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¿Qué se esconde bajo una mezquita? Indice de Revistas Patrick J. Buchanan y Occidente

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

La guerra civil rusa (1917-1920) .

La traición de las potencias anglosajonas y Francia, abandonando , tras saquear el país, a los ejércitos rusos que luchaban por la libertad de su patria, permitío la derrota de los "blancos", tras lo cual Rusia fue sometida a la dictadura socialista.

El hundimiento de la Rusia de los zares

La guerra civil rusa, que siguió a la Revolución de Octubre de 1917, es uno de los sucesos más desconcertantes del siglo XX, ya sea por su enorme coste humano y material ya por sus consecuencias para Rusia, Europa y el mundo entero.

La Rusia zarista, desde mediados del siglo XIX, había iniciado un proceso de reformas económico-sociales encaminadas a subsanar su secular retraso respecto de Europa. Éste se debía a la larga dominación mongola, que finalizó en el siglo XVI, y al costoso nacimiento del Estado ruso, acabado solamente en el siglo XVIII. El ministro más enérgico y clarividente en esta obra fue Pëtr Arkadevic' Stolypin (1862-1911), quien fue asesinado por ello a manos de terroristas de izquierdas.

Rusia, justo antes de la Gran Guerra, a pesar de las graves tensiones sociales y la crisis político-militar, estaba viviendo un desarrollo económico-social muy rápido.

Cuando el Imperio Ruso entró en guerra, en agosto de 1914, contra los imperios centrales, el Imperio Germánico y el Austrohúngaro, al lado de la República Francesa y el Reino Unido, no escatimó sus energías humanas y materiales sosteniendo, en más de una ocasión, a sus aliados en dificultad con sangrientas ofensivas y rechazando, por lealtad, ofertas de paz separada. Rusia pagó este sacrificio con un precio altísimo y, después de tres años de guerra, estaba exhausta y moralmente destruida, mientras sus soldados en el frente ya no se reconocían en aquel espantoso conflicto.

La crisis, que sacude a todos los estratos de la población en marzo de 1917, provoca la abdicación del zar Nicolás II Romanov (1868-1918), culpable sobre todo de no haber comprendido el significado revolucionario del conflicto en que estaba inmerso. De hecho, el ser un soberano tradicional y cristiano lo condenará, a pesar de haberse alineado con los futuros vencedores, como lo demuestran las manifestaciones de alegría de las democracias occidentales con motivo de la noticia de la caída de su más fiel aliado.

En medio de la debacle general, en julio de 1917, se pone a la cabeza del gobierno provisional el socialista Aleksandr Fedorovic' Kerenskij (1881-1970), que decide continuar la guerra contra Alemania mientras se opone débilmente a los bolcheviques y a su programa de revolución total. Se muestra, no obstante, más temeroso de la reacción que de la revolución. De hecho, cuando en septiembre de 1917 el general Lavr Georgevic' Kornilov (1870-1918) intenta un golpe de Estado militar, éste fracasa porque Aleksandr F. Kerenskij hace un llamamiento a los bolcheviques y los arma.

Éstos estaban guiados por Vladimir Ilic' Ulianov alias Lenin (1870-1924), que había regresado de su exilio suizo junto a toda la clase dirigente del partido gracias al interesado beneplácito y financiación alemanes. El golpe de Estado beneficiará, en octubre de 1917, precisamente a Lenin, que toma el poder mediante la violencia y pone las bases de la dictadura comunista prometiendo al pueblo paz y tierra.

El inicio de la guerra civil

Ante el hundimiento del imperio zarista, mientras nacen movimientos independentistas en Ucrania, en Finlandia, en el Cáucaso y en los países bálticos, hay quien se resiste a resignarse a la victoria de los comunistas. La iniciativa la toma el general Mihail Vasilevic' Alekseev (1859-1918), ex jefe de estado mayor de Nicolás II, que en los territorios del Don empieza a reunir a oficiales y soldados de vuelta del frente que, junto a los cosacos, forman el embrión del Ejército Voluntario -los "blancos"- cuya jefatura efectiva es asumida, el día de Navidad de 1917, por el general Kornilov.

Atacados y perseguidos por los rojos, los "voluntarios", privados de armas, inician una retirada de ochenta días, que será recordada como la Marcha del Hielo, alcanzando finalmente, en marzo de 1918, el Kuban en una situación desesperada, al tiempo que en abril muere en batalla el mismo general Kornilov. Asume entonces la jefatura el general Anton Ivanovic' Denikin (1872-1947), que reorganiza a los supevivientes y, junto con el atamán de los cosacos del Don, general Petr Nikolaevic' Krasnov (1869-1947), vence repetidamente a los comunistas y conquista la Rusia meridional donde, en agosto de 1918, en Ekaterinodar, forma el gobierno de la Rusia Libre.

En Siberia, mientras tanto, tras la estela de la acción de la Legión Checoslovaca, constituida por prisioneros del ejército austro-húngaro que se habían apoderado de la vía férrea transiberiana, se formaban gobiernos anti-bolcheviques que, el 8 de septiembre de 1918, se reunieron en un único Directorio, compuesto por exponentes de varios partidos políticos que fueron unificados, en noviembre de 1918, por la dictadura suprema del almirante Aleksandr Vasilevic' Kolc'ak (1874-1920), ex comandante de la flota del Mar Negro y conocido explorador polar.

La intervención de los Aliados

Después de la paz de Brest-Litovsk, firmada en marzo de 1918, y tras la rendición del Imperio germánico, en noviembre del mismo año, tropas francesas e inglesas desembarcan en la Rusia Meridional y en la Septentrional, mientras que en Siberia intervienen contingentes japoneses, americanos, ingleses, franceses e italianos. Se trata de tropas enviadas por sus respectivos gobiernos, más que para apoyar a las formaciones antibolcheviques, con la perspectiva interesada de repartirse los despojos del Imperio ruso. Lo harán, entre otras cosas, llevándose 300 millones de rublos en oro. Dichas tropas no combatirán en ningún momento contra los comunistas y abandonarán a los ejércitos blancos a su destino, en el momento en que se vislumbre su derrota y las democracias vencedoras hayan obtenido su objetivo.

De hecho, la resistencia de los ejércitos blancos y la victoria polaca en el Vístula, en agosto de 1920, hicieron militarmente imposible la exportación de la revolución comunista a una Europa extenuada por la guerra. Por otra parte, si la razón de la guerra había sido, entre otras, la expulsión de los Habsburgo y de los Hohenzollern, con la caída de los Romanov el Reino Unido, en palabras del primer ministro inglés David Lloyd George (1863-1945), había conseguido el primer objetivo del conflicto.

La ilusión de la victoria

En 1919 la guerra civil adquirió vastas dimensiones extendiéndose por todo el territorio ruso y los ejércitos blancos y rojos desplegaron en los campos de batalla a centenares de miles de hombres. A pesar de estar en constante inferioridad numérica, los ejércitos blancos de Denikin derrotaron a los rojos durante todo el año, liberando en septiembre de 1919 Ucrania, el Cáucaso y toda la Rusia Meridional hasta las puertas de Moscú, ocupando 1.500.000 km2 de territorio con cincuenta millones de habitantes. Desde los países bálticos otro ejército blanco, guiado por el general Nikolaj Nicolaevic' Judenic' (1862-1933?), marcha sobre Petrogrado, el actual San Petersburgo. En la zona septentrional, entre Murmansk y Arcángel, opera el ejército blanco del general Evgenij Karlovic' Miller (1867-1937?). Todos estos generales reconocieron la autoridad del almirante Kolc'ak, jefe supremo de los ejércitos blancos, que condujo a sus ejércitos desde Siberia hacia el corazón de Rusia, alcanzando el Volga. Fue conquistada incluso Ekaterinburgo, donde, en julio de 1918, fue asesinada la familia imperial allí prisionera, contándose pues entre las primeras víctimas del Terror rojo desencadenado por Lenin.

No obstante, el Ejército Rojo, organizado por Lev Davidovic' Bronstein (1879-1940), que actúa bajo el pseudónimo de Lev Davidovic' Trotski, pasa a la contraofensiva. Puede contar con el control del centro neurálgico de la Rusia europea industrializada, mientras que las tropas blancas ocupan territorios periféricos y con escasas comunicaciones. Los ejércitos rojos, animados por el fanatismo revolucionario y teniendo a sus espaldas un frente interno seguro gracias al terror despiadado de la Cheka -la Comisión Extraordinaria bajo la que se esconde la policía política instituida en 1917 con la misión de la defensa de la revolución- prevalecen finalmente sobre los ejércitos blancos, inferiores en número, desprovistos de un programa político unitario y minados en su frente interno, a pesar del valor de sus jefes y soldados, por discordias políticas, separatismos, traiciones y personalismos.

A finales de 1919 el Ejército Rojo detiene y rechaza al ejército de Kolc'ak y empieza la reconquista de Siberia. Mientras los blancos resisten desesperadamente, el almirante Kolc'ak es capturado, mediante el engaño, por parte de traidores que lo entregan a los comunistas, quienes lo fusilan en febrero de 1920. Todo ello con el conocimiento y el aval de los Aliados.

En el frente septentrional el general Miller, abandonado por los ingleses a su destino, se ve forzado a reembarcar con sus soldados y a refugiarse en Noruega en enero de 1920. También Judenic', en octubre de 1919, es rodeado en los alrededores de Petrogrado, donde no recibió el prometido apoyo de la flota inglesa y, después de duros combates, se refugia en Estonia, donde es desarmado.
En el frente meridional, finalmente, los rojos avanzan 1.000 km reconquistando casi todos los territorios ocupados por los blancos. Ante la derrota, el general Denikin renuncia a la jefatura en enero de 1920 y parte al exilio, desalentado por las traiciones de los Aliados y las discordias internas.

La lucha por la supervivencia y el final

La jefatura de los ejércitos meridionales fue asumida por el general Petr Nikolaevic' Wrangel' (1878-1928), limitado ahora, en la primavera de 1920, a defender sólo Crimea y poco más. Tras reorganizar las tropas que le quedaban, desencadena una última y desesperada ofensiva, que le lleva a derrotar a los rojos persiguiéndolos hasta el Dniepr en octubre de 1920, a pesar del boicot por parte de ingleses y franceses.

Pero la paz obtenida mientras tanto con Polonia permite a los bolcheviques atacar con todas sus fuerzas, derrotando definitivamente a los blancos. En noviembre de 1920 Wrangel' y 140.000 blancos se embarcan en los puertos de Crimea y se dirigen hacia Constantinopla. La cruzada blanca había acabado y sobre Rusia, que pronto pasaría a convertirse en Unión Soviética, caía la larga noche del comunismo.

Los frutos amargos de la victoria de los rojos

En 1921 todo el antiguo imperio ruso está ya bajo poder comunista. La guerra civil ha costado al menos 5 millones de muertos, mientras que 1.300.000 rusos huyen al exilio y se inicia la tragedia para decenas de millones de hombres y mujeres rusos y no rusos. Desde 1991 ya no ondea sobre el Kremlin la bandera roja, sino la tricolor rusa de los ejércitos blancos, cuyo sacrificio quizás no fue totalmente en vano. Pero las cuentas con la historia y con la propia conciencia la deben hacer aún las democracias occidentales por su vileza y sus compromisos culpables y, finalmente, autodestructivos.

Basta, de hecho, reflexionar sobre este episodio emblemático: en marzo de 1919, las autoridades militares francesas desarmaron a los "voluntarios" blancos y entregaron la ciudad de Odessa a los bolcheviques, presionados por el motín de la flota francesa, que pretendía de este modo apoyar a los "hermanos proletarios" en dificultad. En este suceso, reseñado por la historiografía soviética, los marinos franceses amotinados en la ensenada de Odessa estaban guiados por un joven marino anamita llamado Ton Die-Tang: el futuro Ho-Chi-Min (1890-1969)...


Renato Cirelli y T. De Jorge Soley Climent

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Para profundizar: véase un cuadro general, en Mihail Geller (1922-1997) y Aleksandr Nekric', Storia dell'URSS dal 1917 a oggi. L'utopia al potere, trad. it., Rizzoli, Milano 1984, especialmente pp. 83-96; W. Bruce Lincoln, I Bianchi e i Rossi. Storia della guerra civile Russa, trad. it., Mondadori, Milano 1994; y Marina Grey y Jean Bordier, Le armate bianche. Russia 1919-1921, trad. it., Mondadori, Verona 1971; ver también, sobre el calumniado almirante Aleksandr V. Kolc'ak, su biografía novelada, basada sobre documentos inéditos: Vladimir Maksimov, Uno sguardo sull'abisso, trad. it., Spirali-Vel, Milano 1992.



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