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¿Cuál ha sido concepción económica del Marxismo?
Cuando el
entendimiento de concepciones políticas y económicas entre el
capitalismo financiero y el neosocialismo burgues se hace cada
vez más evidente, dentro del uniformismo ideológico imperante
en el Nuevo Orden Mundial, conviene recordar cuales han sido los
principios económicos del marxismo, pues aunque fracasados en
algunas de sus formas tras la caida del Muro de Berlín, sus
principios filosóficos siguen informando muchas posturas y
todavía oprimen políticamente a una cuarta parte de la
población mundial.
Para mejor juzgar los presupuestos
marxistas en la economía, hemos de conocerlo en su concepción
teórica además de la práctica. Hemos de conocer cuales son sus
bases ideológicas y sus posturas ante los diversos aspectos que
configuran el hombre y la sociedad que quiren
"transformar".
Estudiar la totalidad de la concepción económica del marxismo
es inabarcable en el espacio de este escrito pero esbozaremos
algunos apuntes
La clave de la concepción económica marxista esta en su
concepción del Hombre:
Al contrario que para un gran pensador, para quien "el
hombre es el sistema" y "éste debe estar a sus
servicio" y al contrario que para la "Gaudium et
Spes" para quien "el orden político, social y
económico preferible es el que sirve mejor al hombre y le ayuda
a afirmar y cultivar su propia dignidad" para la ideología
marxista el hombre es solo un engranaje de la sociedad controlada
por el Estado.
Ante el misterio y el problema del hombre el marxismo responde en
clave horizontalista, y defiende la postura del hombre como
animal más desarrollado, biológica e intelectualmente que
otros, pero carente de alma, y por lo tanto sin transcendencia.
El hombre, para el marxismo, es fruto de la evolución y la
selección natural de las especies, que con una genealogía
simiana ha ido transformàndose hasta llegar a ser lo que es.
De esta negación original de toda transcendencia y de su
concepción del hombre como ser sin filiación divina, parte el
resto del pensamiento marxista, pues al negar la dignidad que
provienen de esta filiación divina, este pasa a ser un elemento
contingente, instrumento o medio para cualquier planteamiento
ideológico que valore al hombre, no por lo que es en si mismo,
sino por lo que supone en función de lo demás (Por lo que
consume, por lo que produce, por lo que sirve, etc..)
Consecuencia de este error de planteamiento original se han
desarrollado históricamente las diferentes posturas marxistas a
la hora de construir su sistema, que en consonancia con esta idea
no lo construyen para el hombre, sino que ponen a éste al
servicio de aquél.
La famosa solución económica marxista no era, en síntesis,
otra cosa que Capitalismo de Estado. Por mucho que la
terminología marxista tratara de enmascarar los hechos, la
verdad es que la economía socialista no socializa -es decir, no
pone en manos de los grupos que integran la comunidad los medios
de producción- sino que los estataliza o los publifica,
transmitiéndolos a las administraciones públicas, con el
pretexto de que estas representan a la sociedad.
Pero ¿cómo justifican los Marxistas, siguiendo a Marx la
entrega al Estado de los medios de producción?
Para ello desarrollan de una forma "sui generis" la
teoría del valor.
El valor tiene dos claves, la de uso y la de cambio. El valor de
uso lo determina la aptitud de un bien para la satisfacción de
una necesidad humana. El valor de cambio consiste en su aptitud
para ser realizado o cambiado por otro. Esta medida se manifiesta
en dinero y la operación típica es la compraventa, ponderando
el precio en moneda.
Para Marx, en cambio, la medida del valor de una mercancía se
produce en función del tiempo invertido en producirla.
La diferencia entre el costo de la materia prima inicial y el
precio que el comprador ha abonado por el producto, es su valor
de cambio. Y este valor pertenece íntegramente al trabajador. Si
el propietario de los elementos de producción es el que vende la
mercancía y paga al trabajador un salario, el capitalista
despoja al trabajador robándole la plusvalía, transformando la
propiedad en un robo. La propiedad es fruto de una alineación o
enajenación que el capitalista impone al obrero.
La afirmación tajante de que la plusvalía corresponde al
trabajo y no al capital, necesita una aclaración, consistente
para Marx, en que este capital no engendra de por sí plusvalía.
La aportación del capital instrumental, tanto circulante (que
desaparece en cada periodo de producción, como las materias
primas y los salarios) como el fijo (tierra y máquinas), que
permanece, aunque pierda valor por el uso y los avances
técnicos, no engendra plusvalía. Ambos son absorbidos por el
trabajo humano. Ahora bien: si antes de determinar la plusvalía
-que según Marx corresponde íntegramente al obrero- hay que
abonarle su salario (en pago de la fuerza de trabajo) será
preciso detraer del valor de cambio de la mercancía una
cantidad, no como beneficio, sino como cuota de amortización
para reparar o sustituir la máquina.
Pero tanto la imputación integra de la plusvalía al trabajo
como la exclusión del capital, son equivocadas. En primer lugar
hay factores de beneficio que no se pueden imputar al trabajo,
pues producen plusvalías sin introducir horas de trabajo. En
segundo término hay ocasiones que esa introducción de horas de
trabajo experimenta minusvalías (Moda, obsolescencia, etc.) En
tercer lugar porque la tesis no explica la razón por la cual en
un cambio de cosas iguales (mercancía por su justo precio) la
ganancia es recíproca, por olvido o desconocimiento,
indudablemente, del principio de la utilidad final respectiva. Y
en último término, porque el capital fijo no surge
espontáneamente, sino que es el trabajo acumulado,
materializado, no invertido en el consumo, ahorrado en suma, de
acuerdo con la teoría llamada de la abstinencia o de la espera.
Pero hay más: las conclusiones lógicas a que debería llegar la
economía marxista, debieran ser las de entregar el producto a
los trabajadores que lo han obtenido, para que ellos se hagan
cargo de la plusvalía. y esto es, precisamente lo que no ocurre
en un régimen de economía monopolizada. Por ello la dinámica
interna del sistema capitalista vale para el marxismo,
sustituyendo la palabra burguesía por la palabra Estado, toda
vez que el capitalismo marxista no es otra cosa que un
capitalismo monstruoso y mutilador del hombre. Los trabajadores
de un régimen marxista producen mercancías pero no se les
reconoce la propiedad de las mismas.
El Estado las distribuye, y además, como para producirlas
necesita capital, el dinero para hacer frente los salarios y a
las materias primas y para adquirir y reponer la maquinaria, lo
obtiene substrayendo la plusvalía a los trabajadores, fijando
sin posible oposición, los precios, elevando los impuestos a los
consumidores y exigiendo a los ciudadanos, para la financiación
de las empresas monopolizadas, mediante empréstitos forzosos del
Banco único, la entrega de las sumas que hubieran podido ahorrar
con inmenso sacrificio y que en el mismo tenían en depósito. La
empresa, Así, deja de serlo y se convierte en oficina económica
que debe cumplir al pie de la letra y sin ningún tipo de
iniciativa, el papel asignado en el esquema de la planificación
general.
Para el socialismo, para el reformismo marxista en general, al
ver el fracaso práctico de la idea primera, buscar una
metodología novedosa, a través de la cual presentar un
socialismo con rostro humano y eficaz económicamente es un
objetivo esencial. Para estudiar este tema nos introducimos
brevemente en tres salidas que se han querido dar al problema
La primera salida, hoy también fracasada, fue la del llamado
socialismo autogestionario, el que se quiso implantar en la
Yugoslavia de Tito, donde se pretendía, en principio, sin
menoscabo de una economía rigurosamente planificada, la entrega
de la gestión a quienes trabajan en la empresa. Ahora bien:
gestión encomendada a la iniciativa empresarial y planificación
económica impuesta por el Estado son incompatibles de tal modo
que la pugna ha de romper por algún lado.
Desde el punto de vista práctico, la socialización
autogestionaria ha sido un fracaso: la corrupción, los bajos
niveles de vida y la necesidad de permitir la emigración de un
pueblo que vivía en la miseria, prueban hasta la saciedad que la
autogestión en una economía monopolizada por el estado es
inviable.
Otra salida es el llamado socialismo de consumo (el modelo sueco)
que ha gozado de la admiración general, aunque hoy podamos ver
ya su fracaso. La gran maniobra del socialismo sueco ha
consistido en no socializar los medios de producción, sino en
socializar el consumo, tratando de conseguir una sociedad de
iguales a través de la presión fiscal y de un régimen amplio
de seguros.
Ambas cosas fueron conseguidas en parte, pero con un costo
elevadìsimo, pues por una parte las empresas, para evadir los
impuestos insostenibles, se trasladaron al exterior, y por otra
la eliminación del riesgo, y de todo cuanto la vida humana tiene
de aventura y creación personal, produjo el hastío, la
obsesión maníaco sexual y el mayor número de suicidios.
De este modo, la economía, que ha de estar al servicio del
hombre, acaba por destruirlo. Si es grave la explotación del
hombre por el hombre, y peor la explotación del hombre por el
Estado, la máxima y más brutal de las explotaciones es la que
del hombre, privado de toda instancia superior y transcendente,
acaba haciéndose el mismo.
Otra de las formas salidas para cambiar el socialismo tradicional
es el socialismo cultural, el de la China Roja Maoísta. Para
Mao, aquellos quienes por razón de su cultura, de sus
conocimientos técnicos, de las atribuciones que le son
concedidas por la Administración, ocupan un lugar preeminente
pueden estar expuestos a la corrupción del poder. De aquí que
para evitarlo, quienes están en esta situación deben declinar
sus funciones y sumergirse periódicamente en las tareas
elementales y primarias, en campos y fábricas.
Así se explica que toda posibilidad de ascenso queda vetada,
salvando naturalmente, las que brinda el partido, con el riesgo
de sus purgas sistemáticas y depuraciones continuas.
Por supuesto también fracasó y de hay la necesidad de
importantísimas reformas efectuadas en China desde hace más de
una década, y que han producido altos niveles de corrupción y
la acaparación de poder económico por parte de los miembros del
Partido y del Ejército Rojo.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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