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Reflexiones sobre la Ilustración.
El momento en que nos encontramos resulta idóneo para plantear una reflexión sobre la discusión de sí todavía hay lugar en la sociedad europea actual, para el conocimiento y el saber ; o por el contrario, deberíamos renunciar a todo lo que esto ha significado, en aras de un progreso exclusivamente material que ya parece incontenible
La oportunidad de plantear esta cuestión
ahora, al final de un siglo y de un milenio parece importante, no
por el presunto valor cabalístico o hasta presumiblemente
mágico de esta fecha, sino porque nos va a permitir establecer
un buen marco de referencias, para valorar cual era la situación
hace unos cuantos años, o incluso siglos, y poner remedio, si
ello es posible aún, a lo que parece el suicidio intelectual del
hombre, porque tal y como afirmaba Cicerón en "De
Oratore", li II, Cap. 9, 36: "historia vero est testis
temporum, lux veritatis / vita memoriae, magistra vitae, nuntia
vetustatis" (la historia es verdadero testigo de los
tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida
y heraldo de la antigüedad).
La formación que se impartía antaño, era lo que se ha
denominado "humanista", es decir, cultivadora de todas
las potencialidades humanas y desarrolladora integral de las
facetas más notables de la personalidad. En este contexto
formativo parecía lógico que se diese más preeminencia a las
artes y a las letras, como disciplinas capaces a su vez de ser
cauce de desarrollo de otras. De esta manera se formaba a
personas, cuya cultura encontraba su soporte mayoritariamente en
las fuentes clásicas del saber y del pensamiento griego y
romano.
Hablar del saber humanista y no hacerlo de Europa, aún
sucintamente, sería un error, pues resulta verdaderamente
difícil poder substraerse de este marco referencial, que tan
bien nos sirve para situar y contextualizar la cuna del mayor
foco de conocimiento que ha tenido la historia de la humanidad.
Por algo presenta unas raíces tan envidiables como el Mundo
Griego, del que heredó el pensamiento, el Mundo Romano, que le
legó el derecho y lo que de él se deriva y el Mundo
Judeocristiano, del que procede el amor a las tradiciones, el
sentido de la familia y el respecto profundo por la vida, basado
en el amor y en un sentido trascendente de sí mismo.
El cristianismo, por otro lado, supuso una gran revolución, y no
sería pretencioso afirmar que su aportación a la creación del
pensamiento humanista fue fundamental e imprescindible. Lo dotó
de principios tan significativos como un sistema de ideales y
valores en los que el hombre y su dignidad en cuanto persona
resultaban intocables. Con la idea de que todos los hombres son
iguales, y por tanto poseedores de las mismas oportunidades y los
mismos derechos, la Iglesia consiguió en relativamente muy poco
tiempo que la "Cultura" y el acceso a la misma no
fuesen algo reservado, como tradicionalmente, a los sectores más
influyentes y acomodados. Esto marcó de manera decidida la
evolución del pensamiento europeo, convirtiéndolo en
especialmente sensible con los hechos minoritarios y diferentes.
En este sentido los focos de pensamiento entroncaron sus
orígenes y florecieron a la sombra de los centros de cristiandad
europeo. Dentro de estos merecen especial mención, las abadías
y los monasterios, encargados de custodiar, en los siglos oscuros
de la historia europea unas magníficas y bien nutridas
bibliotecas que constituían el depósito y la herencia de los
clásicos.
El hombre con conocimiento es un proyecto más que una realidad,
porque el saber que persigue está siempre muy alejado de la
realidad práctica del momento, tanto de la del pasado, como de
la del presente. Y menos mal que es así, pues de lo contrario
seguro que las teorías de Copérnico, Newton, o las propias
tesis evolucionista de Darwin, nunca hubiesen visto la luz, ni
despertado a su vez, tantos y tan enriquecedores debates, ya que
su utilidad en términos prácticos es realmente muy poca,
mientras que por el contrario, todas ellas sirvieron para que los
hombres fuesen capaces de entender más su compleja naturaleza y
avanzar en la resolución de sus eternos dilemas existenciales.
El ideal del hombre siempre ha sido en la medida de sus
posibilidades, tiempo y lugar, su conocimiento, ya que se
entendía que la noble misión de los intelectuales era guiar a
la mayoría por el camino de la verdad, buscando el progreso
científico y "humano" de ese mundo recién salido de
las tinieblas.
Esto opinarán en otra importante época de la historia de
Europa, los enciclopedistas y filósofos franceses de la talla de
Voltaire, Diderot, Montesquieu, Rousseau, D´Alembert, etc. Estos
en el siglo XVIII consolidaban los presupuestos de la modernidad
creando un sistema de ideas y creencias que ha marcado el devenir
tan complejo como fascinante del hombre moderno, en el cual la
formación intelectual ocupaba un papel destacado, y donde se
entiende que vivir no es vegetar, no es subsistir, es enseñar,
es echar al mundo teorías, hipótesis, dogmas y doctrinas, y
después comprobar su validez.
Nada de lo mencionado en la antigüedad persiste de manera clara
en la actualidad; así llegamos al siglo que nos ha visto nacer.
Ahora la situación del saber es preocupante, pero no la de
cualquier saber, no la de ese que es instrumental, del que se
aplica para sacar todo el rendimiento económicamente posible a
las máquinas, o a los ordenadores, verdaderos amos y señores de
la nueva sociedad cibernética. Por supuesto que no me refiero a
ese saber, sino a otro radicalmente distinto, a ese que convierte
al hombre en el ser superior que es, utilizando su capacidad
racional para conseguir explicarse primero asimismo, y después a
los demás, los misterios que circundan nuestra existencia.
¿Pero cómo se ha llegado a esta situación?, ¿Cómo es posible
que el hombre "moderno", sólo se interese ahora por
todo aquello que le pueda rentar algún beneficio económico, o
mayores dosis de bienestar material?.
Varias son las notas, a mi juicio, que mejor caracterizan y
definen lo que está sucediendo en la sociedad, y que en buena
medida también afectan a la cuestión que nos ocupa. Un
"materialismo" salvaje, que sólo busca que el
individuo tenga cierto reconocimiento social por el único hecho
de ganar mucho dinero. El "hedonismo", que consiste en
pasarlo bien a costa de lo que sea, supone la búsqueda de una
serie de sensaciones cada vez más nuevas y excitantes, donde
todo es relativo, y donde la tolerancia interminable da lugar a
la indiferencia pura. La "permisividad" que arrastra
los mejores propósitos e ideas, sustituyendo la moral por una
ética que todo lo justifica. Y por último el rey de todas
ellas, el "consumismo", fiel reflejo y compendio de las
mismas y que representa la fórmula postmoderna de la libertad.
Alexander Soljenitsin, solía decir con gran clarividencia y
visión global de la situación que "la decadencia moral e
intelectual de occidente es consecuencia de un bienestar
exclusivamente material y hedonista", y es seguramente aquí
donde reside el núcleo de la cuestión.
El mundo en el que vivimos está dominado por la economía, y el
dinero se ha convertido en el encargado de guiar nuestra pobre o
rica existencia, donde por atesorar más, los hombres son capaces
de lo mejor, pero usualmente también de lo peor. "Don
Dinero" es el encargado de satisfacer todas las
"necesidades", que han ido multiplicando nuestro afán
consumista a ritmo vertiginoso hasta alcanzar cotas de verdadero
escándalo.
El hombre moderno se ha acostumbrado a tener y a ambicionar en su
vida ordinaria demasiadas cosas muchas veces superfluas, que se
ve obligado a cubrir con unos ingresos que no siempre son
suficientes y que habitualmente les llevan a recurrir a fórmulas
de crédito (otro fenómeno moderno del tráfico comercial, que
"facilita" que no dejemos de consumir) para cubrir la
diferencia. En esta tesitura el hombre consagra su vida a ganar
más y más para poder comprar todavía más. Lo fundamental es
comprar, consumir y consumir acumulando cosas que tantas veces no
tienen utilidad práctica o esta es menor, pero que adquirimos
con la excusa de lo rebajado de su precio.
Estas notas que hemos destacado han influido claramente en la
situación del saber ilustrado, ya que en cierto modo han
condicionado su desarrollo ulterior y lo ha marginado, por
considerar que conviene más al desarrollo económico de la
sociedad, que el saber que se prodigue en los centros de
enseñanza, no se trate de un saber globalizador y humanista sino
especializado y concreto, que pueda servir mejor a los intereses
industriales de desarrollo económico.
Las actividades que importan hoy en día son aquellas que no
requiriendo gran capacidad intelectual permiten asegurar mayor
rentabilidad a los diferentes sectores productivos, lo que supone
condenar al olvido a aquellas ciencias que por tener
aparentemente una menor "utilidad " práctica tanto han
supuesto en el pasado como la filosofía o la teología.
Precisamente es en esta coyuntura donde debemos enmarcar la
situación que se está viviendo en los centros de educación
primaria y secundaria, donde por no querer ir a lo sustancial se
han perdido en lo anecdótico, imponiendo nuevos sistemas
educativos que han ido progresivamente desechando asignaturas tan
importantes para imprimir carácter y formar el entendimiento y
la capacidad de pensar como la historia, la religión, o las
lenguas clásicas como el latín y el griego, que han sido
sustituidas por optativas sin fundamento, que no persiguen más
finalidad que servir de puro y simple entretenimiento. Por no
mentar también la temprana edad en la que a los niños se les
obliga a elegir los tipos de asignaturas que quieren cursar,
siempre pensando en un futuro de especialización.
Parece que en la actualidad hubiésemos cambiado el concepto y
fin de la educación, que pasa de ser formativa a capacitativa,
como si lo único que interesase fuese tener lo más rápidamente
posible a los niños preparados para su futura incorporación
laboral, olvidándose de lo importante que es en esta etapa de
sus vidas formarles íntegramente como personas.
Y que decir de la Universidad, que ha pasado de ser la cuna del
saber y del conocimiento, a convertirse en una gran fábrica de
estudiantes insatisfechos abocados por las circunstancias a
estudiar carreras que para nada cubren sus expectativas
vocacionales y dominados siempre por ese mal moderno denominado
"titulitis". En este sentido Karl Popper afirmaba en
tono irónico que "muchos estudiantes acuden a la
Universidad no con la idea de que entran en un gran reino del
saber, del cual acaso ellos también logren arrancar una pequeña
parcela, sino que van a la Universidad para aprender a hablar de
manera incomprensible y que cause sensación", a lo que
también podemos tomarnos la licencia de añadir como
afirmábamos antes, que en busca de ese preciado papel que
acredita el éxito de todos sus esfuerzos y a cuya consecución
dedican exclusivamente su periplo universitario.
Esta situación implica que algunas de las titulaciones que se
imparten se encuentran sobresaturadas, con la consiguiente
masificación en las aulas que va claramente en perjuicio de la
calidad de enseñanza, mientras que por el contrario otras muchas
no tienen más sentido que la justificación de una plantilla
docente, el "prestigio" de la universidad, que pretende
tener cuantas más mejor, o los intereses "legítimos"
de algunas empresas.
Además ahora en la universidad sobran profesores y
desgraciadamente faltan maestros. El maestro es aquel que te hace
ver que eres un zote. Te desnuda ante la ciencia, frente al nuevo
universo de conocimientos que se te abre. Te enseña a pensar por
ti mismo, a razonar, a discurrir, a perder el miedo a
equivocarse. Por el contrario el profesor dicta apuntes y se
limita a decir lo que entra y lo que no entra en el examen,
convirtiéndose en un eslabón más del engranaje, y ni tan
siquiera el más importante.
Al comienzo decía que el hombre "ilustrado" es un
ideal, y por tanto, un proyecto. Pero esto nada tiene que ver con
el mundo de hoy. Hoy el saber es poder y éste es del poder, por
eso se identifica como tantas veces hemos oído información con
poder. Este como ha advertido Postman en "Tecnópolis",
es la gran industria, ni tan siquiera el Estado, y ni mucho menos
un Gobierno.
Se ha precisado para ello desmontar el paradigma ilustrado y
sustituirlo por el tecnológico, no debe entenderse por tal sólo
el científico, sino una suma de ambas, el cientificotécnico;
por tanto los programas con mayores posibilidades de
financiación, en consecuencia, son aquellos que reúnen la
condición de ser calificados de I+D (Investigación más
Desarrollo), y ello porque estos son los más susceptibles de
rentabilidad económica, pues sus resultados permiten a las
empresas aumentar más y más sus ganancias (lo único que
importa en la actualidad); y esto que se lo pregunten a las
universidades que se encuentran con graves problemas de
financiación de otro tipo de proyectos distintos.
Gracias a su ilustración el hombre se pretendía más dueño de
sí mismo, en consecuencia, sabía más de sí, del mundo y de la
realidad en torno a la que se movía, era otro gracias a un saber
que le configuraba y que le convertía en más libre. Kant la
definió como "el abandono por parte del genero humano del
estado de minoría de edad en el que se mantiene por su propia
culpa". Estas pocas palabras encierran un denso y completo
pensamiento que viene muy bien para definir lo que se está
produciendo. Habitualmente tendemos a identificar infancia e
inocencia. A los niños no se les cuenta más que aquello que
requieren urgentemente saber, y muchas veces ni tan siquiera eso,
pues se entiende que su pobre entendimiento no daría para más.
Pues bien, esto mismo está sucediendo también con el hombre
moderno, al que se le enseña sólo aquello que necesita saber
para trabajar más y mejor y se le niegan por el contrario los
fundamentos básicos para que sea él quien forme su propio
pensamiento y criterio ante la vida. Así, se nos dice que tipo
de libros debemos leer (preferentemente betsellers), en que
debemos emplear nuestro tiempo libre (la cultura televisiva y el
cine comercial, son un buen exponente de ello), como debemos
vestirnos (¡por supuesto a la "moda"!), y una larga
lista de cosas más, y todo ello presidido, ¡cómo no!, por el
gran enemigo de la libertad: "la ignorancia", que
convierte al hombre en esclavo por negarle el acceso a la verdad.
Con toda esta situación, se está produciendo un proceso de
regresión a la infancia del hombre contemporáneo, que sólo
puede conducir al final de la idea de hombre ilustrado. Opinión
que es compartida por diversos autores como Pascal Bruckner
("La Tentación de la Inocencia", Barcelona 1996). La
inocencia, que indudablemente tiene muchos, o al menos algunos,
efectos positivos, plantea también otros enormemente negativos,
como por ejemplo el traer consigo la enfermedad del
"individualismo", que como consecuencia inmediata
plantea el gozar en exclusiva de las ventajas de la libertad sin
sufrir ninguno de sus inconvenientes (derechos ¡sí!,
obligaciones ¡no!).
Otra dimensión de este mismo fenómeno es la pérdida de
práctica religiosa que se está produciendo, pues en el momento
presente no hay tiempo para Dios, ya que esto tampoco supone
ningún beneficio en términos económicos; y porque resulta más
maleable el hombre sin creencias ni principios, que aquel que
tiene convicciones firmes y claras. Pero como se sigue teniendo
hambre de lo desconocido, lo que ahora prolifera, con afán de
ocupar el lugar de Dios son, las sectas, los telepredicadores
(frivolización de la religión) y el exoterismo en general.
Al hombre interesa mantenérsele en este estado de minoría de
edad, que decíamos antes, pues así resulta mucho más
manipulable y manejable por, en palabras de Ortega y Gasset
("El Espectador", 1917) "periodistas, profesores y
políticos sin talento que componen el estado mayor de la
envidia, lo que llamamos -opinión pública-, que no es en gran
parte sino la purulenta secreción de esas almas
rencorosas".
Fruto de este proceso de infantilización del hombre es que nos
hemos instalado en la degradación de la cultura, eso sí, bajo
un alegre aire de fiesta presidido por ese gran aliado que es la
televisión, que no requiere ningún esfuerzo (salvo el
sobrehumano de apagarla, porque sabe enganchar como pocas cosas)
de comprensión intelectual, y en la que podemos encontrar todo
tipo de sensaciones, informaciones, divertimentos, y hasta algún
conocimiento práctico, y lo mejor de todo es que uno no necesita
moverse de su sillón para acceder a ese gran laberinto
audiovisual, porque hasta para poder evitar esa inconveniencia,
se ha inventado el mando a distancia.
Este mundo de sensaciones fáciles y de la ley del mínimo
esfuerzo que representa la televisión, y ahora la red INTERNET,
están causando verdaderos estragos en especial en los segmentos
más jóvenes de la sociedad, que han crecido a su sombra y a los
que les resulta absolutamente imposible despegarse de ella, y por
supuesto mucho menos realizar este pequeño sacrificio, que no es
tal, de buscar otras alternativas como la de acercarse al mundo
de la lectura.
En cualquier caso el principal riesgo de la televisión a pesar
de lo que ya hemos mencionado con anterioridad, es que en muchas
familias se esté utilizando como una simple fórmula de
entretenimiento y compañero incansable de juegos para los niños
a los que no se les dedica la suficiente atención por falta de
tiempo, debido a la vorágine que impone la vida moderna. Lo más
sencillo por tanto, es dejarles enganchados delante del
televisor, pues así se quedan muy tranquilos y no molestan.
Precisamente es aquí donde reside el verdadero peligro, en
convertir a la televisión en el sustituto de los padres, de los
hermanos o de los amigos.
A la luz de esto, es muy ilustrativa la reflexión que comparto
con Pascal Bruckner, por otro lado muy extendida también entre
otros pensadores, de que "el día que la televisión ocupe
el lugar de la sala de audiencias de la clase, del diván, el
día en que la lectura de un spot publicitario equivalga en los
centros de enseñanza a la de Balzac o de Madame Bovary, cuando
Shubert ya sólo sea aquel ruido de fondo que acompaña el pastel
de champiñones de vivagel y Verdi la banda sonora de las
compresas higiénicas Vania, entonces, ese día el esclavo habrá
vencido y la Civilización Occidental habrá pasado a mejor
vida".
Frente a la televisión tendríamos que buscar y estimular otros
entretenimientos más formativos como el deporte, la música, las
artes o el disfrute de la naturaleza. De hacerlo así
descubriremos que hay muy pocos placeres más gratificantes que
poder leer el Quijote, escuchar las Cuatro Estaciones de Vivaldi,
o pasear por los Picos de Europa en Primavera.
Otra de las actividades que tendrían que ser rescatadas del
olvido por su importancia también para la formación de las
personas son "las tertulias" que en nuestro país han
tenido gran importancia en el pasado, jugando un papel muy
destacado en el desarrollo de los diversos movimientos culturales
y sirviendo de referente para tantas y tantas generaciones de
jóvenes intelectuales. Buena muestra de esto la podemos
encontrar en las que tenían lugar en el inmortal Café Gijón de
Madrid.
Por último es bueno que recordemos que en la actualidad, el
hombre, consecuentemente con lo expuesto con anterioridad no es
sabio, sino sabedor, y no es sujeto sino instrumento. Instrumento
de una situación y de un mundo que no pudiendo ser dominado por
él le somete y le frustra irremediablemente.
La paradoja de la situación actual es que nunca se ha leído
tanto como ahora, nunca se ha sabido tanto, pero nunca fue el
saber tan puramente instrumental y, en proporción menos
ilustrador que en este fin de siglo. Con el saber antes se
incrementaba el talento; hoy, todo lo más, la destreza.
En nuestras manos está la posibilidad de poder cambiar una
situación nada halagüeña y evitar que el hombre se convierta
en esclavo de sus propias creaciones, incapaz de pensar por sí y
siervo cuando debería ser señor. Olvidemos por una vez que la
meta es exclusivamente ganar dinero, despertemos a un mundo nuevo
de proyectos, ideales e ilusiones, y aprendamos a no contentarnos
con poco fijando metas altas dignas de la capacidad intelectual
que Dios nos ha dado a todos.
José Antonio Constenla Ramos
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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