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La cuadrilla de Ken Loach
Desde enero se proyecta, en las pantallas españolas, la última película del llamado "cineasta de la clase obrera inglesa": Ken Loach.
El último film de Ken Loach.
Con una distribución nacional, The navigators, la
última película del cineasta inglés Ken Loach, ya se proyecta
en las pantallas españolas.
Su argumento, brevemente, es el que sigue.
Un grupo de operarios de la British Rail, la empresa estatal
británica de ferrocarriles, cuyo trabajo consiste en la
reparación de vías de tren, al sur de la región de York, pasa
a una nueva situación laboral a causa de la privatización de la
misma. Sus condiciones de trabajo, entonces, cambian
significativamente: se le pagará por trabajo realizado,
vacaciones no retribuidas, etc. O aceptan las nuevas condiciones
laborales o deberán optar por una indemnización, siendo
despedidos, pasando a "buscarse la vida" entre las
ETTs.
Con ello se inicia la descomposición del grupo, inicialmente muy
cohesionado, provisto de una gran conciencia profesional, y que
transmite la existencia entre ellos de una buena amistad.
El sindicalismo clásico, encarnado en la figura de un veterano
trabajador, no es capaz de asimilar los cambios, siendo el
último empleado de la empresa que permanece en la misma, sin
hacer nada, a la espera del cierre. Simboliza, de esa manera, la
creciente incapacidad de los sindicatos británicos para afrontar
la nueva realidad.
Las condiciones laborales se irán degradando, progresivamente,
hasta el punto de que, en manos ya de una ETT, las medidas de
seguridad, uno de los logros históricos del sector, son
ignorados en aras de una puntual finalización del trabajo, aun
con el riesgo de un fatal accidente que casi se adivina
De
esta forma, la película se convierte en una contundente denuncia
social de la creciente precariedad de las condiciones laborales
que se vienen imponiendo, no sólo, en Gran Bretaña, sintetizada
en la siguiente frase de uno de los nuevos directivos de la
empresa, quien afirma que "el contrato fijo es el
pasado, hay que mirar al futuro".
Sus actores (Joe Duttine, Tom Craig, Venn Tracey, Andy Swallow,
Dean Andrews), poco conocidos, actúan con una gran naturalidad,
vitalidad, y un acusado sentido del humor; buena expresión de la
camaradería vivida por el grupo en el que, idealmente, se
inspira. Rodada en Sheffield (Inglaterra), la película tiene una
factura casi de documental. Algunos retazos de las vidas privadas
de sus protagonistas se asoman a la gran pantalla. Con los
afectos descompuestos, separados de sus familias en crisis y con
unos horizontes vitales muy limitados, la pista de hielo, en la
que dos de sus protagonistas patinan por breves instantes y en
distintos momentos de la narración, encarna la posibilidad del
reencuentro afectivo y de una vida mejor.
El nuevo cine
social.
Ken Loach, definido como "el cineasta de la clase obrera
inglesa", es autor de otras películas como Riff -
Raff, Lloviendo piedras, Mi nombre es Joe, Tierra y Libertad, La
canción de Carla, etc., hasta un total de 15.
De nuevo, en este film, Ken Loach es fiel a su compromiso
político y social, ya asumido en las demás películas rodadas,
por él, en los últimos 10 años; siempre centradas en la
denuncia de determinadas situaciones de injusticia, en diversas
partes del mundo, y a lo largo de la más reciente historia. Y lo
logra concretando de forma creíble, en La cuadrilla, la
denuncia que expresó él mismo en la presentación de la
película en el Festival de Venecia: "Los programas de
cualquier partido favorecerán a las grandes empresas y su actual
objetivo es reducir el costo del empleo, algo que destruye
familias, personas y el tejido social".
El director se ha apoyado en el guión de Rob Dawber, quien fuera
trabajador de la British Rail durante 18 años, así como
representante sindical. Sin duda, esa experiencia le habrá
reportado buenos argumentos en los que muchas personas corrientes
pueden reconocerse.
Ken Loach es uno de los más genuinos representantes del llamado
"nuevo cine social", heredero del
"comprometido" de las décadas anteriores. Fiel a sus
inquietudes ideológicas, al tono documental del film se
incorporan algunas de sus constantes como director, caso de las
asambleas (con los nuevos directivos) y las espontáneas
conversaciones (que mantienen entre sí los propios
trabajadores).
Del crítico de cine Juan Orellana, del que hemos recogido, en
otras ocasiones en esta misma publicación digital, algunos
artículos magníficos, es la siguiente reflexión redactada con
ocasión de otra película de este director, Pan y rosas, y que
resume, magníficamente, uno de los nudos gordianos de su cine: "A
pesar de lo cargante que les pueda parecer a algunos el cine de
Loach, no está de más que, de vez en cuando, el cine no sea una
fábrica de sueños sino un empujón hacia la realidad. A fin de
cuentas, es esa una de las vocaciones irrenunciables del séptimo
arte" (La nostalgia revolucionaria, publicado en
paginasparaelmes.com).
Fernando José Vaquero Oroquieta.
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