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A cerca del futbol.
El fútbol es el deporte rey. Mueve masas ciegamente y es objeto de colosal manipulación política y económica. Proporcionalmente, la literatura se ha ocupado poco de él. Es el exponente de la confluencia de dos vectores distintos; la globalización y el retorno a la tribu.
Los éxitos tienen siempre muchos padres.
Así el "football", el deporte de más éxito
y que precedió a la globalización, tiene diversos orígenes.
Convencionalmente, se practicaba de un modo u otro en los
colegios ingleses en el s. XVII, al estandarizarse normas, las
que se establecieron en la localidad de Rugby, permitiendo las
manos serían una escisión de un tronco común. En 1863 se
constituyó la primera federación en Inglaterra, la
internacional FIFA es de 1904. Los italianos hablan del "calcio",
al que ya jugaban en tiempos de Maquivelo, barrio contra barrio y
ciudad contra ciudad, con finales tan animadas como las batallas
convencionales. Y con más bajas. Shakespeare menciona el fútbol
en dos obras, Comedia de los errores y El Rey Lear.
Se puede rastrear un cierto origen en un encuentro entre dos
pueblos, o entre pescadores y labradores en las islas Orcadas y
Hébridas, en los que todo valía, como en el emocionante polo
con carnero afgano, para colocar una calavera o trofeo similar,
en la plaza del grupo enemigo. En tiempo de paz, como la caza, o
los toros en España, siempre era bienvenida una ocasión para
ejercitarse los jóvenes, pisotear a los rivales y pavonearse
ante las damiselas. Algunas tribus amerindias tenían deportes
sagrados de combate ritualizado por equipos y con pelota, pero
más cercanos al hokey o al baloncesto. Los romanos forraban con
trapos una vejiga de buey para entretenimiento legionario. En
concreto, Antífanes, en su teatro, habla de "pelota
larga", "pase corto"...ya se sabe
que los griegos son muy socorridos para todo. Cuando Milón de
Crotona corría contra la portería de Síbaris, seguro que
gritaba algo así como "¡a mi Sabino el pelotón, que
los arrollo!".
EL fútbol, balompié en castizo de posguerra, y al menos en la
denominación del Betis, es muy socorrido. Un terreno más o
menos llano y una pelota. Además de "barato", es muy
fácil de comprender. En unos minutos, uno no comprende las
reglas del "baseball" yanqui, del fútbol si,
aunque las sutilezas del fuera de juego no se hayan percibido por
los neófitos coreanos, supongo. Todos hemos jugado con los
compañeros del cole. Incluso los "malos", salvo en las
playas vascas, hemos sido porteros, como Navokov, Benedetti,
Camus, José Luis Sampedro.... , Julio Iglesias no lo fue tanto,
aunque debe su fama a una lesión y no a un mundial. Alberti
cantó épicamente a otro portero, Platko. El portero, en la
soledad de su responsabilidad, El miedo del portero ante el
penalti es un título de Peter Hanke, es un símbolo de la
última ratio, la esperanza final, bien diferenciado de los otros
diez compañeros o enemigos, cuyas diabluras, hiper presentes en
los medios de comunicación, plástica y narrativamente, no
están sobradas de cultivo de altura, a diferencia del más
maldito boxeo, por ejemplo, alguno de cuyos comentaristas y
relatos cinematográficos han brillado a gran altura. Una
excepción quizá sea Eduardo Galeano en EL fútbol a sol y a
sombra, donde salen homéricamente retratados los grandes
craks de la hierba, así como no tanto los directivos de la mafia
internacional. Tampoco eran de despreciar las narraciones orales
del gran Matías Prat y las escritas de Vizcaíno Casas. En Memoria
de fuego el autor , además de esribir sobre el rey Pelé,
Garrincha y otros, explica la "guerra del fútbol".
Otro autor Kapuscinski escribió precisamente con ese título. En
1969, eliminando para el mundial del 70, se enfrentaban Honduras
y El Salvador. Del partido se pasó a una guerra de verdad, de
una semana. Nick Hornby, hooligan del Arsenal, escribión Fiebre
en las gradas, aunque como aquel partido en Bélgica, los
ingleses nunca habían tenido tanta fiebre desde Dunkerque.
Valdano se las da de intelectual en Apuntes del balón,
recopilación del Marca. Cela en 1963 publicó Once cuentos
de fútbol.
El fútbol es, por encima del nacionalismo y el fundamentalismo
musulmán, el principal exponete de lo que desde Joaquín
Estafanía se denomina "retorno a la tribu". La sed de
identificación, la "partida de caza" en términos
paloeantropológicos, y la "religiosidad civil", se dan
cita en este fenómeno. Nada une más que unos colores, contra
los demás. En un sentido nacional, se puede decir que "el
fútbol lo inventó Mussolini". Lo que antes era un
"sport" de ingenieros ingleses en zonas mineras y
semicoloniales, se convirtió en un extraordinario catalizador de
pasiones. Aunque había que conformarse con la radio, la escuadra
"azzurra" consiguió con su hegemonía en los años 20,
muchos éxitos emotivos para el fascismo, muy por encima de
jinetes, pilotos etc., que también ganaban. Berlusconi con su
"forza Italia", consigna tiffosi antes que opción
política es el ejemplo reciente de esa identificación.
Ejemplos de identificación; en Glasgow, el Celtic es católico y
el Ranger protestante. El Sevilla es, al parecer, más zeñorito
que el Betis. El Barcelona es "más que un club",
un estandarte de indentidad nacionalista y integración social.
El Español es más "charnego"·, ahora un
poco menos desde que es "espanyol". El
"Atleti" de Bilbao no admite jugadores maketos, con lo
cual, es a la vez, paradójicamente, feudo del PNV y el más
español de todos los equipos grandes, mientras los vecinos de la
Real se han corrompido con foráneos. El Valencia es un
poderoso instrumento para airear la franja azul y fastidiar a los
catalanistas. Encima, sólo uno por ciudad, algunos
equipos ostentan el título de "Real". No lo tiene el
Atlético de Madrid, el equipo castizo y "perdedor",
inmune a las lágrimas, pese a ser heredero del Atlético de
Aviación, la de Franco, mientras que el Real por excelencia era
de más tradición republicana. Lo que son las cosas, acabó
identificado con el Régimen. Aunque el exilio anticomunista
húngaro, que dio tardes de gloria al fútbol se refugió más
bien en Barcelona. Ambos equipos se pelearon por Di Stefano
poniendo en un aprieto, mayor que los que sufrió en Rusia, al
ministro azul Muñoz Grandes. En todo caso, es cierto que se
convirtió el equipo blanco en lo más conocido de España. Los
militares cooperantes comprobaron que en Afganistán no saben de
toros pero sí de Raúl.
Para conmemorar el centenario, el Madríd ha editado un libro de
cuentos, el siglo blanco, donde firman autores muy notables. En
todo caso, todo vale para restregarle las copas de Europa a
pascuales y giles.
El fútbol mueve millones, con cifras insultantes, pero todavía
sustrae, por diversos medios, recursos, a otros deportes y a
otras necesidades prioritarias. Si un equipo, ya no
"club" en cuanto que es S.A., juega en segunda pero
gasta como en primera, llora y sus pérdidas, en vez de llevar a
la ruina a tan malos empresarios, los cubre el Ayuntamiento. A
veces con operaciones inmobiliarias artificiosas. Quebrar y
cambiar una sigla en fraude de acreedores se permite. Descender
por esas mismas trampas puede provocar una subversión local
temible. El ejemplo del Sporting, salvado por el ayuntamiento.
Con una crisis más reciente pero similar, el Oviedo se hunde.
Nadie pide responsabilidades al accionista mayoritario ni al
presidente, el primero intermediaba a su vez en la venta de los
jugadores a su propio equipo, y todos piden que el ayuntamiento
ponga los 7.000 millones que se deben. A veces los presidentes no
lo son para robar, si no por snobismo social; un inmobiliario
especulador y nuevo rico pasa a ser "alguien", y quizá
en una final se siente al lado del rey. Se blanquean dineros y
reputaciones. No salen las cuentas pero la publicidad y las teles
las pueden salvar. Por eso el descenso en un suicidio. No hay
dinero para los autobuses de equipos juveniles, ni para deportes
menos divulgados, pero sí para comprar a una figura brasileña,
operación en la sólo las comisiones que se pierden por el medio
son ya fabulosas. Los políticos están muy contentos de ir al
palco a verlas. Además canalizan entusiasmos y frustraciones
juveniles, siempre potencialmente peligrosas. Mientras se pegan
"entre ellos", no nos pegan a nosotros, es una
reflexión que ya se hacía los políticos en el hipódromo de
Bizancio en tiempos de Justiniano, cuando los verdes y los
azules, escuderías de barrio, caballos y aurigas, polarizaban
todo tipo de broncas. Lo subversivo se concentra en los lugares y
momentos en torno a los partidos, para mejor control de la
policía. Unos ultras son de "derecha" y otros de
"izquierda", en base a estupideces anti, ajenas a todo
contenido ideológico. Me acabo de enterar que las banderas de
España con el escudo anterior, el que llevaban las tapas de la
Constitución y el que me tocó jurar a mi todavía en 1983, se
secuestran por "incitar a la violencia". Nunca lo
imagine, aunque supongo que toda bandera es susceptible de
incitar a la violencia a quienes sean sus enemigos. O de
esgrimirla de tal modo que se meta por el ojo ajeno.
La gran farsa y el gran negocio se han globalizado. En países
donde no era hace poco el primer deporte, por ejemplo Francia, se
encargó Bernard Tapie, presidente del Olimpic de Marsella,
ministro de Miterrand y recluso por falsificación de quinielas y
partidos, de divulgarlo al máximo. Y es que el rugby no se deja
corromper tan fácil. Bastó un mundial y una copa de Europa, con
las eliminatorias y los árbitros bien escogidas, para lograrlo.
LA FIFA es la institución más antidemocrática e impune del
mundo. ¿Algún lector federado o socio de equipo ha votado para
su directiva?. Las empresas multinacionales patrocinan de todo,
la publicidad es un ingreso fabuloso, grises personajes,
ingleses, brasileños, suizos, pero siempre pertenecientes a
discretas fraternidades filantrópocas tipo Havelanhe, Platter o
nuestro Samaranch, manejan olimpiadas y mundiales calculadamente.
El equipo organizador-anfitrión, es favorecido en todo lo
posible. Ejemplo reciente de Corea. Por Japón no se pudo hacer
tanto como se hizo contra Portugal, Italia y España. Se han
amortizado los campos que para Hunday . Se ha demostrado la
inmensa superioridad sobre Corea del Norte, (no hacia falta
cuando comen todos los días), se ha logrado un acercamiento con
Japón, y se ha divulgado este "deporte" en un Extremo
Oriente donde había más dinero que afición. Incluso hay unos
dibujos animados Oliver y Benji, para aficionar al
fútbol a los niños nipones, aunque sus autores no saben cuanto
mide un campo. Brasil es objeto de una protección suplementaria,
aunque su calidad técnica no la necesita. Lo que está claro es
que el gran goleador Rivaldo o algo así, decisivo en la final,
no debería haber jugado nunca más después de la vergonzosa
escena de fingimiento en perjuicio de un colega turco que debe
cobrar 100 veces menos que él, por lo poco. Más de mil millones
de humanos podrían testificar contra el bufón al que se multó
con el equivalente al sueldo de un día, que ni si quiera pagó
él. El próximo mundial podrá ser la revancha de la Alemania
anfitriona, que vio sorprendentemente, quizá por ello, a su
portero votado como mejor futbolista que aquél. Sólo queda ir
preparando con calma un mundial en EEUU, para que deje de ser el
"soocer" un deporte de mujeres o hispanos, y obtenga su
cuota de presencia en las todopoderosas cadenas televisivas. Como
en China no tiene ganas de gastarse el dinero en esto, por ahora,
ya sólo quedará Sudáfrica, donde juega en la selección un
blanco para disimular, en el rugby es al revés, ponen a un negro
por corrección política, para obtener la normalización
globalizadora.
"Retorno a la tribu" para canalizar amores y
odios. Globalización para armonizar diferencias culturales,
millones de ojos concentrados para ver experimentos subliminales,
del tipo de los electorales con que el Psoe no regaló con los
goles de Buitragueño en Méjico, y un negocio colosal
concentrado en manos discretas. ¿Alguien da más?
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Fco. Javier D. de Otazu
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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