nº 98
Jaime I el Conquistador Miniatura del Llibre Verd (XIV) Instituto de Historia de la Ciudad de Barcelona
«La tradición histórica, enraizada en la antigüedad, afirmaba
en las mentes de los hombres cultos de todos los reinos
cristianos de la Península esa concepción unitaria de Hispania,
vencedora de su fraccionamiento político ya secular. Queda dicho
antes que los catalanes sintieron con tanta vivacidad como los
demás españoles la superior unidad peninsular. Abundan los
testimonios de la realidad de tal sentimiento. En la mente y en
el corazón de los dos más grandes reyes de la dinastía
catalana, Jaime I y Pedro III, anidaba con fuerza. Hace poco he
recordado que en 1271, a la salida del concilio de Lyon, tras
haber ofrecido la cooperación de sus hombres y de su flota para
emprender una cruzada, al retirarse de la asamblea Jaime I
exclamó: "Barones, ya podemos marcharnos; hoy a lo
menos hemos dejado bien puesto el honor de España". Y
queda también dicho que Pedro III juzgó que había salvado el
honor de España al acudir, tan heroica como novelescamente, a
Burdeos para batirse con Carlos de Anjou, manteniendo su palabra.
Jaime I y Pedro III no pensaron en esos dos momentos de su vida
en sus reinos peculiares, no pensaron que con sus actos habían
honrado a los pueblos que regían; pensaron que sus hechos
honraban a la superior comunidad histórica, vital y afectiva de
que formaban parte sus estados.
España constituía para esos dos reyes catalanes de la Corona de
Aragón, no sólo una unidad geográfica, sino una entidad
humana, cerrada y unitaria, frente al resto de la cristiandad
occidental.
No por la honra sino en interés de esa comunidad histórica y
vital -"para salvar a España", esas fueron
sus palabras- Jaime I intervino en Murcia y sometió a los moros
murcianos alzados contra Alfonso el Sabio. Esa comunidad vital e
histórica tenía problemas atañentes a todos sus hijos; por
ello otro gran rey catalán, Jaime II, al conocer la muerte de
Sancho el Bravo y la subida al trono de Castilla del niño rey
Fernando IV, pudo decir que iba a recaer sobre él la carga toda
de España. Y el gran historiador catalán Muntaner reclamaba una
política conjunta de los cuatro reyes de España, "que
son -escribe- d'una carn e d´una sang".
Muntaner hubiera podido extender esa unidad a los pueblos regidos
por esos reyes, porque en verdad todos ellos eran de una carne y
de una sangre. Y de un espíritu y de una sensibilidad, habría
podido decir también. »
("España, un enigma histórico". Sánchez Albornoz. )
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«Los partidos segracionistas, que han usurpado* el poder de los catalanes y ejercen su tirania** desde la Generalitat se arrogan totalitariamente la catalanidad y pretenden manipular la historia, como demuestra cualquier manual documentado con fuentes históricas primarias, para justificar sus maniobras y construir un futuro sobre la mentira. Y de ahí que los capítulos preliminares del proyecto de Estatuto, que pretende descatalanizar Cataluña, ataquen los valores cristianos (aborto, eutanasia, sodomía, totalitarismo educativo)que son la esencia de Cataluña, como del resto de España»
*(D.R.A.E. ) 2. Arrogarse la dignidad, empleo u oficio de otro, y usarlos como si fueran propios.
**(D.R.A.E. ) 2. fig. Abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad».
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Revista Arbil
nº 98
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