|
La guerra civil rusa (1917-1920) .
La traición de las potencias anglosajonas y Francia, abandonando , tras saquear el país, a los ejércitos rusos que luchaban por la libertad de su patria, permitío la derrota de los "blancos", tras lo cual Rusia fue sometida a la dictadura socialista.
El hundimiento de la Rusia de los
zares
La guerra civil rusa, que siguió a la Revolución de Octubre de
1917, es uno de los sucesos más desconcertantes del siglo XX, ya
sea por su enorme coste humano y material ya por sus
consecuencias para Rusia, Europa y el mundo entero.
La Rusia zarista, desde mediados del siglo XIX, había iniciado
un proceso de reformas económico-sociales encaminadas a subsanar
su secular retraso respecto de Europa. Éste se debía a la larga
dominación mongola, que finalizó en el siglo XVI, y al costoso
nacimiento del Estado ruso, acabado solamente en el siglo XVIII.
El ministro más enérgico y clarividente en esta obra fue Pëtr
Arkadevic' Stolypin (1862-1911), quien fue asesinado por ello a
manos de terroristas de izquierdas.
Rusia, justo antes de la Gran Guerra, a pesar de las graves
tensiones sociales y la crisis político-militar, estaba viviendo
un desarrollo económico-social muy rápido.
Cuando el Imperio Ruso entró en guerra, en agosto de 1914,
contra los imperios centrales, el Imperio Germánico y el
Austrohúngaro, al lado de la República Francesa y el Reino
Unido, no escatimó sus energías humanas y materiales
sosteniendo, en más de una ocasión, a sus aliados en dificultad
con sangrientas ofensivas y rechazando, por lealtad, ofertas de
paz separada. Rusia pagó este sacrificio con un precio altísimo
y, después de tres años de guerra, estaba exhausta y moralmente
destruida, mientras sus soldados en el frente ya no se
reconocían en aquel espantoso conflicto.
La crisis, que sacude a todos los estratos de la población en
marzo de 1917, provoca la abdicación del zar Nicolás II Romanov
(1868-1918), culpable sobre todo de no haber comprendido el
significado revolucionario del conflicto en que estaba inmerso.
De hecho, el ser un soberano tradicional y cristiano lo
condenará, a pesar de haberse alineado con los futuros
vencedores, como lo demuestran las manifestaciones de alegría de
las democracias occidentales con motivo de la noticia de la
caída de su más fiel aliado.
En medio de la debacle general, en julio de 1917, se pone a la
cabeza del gobierno provisional el socialista Aleksandr
Fedorovic' Kerenskij (1881-1970), que decide continuar la guerra
contra Alemania mientras se opone débilmente a los bolcheviques
y a su programa de revolución total. Se muestra, no obstante,
más temeroso de la reacción que de la revolución. De hecho,
cuando en septiembre de 1917 el general Lavr Georgevic' Kornilov
(1870-1918) intenta un golpe de Estado militar, éste fracasa
porque Aleksandr F. Kerenskij hace un llamamiento a los
bolcheviques y los arma.
Éstos estaban guiados por Vladimir Ilic' Ulianov alias Lenin
(1870-1924), que había regresado de su exilio suizo junto a toda
la clase dirigente del partido gracias al interesado beneplácito
y financiación alemanes. El golpe de Estado beneficiará, en
octubre de 1917, precisamente a Lenin, que toma el poder mediante
la violencia y pone las bases de la dictadura comunista
prometiendo al pueblo paz y tierra.
El inicio de la
guerra civil
Ante el hundimiento del imperio zarista, mientras nacen
movimientos independentistas en Ucrania, en Finlandia, en el
Cáucaso y en los países bálticos, hay quien se resiste a
resignarse a la victoria de los comunistas. La iniciativa la toma
el general Mihail Vasilevic' Alekseev (1859-1918), ex jefe de
estado mayor de Nicolás II, que en los territorios del Don
empieza a reunir a oficiales y soldados de vuelta del frente que,
junto a los cosacos, forman el embrión del Ejército
Voluntario -los "blancos"- cuya jefatura
efectiva es asumida, el día de Navidad de 1917, por el general
Kornilov.
Atacados y perseguidos por los rojos, los "voluntarios",
privados de armas, inician una retirada de ochenta días, que
será recordada como la Marcha del Hielo, alcanzando
finalmente, en marzo de 1918, el Kuban en una situación
desesperada, al tiempo que en abril muere en batalla el mismo
general Kornilov. Asume entonces la jefatura el general Anton
Ivanovic' Denikin (1872-1947), que reorganiza a los supevivientes
y, junto con el atamán de los cosacos del Don, general Petr
Nikolaevic' Krasnov (1869-1947), vence repetidamente a los
comunistas y conquista la Rusia meridional donde, en agosto de
1918, en Ekaterinodar, forma el gobierno de la Rusia Libre.
En Siberia, mientras tanto, tras la estela de la acción de la Legión
Checoslovaca, constituida por prisioneros del ejército
austro-húngaro que se habían apoderado de la vía férrea
transiberiana, se formaban gobiernos anti-bolcheviques que, el 8
de septiembre de 1918, se reunieron en un único Directorio,
compuesto por exponentes de varios partidos políticos que fueron
unificados, en noviembre de 1918, por la dictadura suprema del
almirante Aleksandr Vasilevic' Kolc'ak (1874-1920), ex comandante
de la flota del Mar Negro y conocido explorador polar.
La intervención de
los Aliados
Después de la paz
de Brest-Litovsk, firmada en marzo de 1918, y tras la
rendición del Imperio germánico, en noviembre del mismo año,
tropas francesas e inglesas desembarcan en la Rusia Meridional y
en la Septentrional, mientras que en Siberia intervienen
contingentes japoneses, americanos, ingleses, franceses e
italianos. Se trata de tropas enviadas por sus respectivos
gobiernos, más que para apoyar a las formaciones
antibolcheviques, con la perspectiva interesada de repartirse los
despojos del Imperio ruso. Lo harán, entre otras cosas,
llevándose 300 millones de rublos en oro. Dichas tropas no
combatirán en ningún momento contra los comunistas y
abandonarán a los ejércitos blancos a su destino, en el momento
en que se vislumbre su derrota y las democracias vencedoras hayan
obtenido su objetivo.
De hecho, la resistencia de los ejércitos blancos y la victoria
polaca en el Vístula, en agosto de 1920, hicieron militarmente
imposible la exportación de la revolución comunista a una
Europa extenuada por la guerra. Por otra parte, si la razón de
la guerra había sido, entre otras, la expulsión de los
Habsburgo y de los Hohenzollern, con la caída de los Romanov el
Reino Unido, en palabras del primer ministro inglés David Lloyd
George (1863-1945), había conseguido el primer objetivo del
conflicto.
La ilusión de la
victoria
En 1919 la guerra civil adquirió vastas dimensiones
extendiéndose por todo el territorio ruso y los ejércitos
blancos y rojos desplegaron en los campos de batalla a centenares
de miles de hombres. A pesar de estar en constante inferioridad
numérica, los ejércitos blancos de Denikin derrotaron a los
rojos durante todo el año, liberando en septiembre de 1919
Ucrania, el Cáucaso y toda la Rusia Meridional hasta las puertas
de Moscú, ocupando 1.500.000 km2 de territorio con cincuenta
millones de habitantes. Desde los países bálticos otro
ejército blanco, guiado por el general Nikolaj Nicolaevic'
Judenic' (1862-1933?), marcha sobre Petrogrado, el actual San
Petersburgo. En la zona septentrional, entre Murmansk y
Arcángel, opera el ejército blanco del general Evgenij
Karlovic' Miller (1867-1937?). Todos estos generales reconocieron
la autoridad del almirante Kolc'ak, jefe supremo de los
ejércitos blancos, que condujo a sus ejércitos desde Siberia
hacia el corazón de Rusia, alcanzando el Volga. Fue conquistada
incluso Ekaterinburgo, donde, en julio de 1918, fue asesinada la
familia imperial allí prisionera, contándose pues entre las
primeras víctimas del Terror rojo desencadenado por Lenin.
No obstante, el Ejército Rojo, organizado por Lev Davidovic'
Bronstein (1879-1940), que actúa bajo el pseudónimo de Lev
Davidovic' Trotski, pasa a la contraofensiva. Puede contar con el
control del centro neurálgico de la Rusia europea
industrializada, mientras que las tropas blancas ocupan
territorios periféricos y con escasas comunicaciones. Los
ejércitos rojos, animados por el fanatismo revolucionario y
teniendo a sus espaldas un frente interno seguro gracias al
terror despiadado de la Cheka -la Comisión
Extraordinaria bajo la que se esconde la policía política
instituida en 1917 con la misión de la defensa de la
revolución- prevalecen finalmente sobre los ejércitos blancos,
inferiores en número, desprovistos de un programa político
unitario y minados en su frente interno, a pesar del valor de sus
jefes y soldados, por discordias políticas, separatismos,
traiciones y personalismos.
A finales de 1919 el Ejército Rojo detiene y rechaza al
ejército de Kolc'ak y empieza la reconquista de Siberia.
Mientras los blancos resisten desesperadamente, el almirante
Kolc'ak es capturado, mediante el engaño, por parte de traidores
que lo entregan a los comunistas, quienes lo fusilan en febrero
de 1920. Todo ello con el conocimiento y el aval de los Aliados.
En el frente septentrional el general Miller, abandonado por los
ingleses a su destino, se ve forzado a reembarcar con sus
soldados y a refugiarse en Noruega en enero de 1920. También
Judenic', en octubre de 1919, es rodeado en los alrededores de
Petrogrado, donde no recibió el prometido apoyo de la flota
inglesa y, después de duros combates, se refugia en Estonia,
donde es desarmado.
En el frente meridional, finalmente, los rojos avanzan 1.000 km
reconquistando casi todos los territorios ocupados por los
blancos. Ante la derrota, el general Denikin renuncia a la
jefatura en enero de 1920 y parte al exilio, desalentado por las
traiciones de los Aliados y las discordias internas.
La lucha por la
supervivencia y el final
La jefatura de los ejércitos meridionales fue asumida por el
general Petr Nikolaevic' Wrangel' (1878-1928), limitado ahora, en
la primavera de 1920, a defender sólo Crimea y poco más. Tras
reorganizar las tropas que le quedaban, desencadena una última y
desesperada ofensiva, que le lleva a derrotar a los rojos
persiguiéndolos hasta el Dniepr en octubre de 1920, a pesar del
boicot por parte de ingleses y franceses.
Pero la paz obtenida mientras tanto con Polonia permite a los
bolcheviques atacar con todas sus fuerzas, derrotando
definitivamente a los blancos. En noviembre de 1920 Wrangel' y
140.000 blancos se embarcan en los puertos de Crimea y se dirigen
hacia Constantinopla. La cruzada blanca había acabado y sobre
Rusia, que pronto pasaría a convertirse en Unión Soviética,
caía la larga noche del comunismo.
Los frutos amargos
de la victoria de los rojos
En 1921 todo el antiguo imperio ruso está ya bajo poder
comunista. La guerra civil ha costado al menos 5 millones de
muertos, mientras que 1.300.000 rusos huyen al exilio y se inicia
la tragedia para decenas de millones de hombres y mujeres rusos y
no rusos. Desde 1991 ya no ondea sobre el Kremlin la bandera
roja, sino la tricolor rusa de los ejércitos blancos, cuyo
sacrificio quizás no fue totalmente en vano. Pero las cuentas
con la historia y con la propia conciencia la deben hacer aún
las democracias occidentales por su vileza y sus compromisos
culpables y, finalmente, autodestructivos.
Basta, de hecho, reflexionar sobre este episodio emblemático: en
marzo de 1919, las autoridades militares francesas desarmaron a
los "voluntarios" blancos y entregaron la
ciudad de Odessa a los bolcheviques, presionados por el motín de
la flota francesa, que pretendía de este modo apoyar a los "hermanos
proletarios" en dificultad. En este suceso, reseñado
por la historiografía soviética, los marinos franceses
amotinados en la ensenada de Odessa estaban guiados por un joven
marino anamita llamado Ton Die-Tang: el futuro Ho-Chi-Min
(1890-1969)...
Renato Cirelli y T. De Jorge Soley Climent
----
Para profundizar: véase un cuadro general, en Mihail Geller
(1922-1997) y Aleksandr Nekric', Storia dell'URSS dal 1917 a
oggi. L'utopia al potere, trad. it., Rizzoli, Milano 1984,
especialmente pp. 83-96; W. Bruce Lincoln, I Bianchi e i Rossi.
Storia della guerra civile Russa, trad. it., Mondadori, Milano
1994; y Marina Grey y Jean Bordier, Le armate bianche. Russia
1919-1921, trad. it., Mondadori, Verona 1971; ver también, sobre
el calumniado almirante Aleksandr V. Kolc'ak, su biografía
novelada, basada sobre documentos inéditos: Vladimir Maksimov,
Uno sguardo sull'abisso, trad. it., Spirali-Vel, Milano 1992.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.