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Armenia, la primera nación cristiana convertida en pueblo de diáspora.
Con la destrucción del imperio armenio en el siglo XI se inicia el éxodo
Hace más de medio año, la visita
prevista del Papa a Armenia, cancelada finalmente por razones de
salud, hizo que por breves momentos la atención mundial se
dirijiese sobre una de las comunidades políticas y eclesiales
más antiguas del mundo, radicado en torno a un lugar
emblemático de la historia de la humanidad, el Cáucaso,
actualmente una vez más en el punto de mira de los mass media,
desde el comienzo de la segunda guerra de Chechenia.
En este contexto resurge también el tan antiguo problema
político del pueblo armenio. Desde 1991, al menos la parte
ex-soviética de Armenia volvió a ser una entidad política
independiente. En su mayoría esos armenios pertenecen a la
iglesia nacional de Armenia cuya cabeza, actualmente
'Katholikós' Karekin I, reside en Echmiadzín cerca de Eriván,
y fue éste a quien entonces quiso visitar el Romano Pontífice.
Puesto que existen hoy en el mundo cuatro Patriarcados
armenio-ortodoxos (mejor dicho, dos 'Katholikatos' y dos
Patriarcados), además de un Patriarca católico, es conveniente
comenzar por un breve repaso a la accidentada historia del pueblo
armenio.
Un país fuente de conflictos árduos y permanentes
Al igual que los judios, también los armenios viven desde hace
siglos como pueblo de diáspora; y como ellos se les conoce por
comerciantes y empresarios hábiles. En la actualidad, los
armenios tienen obispos en Alemania, Francia, Persia, Rumanía y
los Estados Unidos. A parte de Echmiadzín, sus Patriarcas
residen también en Beirut, Jerusalén y Estámbul. Escuelas y
colegios armenios existen en Estados Unidos, Chipre y India; y
monasterios armenios en Viena y Venecia. Ya entre los emperadores
bizantinos encontramos armenios, pero también entre generales
habsburgos, poetas rumanos y políticos soviéticos.
Los armenios son un pueblo indogermano. Así lo demostró el
orientalista alemán Heinrich Petermann en 1837. Originariamente
su lengua fue contado entre la rama iraní de la familia de
pueblos indogermánica; sin embargo, desde la publicación de la
gramática armenia por el lingüista alemán Hübschmann, en
1897, sabemos que la lengua armenia es una rama independiente del
tronco indogermánico.
Los armenios mismos llaman a su país Hayastán, en razón de su
patriarca Haík. Como primera referencia histórica, se les
encuentra en el siglo VII ante Cristo en la región del monte
Ararat y del lago Van. Luego subieron también sobre el podio
político del mundo cuando, tras la conquista por parte del
general romano Luculo, los romanos tuvieron que librar duras
batallas con los partos y príncipes autóctonos.
Al final del tercer siglo después de Cristo se sitúa aquél
acontecimiento que llena de orgullo a todo armenio. Abrazó la fe
en Cristo, de mano de Gregorio 'Illuminator', bautizado éste
mismo en Cesarea de Capadocia, el Rey Tiridates, junto a todo su
pueblo, quedando la Iglesia de esta nación con el nombre de
'armenio-gregoriana'. Armenia fue así la primera nación-estado
cristiana de la historia, casi un siglo antes de la pública
conversión a Cristo del Imperio Romano. Un succesor episcopal de
Gregorio, llamado Mesrop, dejó en herencia a su pueblo la
escritura, formando los signos de su alfabeto en consonancia con
el valor fonético de su idioma, y convirtiéndose de este modo
en punto de partida de una rica y valiosa literatura.
Los armenios han conservado hasta hoy su fe en Cristo. Hasta tal
punto el pueblo y sus constumbres están compenetradas con la
Iglesia que pocos ejemplos similares, acaso España, pueden
encontrarse en otros pueblos. Desde la segunda mitad del siglo
IV, sólo medio siglo desde la implantación del cristianismo
como religión del estado, el 'Katholikós' Nerses el Grande
llegó a tal posición de poder que sólo era equiparable con la
del propio Rey. Dicha posición no menguaba con sus succesores
sino que incluso quedó fortalecida. Sin embargo, las guerras con
los Sasanides persas impidió la participación de Armenia en el
Concilio de Calcedonia de 451. Además, un lenguaje teológico
poco desarrollado, malentendidos a la hora de traducir los
términos del Concilio, alterando así su comprensión
conceptual, y la confrontación política con Bizancio,
finalmente llevaron al cisma, si bien el Monofisismo armenio se
quedó siempre en error puramente verbal.
La tragedía de Armenia tuvo un comienzo temprano. Su posición
geográfica en una encruzijada entre Occidente y Oriente la
convirtió en permanente campo de batalla, primero entre romanos
y partos, luego entre bizantinos y persas, de modo que, sin gozar
de mayores períodos de paz, sufrió los destrozos y
persecuciones de ambas partes. A ello se añadieron las
invasiones árabes a partir del siglo VII, y tres siglos más
tarde las de los túrcos selchuques.
En este contexto adverso es sorprendente la altura de la cultura
armenia a finales del primer milenio. En lo arquitectónico
Armenia desarrolló un estilo propio de singular unidad,
ejemplificado por la iglesia de cúpula de cruz, y en sus mejores
realizaciones anticipó la evolución arquitectónica de
Occidente hasta el siglo XVI. Las catedrales de Ani, Mastara,
Agrak y la iglesia 'Hripsim' en Wagarchapat son elocuentes
testimonios de ello. Cuando se hundió la cúpula de la Hagia
Sofía de Constantinopla se buscó un experto armenio, Tridates,
quien la levantó en su antigua belleza.
El imperio armenio que había conducido a semejante zenit
artístico y cultural quedó aniquilado con la conquista de Aní
en 1045, a donde se había trasladado el 'Katholikós' armenio.
Cayó acosado por todas partes por bizantinos y turcos. Entonces
se inicia un éxodo sin fin. Villas enteras emigraron, las más
de las veces a la Siria y Cilicia vecinas. En el sureste de Asia
Menor, un Bagratida llamado Rubén, de la familia Bagratian que
desde 885 había proveido el rey armenio, el 'princeps
principorum', fundó un nuevo dominio armenio. De una serie de
principados menores nació así el imperio armenio medio o
'pequeño' de Cilicia, cuyo príncipe León II recibió en 1198
la dignidad real y corona de manos del legado papal e imperial
(Enrique VI). También el entonces 'Katholikós' residía en Sis,
la nueva residencia real. Todavía hoy llevan a Cilicia en su
título el 'Katholikós' gregoriano en el Lébanon y un Patriarca
armenio católico. Una política prudente, flota y comercio
aseguraron dos siglos de existencia a este nuevo pequeño imperio
armenio. De camino por el sureste de Anatolia, hasta hoy
castillos imponentes testimonian el poderío de dicho imperio.
Impregnado por los cruzados y su espíritu fue un adelantado de
Europa, incluso después de la caída del último fuerte de los
cruzados en Tierra Santa.
Dicho resurgir de una nueva Armenia fue ocasión natural para
volver a establecerse las relaciones con la Iglesia romana. Con
la coronación León II se había comprometido volver a
establecer la supremacía del Papa sobre la Iglesia armenia. Los
dominicos incluso lograron establecer una provincia oriental de
su orden que pervivió hasta el siglo XVIII. Como signo del
renovado e íntimo entendimiento sirva además el hecho elocuente
de que se hizo franciscano Hetún II, uno de los reyes armenios.
Hasta con los mongoles este reino armenio mantuvo relaciones.
Sólo con la invasión de los mamelucos egipcios, casi un siglo
después de la caída de la última fortificación de los
cruzados, llegó a su fin el dominio armenio en Cilicia. Vana
resultó una alianza con Chipre de donde fue su último rey. Como
último recurso éste había solicitado ayuda militar en París,
que sin embargo le fue denegada. Ya había armenios emigrantes
afincados en Rumanía y Bulgaria cuando de nuevo fue devastada su
patria anatolia oriental. Turcos, mongoles y persas la quemaron y
expoliaron durante sus campañas bélicas. Sólo el valiente
'David el Sunio' por poco tiempo pudo luchar con éxito contra
los opresores. Después de su muerte, en 1728, aparecieron de
nuevo los turcos y persas, y finalmente también los rusos, de
modo que, a lo largo de todo el siglo XIX, la mayor parte de los
armenios quedaron segregados entre estos tres poderes. También
eclesialmente Armenia sufrió una ruptura, puesto que los
disturbios de la época habían deshecho la unión con Roma,
disgregando la iglesia nacional en varios patriarcados y
'katolicados'. En Rusia, cerca de Eriván, en Echmiadzín,
residió un 'katolicós', otro en Sis en Cilicia. Se habían
establecido patriarcados alrededor del lago Van y en Jerusalén,
pero también en Constantinopla, donde Sultán Mehmed II, tras la
conquista de Bizancio por los osmanes, colocó en 1461 al obispo
armenio de Bursa como cabeza y representante de todos los
cristianos ortodoxos no-griegos de su imperio. En la misma
ciudad, el sacerdote Mejtiar, convertido a la fe católica,
fundó en 1701 una orden, que lleva su nombre, y que hoy en día
tiene dos ramas con monasterios en Viena y Venecia.
El siglo XIX entero fue marcado por represalias y persecuciones
sangrientas por parte turca en las que décenas de miles de
armenios perdieron su vida. Bajo el Sultán Abdul Hamid, en
Rumelia oriental, pero sobre todo en Adana y Cilicia, excesos de
esta índole fueron a la orden del día. No es de extrañar por
tanto que los armenios apoyaran con entusiasmo a la revolución
turca en 1908. Sin embargo fueron precisamente estos nuevos
gobernantes turcos que pretendieron llegar al punto y final de la
'cuestión armenia', puesto que los armenios mal cabían como
tales dentro del ideal de un estado nacional homogéneo. Cuando
los Estados europeos estaban enfrascados en la primera contienda
de vida y muerte de carácter mundial, en 1915 los jefes turcos
Enver y Tala'at decidieron que había llegado el momento oportuno
de llevar a cabo el exterminio definitivo. De parte oficial se
habló de simple repatriación e incluso de amotinamiento
armenio, confundiendo intencionadamente causa y efecto. En
algunos lugar los armenios supieron resistir con éxito relativo
a esa voluntad de exterminio. Así fue en Anatolia oriental y
también en Antakya, el antiguo Antioquía. Allí la población
de varios pueblos resistió en un lugar alto llamado Musa Dagh
hasta que los supervivientes fueron finalmente evacuados en la
costa por un cruzero francés. El escritor judío Franz Werfel,
también famoso por su 'Canción de Bernadette', ha descrito esta
lucha con palabras verídicas, a la vez grandiosas y trágicas,
en su libro 'Los cuarenta días del Musa Dagh'.
El tradado de Sevres en 1920 había previsto la restitución de
la nación armenia en un territorio estatal propio. Sin embargo,
cuando turcos y rusos deshicieron este nuevo intento de
estatalidad, las potencias vencedores de la primera guerra
mundial callaron 'interesadamente', y no intervinieron. La parte
ocupada por el Ejército Rojo fue constituido en República
Soviética de Armenia. Sólo con el ocaso del imperio soviético
el pueblo armenio alcanzó su independencia, al menos en esta
parte de su territorio histórico y demográfico.
Los armenios y el Papa
Después de la II Guerra Mundial, el inicio de las relaciones con
la Iglesia Católico fue nada prometedor, puesto que el nuevo
'katholikos' Kevork VI, elegido en 1945, se hizo objeto de una
serie de favores por parte de Stalin, como la apertura de un
seminario religioso y una revista eclesiástica, con la
consecuencia de que, al igual que otras iglesias, también la
armenia tenía que pagar el tributo de prestar servicios al
régimen soviético. El principal fue el apoyo propagandístico a
la imigración de armenios a los dominios armenios soviéticos.
De hecho vinieron unos cienmil en la época de la posguerra,
sobre todo del Oriente Próximo y Chipre. Esto cambió pronto,
sin embargo, porque Kevork se fue demasiado lejos en su apología
de los soviets, equiparando incluso los enemigos de éstos con
los enemigos del cristianismo. Sus palabras más hostiles
dirigió en este contexto a la Iglesia Católica y al Cardenal
Agaguianián, el entonces patriarca de la Iglesia armenia unida a
Roma, difamándole de colaboracionismo con los nazis, enemigos
del régimen soviético. Agaguianián sin embargo fue el único
armenio de peso del mundo no-comunista que tocó las campanas de
alerta frente a aquellas campañas de repatriación. En varias
cartas pastorales, sobre todo una de diciembre del año 1947 puso
al desnudo la persecución y el terror soviéticos, y su
negación fundamental de la libertad de conciencia. 'Pese' a la
colaboración de Kevork, el retroceso de la iglesia armenia fue
más drástico que el sufrido entonces por la iglesia ortodoxa
rusa.
Puesto que en la República soviética de Armenia no pudo existir
oficialmente la Iglesia católica armenia, que desarrolló
además una importante propaganda anti-soviética en el 'mundo
libre', las relaciones con la Iglesia católica como tal no
pudieron ser peores. El primer paso a una lenta aproximación se
dió cuando se invitó a varios altos respresentantes de la
iglesia nacional armenia a las sesiones del II Concilio Vaticano,
que poco a poco dio lugar a encuentros ecuménicos varios, cada
vez más cordiales, tanto en Roma como en territorios armenios,
como por ejemplo la visita del Papa en 1967 al patriarca armenio
Kalustián en un barrio marginal de Kumkapi. Con anterioridad, el
Papa Pablo VI ya había visitado en 1964 al patriarca armenio
Derderián, durante su estancia histórica en Tierra Santa, un
encuentro al que probablemente hizo demasiada sombra otro
encuentro del Papa con el patriarca ecuménico Athenágoras I.
Tras la invitación fraterna por parte del patriarca armenio
católico Batanián, sin embargo, con numeroso séquito
occidental, a las celebraciones del décimo aniversario de la
intronización del 'katholikos' armenio en Echmiadzin, se
abrieron nuevas perspectivas de unión. Además, dado que el
último representante de Roma había desaparecido en 1927, cuando
se arrestó y deportó a Siberia al Administrador Apostólico, no
pudo dejar de causar cierta sorpresa en Occidente la noticia de
que unos 120.000 armenios del dominio soviético se sintiesen
como formando parte de la Iglesia católica.
En 1970 el Papa Pablo VI tuvo un encuentro significativo con el
'Katolikós' en la Capilla Sixtina cuya finalidad era sondear las
posibilidades de una futura mayor aproximación mútua. Como bien
cabía esperar de un Papa de talante ecumenista como es Juan
Pablo II, también él celebró encuentros varios con los
patriarcas de la iglesia nacional armenia, especialmente el
encuentro en Estámbul con el ya anteriormente mencionado
patriarca Kalustián, que el Papa califico de 'testimonio de
unidad mútua y de la firme determinación de alcanzar la plena
comunión con la gracia de Dios'.
Más que un pequeño paso más en este caminar hacia la unidad
con Roma, el viaje previsto del Papa tenía la misión de ser un
'paso de gigante'. La razón es evidente puesto que Karekin, que
anteriormente ya había residido en Lébanon, Nueva York, Siria y
Cilicia, es el 'katholikós' de Echmiadzin, y como tal es el
pastor supremo de todos los armenios. Está claro que lo que no
se pudo hacer en razón del estado de salud del Papa, se
conseguirá en un futuro próximo, puesto que mucho camino ya se
había desandado hacia la unidad.
Andreas Boehmler
Fuentes/Literatura recomendada
Mouradian, Claire, L' Armenie, Paris, Presses Universit. De
France, 1996
Bartholomäus, Lore, In jedem Kreuz ein Lebensbaum, Aus Armeniens
Erbe und Gegenwart, Köln, Luthe Druck, 1987
Valencia, Guillermo, Armenia: un milagro de ciudad, Medellín,
Colina,1989
Die Tagespost Nr.31, 31 de Julio de 1999, Würzburg
Beckherrn, Eberhard, Öl im kaukasischen Feuer, Historische
Faktoren des kaukasisch-kaspischen Raumes, Bouvier, 1997
Deutsch-Armenische Gesellschaft, Armenien, Geschichte und
Gegenwart in einem schwierigen Umfeld, Frankfurt/M, 1998
Garsoian, Nina G., L'Armenie et Byzance, histoire et culture,
Paris, Publ. de la Sorbonne, 1996.
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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