar la sangre de un musulmán excepto
en uno de estos tres casos: el casado que comete adulterio, vida
por vida y el que deja su religión y rechaza la comunidad".
Si las contradicciones y paradojas que depara el Corán dan lugar
a una muchedumbre interpretativa de logomaquias para los
alfaquíes, de controversias sobre textos íntegros o expurgados,
auténticos o dudosos, vigentes o abrogados, otro tanto, y más,
sucede con la Sunna: océanos de tinta se han vertido y se
vierten sobre la legitimidad y veracidad de las tradiciones,
sobre enmiendas y certezas, efectividades y derogaciones.
En el fragor de esa secular batalla doctrinal se han suscitado
tendencias como la de los nuseyri sirios, que mitigan las aristas
de los textos y tienden a una interpretación más suavizada y
moderna, pero, no se olvide, estas tendencias son minoritarias y,
a menudo, no reconocidas como propiamente islámicas por los
rigoristas sunnitas. La convicción islámica emergente se alinea
más en los rangos de los Hermanos Musulmanes egipcios, o de los
wahabitas saudíes. Y es engañarse pensar lo contrario.
El mundo islámico es demográficamente explosivo, España hace
frontera con él, las comunidades islámicas que se han instalado
aquende son numerosas, y no son pocos -dicen que treinta mil- los
españoles que han abrazado el credo islámico, atractivo por su
sencillez y laxitud moral, que, al fin y al cabo, el ser supremo
de la revolución francesa y la referencia más o menos
panteísta del deísmo, están más cerca de Alá que de Dios Uno
y Trino. Negar la emergencia del Islam como problema es esconder
la cabeza bajo el ala. Y por mucho que la tolerancia sea virtud,
cumple preguntarse si, desde el punto de vista estrictamente
político, es digna de ser tolerada la pretensión de articular
la vida social conforme a las normas procedentes de ese cuerpo de
doctrina religiosa y jurídica que son el Corán y la Sunna; si
es sensato y lícito acoger a quienes no buscan integrarse en la
sociedad de acogida, sino enquistarse en ella, con vistas a
transformarla conforme a semejantes convicciones.
La inmensidad del número de creyentes en el Islam, la proximidad
geográfica, la cercanía a algunos aspectos de su doctrina, el
deber moral de asistir a los más necesitados -y muchos
musulmanes están, en parte por el lastre que supone el Islam
para sus sociedades, entre los más necesitados de la Tierra-
aconsejan tender puentes, establecer relaciones de comprensión y
colaboración. Pero no desde el bobo irenismo, ni desde el
indiferentismo, sino desde el exigente servicio a la Verdad,
estimulando, dentro del mundo musulmán, a los sectores propicios
a interpretar su propia doctrina desde una perspectiva más
abierta, pero también, y más que ello, conociendo bien las
creencias de la otra parte y afirmando la propia fe.
Madrid, 22 de octubre del 2001.
Carmelo G. Franco.
-----------
Contribución musulmana a la civilización. Ed. Min. Asuntos
Religiosos de Qatar. 1996. Haidar Bamat.
Cristianismo e Islam. Ed. Rialp. 1954. Madrid. Jean Abd-elJalil,
O.F.M.
El Corán (para los textos del libro, sustituyendo Dios por Alá,
para diferenciar del Dios Trino en que creen los cristianos). Ed
Óptima 2000. Barcelona. Traducción J. Vernet.
El imam de Fuengirola explica formas de pegar a las mujeres.
"El País". Madrid. 16 de julio 2000.
El Islam ante el Nuevo orden mundial. Ed. Barbarroja. 1996.
Madrid. Varios autores.
¡Dejadlas solas en el lecho!
http://www.pangea.org/dona/noticies/misoginiacoran.htm
Cons 24.10.01. Pangea. Javier Arroyo
Islamiyat. El profetismo de Mahoma (para textos de la Sunna).
http://personal5.iddeo.es/waraqa/ladona.htm
Cons.23.10.01.Waraqa bin Israil.
Islamiyat. La mujer, el Corán y la Sunna (para textos de la
Sunna).
http://personal5.iddeo.es/waraqa/profeta1.htm
Cons. 23.10.01. Waraqa bin Israil.
Pour comprendre l´integrisme islamique. Ed. Albin Michel. 1995.
Paris. Martine Gozlan.
Sitio del Centro Cultural Islámico de México (para textos de la
Sunna).
http://www.islam.com.mx/40hadiz.htm
Cons. 23.10.01
Vida y pensamiento en el Islam. Herder. Barcelona.1985. Seyyed
Hossein Nasr..
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
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citando su origen.