Tenemos una deuda de gratitud con Argentina: Colabora personalmente y presiona a la Instituciones para que desarrollen políticas reales de ayuda
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Impuesto sobre gasolinas o el nuevo credo del "déficit cero".
Cuando el presupuesto no se quiere poner al servicio de la Nación sino de la ideología
La
obsesión por el dogma del "déficit cero" por parte del gobierno popular está
obligando a cuadrar el círculo con fórmulas complejas, improvisadas e inflacionistas.
Desde el ejecutivo se insisite en que el cuadro macroeconómico para el 2002 es realista.
Una afirmación que no hace sino despertar la hilaridad no de la oposición -que eso va en
el puesto- sino de la propia OCDE, Comisión Europea, agentes sociales y observadores
independientes. Y es que la coyuntura de recesión ecónómica en los Estados Unidos
-confirmada en los últimos días- unida al enfriamiento de la locomotora germana de la
economía del Viejo Continente va a impedir la expansión económica a la que nos
habíamos acostumbrado en los últimos años.
En el mismo ejecutivo ya se señala con la boca pequeña que las previsiones que España
presentará ante la Unión Europea para la armonización del Plan de Convergencia, serán
"ajustados" respecto a los presentados en los Presupuestos Generales del Estado.
Recientemente, el mismo Secretario General de Política Económica, Luis de Guindos
también reconoció que serían necesarios los "ajustes" para acompasarnos a los
nuevos vientos de la coyuntura económica internacional.
El gobierno no ha querido reconocer el fracaso de su previsión económica por motivos
políticos. Una estrategia poco inteligente a mi juicio, porque hace perder credibilidad,
que es exactamente lo único que un gobierno no debe de perder jamás.
Lo que si ha dejado claro el gobierno es su compromiso con el déficit cero. Una especie
de nueva religión a la que también se ha apuntado con especial devoción el
superministro de economía argentino, Domingo Cavallo, aunque en este caso con bastante
menor éxito. Argumentan que el equilibrio presupuestario es la garantía para el
desarrollo económico: "Es como las familias, no se puede gastar más que lo que se
ingresa". Un argumento que obedece a un intenso ejercicio intelectual. Sin embargo,
¿el sistema de préstamos hipotecarios no ha sido uno de los grandes adelantos de las
economías modernas? Este sistema financiero ha permitido acceder a las familias a un
hogar en régimen de propiedad, dinamizar el sector de la construcción y crear riqueza y
empleo. ¿Por qué no aplicar este mismo criterio a la Administración Pública? ¿No
estaríamos dispuestos a endeudarnos los españoles para dotarnos de unas infraestructuras
que nos permitieran afrontar el reto de la competitividad con mayores garantías? ¿Por
qué entonces esa obsesión por el déficit cero?
A mi juicio, el equilibrio presupuestario se ha convertido en la nueva religión de un
partido "centrista" ajeno a cualquier valor diferente a la libertad de mercado y
el sanemiento de las cuentas públicas. Es el resultado en definitiva del abandono de los
principios del humanismo cristiano por el tecnicismo económico como criterio rector del
ejercicio de gobierno.
Y para "cuadrar ese círculo" complejo de lograr el equilibrio de las cuentas
públicas en un entorno de desaceleración no queda más remedio que cargar sobre las
mismas fuentes: los ciudadanos. Porque el dinero público no existe. Es el dinero que los
entes privados hemos depositado en las administraciones públicas para que con esa
dotación velen por el Interés General (antes Bien Común).
Pues bien, el gobierno se ha sacado de la chistera un incremento de los impuestos
especiales. Es la vía recaudatoria más sencilla: el que consume, paga. Una tendencia
curiosamente contraria a la de aquellos que defendían la imposición directa como el
sistema más equilibrado y menos regresivo. Lo malo es que la imposición directa ofrece
alguna vía de escape, mientras que la indirecta resulta automática. De esta forma, el
Estado convierte al dueño de una estación de servicios y al estanquero en un recaudador
de impuestos.
Sindicatos, patronal, profesionales del transporte y oposición critican la subida de los
impuestos especiales por la improvisación de la medida. Una improvisación que obedece al
voluntarismo de tratar de adaptar la realidad a las previsiones realizadas. Porque la tan
debatida tasa sobre hidrocarburos ya estaba contemplada en un programa de estudios y se
había creado un grupo de trabajo para evaluar la viabilidad de criticada tasa. Pero en
cualquier caso no habría entrado en vigor hasta julio de 2002 en lugar del 1 de enero
próximo.
El impuesto sobre hidrocarburos presenta además más polémica al estar contemplado como
un complemento para la financiación de la Sanidad, competencia transferida a las
Comunidades Autónomas (CCAA). De esta forma, las CCAA gobernadas por el PSOE han mostrado
su oposición a aplicar esta tasa, alegando que siempre podrán acudir al fondo de
suficiencia para compensar los déficits sanitarios. Es decir, las CCAA siguen manteniendo
la misma mentalidad irresponsable de solicitar competencias primero, autonomía financiera
después y rescate financiero para terminar. Y este último resulta incompatible con la
voluntad de autogobierno. La mentalidad de los irresponsables autoridades autonómicas de
acudir a "papa Estado" para solucionar la inmadura gestión de los recursos
públicos es políticamente insostenible. Pero además, resulta financieramente inviable.
Bruselas ya ha dado voz de alerta ante el preocupante nivel de endeudamiento de las CCAA
que acuden a la emisión de deuda con enorme alegría sabiendo que el Estado es
responsable subisidiario de tal deuda. Una mentalidad parecida a la argentina que cree que
siempre estará el FMI para salvarles de la crisis.
La "autonomización" de la tasa de hidrocarburos genera además el enorme riesgo
del "efecto frontera". Es decir que haya CCAA que decidan acudir al "fondo
de suficiencia" de "papa Estado" y tengan por tanto la gasolina más barata
que la CCAA de al lado que ha optado por financiar íntegramente los gastos de
"su" Sanidad.
La tasa además vuelve a poner sobre la mesa la enorme ilegalidad de que el Estado recarge
un impuesto sobre otro impuesto. Porque el IVA que pagamos los conductores por la gasolina
que consumimos, lo pagamos sobre el precio de la gasolina más el impuesto sobre
hidrocarburos. Esperaremos a que un abogado paciente gane ese pleito...
Por otra parte, el Gobierno ha elevado un 8% el impuesto sobre alcoholes y un 5% sobre
cervezas. Una fórmula que algunos almacenes ya han aprovechado para ofertar la
posibilidad de lavar dinero "pardo" en estos últimos días de vigencia de la
peseta con el incentivo de una rentabilidad asegurada del 8% por motivos exclusivamente
tributarios. ¿Neutralidad fiscal?
Pero al margen de "Rinconetes y Cortadillos", el incremento de los impuestos
especiales plantea algunos debates apasionantes. ¿No deberíamos responsabilizar al menos
en parte a los consumidores de servicios públicos de su coste? O dicho de otra forma,
¿por qué la sanidad y la educación deben de ser gratuitas? ¿No estaremos confundiendo
el hecho de que el Estado garantice los servicios esenciales para todos los españoles con
que los proporcione de forma gratuita?
Y por otra parte: ¿No es ya hora de que cerremos de una vez el proceso autonómico y nos
pongamos a construir una nación? Recientemente la patronal Zontur pidió de la
administración una coherencia en los gastos de promoción de los destinos turísticos. O
sea, volver al "Spain is different" y abandonar "Venga a la Región de
Murcia". Lo importante -señalaba esta patronal- es que el turista venga a España.
Da igual si es Baleares o Cantabria. ¿Seremos capaces de dar marcha atrás a esta
desmembración de España? Porque la irresponsabilidad e insolidaridad que se plantea en
la financiación de la Sanidad se plantea también en la Educación y en muchos otros
servicios ofertados por las comunidades autónomas. ¿Seremos capaces de los españoles de
dotarnos de una Sanidad para todos?
Luis Losada Pescador
referendum@wanadoo.es.
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y
Crítica", es editado por el Foro Arbil
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