De comienzos de siglo hasta
final de la Segunda República. (1900 -1939) En
el periodo que va de comienzos de siglo hasta
1931 la enseñanza en España tiene un marcado
cariz religioso. Fácil es comprobarlo a través
de los libros de texto y por las enseñanzas y
prácticas en uso durante esos años. En este
tiempo se mantiene vivo el espíritu de tres
grandes pedagogos cristianos, que es de justicia
mencionar y reconocer.
San Juan Bosco (1815-1888). A pesar de
no ser español y de haber muerto antes de
comenzar el siglo XX, puede ser incluido en esta
relación por su gran influencia a través de las
Escuelas Salesianas, de gran raigambre en nuestro
país. La innovación de su pedagogía se basa en
el sistema preventivo (es mejor prevenir que
reprimir). Pretende perfeccionar al hombre en
todos sus estratos: cuerpo, alma, inteligencia y
corazón.
D. Andrés Manjón (1846-1923). Pasa
por ser uno de los principales didactas en la
España de comienzos del siglo XX, con sus
Escuelas del Ave María, dedicadas principalmente
a población humilde y marginal. Mantiene que
educar es intentar hacer hombres perfectos.
San Pedro Poveda (1874-1936). Fundador
de la Institución Teresiana, dedicada a la
formación de las Maestras y al gobierno de los
internados femeninos para estudiantes de
Enseñanza Media y Universitaria. Su pedagogía
pretende ser una respuesta católica a las
cuestiones del momento. Introduce nuevos
elementos en la concepción educativa, que rompen
los moldes de la tradición al uso y alcanza la
categoría de síntesis creadora. Su martirio
viene a ser una proclamación de su labor en
beneficio de la enseñanza cristiana. Junto estos
grandes pedagogos católicos, tuvieron también
su influencia nombres como Isidro Almazán,
Francisco Blanco Nájera, El P. Ruiz Amado, D.
Rufino Blanco.
El panorama educativo, que domina este periodo
de la historia de España, en la que se exaltan
los valores católicos tradicionales, se ve
salpicada por la aparición de un pensamiento
más liberal, que viene personificado por el
espíritu de la llamada Generación del 98,
en la que es obligado destacar la figura de D.
Miguel de Unamuno, entre otros y también por
las nuevas corrientes que van apareciendo en
Europa, como es la llamada Escuela Nueva, que
supone una verdadera revolución copernicana.
Estas notas podrían ser las características de
esta Escuela Nueva: vitalismo, actividad,
intereses, paidocentrismo y socialización. Las
ideas pedagógicas de la Escuela Nueva no
arraigarían en España sino es en los años en
que la enseñanza estatal se hace aconfesional.
Ajustándonos a este periodo de la educación
española, es preciso resaltar el ensayo que
lleva a cabo Francisco Ferrer en 1901, en
Barcelona, a favor de la escuela moderna de corte
anarquista, sobre postulados de enseñanza
racionalista, coeducación y ciencias naturales.
Este ensayo de Ferrer fue bien acogido por los
extremistas, que preparaban la revolución
española. Hay que pensar que en el año 1933
existían ya varias Escuelas de este tipo.
Digna de mención es también la Institución
Libre de Enseñanza, fundada en 1876 por Giner
de los Rios, basada en las ideas del
krausismo, que defiende la libertad de cátedra y
se rebela contra el dogmatismo religioso,
político o moral. Desde 1876, en que fue
fundada, hasta la Guerra Civil, la I.L.E. se
convirtió en el centro de gravedad de una época
de la cultura española y fue cauce para la
introducción en España de las más avanzadas
teorías pedagógicas y científicas que se
estaban desarrollando fuera de las fronteras
españolas. Testimonio de este vigor innovador es
la colaboración en el Boletín de la
Institución Libre de Enseñanza de
personalidades tan representativas como: Bertrand
Russell, Henri Bergson, Charles Darwin, John
Dewey, Ramón y Cajal, Unamuno, Montessori y
León Tolstoi.
En el espíritu de la I.L.E. está el promover
la fusión de las Escuelas Primarias y
Secundarias, por considerar que eran sólo
distintos momentos de un único proceso. La
educación para su fundador constituye una
función que debe abarcar toda la vida de la
persona, es decir debe ser integral.
La legislacion por la que se rige la
educación española en esta primer tercio de
siglo XX, puede quedar resumido así: Desde 1.857
Hasta bien avanzado el siglo XX (1970) el
sistema educativo español se rige por la Ley
Moyano, que informó la educación nacional
durante más de un siglo. Este esquema
legislativo español centenario responde a un
sistema educativo clasista y fue aprobado el 9 de
septiembre de 1857, siendo Ministro de Fomento D.
Claudio Moyano.
Según la Ley Moyano la enseñanza queda
estructurada en varios niveles: Escuelas
Primarias, Escuelas Normales, Institutos de
Segunda Enseñanza, Facultades Universitarias y
Escuelas Especiales. La Enseñanza Superior
quedaba a cargo del Estado. La Segunda Enseñanza
era competencia de las provincias y la Primaria,
competencia de los Municipios.
En 1926 El entonces Ministro de
Instrucción Pública, D. Eduardo Callejo,
establece reformas en el Bachillerato, conocidas
con el nombre de Plan Callejo.
En 1931 aparecieron sendos decretos referidos
a la enseñanza primaria y al Escuela Normal y en
1932 un decreto referente a la escuela laica
De 1931 a 1939 ( Periodo correspondiente a
la Segunda República) El panorama educativo
cambia en España .
Hacia los años 30 la Iglesia tenía en sus
manos las directrices de la educación, viéndose
favorecida por el Estado, que la abastecía
económicamente. Además contaba con un número
considerable de monjas, religiosos, sacerdotes y
comunidades religiosas. Aún así existía en
España en esta fecha un gran número de
católicos que no eran practicantes. Hay quien
estima que eran unos dos tercios de la
población, lo que nos a permitir entender un
periodo republicano laico en un país
tradicionalmente católico. Entre estos
republicanos la gran mayoría eran laicos y
trataban de separar la Iglesia del Estado. Se dan
tensiones entre estas dos instituciones.
Es significativo que el Cardenal Arzobispo de
Toledo, Monseñor Segura, Primado por entonces de
la Iglesia española en 1931, hace una llamada
para instar a perder la pasividad y actuar en
contra de aquellos que intentan destruir la
Religión, aunque para ello haya que sucumbir
gloriosamente. 1931 como bien se sabe es el año
en que se incendian numerosas Iglesias, no sólo
en Madrid sino en toda España. Los apoyos que
recibía la Iglesia venían de los monarcas, de
los militares, la CEDA y de las JONS, incluso
había algunos republicanos que eran católicos.
El 22 de Mayo de 1931 se dio el primer paso
para establecer las polémicas reformas que
afectaban a la educación católica en las
escuelas. El gobierno se pronunció a favor de la
libertad religiosa total y al desarrollo de un
plan para introducir un sistema de educación
laico y estatal. Además el gobierno dejo
entrever su intención de reducir las órdenes
religiosas, a lo que el Vaticano respondió
negándose a la aceptación del nuevo embajador
español Luis Zulueta. A estos signos habría que
sumar las declaración de D. Manuel Azaña en las
Cortes el día 13 de octubre de 1931, donde
afirmó tajantemente que España había dejado de
ser católica.
Entre el 14 de abril de 1931, fecha en que fue
instaurada la Segunda República y octubre de
1933, no van a cesar las reformas. Estas van a
ser de una importancia mucho mayor que las de
mayo de 1931, tanto es así que con estas
reformas se había de acabar el Estado
Confesional. La Ley de Congregaciones, aprobada
en las Cortes en 1933 fue de gran trascendencia,
ya que suponía el final de las Escuelas
Religiosas, las cuales, según lo previsto,
habrían de cerrar sus puertas a finales del
Curso lectivo 1932-33. Sucedió no obstante que
tal medida de cierre de las Escuelas Religiosas
no se llevó a cabo, ya que en las elecciones de
noviembre de 1933 fue la derecha la que obtuvo la
mayoría en las Cortes, con lo cual la
legislación anticlerical aprobada entre el 31 y
el 33 quedó en suspenso y la Ley de
Congregaciones no llegó a aplicarse , en cambio
lo que sí se aprobaría en el año 1934 fue el Decreto
del nuevo plan de Bachillerato.
Es fácil constatar que en las elecciones de
1936 existía ya un marcado anticlericalismo. Es
el año en el que el Frente Popular, por fin,
gana las elecciones.
Ahora bien en contra de lo que cabría pensar
y en contra también de la gran masa de las
izquierdas, el Gobierno no incrementó, sino que
bajó de tono su anticlericalismo. El Presidente
D. Manuel Azaña permitió que las Escuelas
Católicas siguieran funcionando y que no fueran
cerradas. No hay que creer por ello que la
militancia de izquierdas hubiera cambiado de
opinión, sino pura y simplemente de lo que se
trataba era de una estrategia política del
Gobierno, para no colocar a la República en
situación complicada.
Finalmente, dada la situación caótica
reinante en el país, el 17 de julio de 1936
comienza el levantamiento contra la República.
Tristemente días después del comienzo del
levantamiento se cometen numerosos crímenes
contra sacerdotes, religiosos y laícos, que se
estiman en unos 55.000, con quemas y saqueos de
Iglesias, hasta que en 1939 la República
desapareció definitivamente con la victoria de
las fuerzas nacionales.
Una figura que destaca y que por si sola es
capaz de llenar en el pensamiento y la cultura de
estos años en España es José Ortega y
Gasset, Catedrático de Metafísica en la
Universidad de Madrid de 1906 a 1936. Pensador
internacional, fundador de la Revista de
Occidente y fundador también, juntamente con Julián
Marías, del Instituto de Humanidades..
(continuará)
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Ángel Gutiérrez Sanz
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