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Revista Arbil nº 73
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Vivir sin ti, mi niña
por
Daniel Arnal Meseguer
Vivir sin ti, inocente bebita
abortada, es una dolorosa sensación que me
invade. Abro los ojos una mañana de otoño, una
de tantas después de este verano abrasador, y
yo, privilegiado ya nacido, te había soñado
flotando dentro de tu mamá pero no te recuerdo
al despertar al mundo.
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No te veo tampoco detrás del vaho del espejo del
baño, y cuando miro al cristal sólo refleja mi
imagen, y yo, afortunado adulto, no siento tu
manita que sale extendida para que te acaricie.
Aprovechando una agradable mañana me acerco
andando al trabajo, es un trayecto largo y como a
mitad de recorrido atravieso unos columpios para
niños, si me hubiese girado y observado con
atención hubiese visto que tú, triste niña, te
columpias con fuerza en uno de ellos y que me
haces señas para que te ayude. Paso de largo sin
percibir tu llamada, y yo, hombre ciego, no me
extraño de un columpio que se mueve como por
arte de magia, pensando que está vacío y lo
sacude la brisa.
Paso la mañana ocupado en mil cosas, y eso que
ninguna vale tanto como tú, criatura desvalida,
y no me preocupo de tu angustia ni de la de tu
mamá, cuando las dos dejais pasar el tiempo
entre temblores y miedos. Tú no hablas aún,
pero sabes que algo pasa pues notas los latidos
desacompasados y te mueves nerviosa dentro de
ella. Yo, ocupado en banalidades, no ayudé a tu
madre, ni la consolé, ella te sentía, y le
dolía en el alma por lo que iba a hacer.
Al mediodía noto una extraña sensación, es
como un nudo en el estómago, la impresión de
que algo malo se precipita. Es tu supremo dolor
de las últimas horas, pues el corazón de tu
madre va a mil por hora y el tuyo le acompaña a
dúo. Yo, encerrado en mí mismo, pienso que es
por mí, y no detengo a tu madre para que no haga
algo de lo que se arrepentirá de por vida.
Sobre la media tarde oigo un grito que me hiela
la sangre, me levanto y abro la ventana, pero no
veo nada, nadie noto a faltar de mi mirada a la
calle. En ese momento, tu madre está en un
abortorio, nadie vió entrar a esa mujer
embarazada, azorada por los nervios, quien apenas
alcanzó a sacar temblorosa el precio de tu
muerte en la recepción. En un minuto
interminable el aparato manejado con indiferencia
salvaje por un desconocido de bata blanca, te
arrancó primero una mano, luego tu piernecita
izquierda, te revolvías intentando huir de tu
asesino, pero no tuviste tiempo, ni espacio,
finalmente acertó con tu corazón. Tú gritaste
con fuerza, el futuro de toda tu vida se acababa
con su último latido.
Nadie velará por tu cuerpecito de niña rota,
ahora introducido en frío y anónimo frasco de
residuo sanitario. No tendrás vida, tampoco
tendrás entierro, doblemente muerta, condenada
al desprecio y al olvido. Tu madre huye de allí,
espantada y arrepentida, con dos incipientes
lágrimas en sus mejillas, una es por ella, por
su maternidad perdida, la otra es por tí, su
tesoro, su hija a la que nunca conocerá.
Ya de noche noto la imperiosa necesidad de
asomarme al cielo. De forma inesperada, distingo
una nueva estrella que brilla más que ninguna
del firmamento. Entonces lo comprendo todo,
recuerdo tu cuerpecito que se agitaba en mi
sueño, tu manita en mi espejo, tu saludo en el
columpio, tu angustia al acercarse el momento, y
tu dolor de muerte brutal. Eras tú, pobre niña
abortada, que me pedías que hiciera algo para
evitarlo. Perdóname, por no verte, por no
oírte, no ayudarte.
Tú, ya eres una luminosa estrella, blanca y
brillante, pero vivir sin ti es algo que cargaré
sobre mí toda la vida. Tal vez mañana sea
diferente, y todos los niños puedan nacer, es mi
responsabilidad, la de todos nosotros, nuestros
bebés no pueden seguir muriendo abortados. ·-
·-· -··· ·· ·-··
Daniel Arnal Meseguer
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Revista Arbil nº 73
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La
reforma de la vigente Ley sobre Técnicas de
Reproducción Asistida de 1988, comunicada por el Consejo
de Ministros el 25 de julio, permite, según la propia
interpretación de la ministra de sanidad Ana Pastor, la
experimentación con embriones crioconservados.
El gobierno del PP, con mayoría absoluta, potencia la
"cultura de la muerte" y suma a los cientos de
miles de niños abortados la exterminación de centenares
de miles de seres humanos «sobrantes» de las clínicas
de fecundación asistida.
Célula Madre de un hombre a los pocos
días de su concepción
Los
ignorantes por ser muchos, no dejan de ser ignorantes.
¿Qué acierto, pues, se puede esperar de sus
resoluciones?
(Feijóo)
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La sociedad reposa sobre la conciencia y no sobre la
ciencia
La sociedad es ante todo una cosa moral
(Amiel)
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La misión de la ciencia es catalogar el mundo para
volverlo a Dios en orden
(Unamuno)
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