|
Crímenes de guerra de los Aliados en 1945 .
En complicidad directa en unos caso y por omisión en otros, las potencias liberales son responsables del asesinato de millones de hombres, en su inmensa mayoría de casos indefensos e inocentes, en toda Europa durante la segunda guerra mundial y los años posteriores
El escenario
Desde el hundimiento del frente de Stalingrado, el 2 de febrero
de 1943, esto es, desde que la Operación Barbarroja -
desencadenada por la Wehrmacht el 22 de junio de 1941 contra la
Unión Soviética - comienza a batirse en retirada, preludio de
la derrota final del Tercer Reich, cerca de 5.000.000 de
ciudadanos soviéticos llegaron a Occidente para huir del
totalitarismo comunista o porque, de alguna manera, estaban
relacionados con los alemanes. Se trató de unidades militares -
que habían aprovechado la guerra alemano-soviética para
proseguir su combate patriótico y anticomunista y que se habían
integrado en la Wehrmacht como el ROA, Russkaja Osvoboditel'naja
Armija, Ejército de Liberación Ruso del general Andrej
Andreevic Vlasov (1900-1946), de prisioneros de guerra, de mano
de obra esclava encuadrada en los batallones de trabajo que
construyeron el Valle Atlántico para frenar el avance de los
Aliados, y de prófugos. Los primeros ciudadanos soviéticos
fueron capturados por los Aliados en África Septentrional en
1943, luego, en mayor número, en Italia durante el verano de
1944, pero sobre todo, por decenas de miles, después del Día-D,
el 6 de junio de 1944, día del desembarco aliado en Normandía.
En los campos de prisioneros de Gran Bretaña, al empezar a
hablarse de repatriaciones forzadas, se produjeron los primeros
suicidios: mejor la muerte que Josif Visarionovic Dzugasvili
alias Stalin (1879-1953).
Víctimas de Yalta
En 1944, el ministro de Asuntos Exteriores británico Sir Robert
Anthony Eden (1897-1977) - posteriormente Lord Avon y primer
ministro de 1955 a 1957 -, rodeado por un entorno
"izquierdista", consigue, tras repetidos esfuerzos,
convencer al jefe del gobierno de coalición de la época de la
guerra, entre 1940 y 1945, Winston Leonard Spenser Churchill
(1874-1965) (más tarde condecorado con el título de Sir y de
nuevo primer ministro de 1951 a 1955) de la oportunidad de
repatriar a todos los ciudadanos soviéticos instalados en
Occidente. A partir del mes de septiembre la política de las
repatriaciones se convierte en la línea oficial. En octubre,
Churchill, Eden, Stalin y el ministro de Asuntos Exteriores
soviético Vyaceslav Mihajlovic Skrjabin alias Molotov
(1890-1986) se reúnen en Moscú y llegan a un acuerdo sobre las
repatriaciones, incluso forzadas, de los prisioneros mucho antes
de la reunión de Yalta, en Crimea, desarrollada entre el 4 y el
11 de febrero de 1945, que resulto ser pues sólo una
ratificación de lo que ya se había acordado: serían devueltos
cerca de 2.750.000 personas, en gran parte contra su voluntad, a
cambio de una vaga promesa de restitución, por parte soviética,
de prisioneros de guerra aliados. La última operación de
repatriación forzada de ciudadanos soviéticos llevada a cabo
por los Aliados (preparada por el traslado de los prisioneros a
territorio italiano) fue denominada Eastwind y se inició el 2 de
abril de 1947, mientras que con la Operación Highjump fueron
devueltos a Josip Broz alias Tito (1892-1980) eslavos
meridionales anticomunistas, también prisioneros.
EL holocausto de
los cosacos anticomunistas
En este panorama se encuadran las vicisitudes de los cosacos y de
los caucásicos - militares y civiles - que se rindieron en
Austria al ejército británico el 9 de mayo de 1945, después de
haber estado varios meses en Carnia, habiendo sido mandados allí
por los jefes del Tercer Reich para constituir un
"territorio cosaco en la Italia septentrional", en el
ámbito de un "territorio costero adriático" que
comprendía tierras itálicas, austriacas y eslavas. Los
combatientes fueron encuadrados principalmente en el 15° Cuerpo
de Caballería del general alemán Helmut von Pannwitz (aunque
los soviéticos afirmaron falsamente de él que era "oficial
de las SS", se trataba de una persona bien poco proclive a
la ideología nacionalsocialista) empleado militarmente por la
alta jefatura alemana en los territorios eslavos del Sur contra
los partisanos titistas, pero nunca sustancialmente en la guerra
antisoviética sobre suelo patrio, tal y como habrían deseado.
Después de la derrota del Tercer Reich, esperaron por parte
aliada una continuación de la guerra en sentido anticomunista.
Confiados en la amistad con Londres, que databa de los tiempos de
la Guerra Civil rusa, los cosacos se fiaron de los vencedores.
Entre ellos había también numerosos miembros de la emigración
blanca, o sea, sujetos ajenos al acuerdo de repatriación al no
ser ciudadanos soviéticos: viejos combatientes de la Guerra
Civil y atamanes famosos como el general Pëtr Nikolaevic Krasnov
(1869-1947) de los cosacos del Don, que habían regresado para
combatir la gran guerra patriótica. Mientras el 12 de mayo, en
Bohemia, los soviéticos capturaron a Vlasov, en Austria, a
partir del 1 de junio todos los prisioneros - combatientes,
hombres, mujeres, viejos y niños empujados como animales sobre
carromatos - fueron entregados a los soviéticos por la fuerza y
a través de engaños: fueron decenas los episodios horripilantes
en los campos de los alrededores de Lienz, Oberdrauburg,
Feldkirchen, Althofen y Neumarkt, y los suicidios colectivos en
el agua del río Drava. Los oficiales les precedieron en varios
días: el 29 de mayo se les convence de una inexistente
conferencia sobre su futuro y son ofrecidos a los soviéticos en
la pequeña ciudad austríaca de Judenburg. Quien no fue fusilado
o ahorcado fue internado en el GULag, puesto que - según Stalin
- el prisionero de guerra es un traidor, peligroso pues "ha
visto el Occidente", aunque sólo lo haya visto desde dentro
de un lager nacionalsocialista. Entre los oficiales encontrará
la muerte también el general von Pannwitz, que quiso compartir
el destino de sus hombres y de los otros oficiales superiores
cosacos, a pesar de que le hubiera sido fácil escapar a tal
suerte declarándose alemán y permaneciendo así con los
Aliados, gozando del tratamiento reservado por la Convención de
Ginebra a los prisioneros de guerra, que por otra parte, nunca
fue firmada por Stalin y no valía para los ciudadanos
soviéticos caídos en manos enemigas. Pravda anunció el proceso
y la ejecución de los oficiales cosacos el 17 de enero de 1947,
año que se asume como el de su muerte.
Aleksandr I. Solzhenitsyn, en Archipiélago GULag, de 1973, ha
definido este acontecimiento como el "último secreto"
de la segunda guerra mundial; de aquí ha tomado el título el
historiador y europarlamentario conservador inglés Lord Nicholas
William Bethell para su libro The Last Secret: Forcible
Repatriation to Russia 1944-1947, de 1974.
El destino de los
eslavos meridionales anticomunistas
Siempre entre finales de mayo y principios de junio de 1945 y con
la ilusión de una reubicación en territorio seguro, los
británicos entregaron a Tito miles de eslavos meridionales
anticomunistas, también hombres ajenos a los acuerdos entre
Stalin y los Aliados, en su mayoría domobranci, los guardias
nacionales eslovenos y croatas, refugiados en Austria. Éstos (la
traición por parte británica es paralela a la consumada en
perjuicio de los chetniks monárquicos serbios, anticomunistas y
contrarios a las potencias del Eje, del general Draza Mihajlovic
(1893-1946), sacrificados sobre el altar de la nueva alianza
entre Churchill y Tito) fueron masacrados por los partisanos
comunistas y sepultados en fosas comunes como la del bosque de
Kocevje, en Eslovenia, de donde se han recuperado huesos de cerca
de 10.000 víctimas (no fue el único caso, escribe el ex oficial
británico del SOE, Special Operations Executive, Michael Lees,
en The Rape of Serbia: The British Role in Tito's Grab for Power
1943-1944, de 1990). Entre cosacos y eslavos meridionales
devueltos a sus respectivos déspotas comunistas, la cifra más
cauta es de cerca de 70.000 personas, aunque se han avanzado
cifras mayores.
El horrendo secreto
de MacMillan
La doble operación se mantuvo en secreto y en Occidente, en esos
momentos, sólo era conocida por los ingleses directamente
implicados: los americanos, por su parte, no tenían ninguna
intención de repatriar a la fuerza a los cosacos y eslavos del
Sur de Austria, así como no la tuvo el comandante supremo de los
Aliados, establecido en Nápoles, Lord Harold Rupert Leofric
George Alexander (1891-1969). La responsabilidad del crimen es,
pues, un elemento importante del "último secreto" que
hoy empieza a desvelarse. El canje en Alemania de los prisioneros
de Austria, ideado por el general estadounidense George Smith
Patton (1885-1945) en vista de las escaramuzas armadas con las
bandas de Tito para salvar a los prisioneros, fue cerrado con una
mentira por el comandante de brigada Toby Low (después Lord
Aldington), jefe de estado mayor del 5° Cuerpo de Ejército
británico, a las órdenes del teniente general Charles
Keightley, comandante en jefe del mismo cuerpo, fallecido en
1974, al cual Maurice Harold MacMillan (1894-1987) -
plenipotenciario británico en el Mediterráneo en la época de
los hechos, después Lord Stockton y primer ministro de 1957 a
1963 - ordenó efectuar a cualquier precio las repatriaciones
forzadas. Según los detalladísimos estudios del historiador
anglo-ruso Nikolai Dmitrevic Tolstoy Miloslavsky (recogidos por
el descendiente del conocido novelista ruso conde Lev Nikolaevic
Tolstoy (1828-1910) en los volúmenes Victims of Yalta, de 1978,
y The Minister and the Massacres, de 1986) y según la
documentación hasta ahora conocida, Low (recientemente fallecido
y que alcanzó la vicepresidencia del Partido Conservador
británico), Keightley y MacMillan, a escondidas de la alta
jefatura aliada, de los americanos, del Foreign Office y de
Churchill, tejieron una trama secreta y sangrienta, cuyas
motivaciones específicas se mantienen aún para muchos en la
oscuridad, a pesar de que se ha hablado de debilidad, de
chantajes y de complicidad ideológica, así como de
maquinaciones de tipo masónico. Por otra parte, MacMillan ha
rechazado siempre dar cualquier explicación acerca de sus
propios actos y tampoco protestó nunca públicamente por la
reconstrucción de los hechos ni por las acusaciones lanzadas por
Tolstoy. Sólo Low lo hizo, aunque originariamente por vía
indirecta, denunciando una octavilla difundida privadamente que,
por razones personales, se proponía desacreditar al eminente
hombre político británico a partir de los datos del libro The
Minister and the Massacres. Se desencadenó un colosal caso
judicial con innumerables avatares, rico en golpes de teatro e
incorrecciones por parte de los diversos niveles de la justicia
inglesa que, en 1989, consideró al historiador anglo-ruso
culpable de difamación (sentencia confirmada en primera
apelación) y le impuso la mayor multa de la historia jurídica
británica: 1,5 millones de libras esterlinas. Con una acción
privada e ilegítima de los defensores de Low se obligó después
al editor londinense Century Hutchinson a retirar del mercado
inglés y galés el estudio (que actualmente está disponible en
lengua croata y rusa) y a destruir las copias restantes. En lugar
de la importantísima obra de Tolstoy ha sido realizado un
informe oficial con conclusiones completamente diferentes
redactado por Anthony Cowgill, Lord Thomas Brimelow y Christopher
Booker.
El suceso se acompañó de clamorosos cambios de camisa de ex
defensores de Tolstoy (como Booker, por ejemplo, escritor y
co-autor del informe oficial) frente al apoyo testimoniado al
historiador por la opinión pública, muchos medios de
comunicación y personalidades de la política y la cultura,
entre ellos el parlamentario conservador inglés Lord Bernard
Braine de Wheatley, Hans Adam II de Liechtenstein y Solzenicyn.
El 13 de julio de 1995, la Corte de Derechos Humanos de
Estrasburgo reconoció que la pena pecuniaria inflingida a
Tolstoy y las otras medidas restrictivas de que había sido
objeto - como la prohibición de hablar públicamente y de
escribir acerca de las repatriaciones forzadas de Austria -,
violaban la libertad de expresión del historiador y
representaban una condena exagerada.
En Londres, el 6 de marzo 1982, por iniciativa de un comité
constituido por parlamentarios y miembros de todos los partidos
políticos británicos, fue erigido un monumento en memoria de
las víctimas de Yalta, el cual - como ha escrito Lord Bethell -
por voluntad de Margaret Thatcher se alzaba "sobre terreno
de la Corona". El memento sufrió un atentado con explosivos
a manos de desconocidos.
Marco Respinti y T. Angel Espósito
---
Para profundizar: véase de Pier Arrigo Carnier, L'armata cosacca
in Italia. 1944-1945, 2a ed. ampliada, Mursia, Milano 1990; Idem,
Lo sterminio mancato. La dominazione nazista nel Veneto orientale
1943-1945, 2a ed., Mursia, Milano 1988; Alessandro Ivanov,
Cosacchi perduti. Dal Friuli all'URSS, 1944-45, Aviani, Tricesimo
(Udine) s.d. [ma 1997]; Piero Buscaroli, La vista, l'udito, la
memoria. Scritti d'arte, di musica, di storia, Fogola, Torino,
1987, pp. 448-477; Roberto de Mattei, Schiavi di Mosca e vittime
di Yalta, en Cristianità, año VIII, n. 60, abril 1980, pp.
9-12; y mis Maggio-giugno 1945: il rimpatrio forzato dei cosacchi
e altri crimini di guerra "eccellenti", ibid., año
XXIII, n. 245, septiembre 1995, pp. 13-20, y Anche gli Alleati
deportavano, en La nuova Europa, año V, n. 6 (270),
noviembre-diciembre 1996, pp. 86-104.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.