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La tecnocracia.
Tras estudiar su ideología, su poder y su relación con el mundialismo y el totalitarismo se puede ver que la esencia de la concepción tecnocrática, más allá de los ropajes con los que se presentó históricamente, consiste en la pretensión de amputar de la realidad todo aquello que no sea cuantificable y manipulable, y por lo tanto de eliminar de la vida de los hombres todo aquello que guarde referencia con principios, imagen de un orden trascendente
Una definición
Tecnocracia significa literalmente "gobierno de los
técnicos"; el "técnico que gobierna" es por
consiguiente un tecnócrata.
El término tecnocracia se impone a partir de los primeros años
30 para indicar la progresiva expansión - alentada por parte de
algunos, temida por otros - del poder de los técnicos de
producción (químicos, físicos e ingenieros) basado en el
supuesto de que quien está capacitado para gobernar el proceso
industrial empresarial está capacitado para gobernar no
solamente enteros sectores productivos, sino también la sociedad
industrial en su conjunto. Los técnicos industriales son pronto
reemplazados por la clase de los "managers", que debe
su fortuna al debilitamiento de la función de la propiedad - ya
sea en su faceta de titularidad, con la sociedad por acciones, ya
sea en su faceta decisional -, característico de los grandes
grupos industriales.
Con la creciente intervención del Estado en la vida económica
de los pueblos, con la planificación
económica y con la integración entre industria y sistema de
defensa durante los periodos bélicos, con la carrera
armamentística durante la llamada guerra fría, el millieu
tecnócrata se abre a los más altos niveles de la burocracia
estatal y de los aparatos industrial-militares, además de,
evidentemente, a exponentes de renombre de las facultades
universitarias científicas, tecnológicas y económicas, con un
trasvase continuo de una realidad a otra, ejemplificado por la
carrera de Robert S. McNamara, primero presidente de la Ford
Motor Company, luego ministro de Defensa de los Estados Unidos de
América en la época de la guerra de Vietnam (1965-1975), y
finalmente presidente del Banco Mundial. La importancia
económica y social de los flujos financieros e informativos de
los años Ochenta determina una imponente aportación del mundo
de las finanzas, de la informática y de la comunicación en la
formación de la mentalidad y del personal tecnocráticos. No
obstante, la calificación de tecnócrata se otorga al técnico
no como especialista, sino más bien como presunción de poseer
los elementos para aplicar la técnica al gobierno de todo
entorno humano.
La ideología
tecnocrática
Por regla general se atribuye la primera expresión consciente de
la ideología tecnocrática al filósofo y sociólogo francés
Claude-Henri Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825), que en su
obra Réorganisation de la société européenne, de 1814,
afirma: "Todas las ciencias, no importa de la rama que sean,
no son más que una serie de problemas que solucionar, de
cuestiones que examinar, y se diferencian entre ellas sólo por
su naturaleza. De esta forma, el método que se aplica a alguna
de ellas conviene a todas las demás por el mero hecho que
conviene a algunas [...].Hasta el momento el método de las
ciencias experimentales no ha sido aplicado a las cuestiones
políticas: cada uno ha contribuido con sus propias formas de
ver, de razonar, de evaluar, y la consecuencia es que todavía no
hay exactitud de soluciones ni generalidad de resultados. Ahora
ha llegado el momento de superar esta infancia de la
ciencia". Saint-Simon es el primero que propone para el
poder político a aquellos que, en su época, lideran el proceso
de transformación económica en Francia, los dirigentes
industriales y los técnicos, augurando el reemplazo de la
política por la ciencia de la producción, el "gobierno de
los hombres" por "la administración de las
cosas".
Por los mismos derroteros circula otro filósofo y sociólogo
francés, Augusto Comte(1798-1857), el cual contemplando la
sociedad industrial, científica y tecnológica como fruto de
toda la historia universal saca la conclusión de la necesidad de
una dirección tecnológica y no política de la sociedad. La
ideología tecnocrática se fundamenta en una concepción del
radio de acción y del método de la ciencia, de las relaciones
entre la ciencia y la técnica, y del papel social de la
técnica, según la cual es real solamente aquello que es
cuantificable, comprobable empíricamente, manipulable, y por lo
tanto todo aspecto de la realidad, incluso de la realidad
socio-política, es investigable con los instrumentos de las
ciencias exactas; por consiguiente, según la visión moderna de
la indisoluble relación existente entre la investigación
teórica (la ciencia) y el dominio sobre el objeto investigado
(la técnica), es ésta la que tendría una función de
experimentación y de dirección social y política. Ya que la
concepción tecnocrática es una visión simplificada de la
realidad, apta para dirigir la acción, se la puede definir como
una auténtica ideología.
El poder
tecnocrático
Lo que caracteriza a la tecnocracia es la tendencia a suplantar
el poder político en vez de apoyarle con su asesoramiento,
asumiendo para sí la función decisional. Eliminando la
división entre política como reino de los fines y técnica como
reino de los medios, el tecnócrata abandona el terreno
técnico-económico y de los medios de la acción social para
meterse en el de los fines y en el de los valores, pretendiendo
que la decisión de tipo político, discrecional - en base a
criterios prudenciales y morales - puede ser reemplazada por una
decisión no discrecional, fruto de cálculos y previsiones de
tipo científico, en base a puros criterios de eficiencia.
"En la mentalidad tecnocrática - sintetiza Claudio Finzi -
racionalidad y "verdad" están indisolublemente unidas,
según un esquema reconocido casi universalmente en el
pensamiento contemporáneo, en el que además la racionalidad
está fundada sobre elementos meramente cuantitativos,
postergando al mundo de lo irracional, y por lo tanto de lo
lamentable por definición, todo aquello que no sea
cuantificable. Es obvio que ya no habrá sitio para los juicios
de valor, esto es, para los juicios que por su misma sustancia no
pueden fundarse sobre elementos cuantitativos". La
ocupación de la esfera política trae consigo la demonización
por incompetencia, por corrupción y por particularismos de los
individuos que actúan tradicionalmente en ella, y la afirmación
de la plena suficiencia de la competencia para la gestión de la
cosa pública, conforme a una concepción simplista de la
sociedad como unidad productiva de la que, en un primer momento,
hay que maximizar su expansión económica, o - en un segundo
momento - integrar en un sistema económico mundial; a tal fin
hay que adaptar las estructuras institucionales (recuérdese a
todos aquellos que en Italia desean una Constitución rescrita
teniendo como objetivo el mercado mundial) y administrativas. De
la desconfianza tecnocrática en la voluntad o en la capacidad de
los individuos particulares o asociados de realizar un sistema
económico más eficiente se deriva tanto la propensión a
planificar la sociedad por medio de un sistema de control
tecnoburocrático, como la expulsión de la vida social de todo
principio que no sea cuantificable, la aversión hacia una
concepción del bien común que no se reduzca a puro bienestar
material.
Tecnocracia y
mundialismo
Si las coordenadas culturales remotas de la ideología
tecnocrática se remontan a la industrialización de los Estados
nacionales europeos (sobre todo de Francia en el siglo XIX) su
consumación de hecho se desarrolla y se afirma en la segunda
mitad del siglo XX, cuando se realizan las condiciones para una
proyección a escala mundial, en su doble perspectiva de
solución de los grandes problemas planetarios y de
globalización de la economía. Al principio de la década de los
setenta (coincidiendo con la aparición del famoso informe
realizado para el Club de Roma por el System Dinamics Group del
MIT, el Massachussets Institute of Technology, uno de los mayores
laboratorios mundiales del pensamiento tecnocrático, que fue
difundido en Europa en 1972 con el título Los límites del
desarrollo) comienza a afirmarse la necesidad de planificar una
detención del crecimiento demográfico y una reducción de los
consumos para encarar la degradación del medio ambiente y el
agotamiento de los recursos naturales. El proyecto de confiar los
destinos de la humanidad a una comunidad científica y
tecnológica internacional supone una centralización en la toma
de decisiones que concentraría poderes inmensos en manos de una
burocracia mundialista y una merma de las libertades de los
particulares y de las soberanías de los pueblos, como desde hace
tiempo ocurre cuando los órganos oficiales del superpoder
financiero mundial (Fondo monetario Internacional y Banco
Mundial) condicionan las ayudas a países subdesarrollados o en
vías de desarrollo a la adopción de determinados modelos
socio-económicos o de políticas antinatalistas.
La globalización de la economía se enfrentó hasta 1989 con la
existencia de los dos sistemas considerados ideológicamente
antagonistas, el soviético y el occidental. La presencia en
ellos de las mismas pulsiones tecnocráticas y de paralelos
mecanismos burocráticos y de control social, más que ratificar
la consideración tecnocrática de la naturaleza superestructural
de las ideologías políticas, en realidad evidenciaba la
progresiva infiltración de éstas por parte de la ideología
tecnocrática, que podía originar, según el contexto político,
sistemas tecnodemocráticos, tecnoautoritarios o
tecnosocialistas. Los significativos intercambios económicos y
financieros y los inquietantes fenómenos de
"solidaridad" entre grupos industrial-militares de las
dos superpotencias en el clima de la guerra fría desvelan la
actuación de corrientes de pensamiento y de grupos orientados a
la superación de los bloques en un proyecto globalista de
planificación de los recursos humanos y materiales del planeta.
Proyecto que parece, después de la caída del sistema imperial
soviético en 1989, al alcance de la mano, si los poderes
tecnocráticos mundialistas consiguen evitar el resurgir de las
nacionalidades hasta ahora sojuzgadas en el "infierno de las
naciones" soviético, así como también que los Estados
llamados libres se libren de esa especie de soberanía limitada
creada por las esferas de influencia de las superpotencias.
Aprovechando situaciones de crisis de origen a menudo ambiguo en
lo referente a los actores y a las motivaciones -étnicas,
religiosas e ideológicas- se afirma la necesidad de despolitizar
el ámbito internacional: en este sentido a las instituciones
supranacionales ya no se les pide que solucionen problemas de
justicia entre comunidades políticas y de solidaridad entre los
pueblos, sino ser órganos de un único orden político y militar
mundial.
Tecnocracia y
totalitarismo
Dicho esto es necesario evitar identificar como tecnocrático lo
que es propio de una época tremendamente marcada por la
tecnología, así como tampoco pensar que todos los ambientes que
manifiestan actitudes tecnocráticas participen de las mismas
perspectivas ideológicas y operativas. La esencia de la
concepción tecnocrática, más allá de los ropajes con los que
se presentó históricamente (debidos principalmente a lo que, en
cada momento, desde la máquina a vapor hasta los salvajes
mecanismos de las finanzas, era estimado como el mayor factor de
desarrollo), consiste en la pretensión de amputar de la realidad
todo aquello que no sea cuantificable y manipulable, y por lo
tanto de eliminar de la vida de los hombres todo aquello que
guarde referencia con principios, imagen de un orden
trascendente. No sorprenden por tanto las ententes entre
determinados poderes tecnocráticos y fuerzas políticas que,
tras haber abandonado las vestiduras de una mitología
socio-económica descalificada, ratifican no obstante su
naturaleza relativista; no sorprende por consiguiente, que al
relativismo "caliente" de fiebre ideológica se
superponga o tome el relevo un relativismo "frío" -
pero no menos peligroso - de aparente rigor técnico. No se nos
escapa tampoco su significación y orientación totalitaria -
tanto en los fines como en los métodos de actuación -, si por
totalitarismo se entiende la ocupación de todos los espacios de
la vida individual y social por parte de quienes tratan de
recrear de forma utópica la realidad.
Angel Expósito
Para profundizar: véase los clásicos estudios de James Burnham
(1905-1987) La rivoluzione manageriale, trad., it., Bollati
Boringhieri, Turín 1992; y de Jean Meynaud (1914-1972) La
tecnocrazia. Mito o realtà?, trad. It., Laterza, Bari 1966,
buenos como descripción pero discutibles como interpretaciones;
sobre el problema del poder en la sociedad industrial, véase
Raymond Aron (1905-1983), La società industriale, trad. It.,
Edizioni di Comunità, Milán 1971; y Domenico Fisichella, Il
potere nella società industriale, Laterza, Roma-Bari 1995; una
útil síntesis de las contribuciones de D. Fisichella acerca de
la tecnocracia es L´altro potere. Tecnocrazia e gruppi di
pressione, Laterza Roma-Bari 1997; véase una lectura más
profunda de la ideología tecnocrática, en Claudio Finzi, Il
potere tecnocratico, Bulzoni, Roma 1977; y una primera denuncia
de la misma, en Antonio Rosmini Serbati (1797-1855), Frammenti di
una storia dell´empietà e scritti vari, editado por Rinaldo
Orecchia, Cedam, Padua 1977, páginas 57-95.
Ayuda
a los hermanos argentinos, pero a través de las
instituciones religiosas para evitar la corrupción de
los políticos y la ineficacia burocrática de las
Administraciones Públicas http://www.conferenciaepiscopal.es/default/solidaridad_argentina.htm Cuenta CAMPAÑA POR ARGENTINA Banco Santander Central Hispano 0049-0001-51-2710079979 Teléfono de información Permanente: 902 33 99 99 |
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