¿Es posible, dada la importancia
histórica que ha tenido y que todavía
mantiene en muchos católicos que siguen
considerándola como un referente hacer
unas valoraciones objetivas sobre la Democracia
Cristiana italiana? Consideramos que sí, y que
además es oportuno analizar (aunque de forma
sintética) los comportamientos políticos y los
escritos de los dirigentes de la DC ya que
representan uno de los ejemplos más notables de
la traición de minorías iluminadas al
Magisterio de la Iglesia. Una primera
valoración afecta al desinterés (cuando no
complicidad) demostrado por el compromiso
cultural, por los sectores de la escuela, de la
universidad, del mundo editorial, abandonados por
completo en manos de la izquierda. No cabe lugar
a dudas de que el partido democristiano ha
favorecido la instauración de la hegemonía
cultural de la izquierda, amparándose en la
peregrina motivación de que su tarea era
ocuparse de la ordinaria administración
de la cosa pública.
"Los referentes políticos de la DC (comenta
Domenico Bonvegna en un editorial del Corriere
del Sud, 1 de diciembre de 2002) eran el
PPI de don Luigi Sturzo, y la mentalidad modernista
de Romolo Murri, el fundador de la DC. Don
Sturzo afirma: "El Partido Popular ha
sido impulsado por aquellos que vivieron la
Acción Católica, pero ha nacido como partido no
católico aconfesional, como un partido con un
fuerte contenido democrático, y que se inspira
en la idealidad cristiana, pero que no toma la
religión como elemento de diferenciación
política".
"La fundación del PPI es recibida con
entusiasmo por Antonio Gramsci que apunta a cómo
"modernismo significa democracia
cristiana" y más en general observa: "la
constitución del Partido Popular equivale por
importancia a la Reforma Alemana, es la
explosión inconsciente irresistible de la
Reforma italiana" ("I
Popolari", en "L´Ordine Nuovo"
1919-20). "Según algunos historiadores (continúa
Domenico Bonvegna) la clase dirigente DC
habría tenido la función de inocular en la base
católica, por muchas razones refractaria, las
ideas "modernas" de la Revolución.
Para Marco Invernizzi [1] el movimiento
democrático cristiano es considerado como "[...]
la lucha de una minoría iluminada contra la
inercia del pueblo cristiano, conservador y
reaccionario, incapaz de leer los signos de los
tiempos". Una "lucha" que ha
durado 50 años, que el profesor De Mattei ha
sintetizado en el título de uno de sus libros,
con la frase "El Centro que nos llevó a la
izquierda".
"¿Estamos exagerando? Escuchad lo que
ha dicho Ciriaco De Mita [por entonces
secretario de la DC y en repetidas ocasiones
miembro y jefe del gobierno italiano] el
23/8/1999 al Corriere della Sera: "Cuando
los historiadores se ocuparán de los hechos y no
solamente de la propaganda explicarán que el
gran mérito de la DC ha sido el haber educado un
electorado que era naturalmente conservador,
cuando no reaccionario, a cooperar en el
crecimiento de la democracia. La DC cogía los
votos a derecha y los trasladaba en el plano
político a izquierda". Esta es la
verdadera y grave culpa de la DC: el haber hecho
perder y abandonar a Italia, aquellos caracteres
religiosos, culturales y civiles que son
característica de nuestra identidad histórica.
De hecho, "en los últimos cincuenta
años este proceso de desnaturalización, por lo
tanto también de descristianización, ha sido
realizado con la colaboración determinante
en cuanto fuerza política de mayoría
relativa de un partido, que, surgido con
el nombre de Partido Popular Italiano, con el de
Democracia Cristiana ha de hecho hegemonizado la
representación política de los católicos
italianos" (Para "un´azione
politica umana e cristiana per ricostruire
l´identità del popolo italiano",
llamamiento de Alleanza Cattolica, 4 octubre de
1993).
"Parece que el episcopado italiano y
el mismo Pío XII, inmediatamente después de la
caída del Fascismo, eran contrarios a la
reedición del PPI, sobre todo con el nombre de
"Democracia Cristiana", donde el
adjetivo "cristiana" es más
comprometedor que "popular" e
"italiano". Incluso parece que los
cardenales Ottaviani y Tardini hubieran querido
fundar un partido "católico y
conservador" para oponerlo a la DC;
pero el alejamiento en 1947 de los comunistas del
gobierno habría impedido la fundación de tal
partido".
"De esta forma la DC pudo administrar
a solas esa especie de plebiscito
anticomunista que fueron las elecciones del 18
de abril de 1948 donde el socialcomunismo en
menos de treinta años se vio cerrar el camino
del poder. En aquella ocasión se sublevó el
verdadero pueblo católico, Massimo Caprara, ex
secretario de Togliatti, habló de una auténtica
"explosión de la Sublevación
espiritual" del pueblo católico. El pueblo
católico organizado por los Comités Cívicos
del Profesor Luigi Gedda, ganó aquella batalla
de civilización".
"Los Comités Cívicos fueron
inmediatamente silenciados, molestaban a
la DC, que se apoderó de una victoria que no
había sido suya. Don Baget Bozzo ha escrito que en
la DC había quienes deseaban un resultado más
equlibrado para poder volver al gobierno
considerado "popular" con la DC, PCI
[Partido Comunista] y PSI [Partido Socialista]. Y
Luigi Gedda refiriéndose a esta intención
escribe: "Desde el triunfal resultado
electoral de 1948 la Democracia Cristiana
consideraba a regañadientes la existencia de una
formación política distinta de la surgida en la
época de la liberación con el nombre acuñado
por Romolo Murri [...] La victoria del 18 de
abril prosigue Gedda que
otorgaba a la DC la mayoría en las dos Cámaras,
como de todos era sabido se debía a la imponente
intervención de los Comités Cívicos, los
cuales no pretendían ningún privilegio sino
únicamente poder vigilar para que el partido
siguiera siendo fiel a su identidad cristiana.
Esta tarea molestaba a los líderes de la DC,
porque cundía en el partido una corriente,
liderada por Dossetti, partidaria de una alianza
con los comunistas". Es una historia que
todavía sigue abierta. El profesor Gedda
religiosísimo y muy noble agachó la cabeza,
frente a presiones de las que todavía hoy en
día no se conoce la fuente".
"Desde 1945 La Democracia Cristiana,
en ocasión de su Congreso, se organizó como un
auténtico partido moderno bajo la dirección de
Fanfani que, en ésto, copiaba del partido
comunista. Se organizó la afiliación a volea,
se apoderaron de los bancos y de los centros de
poder, de la economía... Mientras el PCI se daba
por satisfecho con el poder cultural... Los
mismos Sturzo y De Gasperi fueron marginados y
así nuestro país se dirigió hacia la
izquierda".
"Desde aquel momento, exceptuando el
paréntesis del efímero experimento del gobierno
Tambroni, 1960, inmediatamente fracasado a causa
de la violencia desencadenada por los comunistas
en Génova, la de la DC puede juzgarse como la
historia de los intentos finalizados a la
reinserción de los comunistas en el área de
gobierno, y para debilitar y anular cualquier
reacción a esta reinserción que procediera de
la Jerarquía y del pueblo católico. ¿Os
maravilláis de estas afirmaciones? ¿Son
suposiciones mías? Os leo lo que escribía
Alcide De Gasperi: "La Democracia
Cristiana [es un] partido de centro escorado a la
izquierda, [que] saca casi la mitad de su fuerza
electoral de una masa de derechas".
(Discurso en el III Congreso Nacional de la DC,
Venecia 2-3 de junio de 1949; citado en
"Famiglia Cristiana", 3/6/1973). Y
siempre De Gasperi con anterioridad había dicho:
"Nosotros nos hemos definido como un
partido de centro que se mueve hacia la
izquierda" (Intervención en el Consejo
Nacional de la DC del 3 de agosto de 1945, en
"Atti e documenti della DC, 1943-1967",
edizione Cinque Lune, Roma 1968, pág.
181)".
"Más tarde cuando en la década de
los setenta fue evidente el asociacionismo, el
"compromiso histórico" en el
que se andaban metiendo la dirigencia
democristiana y la comunista con los varios Aldo
Moro, los Andreotti, los Berlinguer, se habló de
"mal menor" y algunos vinieron a
decirnos que teníamos que "taparnos la
nariz y votar DC".
"Propio durante estos años los jefes
democristianos se inclinan cada vez más hacia la
izquierda y también explican el por qué, basta
con leerse sus propias declaraciones, los
informes, que por mucho que estén trufadas de
frases evasivas como "convergencias
paralelas" o "equilibrios más
avanzados", son bastante descifrables,
siempre que, por supuesto, se tenga en cuenta el
proceso revolucionario que la dirigencia de la DC
ha emprendido desde su fundación".
"Comencemos con Flaminio Piccoli:
"Aquél gran proceso de transformación
que en Europa ha sido realizado
principalmente bajo la hegemonía
socialdemócrata o laborista ha sigo
conseguido en Italia bajo la guía de un partido
cristiano demócrata: es un gran hecho
histórico, si se piensa en el proceso de
modernización, en otros lares ensayado por el
"espíritu capitalista" originario de
la "ética protestante" o por el
ilustrado de la revolución francesa y por la
socialista, marxista-leninista, de la revolución
de octubre, en Italia hunde sus raíces en la
tradición cristiana propia de los católicos
democráticos" (Flaminio Piccoli,
"Una DC più forte per una democrazia piú
moderna", comunicación del 2 de mayo de
1982, en "Il POPOLO, 3/5/1982).
"Es un discurso claro para quien
quiera entenderlo, el Piccoli dice las mismas
cosas que había escrito Gramsci en 1933: "La
filosofía de la praxis (nombre con el cual el
filósofo indicaba el materialismo dialéctico e
histórico, raíz del comunismo) supone todo este
pasado cultural, el Renacimiento y la Reforma, la
filosofía alemana y la Revolución francesa, el
Calvinismo y la economía inglesa, el Liberalismo
laico y el historicismo cimiento de toda la
concepción moderna de la vida. La filosofía de
la praxis es el coronamiento de todo este
movimiento de reforma intelectual y moral [...]
corresponde a la conexión Reforma Protestante +
Revolución francesa [..] (Quaderni dal
Carcere edición crítica el Instituto Gramsci,
Einaudi, Turín 1975)".
"Llegados a este punto podemos
entender la frase que Gramsci profirió ya en
1919 tras la fundación del PPI: "El
catolicismo democrático hace lo que el comunismo
no podría hacer: amalgama, ordena, vivifica y se
suicida" (I Popolari, en L´Ordine Nuovo
año I, n. 24, 1/1/1919)".
"Última afirmación de un exponente
autorizado de la DC, el expresidente de la
República italiana Francesco Cossiga: "La
DC tiene méritos históricos grandísimos en
haber sabido renunciar a su especifidad
ideológica, ideal y programática: las leyes
sobre el divorcio y el aborto han sido firmadas
todas por jefes de Estado y por ministros
democristianos que, acertadamente, en aquel
momento, han privilegiado la unidad política a
favor de la democracia, de la libertad y de la
independencia, para ejercer una gran función
nacional de convocación de los ciudadanos" (Francesco
Cossiga, "Lettera al quotidiano della
DC", en Il POPOLO 24/1/1992)".
"Y en 1978 el mismo Aldo Moro
declarará: "En cuanto al aborto la DC
se compromete a no obstaculizar la mayoría que
aprobará la ley". Por tanto también la
"idealidad cristiana" aunque
débil y genérica del Sturzo de 1919, ha
sido ignorada y marginada respecto a la
"moderna conciencia pública", a la
"unidad política" y a la
"cooperación política", unidad que a
partir de 1945 había sido rota decenas de veces
incluso por razones "baladíes", en
esta ocasión, (el aborto) se hubiera roto por
una materia sobre la cual la doctrina no puede
que ser intransigente".
"Sobre la ley del aborto (ley 194), la
DC tiene, en cambio, responsabilidades
históricas enormes; no sólo la ha rubricado
sino que además ha colaborado activamente a la
elaboración de todo su entramado. Los
democristianos de la cúpula dirigente no
tuvieron titubeos, han elegido estar de la parte
del PROGRESO... Mientras que los de la base, los
electores, aturdidos y confusos, a menudo, por el
lenguaje vago e incierto de sus jefes, fruto del
relativismo doctrinal de estos últimos, no han
sabido reaccionar a la confusión del referéndum
contra el aborto de 1981 y se dividieron: muchos
de ellos no fueron a votar, muchos votaron NO,
esto es, a favor de aquélla "ley",
creyendo incluso que habían cumplido con su
deber. Giovanni Cantoni, analizando el
referéndum, en el número de mayo-junio de 1981
de la revista "Cristianità" achaca la
derrota del mundo católico, no tanto al
incremento de las fuerzas revolucionarias, sino a
la incapacidad de la dirigencia del mundo
católico de mobilitar a la base, que en gran
medida se abstuvo de votar".
"El 27 de mayo de 1976 los diputados
Giulio Andreotti, Tina Anselmi y Filippo Maria
Pandolfi,, los senadores Francesco Bonifacio,
Tommaso Morlino y Giovanni Leone todos
democristianos firmaron la
"ley". El diputado Leone algunos meses
más tarde, acusado quizás injustamente por los
mismos que le obligaron a firmar la
"ley", se verá obligado a dimitir; le
hubiera venido mejor, y además con la cabeza
bien alta, si hubiera dimitido antes de la
infausta firma. Cuando algunos acusaban de alta
traición a la DC..."
"Algunos de los responsables se
defendieron afirmando que la firma era "un
acto debido"; en caso contrario hubiera
caído el gobierno... Andreotti, contestando a
Vittorio Messori, afirmó: "En efecto
tuve una crisis de conciencia y me planteé si
debería firmar aquella ley. Pero, si yo hubiera
dimitido, ningún otro democristiano podía
firmarla, en un momento difícil para el país.
Una crisis que hubiera creado complicaciones
también a nivel internacional" (V.
Messori, "Inchiesta sul Cristianesimo",
SEI, Turín 1987, págs. 210-211).
1. Éstos son sólo algunos de los
frutos de la ya larga historia del modernismo
social y doctrinal. He dicho larga historia ya
que es necesario recordar que los orígenes de
tan nefasta traición de cierto mundo católico
al Magisterio de la Iglesia, se remontan a la
Revolución francesa, cuando frente a la nueva
situación de pluralismo doctrinal y moral surgido
del relativismo religioso de la seudoreforma
protestante primero, y del liberalismo (2)
después, el Catolicismo había pasado de ser la única
cosmovisión del hombre europeo a una más
entre tantas posibles como eran las variables
ideológicas, consecuencia éstas del ímpetu
diabólico que había llevado al hombre europeo a
absolutizar su ilusión de poder arrebatar, para
asumirlo, el atributo legislador de Dios (en
fondo el "seréis como dioses" original
que sigue actuando en la historia).
Pues bien, en este nuevo contexto de
pluralismo doctrinal y moral los católicos
asumen tres posturas distintas: La mayoritaria
encarnada por el Magisterio de la Iglesia, de
rotunda oposición a lo que era a todas luces un
intento de refundar la sociedad humana a
espaldas y en contra de Dios y de Su
Iglesia, acompañada en esta profética y
evangelizadora misión de denuncia y
restauración de la doctrina, por aquellos
filósofos que fieles a las enseñanzas de la
Iglesia profundizaron en el estudio de las causas
y en el de las consecuencias de la Revolución
secularizadora que les atenazaba: se trata de la
escuela contrarrevolucionaria de los De Maistre,
Donoso Cortés, Balmes y un largo etcétera que
sigue vivo en nuestros días; la de los
católicos liberales que aceptan pro bono el
principio, reinterpretado por la seudoreforma
protestante y por el liberalismo, de
"libertad"; y por fin la de los
democristianos que ven en el fenómeno de la
Revolución francesa una intervención
"providencial" identificando
cristianismo y espíritu revolucionario (2).
El triunfo, pues, de las dos corrientes
modernistas en el mundo católico es sin lugar a
dudas una de las causas principales de la crisis
de evangelización de la Iglesia y, por tanto, de
la secularización del mundo occidental y
cristiano. Lo que innumerables documentos y
encíclicas papales denunciaban ser los peligros
de las ideologías para la sociedad y la Iglesia,
fueron desoídos por estas minorías
iluminadas que por una serie de
circunstancias y factores acabaron imponiendo sus
criterios a una buena parte del mundo católico
dando lugar a lo que podríamos definir como
SIDC, esto es, Síndrome de Inmuno Deficencia
Cultural.
2. Ha llegado el momento en
conformidad a la obra restauradora de la doctrina
católica llevada a cabo por el Sumo Pontífice
felizmente reinante Juan Pablo II de hacer
un examen de conciencia, un "Nuremberg
espiritual", sobre el nefasto error de
desconocer el espíritu anticristiano de la
modernidad y su consecuente reinterpretación y
relativización del Magisterio pontificio. Es
hora también de que se vuelva a dar su verdadero
valor profético al tan satanizado Syllabus sobre
los errores de la edad moderna del beato Pío IX,
augudísima introspección en el fuero interno de
las ideologías anticristianas que conformaron la
modernidad y la actual postmodernidad;
introspección, a su vez, dirigida al futuro para
entender los desenlaces de tales ideologías,
sabedores que si se pone como cimiento de la
cultura de una sociedad una idea equivocada del
hombre tarde o temprano la historia demostrará
su error como fehacientemente han demostrado los
totalitarismos y los horrores de nuestra época.
Asimismo ha llegado también el momento de
redescubrir la nómina de pensadores, filósofos
e historiadores que han conformado la escuela
contrarrevolucionaria, pues en ellos encontramos
las categorías teológico-políticas
fruto de su absoluta fidelidad al Magisterio -
que nos permiten penetrar en las causas profundas
y originarias del proceso secularizador y prever
sus posibles y múltiples desenlaces. Me refiero
en especial a los ya citados Joseph De Maistre,
Donoso Cortés, Balmes, Louis De Bonald, Edmund
Burke, anglicano pero de formación católica; a
los olvidados Vázquez de Mella, Aparisi y
Guijarro, Victor Pradera, Elías de Tejada; hasta
llegar a los contemporáneos como Giovanni
Cantoni, Gustave Thibon, Russell Kirk, Plinio
Corrêa de Oliveira, Miguel Ayuso, Julio César
Ycaza Tigerino, Nicolás Gómez Dávila, Alberto
Caturelli y a muchos más que podría citar.
Por otro lado resulta evidente que la
importancia de estos autores no reside única y
principalmente en sus elecciones políticas,
institucionales y/o estratégicas (ya que
sometidas a los avatares cambiantes de la
historia), sino a su capacidad de poner la
razón, sin ningún tipo de compromisos y
confusiones con los principios anticristianos, al
servicio del Magisterio. Son un ejemplo
ejemplarizante (valga la redundancia) de cómo
una fe inquebrantable y consecuente se hace cultura,
elemento este último fundamental para la nueva
evangelización. Es por ello que considero
nuclear que junto al estudio de todo el
Magisterio a la luz de la Tradición de la
Iglesia, se vuelva a descubrir (o a encontrar) a
estos autores, ya que ellos nos brindan la
instrumentación necesaria para dar un contenido auténticamente
católico a la unidad de acción en la fe
y a la evangelización de la cultura tan
certeramente solicitadas con apremio por el Santo
Padre. .
·- ·-· -··· ·· ·-··
Ángel Expósito Correa
Notas:
- Cf. "El movimiento católico en
Italia", http://www.iespana.es/revista-arbil/(62)movi.htm
- Cf. "Reflexión acerca del problema
electoral de los católicos", http://www.iespana.es/revista-arbil/(61)refl.htm
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