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El nacionalismo vasco en marcha por la independencia. Indice de Revistas A cerca del futbol.

ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

El problema de la defensa.

La reciente "crisis del Perejil" entre España y Marruecos ha puesto de manifiesto el hecho de que las Fuerzas Armadas deben estar preparadas para su intervención en cualquier momento, pese a la aparente falta de conflicto. Con la profesionalización absoluta de las FAS y la desaparición de las fuerzas de remplazo; con los constantes avances técnicos; con las necesidades de reequipamiento; con las sucesivas reformas es preciso preguntarse si nuestras Fuerzas Armadas están en condiciones de cumplir con los nuevos planteamientos geoestratégicos que la Defensa Nacional demanda.

Las reformas militares que en España se han sucedido desde el último tercio del siglo XIX, bien por su inoperancia, bien politización, bien por su falta de sintonía con las verdaderas necesidades defensivas del país, bien por la falta de tiempo para asentarse, difícilmente podrían presentar en su haber, globalmente contempladas, un saldo positivo. Muchas de estas reformas o intentos de las mismas, precisamente por su politización, por no asumirse como una "cuestión de estado" de la máxima importancia, por depender más de los criterios políticos vigentes en cada momento que de los estrictamente profesionales, hicieron que, en muchos momentos, nuestro ejército no estuviera en condiciones de hacer frente, con garantías, a las necesidades que en cada momento imponía la Defensa Nacional.

Sería muy prolijo, excesivamente detallista y muy técnico, para una rápida compresión hacer un recorrido por las decisiones tomadas en esta área de la política española. Sin embargo, bastaría con hacer un extracto de algunos momentos de nuestra historia contemporánea para poner de manifiesto la veracidad de la aseveración.

La Marina española del siglo XIX, pese a la escasa atención prestada por el poder político, pese a la falta de modernización, cada vez más evidente en el mundo de la segunda industrialización, era respetada por su eficacia en el concierto internacional; aunque España fuera ya una potencia de segundo orden. Imagen que, precisamente por los errores cometidos en la política militar del momento que no iba encaminada a garantizar efectivamente la Defensa Nacional, quedó destrozada en la crisis de 1898, pese al valor suicida de nuestros marinos. Pese a las buenas intenciones, pese a las promesas, la renovación de la Armada fue insuficiente. Además, a principios de siglo, víctima de las torpes decisiones o indecisiones políticas, el ejército español no estaba en condiciones de hacer frente a los problemas que se iban a suscitar en el norte de África.

Allí, tendrá España, que librar una durísima guerra colonial durante más de dos décadas. Las reformas militares acometidas durante la II República, destinadas, al menos en teoría, a crear un ejército moderno y reducido, partieron de un análisis ajustado de los problemas que presentaba el ejército español. Si bien las causas de los problemas de la defensa eran fácilmente identificables y el análisis resultó acertado, en la aplicación de las correcciones primaron, sobre los intereses de la Defensa Nacional, las necesidades políticas. Esto trajo como consecuencia el aplazamiento en la modernización de las fuerzas y la puesta en marcha de una política de personal que rondó, para muchos, la calificación de mera depuración.

España era, en los años treinta, un país con un ejército escasamente operativo de cara a atender las posibles necesidades de un país estratégico en el seno de las tensiones internacionales. La guerra civil modificó profundamente la situación de las Fuerzas Armadas, y si bien no se solventó, tras la misma, el problema congénito del exceso de personal, se entró en una frase de modernización, aunque subordinada a las demás demandas que exigía la modernización del país.

Este esquema permitió, hasta los años setenta, hacer frente a los problemas de la Defensa Nacional en el marco de la guerra fría y la descolonización. Pero al llegar los años setenta, tras los sacrificios presupuestarios de los sesenta, las Fuerzas Armadas demandaban una profunda adaptación y reforma a los nuevos retos.

La reforma militar iniciada durante los años de la Transición, subordinada nuevamente a los intereses políticos del momento, nunca llegó a completarse debido a los constantes cambios de orientación realizados por las diversas administraciones españolas (centristas, socialistas, populares); casi se podría hablar de una reforma permanente con todo lo que ello significa.

Esto fue debido, entre otras razones, a que no se tenía claro el modelo de Fuerzas Armadas que España necesitaba y a que el papel del ejército, incluso su propia existencia, resultaba claramente cuestionado.

La reforma militar, además, sufrió el impacto del antimilitarismo que se extendió por Europa a finales de los sesenta impulsado por la izquierda, que así ejercía de eficaz aliado, unas veces de forma consciente y otras inconscientemente, del bloque del Este durante la Guerra Fría.

La crítica a los ejércitos, usual en la izquierda, encontró acogida militante en los sectores más radicales de la izquierda europea y constituyó una pieza más en el discurso del socialismo y el comunismo español en los primeros años de la Transición, permaneciendo así hasta bien entrados los años ochenta y aflorando, en diversas ocasiones desde entonces.

A la muerte de Franco, la gran renovación de nuestras Fuerzas Armadas había iniciado su caminar en la Armada. Las reformas militares sucesivas tenían, otra vez, como objetivo reducir el número de efectivos, creando unidades más profesionalizadas dentro del concepto moderno de Fuerzas de Intervención Rápida.

La política de personal volvió a despertar serias críticas. La renovación técnica, la mejora de los equipos, el incremento de las dotaciones, nunca logró poner al día a nuestras tropas.

Las Fuerzas Armadas se han movido, en estos veinticinco años, en una acuciante falta de presupuestos. Defensa se convertiría en uno de los grandes sacrificados de la Transición, sin que ello evitara el continuo crecimiento del déficit público. Una política presupuestaria que se mantendrá a lo lardo de las dos últimas décadas con una lenta disminución en las partidas en relación al Producto Interior Bruto. Hasta tal punto que el gasto militar español en relación al PIB es inferior al de Luxemburgo.

La conversión acelerada, sin planes de transición bien articulados, del ejército basado en efectivos de remplazo, dentro del concepto de que todo ciudadano, por el hecho de serlo, debe prestar servicio de armas a la Patria durante un tiempo, en ejército profesional, sin un tiempo largo en el que convivieran ambas fórmulas, se ha hecho mal.

Han sido muchas las voces que han advertido del problema presupuestario que supondría la creación de un ejército profesional acorde con las necesidades de España. El resultado final es que el presupuesto de Defensa va a ir, en gran medida, a cubrir el problema de las nóminas dejando poco espacio a la renovación y a la puesta a punto de las unidades.

Pero lo más preocupante era saber si nuestras FAS podrían hacer frente a las necesidades de la Defensa Nacional. Pese al hermetismo oficial en estos temas, contando además con el silencio castrense, en la última década se han dejado oír las voces de algunos altos mandos militares alertando sobre la posibilidad, real por otra parte, de que las FAS, por su estado, por sus carencias, no estuvieran en condiciones materiales de hacer frente a los problemas que se pudieran plantear, sobre todo en el marco del mundo surgido tras la caída del muro.

Los temas de Defensa suelen interesar poco a los ciudadanos en tiempos de paz, sobre todo cuando no parecen existir amenazas reales posibles. Son terreno abonado para una fácil demagogia, y son muchos los que entienden que las FAS son prácticamente innecesarias en estos momentos. De hecho, para el ciudadano común el Ejército se ha convertido en una institución cuyas únicas operaciones aparentes son participar en misiones internacionales. Los ciudadanos no miran al ejército como algo suyo, lo que no quiere decir que lo miren con desconfianza, simplemente estiman que en el mundo de la globalización no resulta un tema prioritario. Cuando se plantean nuevas inversiones en Defensa, cada vez más necesarias, la demagogia se impone y los gobiernos temen entrar en este capítulo.

Por otro lado, la milicia no es una profesión bien considerada y el militar ha pasado a ser un ciudadano de segunda categoría, sin defensores en el mundo de la política. Casi se hace realidad la sentencia de que es militar el que no puede ser otra cosa.

La conformación de la Unión Europea, la globalización, el creer que no se tienen enemigos hace que se crea innecesario mantener unas Fuerzas Armadas importantes. La estructura de la OTAN, y la del hipotético ejército europeo, se basa en la especialización de funciones por parte de los países miembros, pero escoger esta vía como única para las Fuerzas Armadas de una nación se ha revelado como insuficiente para atender las necesidades de un país como España.

La denominada "crisis del Perejil" ha puesto de manifiesto dos realidades. Primera, que nuestras FAS no pueden conformarse con ser algo parecido a una ONG armada que participa en misiones humanitarias, sino que deben estar preparadas para una posible intervención convencional. Segunda, que bajo una misión exitosa se encubre toda una etiología de necesidades y deficiencias.

Desde el punto de vista de la Defensa Nacional, nuestras FAS tienen unos objetivos clarísimos que cumplir: a) estar preparadas para un hipotético conflicto en el norte de África; b) asegurar nuestras fronteras, que son además la puerta sur de Europa; c) proteger con la fuerza disuasoria la España del norte de África; d) participar en misiones internacionales; e) estar en condiciones de participar en maniobras y actuaciones conjuntas en el seno de la OTAN y la UE.

La existosa misión en el "Perejil" podría dar la falsa imagen de que nuestras FAS están en condiciones óptimas para hacer frente a las necesidades de la Defensa y por lo tanto carece de sentido toda preocupación. Sin embargo, la realidad es bastante más compleja.

Las unidades realmente operativas de las FAS hispanas son muy reducidas, son las que participan en las misiones internacionales, por lo que España tiene fuera una parte de sus fuerzas de élite, con el grado de indefensión que esto supone. Pero, ni tan siquiera estas unidades de éltie reciben las partidas presupuestarias y el material suficiente para estar perfectamente adiestradas, ya que necesitan el entrenamiento continuo.

¿Qué sucede en el resto de las FAS? Se prometió un ejército reducido con unos cien mil soldados, pero moderno y muy preparado, capaz de suplir así unas FAS demasiado extensas.

Hoy contamos con un ejército reducido porque, pese a campañas millonarias de publicidad, los reclutas no llegan. La falta de conciencia del ciudadano, la visión del militar como ciudadano de segunda, la destrucción del concepto de patriotismo, la inexistencia en la juventud del concepto de servicio, la falta de futuro para los hipotéticos reclutas ras unos años de servicio, son factores que explican el fracaso de la recluta.

No se han llegado a cubrir el 75 % de los puestos y además destaca la baja calidad de una gran parte del personal que ha llegado a las FAS en los últimos tiempos. En muchos casos rondan los límites de inteligencia normales, culturalmente priman los fracasados del sistema de enseñanza, etc, lo que redunda en contra de quienes por vocación han llegado al ejército.

Si éste es el panorama en la recluta de la tropa, tampoco los problemas escapan a los mandos. La oficialidad, en la que ha primado hasta hace poco la vocación sobre otros conceptos, se encuentra desanimada. Las retribuciones no están a la altura de otras profesiones con igual exigencia y responsabilidad, o se encuentran lejos de otros ejércitos cercanos. Tienen que mantener sus unidades operativas con escasos medios. La política de ascensos, con un sistema de listas que todos conocen pero que es difícil de demostrar, repercute en su moral, etc.

Estos son algunos de los problemas que presenta la Defensa Nacional y que no agotan el tema sino que nos introducen en el mismo. A pesar de todo, nuestras FAS han sabido estar a la altura de las circunstancias en cuantas misiones han participado, están bien consideradas internacionalmente, pero conviene no olvidar que la Defensa Nacional requiere un profundo estudio y reorganización.
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Francisco Torres García.



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