Si naciste en España después de
1985 eres un superviviente con suerte Uno de cada tres niños concebidos es asesinado con la complicidad del Estado, de sus Gobiernos, de su Parlamento... y con tu dinero |
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Reflexiones y sugerencias para la acción política cristiana.
Sea cual sea su adcripción ideológica superficial y su disciplina partidista, la clase política del sistema, la legislación que produce y la forma en que administra, es uniformizadora en la cosmovisión que impone. En el fondo, todos participan de una misma interpretación materialista y economicista de la vida. Los cristianos debemos procurar denunciar y derogar las leyes tiránicas que destruyen la dignidad humana y derribar a los políticos que las desarrollan.
Cristo quiere reinar en la sociedad, pero
la sociedad le rechaza o prescinde de Él como si no existiera.
Los políticos de izquierda, centro y derecha (socialistas y
liberales) promueven leyes que atentan contra los derechos de
Dios y contra los derechos fundamentales de las personas humanas.
Leyes que toleran el abominable crimen del aborto.
Leyes que autorizan la fecundación in vitro, que destruye,
manipula y congela embriones humanos.
Leyes que permiten el divorcio, que destroza la felicidad de
miles de familias, matrimonios y niños.
Leyes que equiparan las "parejas de hecho", incluidas
las homosexuales, con el matrimonio.
Leyes que marginan la enseñanza de la religión en las escuelas.
Leyes que consienten que centros educativos y medios de
comunicación blasfemen, difundan modelos de vida contrarios a la
fe y a la moral, e insulten , ofendan y persigan los sentimientos
de los creyentes.
Leyes que amparan el quebrantamiento del descanso dominical, y
los abusos y la incertidumbre laboral que padecen muchos
trabajadores.
Leyes que favorecen la usura y cargan con excesivos impuestos a
los pequeños propietarios, desincentivando la iniciativa privada
y destruyendo la pequeña propiedad en beneficio de la llamada
"clase política" y del capitalismo financiero y
multinacional.
Leyes que son ineficaces e insuficientes en la prevención y
represión del terrorismo, el separatismo, el narcotráfico y la
delincuencia.
Y todo ello dentro del marco legal de una Constitución
relativista que admite, sin más límite o cortapisa que la
mudable y errante "voluntad general", el
establecimiento de semejante legislación.
Dicen que España va bien, pero no es verdad. Sólo va bien para
unos cuantos. ¿Nadie se acuerda de los millones de pobres que
mal viven en nuestra Patria, muchos de ellos sin vivienda?
¿Nadie tiene en cuenta a los miles de niños asesinados año
tras año en el seno materno? Para ellos España no va bien. Pero
a nuestros políticos liberales y socialistas no parece
importarles. Para ellos, incluso para los que dicen asumir un
peculiar humanismo cristiano, vivir bien consiste sólo en
generar e incrementar la riqueza, en tener dinero, en contar cada
vez con más medios y comodidades materiales, como si los
factores moral, espiritual y religioso no tuviesen nada que ver
con una vida buena y digna. En el fondo, todos participan de una
misma interpretación materialista y economicista de la vida.
Lo más escandaloso es que políticos que dicen inspirarse en el
humanismo cristiano y pertenecer a la llamada Democracia
Cristiana, no sólo no ponen freno a esta situación, sino que
están agravando la degeneración moral y espiritual de España
manteniendo las leyes del aborto y del divorcio, reconociendo las
parejas de hecho, aprobando las píldoras abortivas, secundando
campañas de desprestigio en contra de la Iglesia, etc.
Estos políticos "democristianos" y liberalcatólicos,
son, de hecho, los más peligrosos para quienes queremos que
Cristo sea el centro de la vida social, porque bien por
hipocresía y doblez, bien por cobardía y acomplejamiento,
engañan o cautivan a muchos católicos y otros hombres de buena
voluntad, que les prestan su apoyo y sus votos, para terminar
empleándolos, por acción u omisión, contra la vida humana,
contra la familia, contra la salud de las almas, contra la
Iglesia y contra Dios.
La política del mal menor, del voto útil y del posibilismo no
ha servido para otra cosa que para conservar y consolidar todos
los males que desde hace tiempo se han venido sembrando en
nuestra tierra; y para evitar o desarmar cualquier intento o
posibilidad de reacción enérgica, audaz, radical y contundente
contra esos males y a favor de la regeneración moral y material
de la sociedad.
¡Basta ya de engaños y de mentiras! ¡Basta ya de
incongruencias, permisivismo y soluciones tibias!
La instauración cristiana del orden temporal -bienes de la vida
y de la familia, la cultura, la economía, las artes y las
profesiones, las instituciones de la comunidad política, las
relaciones internacionales y otras realidades semejantes-, el
afán por llenar de espíritu cristiano el pensamiento y las
costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que
uno vive, no es una mera opción que se puede abrazar o rechazar
caprichosa e indiferentemente, sino que es, en palabras del
Magisterio Pontificio, del Concilio Vaticano II, del Código de
Derecho Canónico y del Catecismo de la Iglesia Católica, una
carga, un deber y una obligación irrenunciable que nos
corresponde especialmente a los laicos católicos, dirigidos por
la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia y movidos por la
caridad cristiana. Por eso, si verdaderamente queremos ser fieles
a Cristo, a la Iglesia y al Papa, no podemos eludir nuestra
responsabilidad en la misión de impregnar con la fe cristiana la
sociedad civil, la comunidad política y el ordenamiento
jurídico de las naciones y Estados, empezando por nuestra propia
Patria. No podemos permanecer pasivos, pues, ni mucho menos
depositar nuestra confianza en quienes han demostrado, a pesar de
disponer de la mayoría absoluta para gobernar, despreciar la ley
de Dios e ignorar las enseñanzas y exhortaciones del Santo padre
y de los Obispos en comunión con él.
Es preciso reaccionar urgentemente para denunciar la situación
real de decadencia en que se hallan España y el mundo, como
consecuencia, entre otras razones, de la actuación anticristiana
de los políticos demoliberalsocialistas, empezando por los
inconsecuentes democristianos y católicos liberales.
Es necesario profundizar en el estudio y desarrollo de la
Doctrina política y social de la Iglesia, salir a las calles a
divulgar ese mensaje, y animar a todos los cristianos a crear o
engrosar las filas de asociaciones culturales y políticas
íntegramente católicas que aspiren a llevar a cabo una
política plenamente consecuente con la fe cristiana, con el
propósito de restaurar la Unidad Católica de España y
reconstruir la Cristiandad, implantando un orden social cristiano
que sustituya al actual Sistema impío y perverso, y al Nuevo
Orden Mundial totalitario, relativista y sincretista que se nos
quiere imponer a escala planetaria.
Para ello, debemos luchar y trabajar por el reinado social de
Nuestro Señor Jesucristo, es decir, procurar que Cristo reine,
no sólo en la inteligencia y en el corazón de los individuos
sino también en el seno de todas las sociedades: familias,
centros educativos, empresas, asociaciones laborales y
políticas, municipios, regiones, naciones, etc.
Debemos procurar que el Estado asuma, e inscriba en su
Constitución o Ley Fundamental, el compromiso de observar y
cumplir el deber moral para con la verdadera religión y para con
la única Iglesia de Cristo; deber que obliga a todas las
sociedades y que, en consecuencia, obliga al Estado a rendir
culto público a Dios; inspirarse en la concepción cristiana de
la vida; fundamentar las leyes civiles en la ley divina, natural
y revelada; acatar la Autoridad de la Iglesia Católica como
instancia suprema, última e inapelable en lo que se refiere a la
recta interpretación de la ley eterna y de las verdades de fe en
las que se fundamenta la cosmovisión católica; reconocer la
personalidad jurídica de la Iglesia con carácter de sociedad
perfecta independiente del Estado; y colaborar con ella en su
misión de evangelizar la sociedad.
Debemos procurar denunciar y derribar los regímenes políticos
tiránicos, empezando por aquellas "democracias" que,
basadas en el agnosticismo, el escepticismo religioso, el
liberalismo filosófico, y el relativismo ético y
epistemológico, han sido calificadas por Juan Pablo II y otros
eminentes pastoress de la Iglesia de totalitarias, criminales, y
delictivas.
Debemos procurar la abolición de todas las leyes inicuas que
atentan contra la ley eterna -natural o revelada-, los derechos
fundamentales de las personas humanas y los derechos de Dios.
Debemos procurar la prohibición legal del aborto; la eutanasia;
la clonación; el divorcio; la fecundación artificial; los
anticonceptivos; la pornografía; las "parejas de
hecho"; la ilimitada libertad de prensa y de cátedra; el
pluralismo político y religioso indiscriminado; la apología del
laicismo, el "amor libre", el homosexualismo, el
terrorismo y el nacionalismo separatista.
Debemos procurar implantar la educación católica en los centros
educativos públicos y privados. Educación que no puede
limitarse a la enseñanza de la asignatura de Religión, sino que
implica también que todas las demás materias sean impartidas a
la luz de la fe cristiana.
Debemos procurar la desaparición del liberalismo, el
capitalismo, el socialismo, el comunismo, el anarquismo, el
nacionalsocialismo y todas cuantas ideologías perversas han
sembrado hasta ahora en España y en el mundo los más terribles
horrores y errores.
Debemos procurar que los cuerpos intermedios de la sociedad
tengan el protagonismo político y económico que les
corresponde, frente a la tentación totalitaria y absorbente del
moderno "Estado del bienestar", y frente a la dictadura
de los partidos.
Debemos procurar una economía que dé primacía a la persona
sobre la materia, al trabajo sobre el capital. Una economía que
incentive la iniciativa privada y proteja la propiedad,
especialmente el pequeño comercio y la pequeña empresa, tanto
de la usura y de la rapiña acaparadora de los grandes grupos
bancarios e industriales supercapitalistas como de la desmedida
presión fiscal de los Estados. Una economía que fomente,
promueva y facilite la creación de empresas en las que los
trabajadores que voluntariamente lo deseen puedan participar
jerarquizada y responsablemente en la propiedad, gestión y
resultados económicos de las mismas, difundiendo de esa manera,
entre el mayor número de personas, la propiedad de los medios de
producción.
Debemos procurar la unidad entre todos los hombres, clases y
pueblos de España. Unidad que no se opone a la diversidad de sus
regiones, ni a la relación fraterna con el resto de las naciones
del planeta. Unidad cuyo cimiento más sólido -sin desdeñar
otros factores que conforman nuestra nacionalidad (y que por
tanto hay que preservar), como el territorio o la lengua común-
ha sido históricamente, y debe seguir siendo, la religión
católica. Unidad hoy amenazada por los separatismos
nacionalistas y por la globalización mundialista, y que sólo
puede ser mantenida y revitalizada haciendo que España, fiel a
sus raíces y a su tradición, recobre la conciencia de su
vocación misionera al servicio de la conservación y dilatación
de la civilización cristiana en el mundo.
Debemos procurar contribuir a la divulgación, conocimiento y
estudio de la doctrina social y política de la Iglesia.
Debemos procurar fomentar la unidad de acción de todas las
asociaciones políticas de inspiración católica existentes o
por existir, en el empeño por lograr un orden social -jurídico,
político, económico- cristiano, alternativo al actual Sistema y
al Nuevo Orden Mundial. Unidad de acción que no significa
unificación, fusión o confusión, pues debe partir del
reconocimiento de la autonomía, y el respeto a la identidad
propia y a la diversidad de propuestas en lo opinable, de todas y
cada una de las asociaciones. "In dubiis libertas, in
necesariis unitas, in omnia charitas".
Debemos procurar impulsar una acción política cristiana
íntegra, positiva, combativa y audaz frente a la estéril,
cobarde y cómplice política del "bien posible", el
"mal menor" y el "voto útil".
Debemos procurar denunciar las incoherencias de aquellos
políticos que dicen ser católicos en su vida privada, pero en
su vida pública actúan como si no lo fueran.
Debemos procurar denunciar también las injerencias -contrarias a
la legítima autonomía del orden temporal y a la debida
distinción entre la comunidad política y la comunidad eclesial-
de algunos jerarcas de la Iglesia en asuntos políticos opinables
que caen fuera de su competencia; y el apoyo de algunos clérigos
a ideas, regímenes, partidos o proyectos políticos que son
claramente incompatibles con la fe cristiana.
Debemos procurar, pidiéndolo con todo el respeto, afecto y
veneración que nos merecen por su condición de sucesores de los
Apóstoles, que nuestros Pastores, los obispos en comunión con
el Romano Pontífice, sin tomar partido por ninguna opción
política en concreto ni inmiscuirse en funciones impropias de su
ministerio, sí tengan la valentía de orientar rectamente y sin
complejos la acción política de los católicos, y la caridad de
señalar y condenar públicamente, para evitar todo posible
escándalo, a aquellas personas y organizaciones políticas que,
utilizando explícita o implícitamente el calificativo de
"cristiano", propugnan ideas o acciones que chocan
frontalmente con las mínimas exigencias morales que toda
política debe respetar.
Y debemos procurar todo ello acudiendo a la intercesión de
María, Nuestra Reina y Señora, humildemente conscientes de que
no será posible instaurar y restaurar la Ciudad Católica, la
Universitas Christiana, sin el auxilio del Altísimo, pues, como
bien dice la Sagrada Escritura, si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas, y si el Señor no construye la
casa, en vano trabajan los albañiles.
José Mª Permuy.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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