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Una propuesta alternativa a la mercantilización de la "primera comunión".
Una visión crítica de la mercantilización de las "primeras comuniones", proponiendo alguna alternativa factible.
Con varios miles las familias españolas
embarcadas en una carrera -producida anualmente- cuajada de
obstáculos. La primera dificultad consiste en conseguir un
restaurante adecuado a la capacidad económica familiar, a los
propios gustos y a la oferta del mercado. Con muchos meses de
antelación, en cualquier caso. Después vendrá el poner de
acuerdo a familiares y amigos en la elección y adquisición de
los regalos, las sesiones fotográficas, la selección del
vestuario, la determinación de los adornos, etc.
De la ceremonia se encargan, eficazmente, parroquias y, todavía,
algunos colegios.
Nos estamos refiriendo, evidentemente, a la oleada de
"primeras comuniones" que se celebran, sobre todo, a lo
largo del mes de mayo de cada año. No obstante, estas
celebraciones se empiezan a repartir en otros meses, en algunas
ciudades y colegios, con el objeto de facilitar su organización
y facilitar que el sector hostelero pueda absorber una demanda
cada vez más exigente.
Sin embargo, al margen de otros detalles, es chocante que,
progresivamente, en el plano de la hostelería, estas fiestas se
vengan equiparando, en costos y boato, a las organizadas con
motivo de la celebración de bodas. Cualquier contratación de
comida, de un grupo numeroso, para cualquier fecha
correspondiente al mes de mayo levanta las susceptibilidades de
los "maitres" de los restaurantes, quiénes en la
mayoría de los casos especifican que: "para las
comuniones, tenemos menús cerrados".
"Estamos
buscando restaurante. Está todo pillado".
Somos consientes de la progresiva mercantilización de buena
parte de los aspectos protocolarios y formales que envuelven la
celebración de las "primeras comuniones", y no sólo
en lo que respecta a la oferta hostelera. Pero dado que existen
posibles alternativas, además de las cada vez más frecuentes
comidas en el entorno doméstico familiar, nos centraremos en
esta realidad que tanto condiciona, para oscurecer en muchos
casos, el sentido originario de esta celebración, tan importante
para todo católico.
No es razonable que con motivo de la realización de estas
comidas, generalmente protagonizadas por grupos numerosos, se
establezca un precio notablemente superior al habitual, y más
conociendo de antemano el número de asistentes, el menú
concreto que se servirá, los camareros precisos para el
servicio, etc. Con una celebración de este tipo, los hosteleros "trabajan
sobre seguro", lo que, no sólo no aumenta gastos, sino
que los reduce.
Sabemos que existe una competencia extraordinaria en la
hostelería que ha alcanzado todo el territorio nacional. De
hecho su problemática ya es similar en las grandes ciudades y en
las localidades pequeñas; una competencia acompañada por la
especialización y una indudable mejora del servicio. No buscamos
polemizar ni perjudicar a este sector tan importante. Pero sí
que estamos en nuestro derecho de reflexionar en torno a este
fenómeno sociológico, que ha llegado a convertirse en una
pesada losa para muchas familias, distorsionando el sentido
original de la "primera comunión"; proponiendo,
incluso, alguna alternativa realista.
El sentido de la primera comunión es el que siempre nos ha
enseñado la Iglesia. No vamos por ello a insistir en ello.
Tradicionalmente, por el valor pedagógico que acarrea para toda
la comunidad cristiana, se le ha rodeado de un ceremonial
adecuado siendo, además, ocasión aprovechada para la
celebración de las necesarias reuniones familiares -según las
circunstancias históricas y la capacidad económica- tantas
veces limitadas a entierros, bodas y bautizos.
¿No hay, acaso,
alternativas?
La fiebre consumista ha alcanzado de lleno, es evidente, a estas
celebraciones. Ya lo veíamos al inicio de este breve artículo:
los regalos, las fotografías, el vestuario, los recordatorios,
la comida
Lo que era motivo de alegría empieza a ser motivo de discordia y
división para muchas familias que no pueden -o no quieren-
participar en una carrera consumista, tan ajena al espíritu
originario y nuclear de la "primera comunión",
generando unas tensiones innecesarias verbalizadas en un deseo
muy pronunciado: "¡que pase pronto!".
Pero, en tiempos de globalización, también en las costumbres, y
de especialización del sector servicios, ¿hay alternativas?
Algo se nos ocurre.
Son varios miles de antiguas casas parroquiales rurales,
propiedad de comunidades cristianas urbanas, en las que se
celebran ejercicios espirituales, convivencias, etc. Fenómeno,
éste, al que muchos movimientos eclesiales se han apuntado,
adquiriendo o edificando otras.
Su cesión, por unas horas, a una o varias familias demandantes,
según la ocasión, vinculadas a esa comunidad cristiana titular
de la casa, puede ser la llave para una celebración distinta: en
un entorno natural, fuera del bullicio urbano y el estrés, con
un trato directamente familiar. La comida: una chuletada, por
ejemplo, organizada por los amigos o familiares próximos, de
modo que el centro de la reunión sea esa celebración gozosa,
comunitaria y familiar, de la primera comunión de los cristianos
del mañana. Y si supone mucho trabajo, hay empresas de catering
por toda España que proporcionan un servicio magnífico con
tarifas asequibles, en muchos casos más ajustadas a las
economías medias que numerosas ofertas de restaurante.
Naturalmente, quien quiera gastar, puede hacerlo. Con esta
alternativa o en un restaurante "normal".
Otros espacios también accesibles para muchos cristianos lo
constituyen las numerosas sociedades deportivas en cuyo origen
encontramos a grupos comprometidos de laicos: Acción Católica,
particularmente. Pensamos, por poner dos ejemplos conocidos y
vividos por quien esto escribe, en Oberena de Pamplona y en el
Casablanca de Zaragoza. Con buenas instalaciones, amplios
comedores, espacios verdes, zonas específicas para las
parrilladas, parques infantiles; pueden ser buenos escenarios
para estas celebraciones, más cuando por el tipo de usuario, sus
trabajadores están acostumbrados al bullicio de los grupos
numerosos y de los niños gritones.
Pero, no siendo perfectas, las anteriores soluciones, ¿acaso no
nos queda a los católicos imaginación y capacidad para dotar de
pleno sentido, también de forma operativa, estas importantes
celebraciones litúrgicas y sacramentales que son, además,
ocasión de reencuentro familiar con la compañía carnal de la
Iglesia?
José Basaburua.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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