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El carácter totalitario de la nueva Ley de Partidos.
Esta ley no va dirigida tan sólo a perseguir los partidos violentos o cooperadores del terrorismo tal como dicen sus partidarios, sino que con ella se puede perseguir a quien pretenda cambiar el Sistema, que es liberal-relativista, y que el actual Vicario de Cristo y sus predecesores han calificado de totalitario y absolutista, y que, por tanto, desde un punto de vista cristiano es inaceptable.
Juan Pablo II no deja de insistir, una y
otra vez, en el peligro de que los regímenes democráticos se
conviertan en totalitarismos más o menos encubiertos.
Desgraciadamente, el Santo Padre no se refiere a casos
hipotéticos y abstractos.
No ha transcurrido todavía un año desde que, so pretexto de
preservar los fundamentos de la democracia, el Partido del
Bienestar, un partido que, respetando escrupulosamente los
mecanismos democráticos establecidos en su país, venía
obteniendo resultados electorales que le convertirían en el más
votado de Turquía, fue prohibido por el Gobierno con el respaldo
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
En España, el Gobierno del Partido Popular, con la excusa de
ilegalizar a las asociaciones políticas que colaboren con bandas
terroristas, pretende sacar adelante una nueva ley de partidos.
Ciertamente, si el texto de la proyectada ley se limitara a
posibilitar tal propósito, nada habría que objetar, sino todo
lo contrario. Pero, lamentablemente, la realidad es muy distinta,
porque tal como inicialmente ha sido redactada la ley, cualquier
partido que albergue la intención de cambiar el actual Sistema
por otro fundamentado en principios diferentes, podría ser
arbitrariamente prohibido.
El Proyecto de Ley dice, entre otras cosas que "un
partido político será declarado ilegal cuando persiga de
deteriorar o destruir el régimen de libertades o imposibilitar o
eliminar el sistema democrático"; "vulnerar
sistemáticamente o promover, defender o exculpar la vulneración
de las libertades y derechos fundamentales reconocidos por la
Constitución" o "perseguir la imposición de
pretensiones políticas procurando, por sí o junto a otros
grupos y sujetos, la desaparición de las condiciones precisas
para el ejercicio de la democracia, del pluralismo y de las
libertades políticas"; "tanto cuando ello se
realice mediante el empleo de métodos incompatibles con el
normal funcionamiento de las instituciones y los procedimientos
democráticos, como cuando se utilicen éstos para contribuir
activamente a la deslegítimación de los mismos, a la
impugnación generalizada de la legalidad o a la eliminación de
la capacidad del sistema democrático para resolver los problemas
políticos por los cauces establecidos en la Constitución".
Es importante recalcar que la ley habla de ilegalizar los
partidos contrarios a la Constitución, aunque respeten y
utilicen los procedimientos democráticos establecidos por el
sistema. Luego, es evidente, que no va dirigida tan sólo a los
partidos violentos o cooperadores del terrorismo tal como dicen
los partidos partidarios de tal ley.
Es importante asimismo tener en cuenta que cuando la ley habla de
democracia no se refiere a cualquier procedimiento de elección o
designación de los gobernantes por el pueblo, sino a un modelo
muy concreto de democracia: la democracia moderna, liberal,
relativista, hoy vigente en España y en casi todo el mundo. Esa
democracia que el actual Vicario de Cristo y sus predecesores han
calificado de totalitaria y absolutista, y que, por tanto, desde
un punto de vista cristiano es inaceptable.
Es evidente, pues, que dicha ley, si sale definitivamente
adelante conforme a su primera redacción, puede ser aplicada a
cualquier asociación política que aspire a la instauración
cristiana del orden temporal, a impregnar las sociedades
-también la comunidad política- con el mensaje del Evangelio, a
lograr la inspiración cristiana de las leyes.
La interpretación católica de la vida no admite los falsos
dogmas democrático-liberales de la infalibilidad de la voluntad
general y la omnipotencia de la soberanía popular.
Ambos dogmas son consustanciales al sistema democrático-liberal
imperante en nuestros días, y cada vez se pone más de
manifiesto que el sistema no va a tolerar -aun cuando,
paradójicamente, tenga que contradecir dichos dogmas-
disidencias políticas en ese sentido.
¿Cuándo se darán cuenta los católicos optimistas y
colaboracionistas con el Sistema que dentro de éste no hay
cabida para la libre y coherente acción política de los
católicos, ni para el Reinado Social de Nuestro Señor
Jesucristo?
José María Permuy
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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