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Integración y desintegración. o "quiero a los musulmanes, pero mejor lejos".
Frente a la emigración sudamericana, que españoliza España, trayendo valores que aquí estamos perdiendo, y que, eliminando los lógicos problemas de asentamiento, se integra rápidamente, hay otra emigración, que debido a la debilidad moral del pueblo español, puede ser peligrosa.
Alguien se puso a buscar en la caverna y
me encontró. Me llamaron de Antena 3 TV, del programa de
Mercedes Milá, por si quería participar en un debate sobre
integración de los inmigrantes. Yo dije que sí. Pero luego me
dijeron que no porque "ya había mucha gente". En fin,
cosas del directo. Lo que sigue son mis argumentos al respecto.
Para empezar, cuando se habla del problema de la INTEGRACIÓN de
los INMIGRANTES hay que constatar un hecho: que no todos los
inmigrantes tienen los mismos problemas de integración.
Los inmigrantes procedentes de la América hispana, por ejemplo,
tienen sus problemas, naturalmente. Y necesitan que se les trate
con justicia y respeto. ¡Faltaría más! Sin embargo la
amabilidad innata que les caracteriza, el dominio de un idioma
que nos devuelven refinado, y sobretodo esa fe católica lozana y
sincera que no han retorcido las elucubraciones ideológicas
europeas, hacen que, como comunidad, no se pueda hablar de
problemas de integración graves de los hispanos. Es lógico que
vengan a España. Es saludable que vengan. Vienen por un puente
que llevamos quinientos años construyendo, a pesar de todo. Y
vienen, entre otras cosas, para ayudarnos a atender a los
turistas. Tenemos que quererlos.
Pero con los inmigrantes procedentes del Islam es distinto.
Llevamos separados de ellos mil trescientos años por una
belicosa frontera. ¿Cómo va a ser extraño que den los
musulmanes problemas de integración? Al fin y al cabo el
problema de la integración es cultural. Es decir: religioso.
Religioso con implicaciones políticas.
Los musulmanes, cuya cosmovisión religiosa exige el desarrollo
paralelo y simultáneo de unas estructuras políticas concretas,
llegan a Europa y se encuentran con países post-cristianos en
los que, en teoría, vale todo. Aquí ya no se enfrenta la vieja
Cristiandad contra el bárbaro Islam como en los tiempos de la
Reconquista. La Cristiandad auténtica vive agazapada. Hace
tiempo que fue derrotada por el liberalismo relativista que se
sienta en el trono de los antiguos reyes cristianos.
Los enfrentamientos y las incomprensiones de que somos testigos
se están produciendo entre un estado laico y aconfesional
postcristiano que se creía que lo tenía todo controlado, y un
grupo religioso, una comunidad de fe y vida, a la que no se
quiere reconocer su personalidad como tal grupo creyente y
dogmático.
Es una ingenuidad supina pensar que los musulmanes que vienen se
van a contentar con la mera tolerancia mediocre de los liberales.
No están viniendo para mezclarse con nosotros. Vienen para
vivir. Para vivir con todas las consecuencias. También con
consecuencias políticas. En cierto modo tengo que decir que
hacen bien. Todo el mundo tiene derecho a que se le deje vivir en
paz y a su aire -dentro de un orden- y sería inhumano
permitirles venir a condición de mutilar su credo o renunciar a
sus creencias.
Me hace gracia ese escándalo y esos aspavientos que lanzan los
liberales relativistas cuando chocan con el dogmatismo
monoteísta del Islam. Al fin habían conseguido arrinconarnos a
los católicos que queremos una confesión religiosa pública, y
resulta que se encuentran ahora con un monoteísmo confesional
todavía "peor", más intransigente si cabe, que
nuestro civilizado dogmatismo católico.
Lo que pasa es que los relativistas no comprenden a los
musulmanes. Es más: los desprecian casi tanto como al Papa. En
cambio los católicos no-liberales si que podemos comprenderles.
Pero voy todavía más lejos: yo amo a los musulmanes. Les
quiero, ¡si!. Me gusta que recen. Me encanta saber que ofrecen a
Dios su ayuno y su limosna. Y los quiero tanto, tanto, tanto, que
espero que, un día, se hagan cristianos como yo, cuando crean
por fin que Jesús es el Salvador.
Pero claro, mientras tanto hay que convivir. Y para convivir como
Dios manda lo que hay que hacer es reconocer la personalidad de
cada comunidad religiosa islámica allá donde quiera que esté.
Y por la misma razón tendremos que reconocer antes -¿no es
así?- la personalidad católica de España y los españoles,
allá donde quiera que estén. Se trata de nuestra propia
personalidad, de nuestra identidad. Si no la defendemos estaremos
perdidos.
¿Cómo podrá una dirección política relativista y
anti-confesional defender nuestra identidad como pueblo? Me temo
que la confesión relativista es muy débil. Siempre acaba
cediendo al más fuerte. Hace cincuenta años cedió en toda
Europa ante el más fascista, hoy cede ante el más rico. Y así
todo sucede, en fin, sólo porque la política relativista que
sufrimos se empeña en ignorar la realidad del hecho religioso.
Los musulmanes no se van a escandalizar porque a los cristianos
nos de por defender nuestra religión católica. ¿Cómo se iban
a escandalizar si ellos mismos no tienen la más mínima
tolerancia en sus países?. Lo que realmente no entienden los
islamitas, lo que les hace mirar a nuestra "Al-Andalus"
como tierra re-reconquistable es que los cristianos hayamos
renunciado a vivir "en cristiano" con todas las
consecuencias.
En conclusión. Si yo tuviera bigote y fuese el presidente de un
partido con mayoría absoluta en España, con el fin de evitar
problemas futuros bastante más gordos que la cuestión del
"chador", haría -entre otras cosas- lo siguiente:
1º. Concedería estatutos especiales -muy concretos y limitados-
a las comunidades de musulmanes que -por desgracia- ya están
entre nosotros, reconociéndoles su identidad y el derecho que
tienen a usar vestidos, lengua, educación, cultos, etc. según
su costumbre. Pero no me empeñaría en integrar lo imposible.
2º. Primaría la inmigración de cristianos frente a la de
musulmanes. Porque la inmigración musulmana es una verdadera
invasión. Porque la historia está para algo y sería del
género idiota volver a abrir una página que bien o mal se
cerró en 1621.
3º. Procuraría llevarme bien con nuestros vecinos musulmanes de
Africa.
F. Javier Garisoain Otero .
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