Existe en el pensamiento dual,
maniqueo, un afán de cómoda simplificación que
conduce indefectiblemente al cerrilismo en ideas
y conductas. Habiendo adoptado el partido de lo
presuntamente bueno, se cierra uno en banda para
lo presuntamente malo, sin parar mientes en
matices, casos particulares, diferencias. Para el
cerrilismo antiamericano de izquierdas, por
ejemplo, todo lo que viene de Estados Unidos es
malo. Por tanto, se puede entrar a saco con
cualquier cosa que provenga de este país. En
una tertulia televisiva, el comentarista Enric
Sopena tuvo la magnanimidad de considerar que los
últimos fusilamientos ordenados por Fidel Castro
en Cuba habían sido un abuso. Pero,
inmediatamente, añadió que igualmente malas
habían sido las ejecuciones en Texas durante el
mandato de Bush como gobernador.
En otra tertulia, ésta radiofónica, el
también comentarista Gabriel Albiac declaró
indignado que el manifestarse así era pura y
simplemente una "canallada". No se
refirió a nadie en concreto, sino que habló
genéricamente, puesto que habían sido varias
las declaraciones en tal sentido.
Efectivamente, el cerrilismo sectario puede
llevar a posiciones canallas. Cualquier
observador medianamente imparcial, tiene que
constatar que las ejecuciones en Cuba nada tienen
que ver con las ejecuciones en Texas. En el
primer caso se trata de asesinato puro y simple,
y en el segundo, cumplimiento legal de una pena
legalmente impuesta.
Fusilar a unas personas cuyo único delito ha
sido robar una barcaza para escapar de un
régimen de terror, sin darles la oportunidad de
un juicio justo, de una defensa ¿qué semejanza
puede tener con dar el visto bueno a unas
sentencias legales dictadas por jueces
profesionales con todas las garantías de defensa
para los reos?
Existe, además, la exorbitante diferencia en
la naturaleza de los delitos. Los ejecutados en
Cuba únicamente habían robado una barcaza. No
asesinaron a nadie. Eran, simplemente, personas
desesperadas que robaron un barco. Los ejecutados
en Texas eran asesinos. Hace falta ser
redomadamente sectario, a más de tonto, para
para no reparar en la no sólo desemejanza, sino
oposición, entre el caso de unos inocentes y el
de unos culpables. Pero es que el sectarismo
suele conducir a un cierto grado de
embrutecimiento.
Aunque innecesarios, se podrían añadir
algunos detalles. En Texas parece ser que el
gobernador no tiene la potestad de indultar a un
condenado a muerte. Únicamente, de posponer la
ejecución. Las peticiones al respecto pasan por
una comisión que, después de estudiarlas,
entrega su dictamen al gobernador. Se da el caso
de que Bush nunca durante su mandato recibió una
petición de moratoria.
Pensar en un George W. Bush indagando,
escudriñando cada caso para detectar si hubiera
alguna falla, es decir, interpretando el papel de
Henry Fonda en "Doce hombres sin
piedad", es sencillamente grotesco. Bush es
un americano corriente, no un héroe, y como tal
se comporta.
El sectario de izquierdas pensará que estas
palabras son una defensa de Bush. Su pensamiento
dual, blanco y negro, no puede admitir la
existencia de distintos colores o de franjas
grises. Su simplismo se siente herido por esta
posibilidad. Se rendirá ante la evidencia de los
asesinatos de Cuba, pero hallará una
compensación descalificando a Bush por
victimario en Texas. Y si se le hace ver la
diferencia, pensará que se está defendiendo a
Bush. No da para más.
Desde luego, podría uno caer en parcialidad
si únicamente se refiriese al sectarismo de
izquierdas como si el de derechas no existiese.
Existe también, aunque en menor grado de
expresión. No en vano los medios de
comunicación están en manos izquierdistas,
progredecadentes. Pero sería igualmente sectario
no mencionar el sectarismo de derechas.
Como sectarismo de derechas podríamos citar
el de aquellos que no quieren reconocer que
durante la dictadura militar argentina de
1976-1983 se cometieron asesinatos en masa por
parte de las autoridades. Este cruento episodio
de la historia argentina está de actualidad
nuevamente debido a las decisiones judiciales del
juez Garzón y las legislativas promovidas por el
presidente Kirchner. Si uno condena estos
crímenes efectuados desde el Poder, ya puede
pensar que el sectario de derechas lo
clasificará como partidario de Garzón, Kirchner
y los Montoneros. No admitirá que la verdad y la
justicia trascienden este pensamiento maniqueo.
La circunstancia de que existiera una lucha
subversiva no justifica nada. La subversión se
reprime con severidad, firmeza
y justicia.
No con asesinatos innobles, realizados a
escondidas.
Estas acciones nefandas a la larga refuerzan
las posiciones contrarias. De tal forma que,
aparte de ser acciones criminales, no se puede
decir que sean inteligentes ni prácticas.
La filias y fobias alteran el juicio, el cual
debiera predominar siempre. La antipatía que
hipotéticamente podamos sentir hacia Bush no
tiene por qué obligarnos a equiparar su gestión
como gobernador de Texas con las acciones
asesinas de un tirano como Castro. Igualmente,
los Montoneros y demás organizaciones
terroristas, así como sus simpatizantes,
provocarán naturalmente nuestro aborrecimiento.
No obstante, nos deslizaríamos por una senda muy
peligrosa para nuestro sentido ético y
equilibrio moral si admitiésemos como buena la
eliminación física de toda esta gente y,
además, sin juicio previo. El asesinato es el
asesinato, lo perpetre un izquierdista o un
derechista.
No tenemos otra salida que cargarnos de
razón. Y esto únicamente lo conseguiremos si
somos extremadamente rigurosos con nosotros
mismos y con aquellos que dicen defender ideas
similares a las nuestras. .
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Ignacio San Miguel
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