Otro otoño caliente. De nuevo, sin duda, otro evento
político generado en el País Vasco nos
referimos al famoso plan Ibarretxe-
gozará de un notable protagonismo a lo largo del
próximo otoño; unos meses en los que se
sucederán diversas convocatorias relevantes en
España, tales como las nuevas elecciones a la
Asamblea de Madrid (en octubre) y a la Generalitat
catalana (en noviembre).
Sobre todas estas convocatorias
también planeará, con mayor o menor incidencia,
dicho plan secesionista. Así, en Madrid, dada la
postura nada unánime de los socialistas al
respecto, será un argumento a esgrimir por el
Partido Popular en su reproche al PSOE por su
falta de visión de Estado en unas
circunstancias especialmente delicadas. En el
caso catalán, ERC y, de alguna manera CiU,
también estarán expectantes ante la evolución
y desarrollo de un plan que puede ser modelo a
imitar, incorporándolo a sus respectivas
tácticas partidarias. Y no olvidemos la postura
revisionista y federalista de Maragall y su PSC,
principales detonantes de la pérdida del sentir
nacional de un PSOE a la deriva en este terreno
fundamental para el futuro y la convivencia
españolas.
Respuestas al plan
Ibarretxe.
De momento, son tres las
respuestas políticas elaboradas frente al plan
Ibarretxe: una primera de rechazo absoluto al
mismo, con invocaciones a la fortaleza de la
legalidad vigente, por parte del Partido Popular;
la propuesta "Más Estatuto" de un PSOE
que, ingenuamente, cree que con ella podrá
contentar, al menos, a ciertos sectores
nacionalistas vascos, frenando de esa manera el
plan del lehendakari y; por último, el
"Federalismo de libre elección" de la
Izquierda Unida vasca que apuntala, en
definitiva, el plan del PNV.
Pero tenemos otra respuesta,
fundamental, que conviene analizar aquí. Y no es
otra que la expresada, en varias ocasiones, por
la organización terrorista ETA de forma,
aparentemente, contradictoria.
Cuando, a mediados de
septiembre, trascendió a los medios de
comunicación el análisis del plan Ibarretxe
que figuraba en el boletín interno etarra Zutabe,
en su número 101 del mes de junio, se produjo
una reacción que rezumaba estupor entre quiénes
no comprendían la aparente contradicción
existente entre el matizado apoyo al plan, allí
expresado, y las explosivas descalificaciones al
mismo de los comunicados públicos de la
organización terrorista. No obstante, otros
observadores, periodistas y políticos,
aseguraron que las tesis del Zutabe 101
avalaban su creencia de que el nacionalismo
vasco, pese a la externa división entre radicales
y demócratas, entre marxistas-leninistas
y etnicistas, es uno en su naturaleza y
objetivos; lo que salvaría esa contradicción.
La actitud de ETA.
Efectivamente, en dicho
análisis es determinante la siguiente frase que
reproducimos a continuación: «No debemos
olvidar que en la base de las propuestas que
actualmente realizan PNV, EA e IU, está el
impulso promovido por la izquierda
"abertzale"», por lo que «tras muchos
años de resistencia, avivada por la izquierda abertzale,
se ha encauzado una dirección firme, clara y
efectiva en la construcción nacional». Así, y
siempre según ETA, gracias a la acción y
presión del autodenominado MLNV que dirige, el
nacionalismo moderado, finalmente, se
habría movido en la dirección siempre señalada
por la banda terrorista; es decir, hacia la
ruptura consciente con la Constitución española
y el Estatuto vasco. Y, en resumen, ante tan
significativo cambio táctico, histórico
diríamos nosotros, para Zutabe, la
izquierda abertzale debe adoptar una
postura «positiva y constructiva».
Todo ello parece estar en
contradicción con otros pronunciamientos, tanto
anteriores como posteriores a ese mes de junio en
que está fechado el Zutabe, de la banda
terrorista, en los que acusaba al plan de todos
los males posibles para un nacionalista: programa
para la guerra, españolismo, autonomismo
Sin embargo, la contradicción
sólo es aparente. Ante todo hay que recordar la
naturaleza de la ideología y estrategia de ETA y
su MLNV. Sus categorías políticas y
argumentales no responden a la lógica común,
pues siempre se deben interpretar desde una
coherencia de base marxista-leninista para la que
cuenta, ante todo, avanzar a cualquier
precio, ganar nuevos espacios, derrotar
progresivamente al enemigo recurriendo a medios
de todo tipo: desde la acción clandestina de
partidos ilegales, pasando por el terrorismo, la
cooperación temporal con aliados tácticos,
incluso la acción institucional si es posible.
Desde esta perspectiva, el plan Ibarretxe,
para los estrategas de la banda, sería otro
instrumento más, una oportunidad para avanzar,
pese a sus discrepancias con los medios y plazos
allí indicados, pues, en definitiva, han optado
por una vía táctica y un calendario distintos
que tienden al mismo fin. Y si el plan
Ibarretxe fracasa, no pasa nada, desde su
perspectiva, pues la organización de vanguardia,
es decir ETA, persistiría, en cualquier caso,
con su liderazgo y acción clarificadoras para
todo el nacionalismo vasco, proponiendo nuevas
fases y tácticas. Pero si se avanza en los
objetivos marcados en el plan, el camino
hacia la independencia se acortaría
notablemente, consolidándose, además, los
espacios ya ganados. Otro asunto es que, llegado
el momento, tengan que pasar cuentas a los moderados,
quiénes no siempre les han facilitado las cosas,
sino que, incluso, han colaborado con los españoles
por mero oportunismo, siempre según su juicio.
Si nos remitimos al pasado
inmediato, observamos que en otras ocasiones
también han apostado por alternativas
aparentemente contradictorias y de forma
simultánea. Así, con motivo de la llamada
"tregua armada unilateral", ETA apostó
por agotar esa vía y alcanzar el mayor número
de objetivos políticos; a la vez que se rearmaba
y se nutría de nuevos recursos humanos para
cuando fuera necesario.
No lo olvidemos. Zutabe
es un documento para los militantes, para la elite
revolucionaria, la doctrina destilada más
pura. Los comunicados públicos de ETA son otra
cosa, pues pretenden, además de proporcionar
unos criterios de interpretación y de acción a
su masa de seguidores, unos efectos publicitarios
que también persiguen presionar al nacionalismo moderado.
Por todo ello, la
contradicción es muy relativa.
En este contexto, el PNV no es
un convidado de piedra. El partido jeltzale
necesita, a corto plazo, del concurso de la
izquierda abertzale por dos motivos: para
sacar adelante su proyecto en el Parlamento vasco
y para ganar ampliamente las próximas
convocatorias electorales, reteniendo a los
electores ya trasvasados desde el MLNV.
De esta forma, existe una
compleja comunidad de intereses mutuos entre los
nacionalistas vascos radicales y los
llamados moderados, además de
-parcialmente- unos mismos objetivos finales.
En esta nueva situación, en el
espacio político nacionalista, quedan algunos
"flecos". Por ejemplo, la postura de
las formaciones políticas Aralar, Zutik y
Batzarre, especialmente de la primera; ya
secunden el plan o las consignas de ETA.
Resumamos. PNV y MLNV persiguen
el mismo objetivo de la independencia de la
"nación vasca". Igualmente, han optado
por la "construcción nacional", es
decir, la creación y consolidación de espacios
sociales, culturales y políticos, que preparen
su advenimiento, constituyendo el anticipo, ya,
de esa "nación en marcha". Pero
discrepan en los medios y en los plazos. De ahí
esas críticas mutuas, desencuentros e incluso,
alguna sangre derramada.
Otros aspectos.
El próximo otoño será, pues,
muy importante. El PNV, de la mano de Ibarretxe,
hará público el texto definitivo de su
propuesta de "libre asociación"; por
lo que será entonces cuando se pueda anticipar
un calendario de las actuaciones derivadas del
mismo, en particular, un intento de referéndum.
También tratará de ganar nuevos espacios,
especialmente, entre sectores del PSE-PSOE que
intenten conciliar el "federalismo
asimétrico" de Maragall y algunos aspectos
de la propuesta socialista vasca de "Más
Estatuto", con determinadas previsiones del plan
Ibarretxe: un rompecabezas de imposible
encaje legal.
Elkarri seguirá propugnando
otra "Conferencia de paz" más
(¿cuántas llevan?), preparando el camino y el
ambiente al plan Ibarretxe, en definitiva,
entre algunos medios políticos madrileños e
internacionales.
Y frente a todo ello, junto al nuevo
movimiento cívico vasco, un Partido Popular
que, en el País Vasco, iniciará el ineludible
debate sucesorio, pues Jaime Mayor Oreja ya ha
dado a entender que llegó la hora del relevo;
una circunstancia que no puede debilitar la
firmeza de sus posiciones, única táctica
válida y realista del constitucionalismo hoy
día.
Un otoño, en definitiva,
cargado con exceso de política. En estas
circunstancias, no vendría mal un debate
cultural de fondo y un ejercicio de memoria
histórica que intenten frenar -además de
desmontar los falsos mitos esgrimidos por el
nacionalismo vasco- el cansancio que experimentan
algunos sectores de la sociedad española ante tantos
problemas siempre procedentes del País Vasco.
Un hartazgo que, los dirigentes del PNV,
tratarán de acrecentar para luego explotarlo en
su beneficio.
Pero, a la espera de unas
consistentes respuestas políticas, sociales y
culturales al plan Ibarretxe, la sociedad
española, en su conjunto, debe perseverar, en el
contexto de un ejercicio de voluntad de vida y de
continuidad histórica, en un permanente homenaje
a las víctimas del terrorismo; a las que nunca
se agradecerá lo suficiente su sacrificio y
entereza. Una altísima referencia humana; un
extraordinario modelo a seguir por una sociedad
desafiada.
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José Basaburua
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